Traducido por Laura
Lex permaneció con Edgar Fabien bajo los aleros del casa principal, mirando como los Agentes de la Ley deslizaban el cuerpo del guerrero hacia la parte trasera de una furgoneta negra sin matricula.
“¿Cuanto tiempo le harán efecto los sedantes?” Preguntó Lex, decepcionado de saber que el arma con la que Fabien les había ordenado abrir fuego sobre Nikolai contenía dardos tranquilizantes en lugar de balas.
“No espero que el prisionero despierte hasta más tarde de que seguramente sea alojado en la prisión de contención de Terrabonne”.
Lex miró al líder del Darkhaven. “¿Una prisión de contención? Pensé que esos lugares eran usados para procesar y rehabilitar a los adictos a la sangre- algunos agentes de la ley tienen depósitos para vampiros Renegados.”
La sonrisa de Fabien era tensa. “No hay necesidad de enredarte con los detalles, Alexei. Hiciste lo correcto avisándome sobre el guerrero. Obviamente, un individuo tan peligroso como el ha resultado ser arrestado con consideraciones especiales. Yo personalmente veré que sea tratado de la debida manera. Estoy seguro de que tienes suficiente en tu mente durante estos momentos de inimaginable y trágica perdida”.
Lex gruñó. “Todavía está el asunto de nuestro…acuerdo”.
“Sí”, contestó Fabien, dejando que la palabra saliera lentamente entre sus delgados labios. “Me has sorprendido, Alexei, debo admitirlo. Hay algunas presentaciones que me gustaría hacer en tu nombre. Presentaciones muy importantes. Naturalmente esto requerirá la más completa discreción”.
“Sí, por supuesto”. Lex apenas podía contener su entusiasmo, su codicia por saber más- por saber todo lo que había que saber- justo aquí y ahora. “¿A quien necesito conocer? Puedo estar en tu casa a primera hora mañana por la noche…”
La risa condescendiente de Fabien fue crispante. “No, no. estoy hablando sobre algo tan publico como esto. Esto requerirá una reunión especial. Una reunión secreta, con unos pocos de mis socios. Nuestros socios” el corrigió con una mirada conspiratoria.
Una audiencia privada con Edgar Fabien y sus coetáneos. Lex Estaba prácticamente salivando con solo la idea. “¿Donde? ¿Y cuando?”
Dentro de tres noches. Te enviaré mi coche a recogerte y te traeré al lugar como mi invitado personal”.
“Estoy deseándolo con anticipación” dijo Lex.
El ofreció su mano al macho Darkhaven – su poderoso y nuevo aliado- pero la mirada de Fabien se había desviado desde el hombro de Lex a la ventana rota de la gran habitación del edificio. Esos astutos ojos se estrecharon, y la cabeza de Fabien se movió a los lados.
“¿Tienes a una niña ahí fuera?” preguntó el, con algo oscuro brillando con su mirada rapaz.
Lex se giro, justo a tiempo de ver a Mira intentando eludirse fuera de su vista, su corto velo negro agitándose con el rápido movimiento. “La mocosa sirvió a mi padre o eso le gustaba pensar” dijo desdeñosamente. “Ignórala. No es nadie”.
Las pálidas cejas de Fabien se alzaron ligeramente. "¿Es ella una compañera de Raza?" "Sí", dijo Lex. "Una huérfana que mi padre recogió hace algunos meses."
Fabien hizo un ruido bajo en el fondo de su garganta, en algún lugar entre un gruñido y un carraspeo. “¿Cuál es el talento de la chica?”
Ahora era Fabien quien parecía incapaz de ocultar su ávido interés. El estaba todavía mirando la ventana abierta, estirando su cuello y buscando como si la servicial Mira fuera a aparecer allí de nuevo.
Lex consideró esa entusiasta mirada por un momento, entonces dijo, “¿Te gustaría ver lo que ella puede hacer?”
La mirada brillante de Fabien fue suficiente respuesta. Lex lideró el camino de vuelta a la casa principal y encontró a Mira arrastrándose por el pasillo hasta su dormitorio. El subió y la cogió por el brazo, empujándola para que diera la cara ante el líder Darkhaven. Ella gimoteó un poco ante su áspero tratamiento, pero Lex ignoró las quejas de la mocosa. El quitó su velo y la empujó enfrente de Edgar Fabien. "Abre tus ojos," ordenó él. Cuando ella no accedió inmediatamente, Lex la persuadió con un golpe de sus nudillos contra su pequeña nuca rubia. “Ábrelos, Mira”.
El supo que ella lo hizo porque en el siguiente momento, la expresión de Edgar Fabien pasó de una curiosidad moderada a una declarada de maravilla y sorpresa. El se quedo, paralizado, con la mandíbula floja.
Entonces el sonrió. Una amplia y atemorizada sonrisa. “Dios mío”, respiro él, incapaz de apartar su mirada de los ojos embrujadores de Mira.
“¿Qué ves?” preguntó Lex.
Tomó a Fabien un tiempo antes de responder. “¿Es esto… puede ser posible que esté viendo mi futuro? ¿Mi destino?”
Lex apartó a Mira lejos de él ahora, sin perder el reflexivo agarre de Fabien en la chica, como si el no estuviera preparado para soltarla todavía. “Los ojos de Mira de hecho reflejan hechos futuros” dijo el, colocando el corto velo de nuevo sobre su cabeza. “Ella es una niña notable”.
“Hace un minuto dijiste que ella no era nadie” le recordó Fabien. Los ojos estrechos y calculadores viajaron sobre la chica. “¿Qué estarías dispuesto a aceptar por ella?”
Lex vio la cabeza de Mira girar en su dirección, pero su atención estaba fijada sólidamente en la transacción rápidamente ofrecida enfrente de el. “Dos Millones” dijo el, soltando la cifra de forma casual, como si fuera una cifra trivial. “Dos millones de dólares y ella es tuya”.
"Hecho," dijo Fabien. "Llama a mi secretaria con un numero de cuenta bancaria y la suma te será ingresada en una hora."
Mira se estiró y cogió el brazo de Lex. "Pero no quiero ir a ningún lugar con el. No quiero dejar a Rennie-"
"Cálmate, cálmate, ahora, corazón," arrulló Fabien. El pasó su palma por la parte alta de su cabeza. “Ve a dormir, niña. No más ruido. Duermete ahora”.
Mira cayó hacia atrás, cogida en el trance del vampiro. Fabien la cogió entre sus brazos y la acunó como un bebé. “Un placer hacer negocios contigo, Alexei”.
Lex asintió. "Lo mismo digo," contestó él, siguiendo al líder Darkhaven fuera de la casa y esperando mientras el y la chica desaparecían en un sedan oscuro que estaba parado en el camino.
Mientras la flota de coches viraba, Lex consideró el giro sorprendente de hechos de la tarde. Su padre estaba muerto. Lex era libre de culpas y preparado para tomar el control de todo lo que había merecido durante tanto tiempo. El pronto estaría acompañado por el circulo de elite de poder de Edgar Fabien, y el era repentinamente dos millones de dólares más rico.
No estaba mal para una noche de trabajo.
Renata giro su cabeza a un lado de su almohada y abrió un ojo, una pequeña prueba para ver si la repercusión había pasado finalmente. Su cráneo se sentía como si hubiera sido vaciado y relleno de algodón húmedo, pero era una mejoría sobre la agonía martilleante que había sido su compañero durante las pasadas pocas horas.
Un diminuto pinchazo de luz diurna brilló a través de un pequeño agujero en el postigo de pino. Era de mañana. Fuera de su habitación, la casa estaba tranquila. Tan tranquila que durante un segundó se preguntó si acababa de despertarse de un horrible sueño.
Pero en su corazón, ella sabía que todo era real. Sergei Yakut estaba muerto, asesinado en un asalto sangriento en su propia cama. Todas las grotescas, imágenes empapadas de sangre actuando a través de su mente habían ocurrido. Y lo mas inquietante de todo, era Nikolai quien permanecía acusado y arrestado por el asesinato.
El arrepentimiento corroía la conciencia de Renata. Con el beneficio de una cabeza clara y estando algunas horas quitadas de la sangre y el caos del momento, ella tenía que preguntarse si ella podría haber sido demasiado precipitada al dudar de el. Quizás todos ellos habían sido demasiado precipitados en condenarlo – Lex en particular.La sospecha de que Lex podría haber tenido algo que ver en la muerte de su padre- como Nikolai había insistido- puso un nudo de malestar en su estómago.
Y entonces estaba la pobre Mira, demasiado joven para ser expuesta a tanta violencia y peligro. Una parte mercenaria de ella se preguntaba si ambos podrían ser mejores ahora. La muerte de Yakut había liberado a Renata de su control sobre ella. Mira era libre también. Quizás esta era la oportunidad que ambas necesitaban- una oportunidad de ir a algún lugar más allá del recinto y sus muchos horrores.Oh, Dios. ¿Se atrevía a desearlo?
Renata se sento, colgando sus piernas sobre el lado de la cama. La esperanza la mantenía a flote, aumentando en su pecho.
Ellas podían irse. Sin Yakut para que las siguiera, sin el vivo y capaz de usar su conexión de sangre, ella era finalmente libre. Ella podía tomar a Mira y dejar este lugar, de una vez por todas.
“María madre de dios” suspiró ella, juntando sus manos en una oración desesperada. “Por favor, danos esta oportunidad. Déjame tener esta oportunidad- por el destino de esa niña inocente”.
Renata se incline cerca de la pared que compartía con el dormitorio de Mira. Ella golpeó sus nudillos ligeramente sobre los paneles de Madera, esperando oír el golpe de respuesta de la chica.
Solo silencio.
Ella golpeó de nuevo. “¿Mira, estás despierta, niña?”
No hubo respuesta. Solo una larga tranquilidad se sentía como un repique mortal.
Renata todavía llevaba las ropas de la noche anterior, una camiseta negra de manga larga arrugada por el sueño y unos jeans oscuros de Denia. Ella se puso un par de botines y se lanzó hacia el pasillo. La puerta de Mira estaba solo a un par de pasos… y permanecía entreabierta.
"¿Mira?" ella llamó, caminando adentro y echando una rápida mirada alrededor.
La cama estaba deshecha y arrugada desde donde la niña había estado en un punto durante la noche, pero no había señal de ella. Renata giro y corrió al baño que compartían al otro lado del pasillo.
"¿Mira? ¿Estás ahí dentro, ratoncito?" Ella abrió la puerta y encontró la pequeña habitación vacía. ¿Adonde podría haber ido? Renata giró alrededor y se dirigió de nuevo al corredor de paneles hacia la zona vital del edificio, un terrible pánico comenzando a apoderarse de su garganta. “¡Mira!”
Lex y un par de guardias estaban sentados alrededor de la mesa en la gran sala mientras Renata corría al interior desde el pasillo. El le dirigió la más breve mirada entonces continuo hablando con los otros hombres.
“¿Donde esta ella?” exigió Renata. “¿Qué has hecho con Mira? Juro por Dios, Lex, que si la has hecho daño…”
El le lanzó una mirada mordaz. “¿Dónde esta tu respeto, hembra? Acabo de volver de liberar el cuerpo de mi padre al sol. Este es un día de luto. No oiré una palabra tuya hasta que este malditamente bien y listo”.
“Al infierno contigo y tu falso luto” estalló Renata, cargando contra el. Era casi imposible evitar que le golpeara con una ráfaga del poder de su mente, pero los dos guardias que se levantaron a cada lado de Lex, dirigiendo sus armas contra ella, ayudaron a controlar su ira. “Dime que hiciste, Lex. ¿Dónde esta ella?”
“La vendí”. La respuesta fue tan casual, que podría haber estado hablando de unos viejos zapatos.
“Tu… ¿tu hiciste qué?” los pulmones de Renata se retorcieron, perdiendo tanto aire que apenas pudo tomar otra respiración. “¡No puedes estar hablando en serio! ¿La vendiste a quien- a esos hombres que vinieron por Nikolai?”
Lex sonrió, le dio un vago encogimiento de hombros de admisión.
“¡Bastardo! ¡Cerdo asqueroso!” La total y fea realidad de todo lo que Lex había hecho la golpeó. No solo lo que había hecho a Mira, sino a su propio padre, y, mientras ella veía con atroz claridad ahora, lo que había hecho también a Nikolai. “Dios mío. Todo lo que el dijo sobre ti, ¿era verdad, no? Fuiste el único responsable de la muerte de Sergei, no Nikolai. Fuiste tu quien trajiste adentro a los Renegados. Tu planeaste todo”.
“Ten cuidado con tus acusaciones, hembra” la voz de Lex era un gruñido quebradizo. “Soy el único al mando ahora. No cometas errores, tu vida me pertenece. Jodeme y puedo eliminar tu existencia tan rápido como envié a ese guerrero a su muerte”.
Oh, Dios…no. El shock recorrió todo su pecho en un dolor agudo. "¿Está muerto?"
"Lo estará pronto," dijo Lex. “O deseando que él lo estuviera, una vez que los buenos médicos en Terrabonne tenga su diversión con el."
"¿De que estas hablando? ¿Que doctores? Pensé que le habías arrestado."
Lex se rió entre dientes. "El guerrero esta camino de a una cárcel de contención dirigida por la Agencia de Imposición. Estoy seguro al decir que nadie oirá de él de nuevo."
El desprecio hervía dentro de Renata por todo lo que estaba oyendo, y por su propio papel al ver a Nikolai erróneamente acusado. Ahora ambos el y Mira se habían ido, y Lex permanecía allí sonriendo con petulante vanidad por el engaño que había orquestado. “Me das asco. Eres un jodido monstruo, Lex. Eres un asqueroso cobarde”.
Ella dio un paso hacia el y Lex indicó a los guardias con un movimiento de barbilla. La bloquearon, dos enormes vampiros mirándola. Obligándola a hacer un movimiento en retroceso.
Renata les miró, observando sus duras miradas los años de animosidad que este grupo de vampiros de la raza sentían por ella -animosidad que venía más intensamente en Lex. La odiaban. Odiaban su fuerza, y estaba claro que cualquiera de ellos daría la bienvenida a la oportunidad de poner una bala en su cabeza.
"Sacadla fuera de mi vista," ordenó Lex. "LLevad a la puta a su habitación y encerradla durante el resto del día. Ella puede proporcionarnos entretenimiento durante la noche”.
Renata no dejó que los guardas pusieran un dedo sobre ella. Mientras ellos se movían para cogerla, ella les empujó con un agudo golpe mental. Ellos gritaron y saltaron lejos, retrocediendo del dolor.
Pero no antes de que se hubieran caído, Lex surgió sobre ella, completamente transformado y escupiendo furia. Duros dedos se curvaron sobre sus hombros. Su pesado cuerpo la martilleó hacia atrás, cayendo. El estaba furioso, empujándola como si no fuera nada excepto plumas. Su fuerza y velocidad la propulsaron con el a través del suelo y dentro de la ventana en la pared opuesta.
Leños sólidos e inamovibles golpearon contra su espina dorsal y muslos. La cabeza de Renata se estrelló contra los gruesos postigos con el impacto. Su respiración la dejó sobre un jadeo roto. Cuando abrió sus ojos, la cara de Lex surgió justo contra la suya, sus delgadas pupilas bullendo atrocidades desde el centro de sus fieros iris ámbar. El levantó una mano y cogió su mandíbula en un ruidoso alcance. Forzó su cabeza hacia un lado. Sus colmillos eran enormes, afilados como dagas y desnudos peligrosamente cerca de su garganta.
“Eso fue una cosa muy estúpida de hacer” gruñó, dejando esos dientes puntiagudos rozar su piel mientras el hablaba. Debería sangrarte para eso. De hecho, pienso que lo hare…”
Renata reunión cada pizca de poder que tenía y la convirtió para soltarla sobre el, volando la mente de Lex en una larga e implacable ola de angustia.
"¡Aaagh!" Su aullido se escucho como el grito de un banshee.
Y aun así Renata siguió atacándole. Vertiendo dolor en su cabeza hasta que el la soltó y se desmoronó en el suelo extendido por completo.
"¡Co-cogedla!" dijo a los guardias, quienes estaban recuperándose ahora de los golpes mas pequeños que Renata les había propinado.
Uno de ellos alzó su pistola contra ella. Ella lo bombardeo, entonces dio al segundo guardia otra dosis también.
Maldita sea, tenia que salir de allí. No podía arriesgarse a usar más su poder cuando ella pagaría por cada golpe. Y ella no tendría tiempo ante la atroz ola que rugía sobre ella.
Renata giro alrededor, cristales rotos chascando bajo sus botas desde el caos de la noche anterior. Ella sintió una pequeña brisa cortando a través de los postigos cerrados. Se dio cuenta que amanecía: no había ventana tras ella, solo libertad. Ella tomó el soporte de los paneles de Madera y dio un fuerte tirón. Las bisagras gimieron pero no cedieron bastante.
"¡Matadla, jodidos imbéciles!" jadeó Lex por detrás de ella. "¡Disparad a la puta!"
No, Renata pensó, desesperada mientras tiraba del estucado de madera.
Ella no podía dejar que la detuvieran. Ella tenía que salir de allí. Tenia que encontrar a Mira, llevarla a algún lugar seguro. Después de todo, se lo había prometido. Ella había hecho una promesa a esa niña y Dios la ayudara, ella no fallaría.Con un grito, Renata puso todos sus músculos y peso en desmontar los postigos.
Finalmente cedieron. La adrenalina aceleraba a través de ella, ella las arrancó completamente y puso los postigos a un lado.
La luz del sol se vertía sobre ella. Cegadora, brillante, llenando la gran habitación del edificio. Lex y los otros vampiros chillaron, siseando mientras intentaban ocultar sus sensibles ojos y moviéndose fuera del sendero de la luz.
Renata escaló fuera y golpeó el suelo corriendo. El coche de Lex estaba en el camino de grava, con el seguro quitado, las llaves colgando del contacto. Ella saltó adentro, arrancó el motor y lo condujo hasta la clara- pero temporal- seguridad de la luz diurna.