37

La convivencia en la casa de Juan se tornó perfecta. Tomi, desde el primer momento cayó rendido a los pies del geo, y este no paraba de reír por la forma de hablar de aquel y sus alocadas ocurrencias. Senda, la perra, al principio no dejaba a Tomi moverse por la casa. Le perseguía y observaba. Pero tras comprobar que no era ninguna amenaza, al revés, que era un continuo suministro de comida, simplemente, le adoró.

Al cuarto día de estar en la casa de Juan, Tomi recibió una llamada de su Peterman. Su pianista. Le echaba de menos y quería volver a verle. Sin pensárselo el joven cogió el coche y el GPS y se marchó a Barcelona. Iban a pasar juntos los días que le quedaban en España. Noelia se sentía feliz por su primo. Ambos aprovechaban la felicidad al máximo en cuanto se les presentaba la ocasión.

Los siguientes días para Noelia en la casa de Juan fueron un sueño. Paseaban con Senda por el campo, iban juntos a comprar, escuchaban música tirados en el sillón, se besaban, reían por lo mal que ella cocinaba y hacían apasionadamente el amor en cualquier momento.

Noelia se miraba el cordón oscuro que colgaba de su muñera con cariño y sonreía al pensar qué significaba todo incluido. Lo que le estaba pasando con aquel hombre era lo más autentico y maravilloso que le había pasado nunca y estaba dispuesta a aprovecharlo al máximo. No quería pensar en el futuro. Solo quería disfrutar el momento, sin más.

Una noche en la que Juan se tuvo que marchar a la base para trabajar, tras mirar su correo y hablar por teléfono con Max, su representante, decidió llamar a su padre para decirle que no asistiría a su glamurosa fiesta de Navidad. Quien cogió el teléfono fue la mujer de aquel que, como era de esperar, monto en cólera.

—Samantha, deja de gritar y escúchame —siseó sin querer levantar la voz.

—No… no quiero escucharte. No sé porque eres así con nosotros Estelle. No lo entiendo. Intentamos apoyarte en tu carrera y tú…

—Mira Samantha —cortó con desagrado—. A ti precisamente no te debo nada, y por lo tanto, no tengo porqué darte explicaciones.

—Toda la vida igual. Toda la vida cargando contigo y tus problemas y…

—¿Cargando conmigo y mis problemas? —voceó Noelia al escucharla—, Pero bueno, si alguien lleva cargando toda la vida contigo soy yo. ¿Pero quién te crees que eres?

—He intentado ser tu madre y…

—¡¿Mi madre??! Oh… qué bonito que es decirlo ¿verdad? Pero disculpa, esa palabra a ti te queda demasiado grande como para que tú misma hasta te la creas. Vamos, ni por asomo lo has intentado porque si así hubiera sido, al menos yo me habría dado cuenta.

—Eres cruel Estelle, además de una mala hija. ¿Cómo me dices eso?

—Te digo lo que te mereces. Tengo treinta años y nunca he visto en ti un ápice de humanidad ni ternura. No me vengas ahora con cuentos chinos, porque no te lo voy a consentir. Una cosa es lo que mi padre y tú vendáis a la prensa y otra muy diferente la realidad. ¿Entendido?

—Eres terrible… terrible.

—Pues que bien —se mofó al escucharla.

La tristeza que Samantha intentaba hacerle creer que sentía, era tan falsa como ella.

—¿Cómo te permites no asistir a la fiesta de Navidad que organizamos tu padre y yo? ¡¿Cómo?! —insistió.

—Mira… Samantha, discúlpame, pero a ti ya te he dicho que no tengo porqué darte explicaciones de lo que hago con mi vida y…

Pero la voz de su padre, que arrancó el teléfono literalmente de las manos de su mujer, fue la que hablo.

—Te exijo que cojas el primer avión que encuentres y regreses cuanto antes a Los Angeles.

Cansada de discutir, cerró los ojos y suspiró dispuesta a librar un nuevo combate.

—Papá, he dicho que no. No estaré allí para vuestra fiesta.

—Por el amor de Dios, Estelle. ¿Por qué te gusta hacerlo todo tan difícil? ¿Por qué siempre eres un problema?

—Yo no soy ningún problema —gruñó al escuchar aquello.

Durante años aquella odiosa palaba había sido la más utilizada por su padre. La niña es un problema. Estelle es un problema. Todo lo referente a ella suporta un problema para su padre. Por eso cuando Juan le nombraba aquella palabra le molestaba tanto. Odiaba que la considerasen un problema.

—Ya me pareció una locura cuando no regresaste con el equipo a Los Angeles, pero intenté entender tus excentricidades —prosiguió aquel con su ácida voz—. Pero que me digas que no estarás en Navidades con tu madre y conmigo, eso ya no me da la gana entenderlo.

—Te he repetido más de un millón de veces que ella no es mi madre. —Ofendida y malhumorada contó—: ¿Desde cuándo es tan importante para vosotros pasar las Navidades conmigo? —Al ver que su padre no respondía añadió—: ¿O quizás es importante porque este año estoy nominada a los Oscar?

Al escuchar el gruñido de su padre continuó:

—Te recuerdo que me he pasado toda la vida pasándolas con la abuela y Tomi, alejada de vosotros y siempre os pareció bien.

—Eso quedó en el pasado. Estelle, ahora…

—No papá eso que tú llamas pasado es mi vida. Y tengo muy claro quién me quiere por ser simplemente Noelia y desea estar conmigo en esas fechas tan señaladas, y quien quiere estar conmigo por ser Estela Ponce.

—No digas tonterías Estelle.

—No papá, no las digo. Pero déjame decirte que tú y tu mujer os encargasteis de dejarme muy claro que yo era más un estorbo que una satisfacción y…

—Eras una niña que…

—Una niña quo siempre deseo pasar las Navidades como el resto de los niños. Hubiera querido tener un padre y una madre con los que poner un precioso árbol, hacer galletas de Navidad y cantar villancicos, pero no… yo no tuve eso gracias a ti. Por lo tanto, ahora que soy adulta yo decido sobre mi vida. ¿Me has escuchado papá? ¡Mi vida!

—¿Desde cuándo es tan importante para ti pasar la Navidad en España?

Noelia quiso gritarle lo feliz que era, pero sabía que él, como siempre, no lo entendería. Por ello y dispuesta a no revelarle nada más de su vida privada contestó:

—Vamos a ver papá, Samantha y tú tendréis la casa llena de gente en vuestra fiesta. El que yo esté o no, nadie lo notará y…

—¿Cómo que nadie lo notará? Eres mi única hija y todo el mundo nos preguntará por ti.

—Pues decid que estoy en Puerto Rico con Tomi y ya está.

—Oh, Estelle, qué difíciles haces las cosas. No hay quien te entienda.

—No pretendo que me entiendas. Solo pretendo vivir mi vida. ¿Cuándo te vas a enterar?

Tras un silencio incómodo por parte de los dos, Steven Rice siseó:

—Estelle, ya metiste una vez la pata con ese hombre español. ¿Qué pretendes hacer de nuevo?

Al escuchar aquello a la joven se le puso la carne de gallina y descolocada por completo por lo que aquel le acababa de revelar muy enfadada gritó:

—¿Qué has hecho papá?

—Nada que no sea preocuparme por mi hija.

—¿Me estás espiando? Porque si es así ¡te lo prohíbo! Es mí vida y…

—Eres mi hija, además de una actriz de Hollywood, y él no es nadie.

—No consiento que digas eso. Es un hombre maravilloso que me trata con respeto y con dignidad, algo que tú nunca has hecho.

Pero su padre, centrado únicamente en lo que quería decir y no en escuchara su hija, prosiguió:

—¿Acaso quieres que la prensa internacional se entere de que mantienes un affaire con un policía español? ¿Un don nadie que curiosamente te engañó hace diez años y se casó contigo seguramente para llenar su cuenta corriente?

—Él no me engañó y nunca pretendió lucrarse por lo que pasó. Te prohíbo que hables de algo que no conoces. Y en lo que respecta a mi vida privada, soy una mujer adulta que decide con quien quiere o no quiere estar, ¿te has enterado? Y ah… sobre la prensa, tranquilo. Tanto él como yo sabemos lo que hacemos. Por lo tanto Feliz Navidad y que lo paséis muy bien.

Dicho esto, colgó furiosa el teléfono y se tumbó en la enorme cama. El aroma a Juan la reconfortó momentáneamente, aunque al pensar en su padre volvió a tensarse. Nunca entendería aquel afán por criticar absolutamente todo lo concerniente a su vida. ¿Acaso no quería verla feliz? No… definitivamente no quería su felicidad.

Загрузка...