58

Los días pasaron y Juan se marchó. Su partida, como siempre, dejó muy preocupados a sus familiares y amigos. Los conflictos que existían en Irak no eran fáciles de digerir y que Juan tuviera que lidiar con ellos les quitaba el sueño. Conocían suficientemente al geo para saber que se entregaba al cien por cien en su trabajo y que era muy buen profesional. Pero eso no restaba que algo pudiera ocurrir en un abrir y cerrar de ojos, cuando él menos se lo esperara.

Menchu, durante todo aquel tiempo mantuvo el contacto con Noelia. Eva también. Solo habían hablado un par de veces por teléfono, pues ella se marchó a Tokio para continuar con la promoción de su película, pero los emails entre ellas eran casi diarios.

El día que Noelia supo que Juan se marchaba a Irak, su corazón empezó a palpitar desbocado. ¿Dónde iba aquel loco? Pensó en regresar a España e impedírselo, pero tras recordarlas cosas que él dejó grabado en el contestador de su móvil, decidió que no sería buena idea. Aquella era la vida de Juan, plagada de peligros, él así lo había decidido. Pero a partir de aquel día, Noelia fue una más de las que constantemente buscaba noticias sobre Irak. Necesitaba saber que estaba bien. Necesitaba leer que no le había pasado nada.

Eva aún recordaba petrificada el momento en el que su amiga Yoli le enseñó el número de móvil desde donde llegaron las fotografías y la información de dónde se encontraba Estela Ponce. ¡Era su móvil! Y todo había sido enviado la madrugada del día uno de enero. Justo cuando estaban celebrando la llegada del nuevo año. Su exjefe, el mismo que días antes la había despedido quiso contratarla de nuevo. Aquella joven reportera, supuestamente, podía ser la cuñada de la actriz Estela Ponce y tenerla en su equipo le daba prestigio.

Pero Eva no aceptó y comenzó a estudiar otras propuestas que había recibido. Al fin y al cabo, la vida continuaba.

Sentadas en el Croll una noche, Eva y Menchu charlaban sobre lo ocurrido.

—Te juro que cada vez lo entiendo menos. Yo no envié esas fotos, pero el teléfono desde el que se mandaron es el mío ¿Cómo puede ser cierto?

—Quizás le diste a un botoncito sin darte cuenta y lo enviaste. Ya sabes que la tecnología es muy buena para muchas cosas y algo indiscreta para otras —susurró Menchu.

Molesta, Eva dio un trago a su cerveza.

—No digas tonterías, joder. Para enviar esas malditas fotos lo primero que tengo que hacer es seleccionarlas, buscar a Yoli entre mis contactos y enviarlas. Y eso no se hace sin querer.

—Tienes razón. Discúlpame y no te enfades conmigo.

Al ver la cara de su amiga Eva le tocó en la mano y murmuró:

—Joder Menchu perdona. No quiero pagar contigo los platos rotos, pero es que de verdad soy incapaz de entender todo esto y…

—Pero que hacen estos dos monumentos solos en medio de esta jungla —gritó el Pirulas acercándose a ellas junto al Rúcula—. Por cierto, buenas noches preciosas ¿os he dicho que hoy estáis especialmente atractivas?

Divertidas, se miraron y Eva respondió en todo cansino:

—Valeeee Pirulas te invitamos a un cervecita.

Al escuchar aquello, él levantó la mano y dijo sorprendiéndolas:

—De eso nada bellezones. Aquí el que invita esta noche soy yo y mirando al camarero dijo—: Todo lo que tomen estas preciosidades me lo apuntas en mi cuenta.

—A mi ponme otro gin tonic— pidió el Rúcula.

Menchu y Eva se miraron convencidas de que el camarero le mandaría a freír espárragos, pero se sorprendieron al ver que aquel asentía y les ponía dos nuevas cervezas. En ese momento llegaron Carlos y Laura a quienes, tras saludar a todos rápidamente se integraron en la conversación.

Cuando el Pirulas sacó a bailar a la mujer de Carlos y el Rúcula a Menchu, Carlos y Eva se quedaron a solas.

—Gracias por lo que le dijiste al cabezón de mi hermano antes de que se marchara a Irak. Creo que has sido el único capaz de decirle lo que todos pensamos.

—No fue fácil, no creas —sonrió aquel.

Tras un pequeño silenció la joven añadió:

—Sigo en contacto con Noelia y Tomi por email.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Qué tal está ella?

—Según ella bien. Según Tomi mal.

Carlos cabeceó y tras beber de su cerveza susurró:

—Vale. Creeremos a Tomi.

—He intentado hacerla razonar —prosiguió Eva— pero es imposible.

—Es tan cabezota como tu hermano. Como dice el dicho «Dios los cría y ellos se juntan».

Ambos sonrieron y Eva prosiguió:

—Vamos a ver. Se quieren. Solo hay que mirar al merluzo de mi hermano para darse uro cuenta de que está enamorado de ella, y leer los emails de Noelia para percatarse de que a ella le pasa lo mismo. ¿Porqué narices no hacen algo por estar juntos?

—Muy fácil. Ella es Estela Ponce. Una gran diva del cine y tu hermano es simplemente Juan, un geo. Un policía español que nunca ganará lo que ella gasta cuando va a comprarse esmalte de uñas —respondió Carlos.

—Pero ¿qué chorrada estás diciendo?

—La verdad.

—Pues disculpa —siseó Eva— Pero tu verdad no me convence. Yo adoro a mi hermano y por él como se dice última mente ¡MA-TO! Pero creo que en esta ocasión se está equivocando. No está haciendo nada, al revés, se marcha a Irak con el consiguiente peligro de que le pase algo y nos amargue a todos la existencia. —Carlos fue a decir algo pero esta no le dejó—. Por cierto, hablas de Noelia romo si hiera una mujer a la que solo le gusta aparentar y su clase social, cuando creo que en el tiempo que ha estado con nosotros, se ha comportado como una chica más, sin ningún ataque de divismo por ser quien era y…

—¿Tengo que recordarte que le dijo cosas terribles y se fue sin despedirse de él? —la cortó aquel— Tu hermano ha tenido que soportar la mofa de mucha gente, el verse en la prensa diariamente y el que se entrometieran en su vida, cuando ya le conoces y sabes cómo es. ¿Acaso crees que para él ha sido agradable tener que dar explicaciones o soportar lo que ha soportado? Mira Eva, Juan dio la cara por ella ante todos los mandos de la base. Les recordó que fuera del trabajo, él era dueño de su vida, y cuando regresó a casa para arreglarlo como fuera con ella, nuestra querida estrellita de Hollywood se había ido. Se había pirado sin ni siquiera despedirse de él. ¿Eso lo hace una chica normal o una diva?

Boquiabierta por aquella revelación Eva le miró fijamente y susurró:

—Según Noelia, ella se marchó para no perjudicar más a Juan. En un email me confesó que se marchó sin despedirse de él porque temía que la echara tras regresar de la base.

—Pero ¿qué chorrada dices?

—Ay Dios, que ahora todo comienza a encajar —susurró Eva— Mira Carlos, Noelia nos ha dicho a Menchu y a mi que Juan siempre le dijo que si alguien descubría quien era ella todo serían problemas. Y que aquel día, al verle discutir por teléfono, se dio cuenta que realmente Juan llevaba razón y…

Sorprendido por aquella revelación, Carlos dejó su botellín sobre la barra.

—¿Me estás diciendo que estos dos gilipollas, por no decir más burro, se han separado por un jodido malentendido?

—Si.

—¡Joder! —resoplo Carlos.

Tan emocionada como desconcertada por haber descubierto por fin porque aquellos dos habían procedido así, cogió su cerveza y sentenció.

—Esto lo tienen que saber ellos. Tú encárgate de mi hermano y yo me encargo de Noelia. Si realmente se quieren, tienen que saberlo.

Tras chocar los botellines ambos rieron y Carlos, al imaginar la reacción de su amigo, susurró:

—Que Dios me coja confesado cuando le suelte esto al nenaza de tu hermano.

Sobre las dos de la madrugada, una sexy y provocativa Paula, que se había mantenido alejada de ellos, se acercó y sin ningún rodeo, preguntó a Carlos:

—¿Qué sabes de Juan?

AI oír su voz, todos la miraron de arriba abajo y Carlos, tras echar un vistazo al tipo que la esperaba al otro lado de la barra, respondió:

—Poca cosa. Pero no te preocupes, está bien.

Eva sonrió.

—¿Sabes cuándo regresará? —insistió Paula.

—¿Y a ti qué te importa? —gruñó Eva. Nunca le había gustado aquella mujer, y cuando se enteró de los problemas que había tenido con Menchu y con Noelia todavía menos.

Paula la miró con un desagradable gesto.

—Bonita, no hablaba contigo —y mirando a Menchu dijo—. Y tú fea ¿qué pasa? ¿Por qué me miras así?

Aquello calentó la sangre de Eva, que se levantó de su asiento como un resorte.

—Lo de fea se lo vas a decir a tu madre.

Menchu, al intuir las ganas de bronca que traía aquella, cogió a su amiga de la mano y se colocó a su lado.

—Paula, Paula, Paula, no ofende quien quiere sino quien puede y tú, no puedes. Y, por cierto, ya no trabajo en el parador gracias a ti, por lo tanto, ten cuidadito conmigo, porque tengo un derechazo que oh my God!, te puede dejar K.O.

—¿Me amenazas? Vaya… veo que aprendiste algo de tu amiguita, la Ponce.

—Con la Ponce no te metas —gruñó Laura, la mujer de Carlos.

—Para hablar de la Ponce, so petarda —espetó Eva—, te tienes que lavar la boca mil veces y aun así la seguirías teniendo llena de mugre.

—¿Por qué la defiendes tanto guapa? Esa estúpida se marchó dejando a tu hermano colgado con la prensa. ¿Todavía no te has dado cuenta?

Carlos, temiendo la que se podía liar, se interpuso entre ellas e intentó zanjar el tema.

—Paula ¡basta! En cuanto a Juan, aún no se sabe cuándo regresará.

El Pirulas que había estado presente, se acercó hasta ella y cogiéndola de la cintura murmuró:

—Hola Paulita, qué pasa ¿ya no te hablas con los amigos?

La joven, echándose hacia atrás, se lo quitó de encima y con gesto agrio respondió:

—Quítame las zarpas de encima si no quieres problemas.

—Uooooo— se mofó aquel al escucharla—. Qué pasa ¿ya no quieres nada conmigo? ¿O es que solo te intereso cuando te hago trabajitos? Por cierto, tenemos que hablar.

Todos les observaron intrigados. ¿Qué negocios serían aquellos?

—Cierra el pico Pirulas —protestó aquella, e instantes después desapareció.

—Será asquerosa —gruñó Menchu.

—Asquerosa es poco —siseó Eva y mirando a Laura dijo—: Mira, sé que es tu amiga pero a esta tipa es que no la trago.

—Te entiendo y no, no es mi amiga —asintió Laura.

Desde hacía tiempo apenas se veían y aunque al principio no lo entendía, ahora lo prefería. Paula no era una buena persona y por fin se había dado cuenta.

—Lo que no sé es porqué mi hermano de vez en cuando sale con ella.

—Sexo fácil, cariño —respondió el Pirulas.

Divertido por aquella contestación, Carlos le cogió por el cuello.

—¡¿Trabajitos?! ¿Desde cuando le haces tu trabajitos a Paulita?

Incómodo con aquella pregunta el Pirulas se soltó y le dio un trago a su cerveza.

—Ya ves… uno tiene su caché y ahora que Juan no está, de vez en cuando nos vemos y compartimos fluidos.

—¡Qué asco por Diosssss! —exclamó Eva.

Menchu, molesta por como aquella estúpida mujer les miraba desde el otro lado del local siseó:

—Pues ten cuidado Pirulas. Esa tía solo te puede traer problemas. Y te lo digo yo que por su culpa me he quedado en el paro.

Horas después, antes de abandonar el local, el Pirulas, sorprendiéndoles a todos pagó la cuenta en el Croll. Ciento veinte euros.

—Joder macho ¿te ha tocado la lotería? —rio Carlos.

—No precisamente —murmuró deteniéndose frente a Paula que estaba sobre uno de los sillones dándose el lote del siglo con un desconocido—. Este maldito dinero es el resultado de un trabajito del que no estoy muy orgulloso y que cada día me pesa más.

Ese comentario atrajo la atención de Eva. Aquella noche estaba sacando mucho en claro en referencia a la relación de su hermano y Noelia y sin saber por qué, dejándose llevar por su instinto de periodista, asió al Pirulas del brazo y preguntó para su sorpresa:

—¿Qué te parece si ahora soy yo la que te invita a tomar algo en el Loop?

—¡Genial! —rio aquel.

—Ehh… yo me apunto —asintió el Rúcula.

Menchu la miró llena de curiosidad y Eva le guiñó el ojo. Dos segundos después, tras despedirse de Carlos y Laura, se montaron en el coche del Rúcula dispuestos a pasarlo bien.

En el Loop, tras varios whyskies, al Pirulas se le aflojo la lengua y cantó por soleares. Eva, sabedora de cómo llevarle a su terreno comenzó a tirar del hilo y al final descubrió lo que buscaba. Él le había quilado el móvil del bolso la noche de Nochevieja mientras se divertía con los amigos porque Paula así se lo había pedido. Y después de que aquella bruja enviara la información, volvió a dejarlo donde estaba. Un par de días después, cuando el Pirulas fue consciente de lo que había hecho y en el lío que había metido a su amigo Juan con la prensa, fue a pedirle cuentas a Paula muy arrepentido. Esta, para cerrarle la boca, le dio tres mil euros. Un dinero que no compensaba lo que le había hecho a su amigo.

Tras la explicación de aquel, Eva entendió por fin porque las fotos habían llegado desde su móvil al de Yolanda. Aquella bruja estaba en el baño averiado la noche de fin de año y se quedó con la copla de todo lo que dijeron. Después solo tuvo que hacerse con el móvil de ella, trabajito que hizo el Pirulas, y enviar la información a Yolanda Grecia.

Cuando aquella noche Eva se acostó en su cama suspiró aliviada. Por fin conocía la verdad y tuvo claras dos cosas. La primera, que Paula iba a recibir de su misma medicina. La segunda, que su hermano tenía que saberlo.

Una semana después, todo Sigüenza amaneció empapelado con fotos de Paula en una orgía con tres hombres. Ni que decir tiene que el escándalo en el pueblo fue tremendo y que, avergonzada por como todo el mundo la señalaba por la calle, hizo las maletas y se marchó. Algo que muchas mujeres de la localidad celebraron encantadas, particularmente sus excompañeros del parador.

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