Traducido por Aletse
Nikolai tomo una de las dagas sueltas de Renata del poste grueso de madera donde ella las había lanzado. Tenía que darle crédito, su objetivo hubiese estado muerto. Si él hubiera sido simplemente un humano, no de la Raza, la condenación de los reflejos lentos de los seres humanos, con el entrenamiento de Renata lo hubiesen convertido seguramente en brochetas para asar.
Él se rió entre dientes al colocar la lámina en su envoltura elegante con las otras tres del juego. Las armas eran hermosas, elegantes y perfectamente equilibradas, obviamente, hechas a mano. Niko dejó que su mirada fija vagara sobre el labrado esculpido de las empuñaduras de plata esterlina. El patrón parecía ser un jardín de vides y flores, pero cuando las miro más de cerca, se dio cuenta de que cada una de las cuatro láminas también contenían una sola palabra grabada con amor dentro de su diseño ornamentado: Fe. Coraje. Honor. Sacrificio.
¿El credo de un guerrero?, él se preguntó. ¿O eran ellos los principios de la disciplina personal de Renata en cambio?
Nikolai pensó en el beso que ellos habían compartido. Bueno, al decir que ellos lo habían compartido era un tanto presuntuoso, teniendo en cuenta cómo él había descendido sobre su boca con toda la delicadeza de un tren de carga. Él no había tenido la intención de besarla. Sí, ¿y a quién simplemente estaba tratando de engañar? Él no podría haberse detenido a sí mismo de hacerlo si lo hubiera intentado. No que fuese una excusa. Y no es que Renata le hubiese dado cualquier posibilidad para hurgar o pensar en alguna excusa o disculpa.
Niko aún podía ver el horror en sus ojos, la inesperada pero obvia repulsión por lo que él había hecho. Todavía podía sentir la sinceridad de su amenaza que pronunció justo antes de que ella tempestuosamente saliera fuera del edificio.
La parte abollada de su ego trataba de calmarlo con la posibilidad de que tal vez ella realmente despreciara a todos machos en general. O que tal vez ella era tan fría como Lex parecía pensar, un soldado asexuado, frígida que justamente resultaba tener la cara de un ángel y un cuerpo que conducía a su mente a toda clase de pecados. Demasiados pecados, cada uno más tentador y atractivo que el anterior.
Nikolai tenía un encanto fácil cuando se trataba de mujeres, no era simple alarde, sino una conclusión a la que él había llegado basado en los años de experiencia. Cuando se trataba de mujeres, disfrutaba tranquilamente, de las conquistas sin complicaciones que entre más temporales mejor. La persecución y las luchas eran divertidas, pero lo mejor lo reservaba para el combate verdadero, en batallas sangrientas, con vampiros Renegados y otros enemigos de la Orden. Esos eran los desafíos que él disfrutaba más.
Entonces, ¿por qué él estaba luchando contra este impulso perverso de ir tras Renata ahora y ver si él no podía descongelar parte del hielo que la cubría a ella?
Porque él era un idiota, por eso. Un idiota con una furia peligrosa – y – un aparente deseo mortal.
Tiempo para conseguir regresar sus ojos en la condenada pelota. No importaba lo que su cuerpo le estuviese diciendo – no más de lo que importaba de lo que él vio en la mirada Mira. Él tenía un trabajo que hacer, una misión de la Orden, y eso era la única razón por la que estaba aquí.
Niko cuidadosamente envolvió las dagas de Renata en su estuche de seda y terciopelo y coloco el pequeño bulto en el fardo de paja para esperar por el regreso de ellos y por sus zapatos desechados.
Él abandono el edificio de la perrera y se dirigió a la oscuridad para acumular información de las tierras de la mansión. Una media luna colgaba en lo alto del cielo de la noche, velada por un puñado fino delgado, de nubes grises como el carbón. La brisa de medianoche era cálida, cerniéndose suavemente a través de los pinos altos y robles espinosos de los bosques circundantes. Los aromas se mezclaban en que el aire húmedo del verano: el sabor fuerte de la resina de pino, el sello mohoso del suelo protegido del sol y el musgo, la nitidez de los minerales que rodaban por el agua dulce, en la corriente que evidentemente atravesaba a través de la propiedad no lejos de donde estaba Niko.
Nada inesperado. Nada fuera de lugar.
Hasta que…
Nikolai levanto su barbilla e inclino la cabeza ligeramente hacia el oeste. Algo muy inesperado entro a la deriva a través en sus sentidos. Algo que no podía, no debería, encontrase aquí.
Era la muerte lo que olía ahora.
Sutil, vieja… pero cierta.
Él corrió hacia la dirección que su nariz lo conducía. Más profundo en el bosque. Unos cien metros de distancia de la mansión, la espesura surgió bruscamente. Niko redujo su marcha cuando él llegó al lugar donde sus fosas nasales comenzaban a arder con el hedor envejecido de la descomposición. A sus pies, el suelo estaba esparcido con hojas, enredado por vides que caían lejos por el barranco escarpado.
Nikolai miró hacia abajo por la hendidura, enfermando, incluso ante de que sus ojos se posaran en la carnicería.
"Infierno Santo", murmuró él, bajo su aliento.
Una fosa de muerte se encontraba en el fondo del barranco. Esqueletos de restos humanos. Docenas de cuerpos, sin enterrar, olvidados, simplemente vertidos uno encima de otro, como si fueran basura. Tantos, que tomaría demasiado tiempo para contarlos a todos ellos. Adultos. Niños pequeños. Una masacre que no mostraba ninguna discriminación o misericordia a sus víctimas. Una masacre que podría haber llevado años conseguir.
La pila de huesos blancos brillaba bajo la escasa luz de la luna, las piernas y brazos enredados juntos donde quiera que lo muertos hubiesen caído, cráneos mirando hacia él, con las bocas abiertas en macabros gritos, silenciosos. Nikolai había visto suficiente. Él retrocedió del borde del barranco mientras silbaba otra maldición en la oscuridad. "¿Qué coños ha estado sucediendo aquí?"
En sus entrañas, él lo sabía.
Jesucristo, no había mucho margen para la duda.
Un Club de sangre.
La furia y la repugnancia rodaban a través de él en una onda negra. Él tuvo por un instante, el deseo abrumador de rasgar los miembros de cada vampiro implicado en violar la ley, asesinatos al por mayor de estas personas. No es que él tuviera ese derecho, incluso como un miembro guerrero de la Orden. Él y sus hermanos no tenían a muchos amigos entre las ramas gobernantes de la raza, y mucho menos a la Agencia de Control, que actuaban tanto como policías como políticos responsables de las poblaciones de vampiros en general. Ellos pensaban que la Orden y los guerreros que la servían estaban por encima de la sociedad civilizada. Vigilantes y militantes. Perros salvajes que solo deseaban una excusa para hacerla caer.
Nikolai sabía que él estaba fuera de los límites en esto, pero eso no hacia que el anhelo de prescindir su propia marca de justicia se hiciera menos tentador.
A pesar de que él bullera con el ultraje y la indignación, Niko necesitaba así mismo calmarse. Su furia no ayudaría a ninguna de las vidas que estaban desparramadas allá abajo. Demasiado tarde para ellos. No se podía hacer, salvo mostrarles algún poco de respeto, algo que les había sido negado incluso después de la muerte.
Solemnemente ahora, aunque fuera sólo por unos momentos necesarios, Nikolai se arrodilló en la orilla afilada de la caída del profundo barranco. Él extendió ampliamente sus brazos anchos, invocando el poder luminoso que estaba dentro de él, un talento de la raza que se encontraba únicamente en él, y que en su línea de trabajo en particular, le era de poca utilidad. Sentía el poder encenderse en su interior cuando él lo invoco. El poder se volvió en energía y luz, propagándose a través de sus hombros y hacia abajo en sus brazos, luego en sus manos, esferas gemelas que brillaba debajo de la piel en el centro de las palmas de sus manos.
Nikolai toco con sus dedos la tierra a cada lado de él.
Las vides y zarzas se agitaban a su alrededor en respuesta, zarcillos verdes y pequeñas flores silvestres del bosque se despertaron arriba de el haciendo movimientos. Todo ello aumentando cada vez más en acelerada velocidad. Niko envió los brotes que estaban retoñando hacia el barranco, luego se puso de pie para ver como los muertos estaban siendo cubiertos por un manto de suaves hojas nuevas y flores.
Como un rito funerario, no era mucho, pero era todo lo que él tenía que ofrecer a las almas que se habían dejado allí para pudrirse a la intemperie.
"Descansen en paz", murmuró él.
Cuando el último hueso estuvo cubierto, él se dirigió hacia la mansión en un áspero clip. El granero de almacenamiento en el que él había olfateado la sangre antes ahora captó su atención.
Sólo para confirmar sus sospechas, Niko vigilo por encima y movió el cerrojo suelto. Él abrió la puerta, y miró dentro. El granero estaba vacío, tal como Lex le había dicho. Pero nuevamente otra vez, las jaulas de acero construidas en el interior no habían sido hechas para ningún tipo de almacenamiento permanente. Eran altas plumas, celdas de prisión con cerrojos diseñadas para los prisioneros humanos con el carácter de contención temporal.
Juguetes vivos para ser puestos en libertad para el deporte ilegal aquí en el remoto bosque que Sergei Yakut dominaba.
Con un gruñido, Nikolai salió del granero y se marchó a la casa principal.
"¿Dónde está él?" – preguntó al guardia armado que percibió la atención al instante que atravesó por la puerta. "¿Dónde demonios está él? ¡Dímelo ahora!"
Él no espero por una respuesta. No cuando los otros dos guardias, ambos al corriente que estaban a fuera de una puerta cerrada del gran pasillo, tomaron una postura de batalla repentina. Detrás de ellos, estaban los aposentos privados de Yakutia, obviamente.
Nikolai asalto y empujó a uno de los steakheads de su camino. Él otro tenia un rifle a su alrededor y comenzó a apuntarlo hacia él. Niko rompió el arma en la cara del guardia, y entonces lanzó al vampiro anonado a la pared más próxima.
Él le dio un puntapié a la puerta, astillando los postes de madera vieja y rompiendo el dispositivo engrasado de hierro arrancándolo limpiamente de sus aditamentos. Nikolai camino a grandes zancadas a través de los escombros de la ducha, haciendo caso omiso a los gritos de los hombres de Yakut. Él encontró en el centro al Gen Uno vestido adelante de un sofá de cuero, tendido posesivamente sobre la garganta desnuda de una hembra de cabellos morenos que estaba enjaulada dentro de los brazos del vampiro.
Con la interrupción, Yakut levantó la cabeza de su alimentación y alzo la vista. También lo hizo su anfitriona de sangre…
Renata. De ninguna manera mierda.
¿Ella estaba unida con el lazo de sangre? ¿Podría ser ella posiblemente la compañera de Raza de este monstruo?
Todas las acusaciones que Nikolai tenía preparadas para lanzar a Sergio Yakut tuvieron una muerte repentina en su garganta. Él se quedo mirando fijamente, con sus sentidos de la Raza enturbiados y trinquteados más despiertos al ver la sangre de la hembra en los labios de Yakut y que goteaba de sus enormes colmillos. El aroma de ella llevado a través de la habitación, se cerró con fuerza en el cerebro de Niko. Él no habría esperaba un contraste tan extraño al de su conducta frio, pero el aroma de su sangre era una mezcla caliente, embriagadora e intoxicante de sándalo y la fresca lluvia de primavera. Suave, femenino. Excitante.
El hambre se arremango en el estómago de Nikolai, una reacción visceral con la cual él tenía que luchar maldita duramente para contenerla. Él se dijo así mismo que era simplemente su naturaleza de la Raza sobresaliendo en grandes alturas. Había pocos entre los de su estirpe que podían resistirse a la llamada de sirena de una vena abierta, pero cuando sus ojos se cerraron en la mirada fija sin pestañear de Renata a través de la distancia, un nuevo calor estalló a la vida dentro de él. Incluso más fuerte que la primitiva sed de alimentarse.
Él la deseaba a ella.
Incluso mientras estaba acostada debajo de otro macho, permitiéndole al macho beber de ella, Nikolai tenía hambre de ella con una ferocidad que lo sobrecogió. Unida por la sangre a otro o no, Renata hacia a Niko quemarse por tenerla.
Que, aun con su propio flexible código de honor, sintió deslizarse algo cercano al nivel del desprecio por Yakut.
Niko tenía mentalmente que sacudirse a mi mismo para desprenderse de esa la realización perturbadora, jalando bruscamente su atención a los problemas que tenia a la mano.
"Usted tiene un serio problema ", le dijo dijo él al vampiro Gen Uno, apenas capaz de contener su desprecio. "En realidad, supongo que usted tiene aproximadamente tres docenas de ellos, pudriéndose ahí en su bosque. "
Yakutia no dijo nada, solo el resplandor de su transformada, mirada oscura a una de ámbar de desafío. Un gruñido bajo se ondulo por él antes de que volviera la cabeza hacia su comida interrumpida. La lengua de Yakut se deslizó de entre medio de sus labios para lamer los pinchazos que había dejado en el cuello de Renata, sellando las heridas cerrándolas.
Sólo entonces, cuando la lengua de Yakut recorrió su piel, ella aparto la mirada de Niko. Él creyó ver alguna tranquilidad, algo de resignación, pasar a través de su rostro en los segundos antes de que Yakut se levantara y la liberara. Una vez libre, Renata se trasladó a la esquina de la habitación, tirando de su camisa ceñida de vuelta a una cierta apariencia de orden.
Ella todavía estaba vestida con su ropa de antes, aún descalza, como lo había estado afuera.
Ella debió de haber venido directamente aquí después de lo que había pasado entre Niko y ella.
¿Había corrido ella hacia Yakut por protección? O por simple comodidad?
Jesús. Niko se sintió al igual que un asno cuando él reflexiono por besarla en la forma en que el lo hizo. Si ella estaba unida por la sangre a Sergei Yakut, esa unión era sagrada, íntima… exclusiva. No le extrañaba que ella hubiese reaccionado como lo había hecho. Sus besos de Nikolai habrían sido un insulto y la degradación para ambos. Pero él no estaba allí para pedir disculpas ahora – no a Renata o a su aparente compañero.
Nikolai dirigió una mirada dura hacia el vampiro. "¿Cuánto tiempo usted ha estado cazando seres humanos, Yakut?"
El Gen Uno gruñó, sonriendo.
"He encontrado los corrales de detención en el granero. He encontrado los cuerpos. Hombres, mujeres… niños".
Nikolai silbó una maldición, incapaz de contener su repugnancia e indignación. "Usted ha estado dirigiendo un Club de sangre nocivo aquí. Por el aspecto de ellos, yo diría que usted ha estado en esto durante años”.
"¿Y qué de ello?" Yakut preguntó despreocupadamente. Sin ni siquiera haciendo un intento de mostrar una situación respetable negación.
Y en la esquina de la habitación, Renata permaneció en silencio, con los ojos profundamente arraigados en Niko pero no mostrando ninguna sorpresa en absoluto. ¡Ah, Cristo! Entonces, ella lo sabía también
"¡Maldito enfermo," él dijo, mirando de nuevo a Yakuto ahora. "Todos ustedes están enfermos. A usted no se le permitirá continuar con esto. Lo detiene aquí mismo, ahora. Hay leyes…"
El Gen Uno se rió, con la voz deformada por la transformación de su lado más salvaje. "Yo soy la ley aquí, muchacho. Nadie, no los Darkhavens y su tan alabada Agencia de Imposición, ni siquiera la Orden – tiene algo que decir en mis asuntos. Invito a cualquier a venir aquí e intentar decirme lo contrario."
La amenaza era clara. A pesar del hecho de que todo lo honorable y justo gritaba a Nikolai para que lanzara al presumido hijo de puta sus miembros volando, declarándose a matarlo, aunque este no fuera ningún vampiro común. Sergei Yakuto era un Gen Uno. No sólo dotado de fuerza y poderes inmensamente mayores a los de Niko o cualquier otra posterior generación de la Raza, excepto por los miembros de la rara Estirpe de individuos. De esos, solo había unos pocos en existencia de Gen Unos, menos aún todavía, a raíz de la erupción de los recientes asesinatos.
Tan repugnante como la práctica ilegal de los clubes de Sangre entre la sociedad de la Raza, estaba el intento de matar a un vampiro de primera generación la cual era una ofensa aún más grande.
Nikolai no podía levantar la mano contra el hijo de puta, no importa lo mal que él lo deseaba.
Y Yakut lo sabía como mucho. Él se limpió la boca con el borde de su túnica oscura, frotándose ligeramente la fragancia dulce de la sangre de Renata.
"La cacería está en nuestra naturaleza, muchacho." La voz de Yakut tenía una serenidad mortal, completamente llena de confianza, mientras avanzaba hacia Nikolai. "Usted es joven, nacido de la Estirpe más débil de algunos de nosotros. Tal vez tu sangre este tan diluida con la de la humanidad, tu simplemente no puede comprender la necesidad, en su forma más pura. Puede que si tu tuvieses el gusto de la cacería, fueras menos hipócrita y santurrón con aquellos de nosotros que preferimos vivir como figuraba que tenia que ser."
Niko le dirigió una sacudida lenta con su cabeza. "Los clubes de sangre no son cacería. Ellos son simplemente una matanza. Usted puede sacar y decir sus gilipolleces no importando cuanto usted lo desee, pero al final, sigue siendo una mierda. Eres un animal. Lo que usted realmente necesita es un bozal y un collar para el cuello. Alguien tiene que cesarte."
¿Y tu piensas que tú o la Orden realizaran esa tarea? "
"¿Piensa usted que nosotros no lo haremos?" lo desafío Niko, cierta parte temeraria de él esperando que el Gen Uno le diera una razón para sacar sus armas. Él no se imaginaba marchándose fuera de la confrontación con el antiguo vampiro, pero seguro como el infierno que el no se iría sin una maldita viciosa pelea. En cambio, Yakut retrocedió hacia atrás, con sus ojos de color ámbar brillante, sus elípticas pupilas diminutas astilladas de negro. Él mentón con barba se elevo, la cabeza se irguió completamente hacia un lado. Sus labios se separaron con una salvaje, sonrisa que exponía sus colmillos. De esta manera, no era difícil para todos observar la parte alienígena de él- la parte que lo hacían a él y a todo el resto de la Raza lo que ellos eran: depredadores que beben sangre que totalmente no pertenecen a este mundo mortal pero que nacieron en este mundo.
"Te dije una vez tu no eras bienvenido en mis dominios, guerrero. No tengo ninguna utilidad para ti, o para tu propuesta de alianza con la Orden. Mi paciencia está llegando a su limite, y también lo es su estancia aquí."
"Sí," Niko estuvo de acuerdo. "Yo me jodo por irme de este lugar, y con mucho gusto. Pero no piense que esta es la última vez que usted va a tener noticias de mí". Él no podía dejar de pasar la mirada en Renata como él lo dijo. Aunque desafiante cuando se encontró con Yakut, él no podía sentir la misma clase de furia por ella. Él esperaba que ella le dijera que no sabía sobre los crímenes que tenían lugar en este pedazo de tierra empapada de sangre. Él deseaba que ella le dijera cualquier cosa para convencerlo de que no era en realidad parte del juego que conocía de las prácticas enfermas de Yakut.
Ella simplemente llevo su mirada hacia atrás, con los brazos cruzados sobre el pecho. Una mano se elevo hacia arriba ociosamente para tocar la herida que estaba curándose en su cuello, pero ella permaneció en silencio.
Vigilándolo cuando Nikolai salió por la puerta abierta y por delante de la aturdida guardia de Yakut.
“Devuélvanle sus efectos personales al Guerrero y vean que deje la propiedad sin incidentes", Yakutia encargó al par de hombres armados que se encontraban afuera de su cámara privada.
Cuando los dos salieron para llevar a cabo la orden, Renata comenzó a seguirlos después. Alguna desquiciada parte de ella deseaba poder ser capaz de agarrar a Nikolai en privado y…
¿Y qué?
¿Explicarle la verdad de cómo eran las cosas para ella aquí? ¿Intentar justificar las acciones que ella había visto forzada a hacer?
¿Con qué fin?
Nikolai se marchaba. Él nunca tendría que volver a este lugar, mientras que ella estaría aquí hasta su último aliento. ¿Qué bien podría hacerle en explicar de algo de esto a él, un desconocido que probablemente no la entendería, y mucho menos la protegería?
Y, sin embargo, los pies de Renata siguieron moviéndose.
Ella ni siquiera llego hasta la puerta. La mano de Yakut se cerró fuertemente sobre su muñeca, sujetándosela a su espalda.
"Tú no, Renata. Usted se queda".
Ella lo recorrió con la mirada con una expresión que esperaba estuviese desprovista de la ansiedad y las náuseas que estaba tratando tan duramente de apisonar abajo. "Pensé que habíamos terminado aquí. Pensé que tal vez yo debería ir junto con los demás, sólo para asegurarme de que el guerrero no se decide a hacer nada estúpido en su camino fuera de la propiedad ". "Tu te quedarás". La sonrisa de Yakut la heló hasta los huesos. "Ándate con cuidado, Renata. No me gustaría que tú hicieras nada estúpido tampoco”.
Ella se tragó el nudo repentino de ansiedad frío de su garganta. "¿Perdón?"
“Usted puede encontrarse" le contesto él, cerrando el agarre herméticamente en su brazo. "Tus emociones te traicionan, hermosura. Puedo sentir el aumento de tu frecuencia cardíaca, el muro de adrenalina que atraviesa corriendo por tus venas ahora mismo. Sentí el cambio en ti desde el momento en que el guerrero entró en la habitación. Lo sentí antes también. Con cuidado dime ¿donde estuviste tu esta noche?” "Entrenándome", respondió ella, rápidamente, pero con firmeza. Para no darle ninguna razón para dudar de ella, ya que era esencialmente la verdad. "Antes de que usted enviase a Lex a buscar por mí, yo estaba afuera, ejecutando mis ejercicios de entrenamiento en la antigua perrera. Era una imposición de entrenamiento. Si usted sintió algo en mí, eso es todo lo que era".
Un silencio largo se extendió, y todavía con el agarre rígido adherido encima de su muñeca. "¿Tu sabes lo mucho que valoro la lealtad, ¿no es así, Renata?" Ella realizo una breve inclinación de cabeza.
"La valoro tanto como usted valora la vida de aquella niña que duerme en la otra habitación ", dijo él fríamente."Pienso que esta duda la destruiría a ella pudiendo terminar en el cementerio".
La sangre de Renata se sintió congelarse en sus venas con la amenaza. Ella miró fijamente hacia arriba a los malignos ojos de un monstruo, uno que le sonreía abiertamente a ella ahora con un placer enfermizo.
"Como he dicho, querida Renata. Ándese con mucho cuidado."