Traducido por Aletse
Renata no podía salir de la bodega lo suficientemente rápido. Su estómago se revolvió. Un frio sudor apareció a lo largo de su frente y en la parte posterior de su cuello. Ella ansiaba el aire fresco de la noche, como su último aliento, pero ella mantuvo una zancada constante y fuerte. Los puños apretados sostenidos rígidamente a los costados hacia el exterior eran los únicos indicadores de que ella no estaba nada tranquila.
Siempre era así para ella, una de las consecuencias de usar el poder paralizante de su mente.
Afuera ahora, a solas en el callejón, ella tragó rápidamente unos cuantos bocados aire. La viveza del oxígeno refresco su garganta ardiente, pero eso era todo lo que ella podía hacer para no doblarse con el aumento del dolor que se recorría como un río de fuego a través de sus miembros y en el centro de su ser.
“¡Maldita sea!", murmuró en la oscuridad vacía, balanceándose un poco sobre la altura de sus talones. Tomando unas cuantas más respiraciones profundas, ella contemplo clavando los ojos en el pavimento negro que estaba bajo sus pies y se concentro simplemente para mantenerse a si misma sobre sus pies.
Detrás de ella llego el arrastre rápido, pesado de unos pies calzados que ya se encontraban fuera del almacén. El sonido atrajo su cabeza bruscamente. Forzando una mirada de apatía tranquila sobre la tensión en ardiente de su cara.
"Tengan cuidado con él", dijo ella, echando un vistazo al amplio bulto flojo, del macho inconsciente que ella había dejado incapacitado, y quien estaba siendo transportado ahora como un simple juguete por los cuatro guardias que trabajaban con ella. "¿Dónde están sus armas?"
"Cogidas". Una maleta de cuero negro vino navegando hacia ella con apenas un previo aviso, lanzados hacia ella por Alexei, el líder designado en detalle para esta noche. Ella no se perdió la sonrisa satisfecha en su rostro delgado cuando la lona repleta de metal se estrelló contra su pecho. El impacto se sentía como las palpitación de un millar de clavos en su sensible piel y músculos, pero ella agarro la bolsa y abrió la correa hacia arriba a lo largo de su hombro sin pronunciar siquiera un gruñido de molestia.
Pero Lex lo sabía. Sabía de su debilidad, y él nunca la dejaba a ella olvidarla. A diferencia de ella, Alexei y sus otros compañeros eran vampiros de la Raza, todos ellos. Así como lo era su cautivo, Renata no tenía ninguna duda. Ella lo había sospechado como mucho cuando primero lo había visto en el club, una sospecha confirmada por el simple hecho de que ella pudo incapacitarlo con su mente. Su capacidad psíquica era formidable, pero no sin sus limitaciones. Estos solo influían en los de la raza; el humano mas simple con las células del cerebro que ellos tenían no se veían afectados por la explosión de alta frecuencia que ella era capaz de mentalmente de proyectar con la concentración de poco mas de un momento.
Ella era un ser humano, nacida ligeramente diferente a las acciones básicas de Homo sapiens.
Pero para Lex y su especie, ella era conocida como una compañera de raza, una de un pequeño número de mujeres humanas que nacían con habilidades únicas extrasensoriales y la capacidad aún más rara de reproducirse con éxito con aquellos de los de la raza. Para las mujeres como Renata, la ingestión de sangre de la raza siempre proporcionaba una mayor fuerza. Y la longevidad también. Una compañera de raza podía vivir durante algunos largos siglos mientras se alimentara regularmente de las venas de un vampiro.
Hasta hace dos años, Renata no tenía idea de por qué era diferente de todos los demás como ella lo sabia, o a donde ella podría pertenecer. El cruce de caminos con Sergei Yakut la había llevado rápidamente al conocimiento con toda velocidad. Él era la razón de que ella y Lex y todos los demás estaban de guardia esta noche, rondando la ciudad y buscando al individuo que había estado preguntando en los alrededores por el solitario Yakut.
El macho de la Raza encontrado por Renata en el club de jazz había sido tan descuidado con sus preguntas en toda la noche, que ella tenía que preguntarse si estaba tratando de provocar a Sergei Yakut para que llegara a él. De ser así, el tipo era un idiota o suicida, o alguna combinación de ambos. Tendría la respuesta a su pregunta muy pronto.
Renata tomó su teléfono celular de su bolsillo, lo abrió, y marco con velocidad el primer número que estaba almacenado en la agenda. "Sujeto recuperado", ella anunció cuando la llamada conecto. Ella dio su ubicación, luego rompió la comunicación del teléfono cerrándolo y lo dispuso lejos. Echo un vistazo hacia donde estaba Alexei y los demás guardias que se habían detenido con su cautivo inconsciente, ella dijo, "El coche esta de camino. Debería estar aquí en aproximadamente dos minutos".
"Dejen caer a este saco de mierda", ordeno Lex a sus hombres. Todos ellos soltaron su agarre que tenían sobre el macho de la Raza, y su cuerpo golpeó el asfalto con un ruido tremendo. Con las manos en las caderas, y con los puños que enmarcaban por un lado su pistola enfundada y por el otro un cuchillo grande de caza que se encontraban enfundados en su cinturón, Lex miró detenidamente hacia abajo a la cara del vampiro inconsciente a sus pies. Él soltó un aliento agudo, de desaprobación, y luego escupió, derrochando por poco sobre el mango de su cuchilla afilada que tenia debajo. El escupitajo blanco espumoso de su saliva aterrizo con un mojado sonido en el pavimento oscuro no a más de una pulgada de distancia de la cabeza rubia del hombre.
Cuando Alexei los miró de nuevo, había un brillo duro en sus ojos oscuros. "Tal vez lo deberíamos matar".
Uno de los guardias se rió entre dientes, pero Renata sabia que Lex no estaba bromeando. "Sergio dijo que se lo lleváramos"
Alexei se mofo. "¿Y darle a sus enemigos otra oportunidad para tomar su cabeza?" "No sabemos si este hombre tuvo algo que ver con el ataque."
"¿Podemos estar seguros que él no lo hizo?" Alexei volvió a mirar fijamente sin pestañear a Renata.
"De ahora en adelante, no confío en nadie. Yo pensé que tú no darías ninguna posibilidades de arriesgar su seguridad como yo."
"Yo sigo sus órdenes", respondió ella. "Dijo Sergio que encontráramos a quien estaba en la ciudad pidiendo informes a acerca de él y se lo lleváramos para interrogarlo. Eso es lo que me propongo hacer".
Los ojos de Lex se estrecharon como cuchillas debajo sus cejas de color marrón intenso. "Bien", él dijo, con voz muy tranquila, demasiado calmada. "Tu tienes razón, Renata. Tenemos nuestras órdenes.
Lo vamos a llevar, como tú dices. Pero, ¿qué vamos a hacer nosotros mientras esperamos a que llegue el transporte?
Renata lo observo, preguntándose a dónde se dirigía ahora. Lex paseaba en los alrededores al lado del macho de la Raza que estaba inconsciente y le dio una patada tanteándolo con la bota en las costillas que estaban desprotegidas. No hubo reacción alguna. Sólo la dilatación suave y la caída del pecho del macho cuando este respiraba.
Alexei desnudo los labios hacia atrás y sonrió abiertamente, moviendo su barbilla hacia los otros hombres. "Mis botas están sucias. ¿Tal vez este equipaje inútil los limpie mientras nosotros esperamos, ah? "
En el calor de las carcajadas de sus compañeros, Lex levantó uno de sus pies y lo dejo sobrevolar sobre la cara inerte de su cautivo.
"Lex-" Renata comenzó, sabiendo que él no le haría si ella trataba de persuadirlo y convencerlo para que se detuviera. Pero fue en ese preciso momento en que ella notó algo extraño en el macho rubio, que se encontraba tumbado en el suelo. Su respiración era estable y poco profunda, sus miembros se encontraban inmóviles, pero su rostro… él lo sostenía demasiado bien, incluso si realmente estaba inconsciente. Pero él no lo estaba.
En una fracción de segundo de claridad, Renata se dio cuenta, sin la menor duda de que él se encontraba muy despierto y consiente. Demasiado consciente de todo lo que estaba sucediendo.
¡Oh, Cristo!
Alexei se echó a reír entre dientes ahora, mientras bajaba la pierna cuando él comenzaba a trasladar la suela gruesa de la bota hacia abajo sobre la cara del macho.
"¡Lex, espera! Él no es…-"
Nada de lo que ella pudo haber dicho hubiese cambiado la explosión que resulto de todo ese caos.
Lex todavía estaba en movimiento cuando el macho levantó las manos y lo agarro del tobillo. El lo sujeto con las abrazaderas abajo y lo enrosco con fuerza, enviando a Lex volando hacia él y gritando en agonía en el suelo que estaba cercano. No pasó un segundo antes de que el hombre se enrollara en sus pies, fluido y fuerte, como nada que Renata hubiese visto alguna vez antes en algún guerrero.
Y mierda santa- él tenía la pistola de Lex.
Renata dejó caer la maleta engorrosamente y se enfrentó a su propia arma, una.45mm que estaba oculta en una funda a su espalda. Sus dedos se encontraban todavía engarrotados por su esfuerzo mental antes empleado, y uno de los otros guardias respondió antes de que ella pudiera liberar su arma. El disparo una ronda precipitada, perdiendo a su objetivo que se encontraba a menos de un pie.
Y más rápido que cualquiera de ellos para que pudieran seguirle la pista, el que antes era su cautivo les devolvió el fuego, poniendo una bala directamente adelante del cráneo del guardia. Uno de los guardaespaldas se encogió sobre sus manos, uno de los que más tiempo habían servido a Sergei Yakut cayó sobre el pavimento en un montón sin vida.
¡Oh, Jesús, pensó Renata por la preocupación que aumentaba cuando la situación se dirigía rápidamente al sur. ¿Podría Alexei haber tenido razón? ¿Había sido este macho de la Raza él mismo asesino que había tratado de atacar aquí antes?
"¿Quién es él siguiente?" preguntó él, con un pie plantado en el centro de la columna vertebral de Lex mientras que él con tranquilidad balanceaba las pistolas de los otros dos guardias de Renata. "¿Qué, no hay ninguno interesado de ahora?"
"¡Maten a este hijo de puta!" rugió Lex, retorciéndose como un insecto atrapado bajo el marco del talón pesado que lo aprisionaba dominándolo. Con su mejilla aplastada contra el pavimento, sus colmillos emergiendo por la rabia, Lex lanzó una mirada en destellante sobre Renata y sus hombres. "¡Vuélenle la cabeza lejos, maldita sea!"
Antes de que la orden estuviese totalmente fuera de la boca de Alexis, tiraron del él sobre sus pies. Gritó cuando su peso cayo sobre su tobillo lesionado, pero fue la presencia repentina de su propia pistola que lo acariciaba detrás de la oreja lo que realmente hizo a sus ojos color ámbar volverse locos con pánico. Su captor, por el contrario, estaba tan tranquilo y calmado, como podía ser.
¡Oh, dulce Madre María!
¿Simplemente con quien demonios estaban tratando ellos?
"Ustedes lo han escuchado," dijo el captor de Lex. Su voz era baja y tranquila, sin apuros, y con la mirada fija que penetraba hasta en la oscuridad. Él clavo fijamente sus ojos en Renata. "Vengan adelante, si alguno de ustedes es lo suficientemente hombre. Por otra parte, si ustedes no prefieren ver que su cerebro se salpique todo sobre esta pared del edificio, entonces les sugiero que dejen caer sus armas. Abajo en el pavimento, de forma tranquila y fácil".
Al lado junto a ella en el callejón, Renata registro los gruñidos bajos y jadeos de los machos de Raza transformados. Individualmente, ninguno de los vampiros era físicamente mucho más fuerte que ella; como un equipo, ellos podrían ser más fuertes que el atacante de Lex, aunque ninguno de ellos pareciera dispuesto a averiguarlo. Un suave chasquido de metal semejante al de un arma fue colocado con cuidado sobre el pavimento. Esto dejaba, pues solo un guardia de seguridad con ella. Un segundo más tarde, él entregó su arma también. Ambos vampiros se retiraron un par de pasos lentamente, rindiéndose en el silencio cauteloso.
Y ahora, Renata se quedaba sola frente a esta amenaza inesperada.
Él le dedico una media sonrisa por el reconocimiento, enseñando los dientes y las puntas sus colmillos emergentes. Él se encontraba furioso; esos alargados colmillos era prueba fehaciente de ello. Como lo era la luz ambarina que comenzaba a rellenar sus ojos, cuando también ellos comenzaban a transformarse con sus característicos rasgos de la raza. Su sonrisa se ensanchó, haciendo aparecer unos hoyuelos dobles debajo de sus pómulos afilados como una navaja. "Parece que depende de ti y de mí, cariño. Yo no voy a solicitarlo más cortésmente por mucho más tiempo que me hagas esperar. Pon tu maldita arma bajo el suelo o tendrás residuos él."
Renata rápidamente consideró sus opciones – las pocas que ella tenía en ese momento. Su cuerpo todavía seguía estando tan crudo como un nervio expuesto, las réplicas de su esfuerzo mental todavía la estaban maltratando a ella, golpeándola hacia abajo. Ella podría intentar otro asalto a su mente, pero ella sabía que estaba operando y actuando sobre los humos. Incluso si ella lo golpeara con todo lo que ella tenia, no sería capaz de incapacitarlo otra vez, y una vez que ella estuviera agotada por ese asalto, ella no seria de alguna utilidad para nadie.
Su otra única opción era un riesgo de igual magnitud. Normalmente ella era un águila disparando, con reflejos rápidos y precisos de un francotirador, pero no podía contar con ninguna de sus habilidades cuando ella necesitaba la mayor parte de su atención sólo para mover sus miembros y comandar sus dedos para trabajar. No importaba lo que ella hiciera, ahora mismo consideraba las probabilidades escasas para que Alexei pudiera salir de esto en una sola pieza. Demonios, las posibilidades de ella o de alguien más que no se alejara de esta situación eran de verse nulas.
Este macho de la raza sostenía todas las cartas, y la mirada en sus ojos cuando él la observaba, esperaba por ella para decidir su futuro, pareciendo decir que él estaba muy cómodo en su posición de poder. Él tenia a Renata, a Lex, y al resto de ellos justo donde él los quería.
Pero ella estaría condenada si ella se rindiera sin luchar.
Renata inhalo para reunir su determinación, entonces ella atrajo su arma alrededor y la nivelo en torno al pecho de él. Sus brazos gritaron por el esfuerzo que esto llevó a cabo para hacerlo y mantenerla estable, pero ella absorbió el dolor, y lo empujó a un lado.
Ella tiro del seguro del arma. "Suéltalo a él. Ahora".
El cañón de arma de Lex se mantuvo atrancado hacia arriba apretado detrás de la oreja. "¿Tu no crees que realidad estemos negociando aquí, verdad? Tira. Tu. Arma". Renata tenía un tiro limpio, pero él también. Y él tenía la ventaja añadida de la velocidad sobrehumana. Él podía ser capaz de esquivar su disparo ya que fácilmente lo vería aproximarse. Había una fracción de segundo de retraso entre las rondas del cargador, incluso en su mejor momento. Esto significaba una gran oportunidad para él para abrir fuego, así, si él decidía pegarle un tiro a Lex antes o después de que él la sacara. En otro segundo, todos ellos podían estar comiendo de plomo. Este hombre era de la Raza, con su acelerado metabolismo y su poder de curación, él mantenía una oportunidad decente de sobrevivir llegando los disparos, ¿pero ella? Ella observaba e iba a una muerte segura.
"¿Tu tienes un problema conmigo en concreto, o es a él al que tu realmente quieres ver muerto esta noche? Tal vez sólo odias a cualquier cosa que tenga una polla. ¿Es eso?"
Aunque él mantuvo su objetivo cerrado, su tono era ligero, como si él estuviera jugando sólo con ella. No la estaba tomando en serio en absoluto. Su tono era arrogante. Ella no le respondió, simplemente jalo el gatillo de la pistola hacia atrás y apoyó su dedo índice ligeramente en el gatillo.
"Déjalo ir. No queremos ningún problema de contigo".
"Demasiado tarde para eso, ¿no te parece? Todo lo que tu observas es un problema ahora".
Renata no se inmutó. Ella ni siquiera se atrevió a parpadear por miedo a que este hombre lo pudiese tomar como una debilidad y se decidiera a actuar.
Lex temblaba ahora, el sudor corría por su rostro. "Renata", dijo él con voz entrecortada, pero si él quería decirle que se retirara o que hiciera su mejor movimiento, ella no estaba segura. “Por el amor de Dios Renata… diablos…"
Ella tenía un objetivo estable en el captor de Alexei, sus codos completamente cerrados, ambas manos agarrando su arma. Una brisa ligera de verano comenzó a levantarse, y la ráfaga suave de aire rastrillo su piel hipersensible, como fragmentos irregulares de cristal. En la distancia ella podía escuchar la música pop y la explosión de fuegos artificiales del final del festival que había ese fin de semana, las silenciosas explosiones que vibraban como truenos en sus huesos doloridos. Él zumbido del tráfico y los frenados en la calle fuera del callejón, los motores de los vehículos que lanzaban una repugnante mezcla de gases del escape, de goma caliente, y la combustión del petróleo.
"¿Cuánto tiempo deseas alargar esto, cariño? Porque tengo que decirte, la paciencia no es una de mis virtudes. "Su tono era casual, pero la amenaza no podía haber sido mas evidente. Él atrajo el gatillo de la pistola de nuevo, preparado para llevar a la noche a su final sangriento. "Dame una buena razón por la que no debería llenar este cerebro de gilipollas con plomo".
"Porque él es mi hijo." La voz masculina más baja vino desde la media cuesta oscura del callejón. Las palabras carecían de emoción, pero inquietaban y eran siniestras en su cadencia y densamente acentuadas con la áspera lima de la fría patria siberiana de Sergei Yakut.