CAPÍTULO VEINTICUATRO

Traducido por Laura


La respiración de Renata se paralizó con el sonido de la maldición murmurada de Nikolai. Ella extendió la mano hasta el interruptor de la luz cerca de la puerta abierta del dormitorio de Yakut. Lentamente la encendió.

Ella no pudo hablar mientras miraba el cuerpo sin vida de Lex, sus ojos vacíos y nublados por la muerte, tres grandes agujeros de bala en su cabeza. Ella quiso gritar. Santo cielo, ella quiso caer de rodillas, pasar sus manos por su pelo, y arañar las vigas- no con dolor o estupefacción, sino con completa y concienzuda ira.

Pero sus pulmones estaban angostos en su pecho.

Sus miembros estaban decaídos, brazos y piernas demasiado pesados para moverlos.

Que esperanza había estado ella albergando -tan pequeña como era- que ellos podrían venire aquí y conseguir una sólida correa sobre la ubicación de Mira filtrándose fuera de ella, tan segura como la sangre de Lex que se escurría entre los baldosines del suelo de la habitación de su padre.

"Renata, encontraremos otra manera," dijo Nikolai desde algún lado cerca de ella. El se inclinó sobre el cuerpo y sacó un teléfono móvil del bolsillo del abrigo de Lex, lo abrió y apretó algunas teclas. Contactaré con Gideon y le dire que les persigan. Tenemos que hacer algo con Fabien muy pronto. Le atraparemos, Renata”.

Ella no pudo responder; no tenía palabras. Girándose lentamente, ella caminó fuera de la habitación, apenas consciente de que sus pies se movían. Ella deambuló a través del oscuro edificio, dejando de lado los cuerpos tirados en la gran habitación y en el vestíbulo…insegura de donde dirigirse, todavía inmune cuando se descubrió de pie en el centro de la diminuta habitación donde Mira había dormido.

La pequeña cama estaba justo como ella la había dejado, como si esperaba que su ocupante regresara. Sobre la achaparrada Mesilla de noche, había una flor Silvestre que Mira había recogido a principios de la semana, en una de las raras veces que Sergei Yakut había permitido que la niña se aventurara fuera. La flor de Mira estaba marchita ahora, los frágiles petalos blancos caían sin vida, tallo verde tan mustio como un hilo.

"Oh, mi dulce ratón," Renata susurró en la oscura y vacía habitación. "Lo siento…Lamento no haber estado aquí a tiempo…"

"Renata." Nikolai permanecía de pie fuera de la habitación. "Renata, no te hagas esto a ti misma. No tienes la culpa. Y esto no ha acabado, todavía no”.

Su profunda voz era tranquilizadora, cómoda solo por oírle, y saber que el estaba allí con ella. Ella necesitaba esa tranquilidad, pero porque ella no la merecía, Renata rehusó correr a sus brazos como tan desesperadamente quería hacer. Ella permaneció donde estaba, rigida y sin moverse. Deseando poder dar marcha atrás a todos sus fallos.

Ella no podia atreverse a permaencer en el edificio durante otro minuto. Había demasiados recuerdos oscuros aquí.

Demasiada muerte alrededor de ella.

Renata dejó que la flor muerta cayera fuera de sus dedos y sobre la cama. Ella dio la vuelta alrededor de la puerta. “Tengo que salir de este lugar” murmuró ella, culpabilidad y angustia retorciendose en su pecho. "No puedo…Me estoy asfixiando aquí…no puedo…respirar”.

Ella no esperó a que el contestara- no podia esperar allí, ni un minuto más. Empujandole, corrió fuera de la habitación de Mira. Ella no dejó de correr hasta que sus pies la habían llevado fuera de la parte trasera del edificio principal y dentro del bosque cercano. Y aún así sus pulmones se retorcieron como si fueran aplastados por un torno.

Detrás de su cráneo, ella pudo sentir un dolor de cabeza floreciendo. Su piel no le dolía todavía, pero estaba cansada hasta los huesos y sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que el cansancio la noqueara. Al menos su hombro se sentía decente. La herida de disparo todavía estaba allí, aún un profundo latido en sus músculos, pero la sangre de Nikolai había hecho algún tipo de magia en la infección.

Renata se sintió lo suficientemente fuerte cuando echo un vistazo y vio el parquet cerrado -el edificio anexo donde ella y tantos otros habían sido traídos como cebo para el deporte enfermo de sangre de Yakut -ella no pensó dos veces en saltar y tirar el rifle del agente de la ley alrededor de donde había sido movida hasta su espalda. Ella disparó el pesado cerrojo hasta que se rompió y cayó al suelo. Entonces ella abrió la puerta y la dejó suelta con más disparos desde dentro, salpicando el gran redil, las paredes y vigas- todo ello- con un destructor pedrisco de balas.

Ella no soltó el gatillo hasta que el caragdor estuvo vacío y su garganta estaba seca de sus gritos. Sus hombros pesaban, el pecho serrandola como un bramido.

“Debería haber estado aquí” dijo ella, oyendo a Nikolai acercarse a ella por detrás. “Cuando Lex la arrojó sobre Fabien, debería haberle detenido. Debería haber estado allí por Mira. En vez de eso yo estaba en la cama, demasiado débil e…inútil”.

El hizo un pequeño ruido, un rechazo sin palabras a su culpabilidad. “No podías saber que ella estaba en peligro. No podías evitar nada de lo que ocurrió, Renata”.

“¡Nunca debería haber abandonado el edificio!” gritó ella, el propio desprecio quemándola como acido. “Huí lejos, cuando debería haberme quedado aquí todo el tiempo y conseguir que Lex me dijera donde estaba ella”.

“No huiste. Fuiste a pedirme ayuda. Si no lo hubieras hecho, estaría muerto.” Sus pisadas se movían más cercanas, viniendo con cuidado detrás de ella. “Si te hubieras quedado aquí todo este tiempo, Renata, entonces habrías muerto esta noche junto a Lex y los otros guardias. Lo que ocurrió aquí fue un plan ejecutado a sangre fría, y lleva escrito el nombre de Fabien”.

El tenía razón. Ella sabía que el tenía razón, en todo. Pero eso no hizo que la doliera menos.

Renata miraba fijamente, sin mirar, hacia el abismo lleno de pólvora de la granja. “Tenemos que volver a la ciudad y comenzar a buscarla. Puerta a puerta, si es necesario”. “Sé lo que sientes” dijo Nikolai. El tocó su nuca y ella se obligó a alejarse de su ternura. “Maldita sea, Renata, ¿no crees que si pensara tirar a patadas todas las puertas de aquí al Puert Viejo para acercarnos más a Fabien, estaría contigo? Pero eso no nos ayuda. Especialmente no con el amanecer justo a unas horas y escalando justo sobre nuestros talones”.

Ella agitó su cabeza. "No necesito preocuparme sobre la luz del día. Puedo volver a la ciudad por mí misma."

"Como demonios lo harás." Sus manos estaban asperas mientras el la hizo girar para verla la cara.

Sus ojos brillaban con destellos ambar, y una emoción que se parecía remarcablemente al miedo, incluso en la oscuridad. “No vas a ningún lado donde esté cerca Fabien sin mí." El acarició su ceja, sus fieros ojos quemando dentro de los de ella. “Estamos juntos en esto, Renata. Sabes eso, ¿no? ¿Sabes que puedes confiar en mí?"

Ella miró fijamente la cara de Nikolai y sintió una emoción que comenzaba a crecer dentro de ella, sintiendo como se alzaba sobre ella como una enorme ola que no podía hacer retroceder si lo intentaba. Las lágrimas corrieron por sus ojos, entonces les inundaron. Antes de que pudiera parar la inundación, ella estaba frotándose los ojos mientras un dique había estallado dentro de ella y todos las heridas que había sentido- todo el dolor y vacío de su completa existencia- salió veloz fuera de ella en grandes y pesados sollozos.

Nikolai la rodeó con sus brazos y la sostuvo cerca. El no intentó hacer que sus lágrimas pararan. El no alimentó sus suaves mentiras para hacerla sentir mejor, o darlas falsas promesas para acomodar su desesperación.

El solo la sostuvo.

La sostuvo y la dejó sentir que ella era entendida. Que ella no estaba sola y que quizás, de alguna pequeña manera, ella merecía la pena ser querida.

El la cogió, levantándola en sus brazos, y comenzó a alejarla de la granja. “Busquemos un lugar para que descanses un rato”, dijo el, su relajante voz vibrando en su pecho, vibrando contra ella mientras ella se aferraba a él.

“No puedo volver al edificio, Nikolai. No me quedaré allí”.

“Lo sé” murmuró el, adentrándose más en los bosques. “Tengo otra idea”.

El la dejó sobre un lecho de hojas secas entre dos altísimos pinos. Renata no sabía que esperar, pero ella nunca habría imaginado de lo que sería testigo en esos próximos momentos.

Nikolai se arrodilló junto a ella y esparció sus brazos, su barbilla baja, su inmenso y musculoso cuerpo situado en un estudio de tranquila concentración. Renata sintió la energía alrededor de ellos crujir. Ella olía a rica y fértil tierra, como el bosque después de una tormenta. Una brisa cálida cosquilleaba en su nuca mientras Nikolai posaba sus yemas sobre el suelo a cada lado de él.

Había un tranquilo susurro de movimiento en el césped cercano-un susurro de vida. Renata vio algo serpentear de arriba abajo de las manos de Nikolai y no pudo evitar jadear asombrada cuando se dio cuenta de lo que estaba viendo.

Diminutas parras, disparando a través del suelo, corriendo hacia los pinos gemelos a cada lado de ella.

“Oh, dios mío”, murmuró ella, embelesada. “Nikolai…¿qué está ocurriendo aquí?”

“Está bien” dijo el, mirando las parras- ordenándolas, díficil como era de creer.

Los zarcillos hacían espirales alrededor de los troncos de los árboles y escalaban más alto, llenándolos con hojas que multiplicaban exponencialmente mientras ella miraba. Por encima de su cabeza a unos dos metros y medio de altura, las parras saltaban el espacio entre los pinos. Se retorcían juntas, entonces enviaban disparos largos de vegetación, creando un vívido dosel que se extendía por todo el camino hasta el suelo donde Renata y Nikolai estaban sentados.

“¿Estás haciendo tu esto?” preguntó ella, incredula.

El la dio un asentimiento pero mantuvo su concentración en ello, más y más hojas desdoblandose sobre las parras. Gruesas paredes de fragrante aroma formaban un refugio alrededor de ellos, el exuberante follaje intercalaba con las diminutas flores blancas que Renata había encontrado en la habitación de Mira.

"Está bien…¿cómo estas haciendo esto?"

El crujido de plantas creciendo se ralentizó y Nikolai giró una mirada despreocupada sobre ella. "Regalo de mi madre, heredado a sus dos hijos."

"¿Quién es tu madre, la Madre Naturaleza?" dijo Renata, riendo, sorprendida a pesar de saber cnocimiento de que las bellas flores y parras eran solo un velo temporal. Afuera, toda la fealdad y violencia permanecían.

Nikolai sonrió y agitó su cabeza. "Mi madre era una compañera de raza, como tu. Tu talento es el poder de tu mente. Este era su talento."

"Es increible." Renata pasó su mano sobre las frescas hojas y delicados petalos.

"Dios, Nikolai, tu habilidad es…Quiero decir es sorprendente, pero eso ni siquiera se acerca."

El se encogió de hombros. "Nunca lo usé mucho. Dame un fragmento lleno de agujeros o unos bloques de C-4 cualquier día. Entonces te mostraré algo sorprendente.”

El estaba presumiendo, pero ella sentía que su labia ocultaba algo más oscuro. “¿Qué hay sobre tu hermano?”

"¿Qué sucede con el?"

"¿Tú dijiste que el tambien puede hacer esto?"

"El puede, sí," dijo Nikolai, las palabras sonaron algo huecas. "Dmitri era más joven que yo. El está muerto. Sucedió hace mucho tiempo, en Rusia.”

Renata se estremeció. "Lo siento."

El asintió, arrancó una hoja de la masa de vegetación, y la hizo pedazos. "El era solo un niño-un niño bueno. El era un par de decadas mas joven que yo. Solía seguirme como un maldito cachorro, queriendo hacer todo lo que yo hacía. No tenía mucho tiempo para él. Me gustaba vivir al límite, supongo que todavía me gusta. De todos modos, a Dimitri se le metió en la cabeza que necesitaba impresionarme.” El exhaló una maldición ahogada. “Estúpido niño. El habría hecho cualquier cosa para que me diera cuenta de su presencia, ¿sabes? Para oírme decir que lo aprobaba, que estaba orgulloso de él”.

Renata le miró en la oscuridad, viéndole con la misma culpabilidad que ella sentía cuando pensaba en Mira. Ella vio el mismo terror en el, la misma condena interior que un niño que esta en grave peligro- que podría incluso estar muerto ya- todo porque alguien en quien ellos confiaban les había fallado.

Nikolai conocía ese tormento. El mismo lo había vivido.

"¿Que le ocurrió a Dmitri?" Renata le preguntó con cuidado. Ella no quería abrir viejas heridas, pero necesitaba saber. Y ella podía ver el peso que le había costado llevar a Nikolai ese dolor durante tanto tiempo. "Puedes contármelo, Nikolai. ¿Que le ocurrió a tu hermano?"

"El no era como yo," dijo el, las palabras contemplativas, como si se hundiera por su historia. “Dimitri era inteligente, un estudiante modelo. Amaba sus libros y la filosofía, le encantaba quitar las capas a las cosas, descubrir como funcionaba todo alrededor de el para poder unirlo de Nuevo. El era brillante, verdaderamente superdotado, pero el quería ser como yo.”

"¿Y como eras tu entonces?"

"Salvaje," dijo el, diciéndolo mas como un epíteto que presumiendo. "Soy el primero en admitirlo. He sido siempre un poco temerario, sin preocuparme donde terminaría mañana mientras yo estuviera pasando un buen rato hoy. Dimitri le gustaba la contemplación, a mi me gusta la adrenalina. El disfrutaba uniendo cosas; a mí me gusta romperlas.”

"¿Fue eso por lo que te uniste a la Orden, por la adrenalina de la lucha?"

"Ese es parcialmente el por qué, sí." El posó sus codos sobre sus rodillas y miró al suelo. "Después del asesinato de Dimitri, tenía que alejarme. Me culpé por lo que ocurrió. Dejé el país y vine a los EEUU. Asociadome con Lucan y los otros en Boston no mucho tiempo después de eso”.

Ella no dejó de lado el hecho de que el había dicho que su hermano fue asesinado, no meramente muerto. “¿Qué ocurrió, Nikolai?”

El exhaló un largo suspiro. “Tenia una conversación mutual de odio con un gilipollas Darkhaven fuera de Ucrania. Llegamos a un serio mano a mano de vez en cuando, solo por aburrimiento principalmente. Excepto que una noche Dimitri oyó a este chupasangre en una taberna hablando estupideces sobre mí y decidio llamarle la atención. Dimitri sacó una espada y cortó al tipo delante de sus amigos. Fue un golpe de suerte de D – con armas. De todos modos, el cabreó al bastardo y dos minutos después, mi hermano estaba tumbado en una piscina con su propia sangre, su cabeza separada de su cuello”.

“Oh, dios mío” Renata dijo con respiración entrecortada, sintiéndose enferma en su corazón. “Lo siento mucho, Nikolai."

"Yo también." El se encogió de hombros. "Después, salí y perseguí al asesino de Dimitri. Tomé su cabeza y se la traje a mis padres a modo de disculpa. Me dejaron de lado, dijeron que debería haber sido yo quien estuviera muerto, no D. No podía culparles por ello. Demonios, tenían razón, después de todo. Así que huí y nunca miré atrás."

"Lo siento, Nikolai."

Ella no sabía que mas decir. Ella tenía poca experiencia ofreciendo consuelo, e incluso si la tuviera, ella no estaba segura de que el la quisiera o necesitara. Como un hombro repentinamente incómodo en su propia piel, Nikolai se quedó callado durante un largo rato.

El aclaró su garganta, entonces corrió una mano sobre su melena y se puso de pies. “Debería salir y echar otro vistazo alrededor del edificio. ¿Estarás bien durante unos minutos?"

"Sí. Estoy bien."

El la miró fijamente, buscando su cara. Ella no sabía que quería que le dijera, pero la mirada en sus ojos parecían indescifrables. “¿Que estas haciendo? ¿No hay ninguna señal todavía?"

Renata se encogió de hombros. "Un poco, pero no demasiado malo."

"¿Y tu hombro?"

"Bien," dijo ella, flexionando su brazo izquierdo para mostrarle que ya no tenía dolor. “Lo tengo mucho mejor ahora”.

Un silencio más largo y cobarde se extendió entre ellos, como si ninguno supiera como superarlo o hacer la cosa más facil y dejarlo durar. No fue hasta que Nikolai comenzó a separar algunas de las gruesas parras para dejar que Renata extendiera la mano para tocarle.

"Nikolai…yo, um…quería darte las gracias," dijo ella, consciente del hecho de que aunque el se había detenido, ella seguía con su mano en su brazo. “Necesito agradecerte…por darme tu sangre hoy”.

El se giró hacia ella, dio un dulce movimiento de cabeza. “La gratitud es agradable, pero no la necesito. Si nuestras situaciones estuvieran invertidas, se que habrías hecho lo mismo por mi”.

Ella lo habría hecho; Renata podia decirlo sin la más ligera duda. Este hombre quien había sido un extranjero para ella hace menos de una semana-este guerrero que tambien parecia ser un vampiro- era ahora su más fiable e intimo amigo. Si ella tuviera que ser honesta consigo misma, ella tendría que admitir que Nikolai iba más alla de eso, y había sido incluso antes de que el compartiera su sangre con ella. Incluso antes del sexo que aún así hacía que sus pies se retorcieran solo con pensarlo.

“No estoy segura de como hacer esto…”Renata alzó la vista hacia el, luchando con las palabras pero necesitando decirlas. “No estoy acostumbrada a contar con nadie. No se como estar con alguien así. No es algo que haya hecho antes, y solo…siento como que todo lo que pensé lo sabía, todas las cosas que una vez me ayudaron a sobrevivir, están huyendo de mi. Estoy a la deriva…estoy aterrada”.Nikolai acarició su mejilla, entonces la rodeó con un abrazo. "Estas a salvo," dijo el tiernamente detrás de su oreja. “Te tengo, y voy a protegerte”.

Ella no se dio cuenta cuanto necesitaba oír esas palabras hasta que Nikolai se las dijo. Ella no sabía cuanto se moría por tener sus brazos alrededor de ella o lo profundo que ella podía ansiar su beso hasta que Nikolai la acercó mas y pusó su boca sobre la de ella. Renata le besó con despreocupación, dejándose llevar en el momento porque Nikolai estaba con ella, sosteniéndola, dándola seguridad. Su beso creció más apasionado, el se incline sobre la tierra almohadillada de su refugio. Renata reveló el sentimiento de su peso sobre ella, sus cálidas y seguras manos acariciándola. El ahondó bajo su suelta camiseta, pasando sus dedos por su estomago y por encima de sus pechos.

El dio a su labio un pequeño y burlón roce de sus colmillos mientras el se apartaba de besarla. Sus ojos brillaban como ascuas bajo la pesada caída de sus párpados. Ella no necesitaba ver su cara transformada para saber que el la quería. La muy dura evidencia de eso apretaba insistentemente contra su cadera. Ella movió sus manos por encima de su médula espinal y el gimió, su pelvis golpeando con un reflexivo empujón.

Su nombre fue un gemido gutural mientras el movía su boca bajo su barbilla y por su cuello. El subió su camiseta y Renata arqueó su espalda para recibir sus labios mientras el descendía sobre sus pechos desnudos y la suave planicie de su estómago. Ella estaba perdida en el placer de su beso. Sintiendo el dolor de su piel contra la suya.

Con hábiles dedos, desabrochó sus vaqueros y los deslizó por sus muslos. Su boca siguió su progreso, quemándola desde la cadera hasta el tobillo mientras el separaba sus piernas y empujaba sus ropas a un lado. Ella gritó mientras el entonces se inclino entre sus muslos y se los chupó, su lengua y colmillos llevándola a una velocidad de exquisita tormenta.

"Oh, Dios," jadeó ella, sus caderas alzándose del suelo mientras el enterraba su boca en su sexo.

Ella no sabía como el lo lograba tan rápidamente, pero un momento más tarde el estaba desnudo también. El se avecinó sobre ella, algo más que humano, algo más que simplemente un hombre, y cualquier mujer en la situación de Renata temblaba de deseo. Ella abrió sus piernas a él, ansiosa por sentirle dentro de ella, llenando el vacío con su fuerza y calor.

"Por favor," ella gimió, jadeando de necesidad.

El no se lo hizo pedir dos veces.

Moviéndose para cubrirla, Nikolai apretó sus rodillas entre sus piernas y la desplegó debajo de él. La punta de su pene golpeó ligeramente el interior del agujero oscuro de cuerpo, entonces se sumergió, largo y lento y profundo.

Su gruñido mientras el se hundía dentro de ella fue fiero, un redoble de truenos que hacían eco en sus huesos y en su sangre. El comenzó a empujar lentamente, tomándose su tiempo al principio, aunque estaba claro que la paciencia era una tortura. Renata podía sentir la intensidad de su hambre por ella, la profundidad de su placer mientras el cuerpo de ella le cubría, de cabeza a testículos.

"Te siento tan bien," el murmuró entre dientes mientras se retiraba para empezar de nuevo, más profundo que antes. El empujó fuerte, estremeciéndose con el esfuerzo. "Jesus, Renata… te siento tan jodidamente bien."

Ella unió sus tobillos alrededor de su espalda mientras el caía en un ritmo más frenético.

“Más fuerte” susurró ella, queriendo sentir que el machacaba sus miedos, un martillo para aplastar toda su culpabilidad y dolor y vacío. “Oh, Dios, Nikolai… fóllame más fuerte."

Su gruñido de respuesta sonó tan entusiasta como salvaje. Deslizando su brazo por debajo de ella, el la inclino para encontrar sus caricias, conduciéndola con toda la ira que ella tan desesperadamente necesitaba. El barrió de su boca un beso febril, cogiendo su grito mientras su climax rugía sobre ella como una tormenta. Renata tembló y se estremeció, agarrándole mientras el continuaba empujando, cada músculo de su espalda y hombros volviéndose tan fuertes como el granito.

"Ah, Christo," el dijo entre sus dientes y colmillos, sus caderas moviéndose de forma estrepitosa contra su rápido y temerario ritmo, que se sentía tan bien. Tan lleno de vida y alegría.

Su vulgar grito de liberación se hizo eco en la voz de Renata mientras ella volvía de Nuevo, aferrándose a él mientras ella se perdía en este delicioso nuevo sentido de despreocupación.

Ella verdaderamente estaba a la deriva, pero en este momento no sentía miedo. Ella estaba a salvo con este hombre salvaje y temerario-ella verdaderamente creía eso. Ella confiaba en Nikolai con su cuerpo y con su vida. Mientras ella permanecía allí con el en una postura intima, no era tan dificil imaginar que ella podía confiar en el con su corazón también.

Lo que ella podría, de hecho, estarse enamorando de el.


El golpeteo fue insistente- un frenético latido en la solida puerta de roble del Darkhaven de Andreas Reichen en Berlin.

"¡Andreas, por favor! ¿Estás ahí? Es Helene. ¡Debo verte!"

Eran más de las 4 A.M., solo un breve rato antes de que el sol apareciera sobre el horizonte, solo unos pocos rezagados en la casa permanecían despiertos. El resto de familiares de Reichen-cerca de una docena de ellos, jovenes hombres de la raza y parejas con niños pequeños, algunos de ellos recien nacidos- ya habían comenzado a irse a la cama durante el día.

"¿Andreas? ¿Alguien?" Otra serie golpes llenos de pánico, seguidos por un grito aterrado. "¡Hola! Alguien, por favor… ¡Déjenme entrar!"

Dentro de la mansión, un hombre de la raza salió de la cocina donde el había estado calentando un vaso de leche para su compañera de raza que le esperaba en la planta de arriba en la enfermería, donde estaba atendiendo a su exigente bebé. El conocía a la mujer humana que estaba en la puerta. La mayoría del Darkhaven la conocían, y Andreas había dejado claro que Helene era siempre bienvenida en su casa. Que ella había llegado sin avisar a horas tardías, y mientras Andreas estaba lejos en negocios privados durante dos noches, era raro. Incluso más raro era el hecho de que la típica ejecutiva bajo control estaba tan obviamente asustada.

Inundada de preocupación por lo que podia haber ocurrido a la compañera humana de Andreas, el hombre del Darkhaven dejó la taza de leche y corrió por el suelo de mármol del vestíbulo, su ropa de baño volando detrás de el como una vela. "Voy," el gritó, alzando su voz para ser oído por el golpe incesante y las súplicas llorosas de Helene de ayuda al otro lado de la puerta. Sus dedos volaron sobre el teclado del sistema de seguridad de la mansión. “¡Un momento!” Estaré ahí, Helene. Todo va a estar bien”.

Cuando la luz electrónica parpadeó para indicar que los sensors estaban deshabilitados, el quitó los cerrojos y abrió la puerta.

"¡Oh, gracias a Dios!" Helene corrió hacia el, su maquillaje movido, manchas negras moviéndose por sus mejillas. Ella estaba pálida y temblorosa, sus habítuales ojos astutos parecían de alguna manera vacíos mientras ella hacía una rápida búsqueda visual del vestíbulo.

"Andreas…¿dónde está el?"

"Se fue a Hamburgo por negocios hasta mañana por la noche. Pero tu eres bienvenida aquí." El retrocedió para dejarla espacio y que entrara en la mansión. "Entra, Helene. Andreas no querría que te rechazaramos."

"No," dijo ella de alguna manera débil. "Sé que el nunca me rechazaría."

Entró al vestíbulo y pareció instantáneamente más calmada.

"Ellos sabían que el nunca me rechazaría…"

Fue en ese momento cuando el joven Darkhaven se dio cuenta de que Helene no estaba sola. Detrás de ella, apresurándose ahora antes de que el pudiera hacer algo como dar la voz de alarma, había un equipo de agentes de la ley pesadamente armados vestidos de cabeza a pies de negro.

He agitó alrededor su cabeza para mirar a Helene incrédulo. Con complete horror.

"¿Por qué?" preguntó el, pero la respuesta estaba en sus ojos vacíos.

Alguien había conseguido controlarla. Alguien muy poderoso.

Alguien que había convertido a Helene en un Subordinado.

El pensamiento se registró antes de que el primer disparo le golpeara. El oyó cargadores siendo disparados, oyó los gritos de su familia mientras el Darkhaven despertaba con terror.

Pero entonces otra bala golpeó su cráneo, y su mundo y todo en el se volvió silencioso y negro.

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