Traducido por Sheilita Belikov
Hubo una época en que Andreas Reichen con casi trescientos años de andar en esta Tierra cuando la muerte había llovido sobre él como un diluvio. En otro tiempo, cuando una disparatada, ola brutal de masacre había visitado de otra manera su dominio pacifico.
En aquel entonces, en el verano húmedo de 1809, había sido una manada de vampiros Renegados que habían forzado su entrada a este mismo Darkhaven violando y matando a varios de sus familiares. El ataque había sido una cosa al azar, la mansión y sus residentes sólo tuvieron la mala suerte de estar en el camino de una pandilla de Renegados adictos a la sangre. Habían maltratado su entrada mas allá de las puertas sin protección y ventanas, alimentándose y matando a demasiados inocentes… a pesar de todo hubo sobrevivientes. Los Renegados habían dado rienda suelta a su horror y pasado como la peste que eran, finalmente fueron cazados y destruidos por un miembro de la Orden que había venido a ayudar a Reichen.
La matanza en ese entonces había sido insoportable, pero no había sidocompleta.
Lo que enfrento Reichen a su regreso a casa esta noche había sido un ataque calculado. No una entrada de fuerza bruta, sino traición. Un enemigo bienvenido dentro como un amigo. Y la masacre que había ocurrido aquíen esta ocasión-probablemente en las primeras horas de la mañana, justo antes de la salida del sol-había sido una aniquilación total.
Nadie se había salvado.
Ni siquiera el alma más joven en la residencia.
Con un terrible silencio que impregnaba el aire como una enfermedad, Reichen caminó a través de la sangre y la destrucción como uno de los mismos muertos. Sus pasos siguieron la pista de manchas pegajosas escarlatas en el mármol del vestíbulo y la sala, más allá de su joven sobrino, que había estado tan contento de nombrar a Reichen padrino de su hijo recién nacido hace apenas unas semanas. El nuevo padre pelirrojo tendido en la puerta había sido el primero en morir, Reichen adivinó, incapaz de mirar la cara sin vida que miraba sin ver la escalera llena de balas que conduce a los dormitorios de los Darkhaven en los pisos superiores.
Más muerte esperaba en el pasillo fuera de la biblioteca, donde otrosmachos habían sido cortados a medio paso. Aún más vidas extinguidas cerca de la escalera a la bodega, uno de los primos de Reichen y su Compañera de Raza, ambos muertos mientras trataban de escapar de los disparos.
No vio el cuerpo del niño hasta que casi tropezó con él-un niño vampiro de cabello revoltoso que evidentemente había intentado esconderse en uno de los gabinetes del aparador en el comedor. Sus asaltantes lo sacaron y lo mataron como a un perro en la antigua alfombra persa.
"Buen Cristo" Reichen sofocado, cayó en sus rodillas y levanto lamano blanda del niño a su boca para acallar su gutural grito. "Por el amor deDios… ¿por qué? ¡Por qué ellos y no yo!”
"Él dijo que sabrías por qué."
Reichen cerró los ojos ante el sonido rígido de la voz de Helene. Ellahablaba muy despacio, las sílabas demasiado planas… carente de matices.
Despiadada.
Él no tenía necesidad de darse la vuelta para hacerle frente para saber que sus ojos parecerían extrañamente muertos para él ahora. Muertos porque toda su calidez-toda su humanidad-había sido recientemente purgada fuera de ella.
Ya no era su amante, ni su amiga. Ella era un Subordinado.
"¿Quién te convirtió?" él preguntó, dejando ir la mano del niño muerto."¿A quién perteneces ahora?"
"Tú debes saberlo, Andreas. Tú me enviaste a él, después de todo."
Hijo de puta.
Reichen apretó su mandíbula, los molares casi agrietándose por la presión."Wilhelm Roth. Te envió aquí para hacerme esto. Él te utilizó para destruirme."
Que Helene no dijera nada solo hizo la comprensión del golpe más profunda. Tan desgarrador como sería mirar los ojos de su ex amante y ver una apariencia sin alma de la mujer que él había cuidado, Reichen tenía que verlopor sí mismo.
Se levantó y se volvió lentamente. "Oh, Cristo. Helene…"
Sangre seca salpicada en su cara y ropa-casi cada pulgada cuadrada de ella, cubierta en la sangre de sus más apreciados amigos y familiares. Ella debe haber estado allí en el centro de toda la masacre, un insensible, testigo no afectado en todo esto.
Ella no dijo nada cuando lo miró fijamente, con la cabeza inclinada un poco hacia un lado. Sus ojos una vez brillantes y astutos ahora como vacíos y fríos como un tiburón. Abajo a su lado, ella sostenía un gran cuchillo de carnicero de la cocina en su mano. La hoja ancha brillaba a la luz de la lámpara araña de cristal del comedor.
"Lo siento" él murmuró, su corazón retorcido en un torno. "Yo nosabía… cuando enviaste el e-mail y me dejaste el mensaje con el nombre de Roth, trate de advertirte. Traté de llegar a ti…"
Él dejó que las palabras se desvanecieran, sabiendo que las explicaciones no importaban. No ahora.
"Helene, sólo sé que lo siento." Tragó la bilis que subió en el fondo de su garganta. "Sólo sé que realmente me importabas. Te amab-"
Con un grito de banshee [5], la Subordinada se abalanzó sobre él.
Reichen sintió el filo de la hoja cortando a través de su pecho y brazo,un profundo corte castigador. Ignorando el dolor, haciendo caso omiso de la inhalación repentina del olor de su propia sangre, agarró el violentamente agitado brazo esclavo de la mente de Roth y lo torció detrás de ella. Ella gritó, oponiéndose y luchando mientras él trajo su brazo izquierdo hacia abajo y bloqueo ambos miembros ajustados a sus costados. Ella maldijo y gritó, llamándole con nombres viles, escupiendo en furia.
"Shh" Reichen susurró al lado de su oído. "Shh ahora… cállate."
Como un animal salvaje, Helene se mantuvo retorciéndose, permaneció gritando para que él la dejara libre.
No, se corrigió. No Helene. Esta ya no era la mujer que él conocía. Se había ido, muerta para él en el momento en que trajo al escuadrón de la muerte de Wilhelm Roth dentro de este Darkhaven. En realidad, por muchas razones, ellanunca fue suya para reclamar. Pero Dios se apiade de ella, no merecía ese fin. Ninguno de los caídos aquí merecía tal horror.
"Todo está bien ahora" él murmuró, trayendo su mano derecha hastaacariciarle sus frías mejillas manchadas de sangre. "Es todo ahora, querida."
Un grito salió disparado de su garganta mientras ella tiraba bruscamente su cara fuera de su alcance. "¡Bastardo! ¡Déjame ir!"
"Sí" él dijo. Le arrebató el cuchillo de carnicero de su agarre. "Se haterminado ahora. Voy a dejarte ir."
Con el dolor estrangulándolo, Reichen giro el mango en torno a sus dedos y llevó la punta a su pecho.
"Perdóname, Helene…"
Sosteniéndola apretada contra el, hundió la hoja profundamente en supecho. Ella no hizo ningún sonido mientras moría, sólo dejó escapar un suspiro largo y lento mientras se desinflaba en sus brazos y colgaba allí, floja como una muñeca de trapo. Tan suavemente como pudo, Reichen aflojo su cuerpo en el suelo. El cuchillo cayó de de su mano y cayó al lado de ella, revestido con el carmesí brillante de sus sangres mezcladas.
Reichen dio una larga e inquebrantable mirada a los restos que habían sido su hogar. Ahora que todo había terminado, quería memorizar cada mancha de sangre, cada vida que se había interrumpido a causa de su falta de atención. Su error. Él necesitaba recordarlo, porque en poco tiempo nada de estoexistiría.
No podía permitir que nada de ello permaneciera, no como esto.
Tampoco iba a dejar que estas muertes se fueran insatisfechas.
Reichen dio media vuelta y se alejó de la matanza. Sus botas hicieron eco hueco en el piso de madera en la sala, sus pasos el único sonido en lo que se había convertido en una espeluznante tumba masiva. En el momento en que llegó al jardín de enfrente de la propiedad, su pecho no estaba mas apretado sino frío.
Tan frío como una piedra.
Tan frío como la venganza él tenía la intención de visitar a Wilhelm Roth ya todos los asociados con él.
Reichen se detuvo brevemente afuera en la hierba iluminada por la luna. Él hizo frente a la mansión y, por un momento, simplemente la vio en su perfecta y extraña quietud. Entonces susurró una oración, palabras antiguas que se sentían oxidadas en su lengua por su abandono.
No es que la oración le hiciera ningún bien ahora. Estaba abandonado, ahoramás que nunca. Realmente solo.
Reichen bajó su cabeza hasta su pecho, invocando su terrible talento. Se hincho en su interior, un calor que rápidamente se intensificó, apelotonándose en un fundido y revuelto orbe en sus entrañas.
Él lo dejó crecer. Lo dejó girar y ganar fuerza hasta que su interior se sentíaabrasado por su furia.
Y todavía lo contuvo.
Lo mantuvo en su interior hasta que la bola de fuego golpeó contra su caja torácica, humo y ceniza flotando hasta quemar el fondo de su garganta. Hasta que la bola de fuego lo consumió, iluminando todo su cuerpo con un resplandor muy caliente. Se tambaleó sobre sus talones, luchando por mantener la construcción hasta que él supiera que desataría la total destrucción instantánea.
Por último, con un rugido lleno de dolor, Reichen soltó el poderdentro de él.
Un disparo de calor salió de su cuerpo, volcándose y girando mientras avanzaba hacia adelante, una esfera de pura energía explosiva. Como un misil desplegado en un objetivo apuntado por un laser, el orbe se disparo dentro de la puerta abierta de la mansión Darkhaven. Un segundo después, se detonó, una cosa de impresionante, belleza infernal.
Reichen fue golpeado de vuelta con el estallido sónico de la explosión.
Se acostó en la hierba, observando con satisfacción desinteresada como las llamas y las chispas y humo devoraban incluso los más pequeños pedazos de lo que había sido su vida.