17

Dos días después, en la suite del castillo de Sigüenza, Tomi con una peluca oscura en la mano, susurraba mirando a su prima a través del espejo.

—Ay, queen, no te entiendo ¿por qué debemos quedarnos aquí? Está claro que ese divine no quiere nada contigo, y…

—Ni yo quiero nada con él —apostilló Noelia—, pero en toda mi vida nadie me ha echado de ningún sitio y ese imbécil no va a ser el primero.

Sonó el móvil y Tomi lo cogió. Tras hablar durante un rato sonriendo se lo tendió a su prima.

—Toma. Es Penélope.

Durante un rato Noelia rio con las ocurrencias de su amiga y le agradeció los contactos y teléfonos que le había pedido por email. Habían pasado cuarenta y ocho horas desde el encontronazo que había tenido con el borde español, y aunque ya se le había pasado, si lo pensaba, se tensaba. Le contó a su amiga las compras que había hecho en Madrid durante ese día. Un par de pelucas oscuras y unas lentillas negras. Eso le permitiría andar por la calle sin ser reconocida. Antes de colgar le dio a Penélope recuerdos de las personas de confianza que amablemente la habían atendido. Después de eso colgó.

—Ay, cuchifrita no es bueno llevar peluca tanto tiempo —protestó su primo mirándola—. Si te quedas calva como Bruce Willis ¡ni se te ocurra echarme la culpa! No quiero saber nada.

—Tranquilo, cielo. Si me quedo calva será única y exclusivamente culpa mía y yo sólita cargaré con las consecuencias. Pero tranquilo, en muchos rodajes llevo peluca muchas horas y aun sigo con pelo en la cabeza.

Como buen estilista que era Tomi se encargo de colocarle la peluca, El resultado fue espectacular.

Oh, my God! Cómo te pareces a la abuela con el pelo oscuro.

Aquel era un estupendo piropo y ella sonrió.

—¡Genial! Espera que me pongo las lentillas a ver qué tal queda todo.

Sacó rápidamente unas lentillas color negro y se las puso. Tampoco era la primera vez que se ponía unas lentillas para cambiar el color de sus ojos. En ocasiones las utilizaba en las películas. El resultado, como siempre, fue espectacular.

—Por el amor de Diorrrr —murmuró aquel al verla— No pareces tú.

—De eso se trata —aplaudió mirándose al espejo.

Era increíble lo que hacía una buena peluca y unas lentillas. De ser una chica rubia de ojos azules, a pasar a ser una morena de ojos negros. Nadie la reconocería, de eso estaba segura. Se miró en el espejo encantada. Siempre le hubiera gustado ser más latina, más como su familia de Puerto Rico, y no tan clara de pelo y piel como la familia de su padre.

—Ay my love me recuerdas a tu amiga Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer. ¡Solo te falta la serpientita!

—¿En serio? Hazme una foto con el móvil y así se la mando a ella por email. Conociéndola, seguro que se parte de risa —rio feliz.

Después de hacerse la foto con el móvil, la joven abrió una cajita de dónde sacó unas finas gafas rojas y se las puso.

—Uis… pero si son las gafas que te regalé de Valentino. Oh, queen pero si pareces una estudiosa y todo —se guaseó su primo al verla.

Tras comprobar que con pelo oscuro, las lentillas negras y las gafas no parecía Estela Ponce, se volvió hacia Tomi.

—Bien, una vez acabada mi transformación, me ocuparé de ti.

—¿De mí? —gritó horrorizado separándose de ella—. Fu… fu… crazy ¡Ni te acerques! O juro que te araño.

—¿En serio?

—Y tan en serio. Es más, y lo haré de abajo arriba que duele más.

Pero Noelia prosiguió sin prestarle atención.

—Lo primero que haremos será quitarte esas mechas purpuras y dejarte el pelo de un solo color.

—¡¡No!! —gritó horrorizado—. Me gustan mis mechas. I love las mechas que me puso Chipens. ¡Son muy cool!

—Lo sé, cielo, pero necesito que lo hagas por mí. No podemos pasar desapercibidos en este lugar si vas con esas mechas —tras suspirar él asintió y ella volvió al ataque—. También debo pensar en tu ropa.

—¡Mi ropa! ¿Qué quieres hacer con mi ropa?

—No podemos salir a cenar mientras lleves puestos esos pantalones rosa chicle y esa camisa floreada llena de nubecitas de algodón. No Tomi, lo siento pero no puede ser.

—Me encantan mis pink trousers de Dolce & Gabbana y mi camisa de nubes. Y no, no pienso abandonarlos en el equipaje por muy witch que te pongas. A ver cuchi, una cosa es que me quite las mechas purple por ti y otra que no pueda vestirme como yo quiera. ¡Definitivamente no!

Sonriendo como solo ella sabía hacer, se acercó a su primo y tras darle un beso en la mejilla murmuró tirando de la camisa:

—Cariño, necesito que parezcas un macho latino y no una reina del glamour. Esto no es Hollywood, es un pueblo español donde tu estilo de vestir no se lleva. Por lo tanto, quítate esos pantalones o te juro que te los quemo y te quedas sin ellos para siempre.

—¡Bruja! —gruñó aquel mirándola.

Divertida y dispuesta a cumplir el plan que había trazado le miró y dijo:

—Lo sé, pero me quieres ¿verdad?

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