Traducido por Xhiamara
Renata permaneció junto al mostrador de la cocina, agarró un cuchillo libremente en la mano. “Qué tipo de jalea quieres esta noche, uva o fresa?”
“Uva” contesto Mira. “No espera. Quiero fresas esta vez.”
Ella estaba sentada en el borde de la encimera de madera al lado de Renata, sus piernas colgando con los brazos cruzados. Vestida con una camiseta purpura, pantalones azul desgastados, y zapatillas desgastadas, Mira podría parecer como cualquier otra niña de cerca esperando la cena. Pero las niñas normales no eran obligadas a comer lo mismo, prácticamente día a día. La pequeñas niñas normales tenían familias que las amaban y cuidaban. Vivían en casas bonitas, con calles bonitas con arboladas, con cocinas brillantes y despensas almacenadas, y las madres sabían cocinar comidas interminables y maravillosas.
Al menos, eso es lo que Renata se imaginaba cuando pensaba en la representación ideal de una familia normal. Ella no lo sabía por ningún tipo de experiencia personal. Como niña de la calle antes de que Yakut la encontrara y llevara a su guarida, Mira no sabía tampoco sabía lo que era normal. Pero era sana, el tipo de vida normal que Renata deseaba para la niña, aunque parecía un deseo insignificante, de pie en la sucia cocina de Sergei Yakut, junto a un destartalado campo de tiro, que probablemente no funcionaría, aunque tuviera una línea de gas corriendo en ella.
Desde que Renata y Mira eran las únicas en la cabaña que se alimentaban de comida, Yakut había dejado en sus manos que ella y la niña se alimentaran regularmente. Renata no prestaba realmente atención en su alimentación odiaba no ser capaz de tratar a Mira con algo agradable de vez en cuando.
“Un día saldremos y tendremos una cena real para nosotras, una con cinco platillos diferentes. Además del postre,” añadió, untando la mermelada de fresa en una rebanada de pan blanco. “Tal vez tengamos dos postres cada una.”
Mira sonrió bajo el corto velo negro que caía sobre la pequeña punta de su nariz. “Crees qué el postre será de chocolate?”
“Definitivamente de chocolate. Aquí tienes,” dijo, entregándole el plato.
“PB &J, fuertes con la J, y sin costras.”
Renata se apoyó en el mostrador, mientras Mira cortaba un pequeño trozo del bocadillo y se lo comía, como si fuera tan delicioso como cualquier menú de cinco platos que se pudiera imaginar.
“No olvides tomarte tu jugo de manzana.”
“Mmm- está bien.”
Renata clavó el popote en la caja del jugo y lo puso al lado de Mira. Entonces ella quitó las cosas, limpiando el mostrador. Cada musculo tenso cuando oyó la voz de Lex en la habitación.
Se había ido desde el anochecer. Renata no lo había echado de menos, pero no se había preguntado qué era lo que había estado haciendo desde que se había ido. La respuesta se produjo en la forma de una carcajada de una mujer borracha- varias mujeres borrachas, por el sonido de las risas y los chillidos pasando el área principal de la cabaña.
Lex traía a menudo mujeres humanas a casa para servir a su ejército de sangre y entretenimiento general.. A veces las mantenía por varios días. Ocasionalmente compartía su botín con los otros guardias, todos ellos las usaban y borraban el ataque de sus mentes antes de botarlas de nuevo a sus vidas. El estar bajo el mismo techo que Lex cuando estaba de humor fiestero la enfermaba, pero no más de lo que enfermaba a Mira, ya que era expuesta – incluso en la periferia – a sus juegos también.
“Qué está pasando allí afuera, Rennie?” preguntó.
“Termina tu sándwich,” Renata le dijo a Mira cuando dejó de comer para escuchar el alboroto en la otra habitación. “Quédate aquí. Enseguida regreso.”
Renata salió de la cocina y atravesó el pasillo hacia el alboroto.
“Beban, señoritas!” gritó Lex, dejando caer una caja de botellas de licor en el sofá de cuero.
El no consumiría alcohol, ni se favorecía de los favores de la fiesta que conseguía. Un par de bolsas claras, enrolladas, cada una tan rellena, con lo que probablemente era cocaína, y las arrojó sobre la mesa. El sistema de sonido se encendió, un bajo crepitando fuertemente por debajo de la letra de la canción de hip-hop.
Lex agarró a la morena curvilínea con la risa frívola y la colocó bajo su brazo. “Te dije que tendríamos la diversión con nosotros! Ven aquí y muéstrame una gratitud adecuada.”
Ciertamente el estaba en un raro estado de ánimo, de buen humor. Y no era un milagro. Regresó con un buen botín: cinco mujeres vestidas con tacones altos, diminutos tops, y micro faldas. Al principio, Renata adivinó que eran prostitutas, pero viendo más de cerca, que estaban demasiado limpias, demasiado dulces bajo todo ese maquillaje pesado para ser parte de la vida de las calles. Probablemente eran solo ingenuas chicas del club, sin darse cuenta de que el persuasivo, y atractivo hombre que las recogió era en realidad como algo salido de una pesadilla.
“Vengan a conoces a mis amigos,” Lex les dijo al grupo de mujeres mientras se movía hacia los otro machos de Raza para ver la captura de la noche. Hubo un momento de aprensión palpable mientras los cuatro guardias fuertemente armados miraban lascivamente a sus aperitivos humanos. Lex empujó a las tres mujeres hacia los ansiosos vampiros. “No sean tímidas, chicas. Esta es una fiesta, después de todo. Vayan y digan hola.”
Renata se dio cuenta de que el estaba reteniendo a las dos chicas más bonitas. Típico de Lex, obviamente había reservado lo mejor para él. Renata estaba a punto de girarse y volver con Mira a la cocina – a tratar de ignorar la orgía sangrienta que estaba a punto de comenzar- pero antes de que pudiera dar dos pasos lejos, Sergei Yakut apareció atronador de sus aposentos privados.
“Alexei.” La furia vibraba fuera del vampiro mayor en ondas de calor. Miró a Lex, con ojos brillantes color ámbar. “Has estado fuera durante horas. Dónde estuviste?”
“He estado en la ciudad, padre.” Intentó con una sonrisa generosa, comodiciendo que su tiempo fuera de sus obligaciones no hubiera sido enteramente para servir a sus propias necesidades. “Mire lo que le traje.”
Lex puso una de las mujeres lejos de su resguardo para que Yakut la inspeccionara. Yakut ni siquiera le dio una mirada al premio que Lex le ofrecía. Solo miró a las dos mujeres que Lex guardaba para él mismo.
El Gen Uno gruñó. “Escarbaras la mierda de tus talones y me dirás que es oro?”
“Nunca,” respondió Lex. “Padre, yo nunca lo consideraría.”
“Bien. Estas dos serán,” dijo, indicando a las mujeres de Lex.
Furioso como debería de estar, humillado como él debió sentirlo como un pinchazo a su orgullo. Lex no dijo ni una palabra. Dejó caer su mirada y esperó en silencio a que Yakut recogiera a sus dos compañeras y se dirigiera con ellas a sus aposentos privados.
“No esperamos ser molestados,” Yakut ordenó sombríamente. “Por ninguna razón.”
Lex dio un asentimiento de reverencia contenida. “Si padre. Por supuesto. Cualquier cosa que desee.”
Nikolai oyó música y voces antes incluso de que estuviera a quinientos metros de la cabaña. Se acercó, moviéndose a través del bosque como fantasma, el carro de Lex estaba estacionado en la parte de atrás, el capó (cofre) todavía estaba caliente por el viaje a la ciudad.
Niko no estaba seguro de lo que iba a encontrar. No se esperaba una maldita fiesta, pero eso era lo que parecía que había adentro de la casa principal. El lugar estaba iluminado como árbol de navidad, las luces que salían de las ventanas de la sala donde alguien estaba entretenido con un número de hembras. Rap pesado básico vibraba por todo el camino de tierra por debajo de las botas de Nikolai mientras él se acercaba a un lado del edificio y echaba un vistazo a dentro.
Lex estaba ahí, muy bien. El y el resto de los guardaespaldas de Ykut, reunidos todos en una sala rustica. Tres mujeres jóvenes bailaban en las alfombras de piel en ropa interior, todos ellos claramente embriagados, basado en la cantidad de bebidas alcohólicas y estupefacientes extendidos sobre la mesa más cercana. Los cuatro guardias de Raza aullaban y las animaban, los vampiros probablemente estaban a segundos de abalanzarse sobre las hembras ingenuas.
Lex, mientras tanto, estaba sentado encorvado en un sofá de piel, los ojos oscuros fijos en las mujeres a pesar de que sus pensamientos parecían estar a kilómetros de distancia. No había ninguna señal del pícaro Lex que había estado coqueteando en la ciudad. Sin señales de Sergei Yakut tampoco, y el hecho de que la seguridad entera estaba ilimitada con este pequeño espectáculo hizo que los instintos de Niko cambiaran a alerta roja.
“Qué demonios estas haciendo?” Niko pronunció por lo bajo.
Pero el sabía la respuesta incluso antes de que comenzara a moverse por la parte posterior de la cabaña, donde Yakut tenía sus aposentos privados. Cuando un sutil, pero persistente olor confirmó las sospechas de Niko de su peor temor.
Maldita sea.
El renegado estaba aquí.
Nikolai olió sangre fresca derramada también, proveniente de humano, el aroma era casi abrumador cuanto más se acercaba a la habitación de Yakut. Sangre y sexo, para ser exactos, como si el Gen Uno hubiera estado dando un atracón el solo por un tiempo.
Un grito repentino irrumpió en la noche.
De mujer. Un sonido de terror total, procedente de dentro de las cámaras de Yakut.
Después, disparos amortiguados.
Pop, pop, pop!
Nikolai voló a través de la puerta trasera del refugio, sin sorprenderse al encontrarlo desbloqueado desde fuera y parcialmente abierto. Irrumpió en el cuarto de Yakut, su pistola semi-automática en su mano lista para ser descargada la carga completa de de balas de titanio reforzado.
La escena que lo saludó era una carnicería total.
En la cama estaba Sergei Yakut, tendido desnudo sobre una mujer atrapada bajo su cuerpo sin vida, con la garganta desgarrada donde el vampiro se había estado alimentado de ella apenas unos segundos antes. Ella no se movía, y no había color en la piel de la mujer o el pelo, porque la mayoría de ella estaba cubierta de la sangre de Yakut y la propia. Faltaba la mitad de la cara del Gen Uno. La cabeza de Sergei Yakut era poco más que pedazos de hueso, tejido y sangre del trio de balas que habían sido disparadas a quemarropa en la parte posterior de su cráneo. Estaba muerto y el rengado que lo mató fue también presa del ansia de sangre para darse cuenta de la presencia de Nikolai. El hijo de puta había dejado la pistola que había utilizado para matar a Yakut y actualmente estaba ocupado con otra mujer desnuda que había sido atrapada en la esquina de la habitación. Sus ojos estaban girados hacia atrás y no se movía. Mierda, no estaba respirando bien, aunque el renegado seguía bebiendo de ella, su cuello desecho por los colmillos enormes.
Niko se movió por detrás del hijo de puta y puso el cañón de la Beretta contra su cabeza desgreñada. Apretó el gatillo – dos muertos- con titanio – con explosiones en el cerebro del canalla. El renegado cayó al piso, retorciéndose y con espasmos a causa del golpe. El titanio hacia efecto rápido y el vampiro moribundo lanzó un frito tan fuerte y de otro mundo que sacudió las viejas vigas de madera de la cabaña como un trueno.
Renata salió volando de la cocina con su pistola en ristre. Sus sentidos de batalla habían sido tensados como cuerda de piano, crepitar de disparos distantes y el aullido inhumano que siguieron, procedentes de otro lugar del refugio. La música seguía sonando en la gran sala. Lo visitantes de Lex ya no estaban vestidos y seguían estridentes con el continuo flujo de drogas y alcohol. Las mujeres estaban todas sobre los guardias y estos igual también, y por la mirada hambrienta de los machos de Raza no hubieran notado si una bomba estallará en el cuarto de al lado.
“Idiotas,” Renata los acusó por lo bajo. “Ninguno de ustedes escuchó eso?”
Lex levantó la vista, la preocupación oscureció su expresión, pero ella realmente no estaba esperando una reacción por parte de él. Ella corrió hacia el corredor de la cámara privada de Yakut. El pasillo estaba oscuro, el aire espero. Todo muy silencioso. Demasiado todavía.
La muerte colgaba como un velo, casi asfixiante mientras ella se acercaba a la puerta abierta del alojamiento del vampiro.
Sergei Yakut ya no estaba vivo; Renata sintió la verdad en sus huesos. La pólvora, sangre, y un abrumador, olor dulzón de podredumbre le advirtió que ella caminaba hacia algo terrible.
Aunque nada podría haberla preparado realmente para lo que ella vio cuando giró la chapa de la puerta, el arma levantada y la sostuvo con ambas manos. Lista para matar a quien estuviera en su camino. La vista de tanta muerte, sangre y gore [1], la tomó por sorpresa. Ello estaba por todas partes: la cama, suelo, paredes.
Y también lo fue el asesino aparente de Sergei Yakut.
Nikolai estaba en el centro de la carnicería, su rostro y camisa oscura salpicada de color escarlata. En su mano tenía una gran pistola semi-automática, la punta del barril todavía humeante por su reciente utilización.
“Tú?” la palabra se deslizó de sus labios, la conmoción e incredulidad como una bola de hielo en su intestino. Miró el cuerpo de Yakut -sus restos eliminados- tendido sobre la cama en la parte superior de la mujer sin vida. “Dios mío,” ella susurró, sorprendida de verlo aquí en el pabellón de nuevo, pero aun más sorprendida por el resto de lo que estaba viendo. “Tu… tu lo mataste.”
“No.” El guerrero movió la cabeza sombríamente. “Yo no, Renata. Había un renegado aquí con Yakut.” Indicó la gran masa de humeantes cenias en el suelo, la fuente del olor ofensivo. “Yo maté al renegado, pero era demasiado tarde para salvar a Yakut. Lo siento,”
“Baja tu arma,” ella le dijo, sin interesarle las disculpas. Ella no las necesitaba. Renata sintió lastima por el final violento de Yakut, un sentimiento de incredulidad la sorprendió de que el realmente estaba muerto. Pero no había dolor. Ninguno que absolviera a Nikolai de su aparente culpa. Apuntó firmemente a su objetivo y se adentro un poco más en la habitación. “Baja tu arma. Ahora.”
El matuvo el control firme en su pistola 9mm. “No puedo hacer eso Renata. No lo haré, no tanto Lex siga respirando.”
Ella frunció el ceño confundida “Qué pasa con Lex?”
“Este asesinato fue obra suya, no mía. El trajo al renegado aquí. El trajo a las mujeres para distraer a Yakut y a los guardias, para que el renegado se pudiera acercar lo suficiente para matarlo.”
Renata escuchó pero mantuvo su objetivo en la mira. Lex era una víbora, seguro, pero un asesino? Realmente tomaría medidas para matar a su propio padre?
Solo entonces, Lex y los otros guardias se acercaron desde el pasillo.
“Qué pasa? Ocurre algo malo adentro-”
Lex se calló cuando llegó a la puerta abierta de la cámara de su padre. En su visión periférica Renata lo vió mirar el cuerpo de Yakut en la cama y después a Nikolai. Se tambaleó hacia atrás – un paso, no mucho más que un respiro. Entonces explotó, mucha rabia. “Hijo de puta! Maldito asesino hijo de puta.”
Lex se lanzó, pero fue un intento a medias, que abandonó completamente cuando la pistola de Nikolai giró en su dirección. El guerrero no flaqueaba, ni su mirada ni un solo músculo. Estaba completamente en calma mientras miraba a Lex por el cañón de su arma, incluso cuando el arma de Renata y la de los guardias apuntaban a él. “Te vi en la ciudad esta noche, Lex. Yo estaba ahí. The Crakhouse*. El cebo que utilizaste para atraer a los vampiros renegados. El hijo de puta que trajiste esta noche… los vi a todos.”
Lex se burló. “Vete a la mierda tú y tus mentiras! No has visto tal cosa.”
“Qué le prometiste al renegado a cambio de la cabeza de tu padre? Dinero no les importa a los adictos a la sangre, la vida de quién le ofreciste como premio- la de Renata? Tal vez esa pequeña niña problema en su lugar?
El pecho de Renata se apretó ante el pensamiento. Se atrevió a dar un rápido vistazo a Lex y lo encontró fríamente burlón ante el guerrero, dando una lenta sacudida de cabeza.
“Dirás cualquier cosa en este momento para salvar tu cuello. No funcionará. No cuando tu mismo amenazaste la vida de mi padre no hace más de veinte horas.” Lex se giró para ver a Renata. “Tu también lo escuchaste decirlo tanto, no es cierto?”
Ella asintió de mala gana, recordando como Nikolai le dio a Sergei Yakut una advertencia muy pública de que alguien necesitaba detenerlo.
Ahora Nikolai había regresado y Yakut estaba muerto.
Madre María, ella pensó, mirando una vez más el cuerpo sin vida del vampiro que la mantuvo prácticamente prisionera por los últimos dos años. El estaba muerto.
“Mi padre no estaba en ninguna clase de peligro hasta que la Orden entró en juego.” Lex estaba diciendo. “Un intento fallido en su contra, ahora,, esto un baño de sangre. Tu esperaste para hacer tu movimiento. Tu y el renegado que trajiste contigo esta noche, esperando una oportunidad para atacar. Solo pudo adivinar que viniste buscando matar a mi padre desde el principio.”
“No,” dijo Nikolai, un destello de luz ámbar en sus ojos azules invernales. “El que estab esperando para matarlo eras tu, Lex. “
En una fracción de segundo, solo mientras ella veía los tendones en su arma flexionarse mientras su dedo comenzaba a presionar el gatillo del arma, Renata disparó a Nikolai con una explosión mental fuerte. Con un pequeño afecto que sintió por Alexei, que no podía colocar esta noche. Nikolai rugió, columna vertebral arqueada, la cara retorciéndose de dolor.
Más efectiva que las balas, la explosión lo tumbó sobre sus rodillas en un instante. Los cuatro guardias irrumpieron en la habitación y tomaron su arma y el resto de sus armas. Los cañones de cuatro pistolas fueron colocadas en la cabeza del guerrero, en espera de órdenes de matar. Uno de los guardias ladeó el martillo, ávido de derramamiento de sangre, aunque la habitación estaba repleta.
“Bájenlas,” les dijo. Miró a Lex, cuya cara estaba repleta de ira, sus ojos azules y brillantes, sus colmillos afilados visibles entre los labios entreabiertos. “Diles que se retiren, Lex. Matarlo no hará nada más que hacernos a todos nosotros asesinos a sangre fría también.”
Increíblemente, Nikolai comenzó a reírse. Levantó la cabeza, con un esfuerzo evidente, mientras la explosión todavía lo sujetaba. “él tiene que matarme, Renta, porque no puede arriesgarse con un testigo. No es cierto, Lex? No puede alguien caminar por ahí sabiendo tu sucio secreto.”
Lex sacó ahora su propia pistola y se dirigió directamente a Nikolai y le puso el cañón de la pistola contra la frente del guerrero. Bruñó, su brazo temblando por la ferocidad de su rabia. Renata estaba inmóvil, horrorizada realmente de que apretara el gatillo. Ella estaba desecha, una parte de ella quería creer lo que Nikolai dijo – que él era inocente- y temerosa de creerle. Lo que había dicho de Lex simplemente no podía ser verdad.
“Lex,” ella dijo, el único sonido en el cuarto. “Lex… no hagas esto.”
Ella estaba a menos de un respiro de golpearlo con algo como a Nikolai cuando el arma lentamente bajó.
Lex gruñó, finalmente dejándolo tranquilo. “Me gustaría una muerte más lenta para este bastardo que la que soy capaz de darle. Llévenlo a la sala principal y conténgalo.” Les dijo a los guardias. “Después alguien y encárguese de cuidar el cuerpo de mi padre. Uno de las hembras en el otro cuarto y sáquenlas de la propiedad. Quiero todo este caos sangriento limpio inmediatamente.
Lex se volvió con una mirada oscura hacia Renata cuando los guardias comenzaron a arrastrar a Nikolai fuera de la habitación. “Si el trata cualquier cosa, dale todo lo que tienes al hijo de puta.”