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Diez años después… Hollywood, julio de 2010.

El silencio que se produjo cuando terminó el preestreno de la película Brigada 42 en la una de las salas de Hollywood Boulevard, hizo que a Estela Ponce, actriz principal de la película, se le pusiera la carne de gallina. El momento de la verdad había llegado y, como siempre, los nervios se apoderaron de ella. Su anterior película había sido un exitazo y temía que las expectativas fueran tan grandes que esta nueva producción decepcionara. Pero el miedo desapareció y respiró con deleite cuando el cine prorrumpió en aplausos y vítores.

Vestida con un vaporoso vestido de Givenchy en color rojo a juego con sus bonitos zapatos de tacón alto de Jimmy Ghoo, Noelia, era el glamour personificado en la meca del cine.

—Darling, eres lo más. ¡Artistaza! —Sonrió Tomi, su primo y mejor amigo, que aplaudía como un loco sentado a su derecha.

Animada por Mike Grisman, el galán de moda en Hollywood y compañero de reparto en la película, se levantó y él la besó cariñosamente en la mejilla. Como era de esperar, los flashes les acribillaron. Desde el comienzo del rodaje se especuló con que existía un romance entre ellos. Siempre ocurría lo mismo. Con cada película que hacía saltaba la noticia: «¿Romance a la vista?». Pero en aquella ocasión sí era verdad. Mike y ella mantenían algo que no se podía llamar relación, pero sí atracción sexual.

Mike era extremadamente guapo, Demasiado. Metro ochenta, pelo rubio y sedoso, sonrisa cautivadora y mirada de galán de Hollywood. Mike era, entre otras muchas cosas, el cóctel perfecto para una buena sesión de sexo y Noelia, mujer soltera y sin compromiso, encontró su particular sesión. El primer día que Mike se presentó en el estudio y lo miró, lo supo. Él sería su siguiente amante.

Mientras la gente aplaudía, Estela, Noelia para los amigos, desvió su mirada. En las butacas de la fila de atrás estaban sentados su padre y su mujer, Samantha. Steven Rice miraba resplandeciente a su única hija. Su supuesta princesa. Su supuesto orgullo. Pero no era oro todo lo que relucía y Noelia, tras cruzar la mirada con él, simplemente sonrió.

—Estelle, tesoro —murmuró su guapa y glamurosa madrastra acercándose a ella—. Has estado fantástica. ¡Colosal!

—Gracias, Samantha.

Sleven Rice, el gran magnate de la industria cinematográfica cruzó una gélida mirada con su primogénita, se acercó a ella, y tras besarla en la mejilla para gozo de todos los que los rodeaban le susurró al oído:

—Muy bien, Estelle. Será un éxito de taquilla. Recuerda, ahora paciencia con la prensa y después asiste a la fiesta del director y la distribuidora. En cuanto a la fiebre que tienes, olvídala. No es momento de enfermedades.

—Lo sé, papá… lo sé —asintió ella con su mejor sonrisa. Aquello era lo único que le importaba a su padre. La prensa, el éxito en taquilla, el dinero, el poder.

Steven nunca fue un padre al uso y eso repercutió en sus relaciones personales. Su madre murió trágicamente cuando ella tenía seis años y pronto aprendió que a papá nunca se le molestaba. Él era una persona muy ocupada. Cuando contaba con nueve años, su padre conoció a la guapísima Samantha Summer, una guapa presentadora de televisión con la que nunca tuvo feeling. Ellos preferían acudir a fiestas y viajar, a preocuparse de la educación de una niña deseosa de cariño. Desde su más tierna infancia, aprendió que los besos y los arrullos solo los encontraba en Puerto Rico, donde vivía su abuela materna y donde acudía siempre que tenía vacaciones en el colegio. Ella intentó suplir a su madre. Siempre la escucho, le habló, le dio todo su amor y especialmente, la aconsejó

Ante la prensa y medios de comunicación La familia de Steven Rice era una familia perfecta, ideal. El glamour personificado. Pero en el corazón de Noelia, esa familia nunca existió.

Cuando creció y decidió ser actriz se negó a utilizar el apellido de su famoso padre, Rice. Lo detestaba. Por ello utilizó el apellido de su abuela. Sería Estela Ponce. Un apellido y nombre latino que a ella le llenaba de orgullo y honor, aunque entre sus amigos se hacía llamar Noelia. Le gustaba más.

Tras la premiére, Mike y ella, atendieron durante más de cuatro horas a la prensa con dedicación, en una sala acondicionada para ello. Aquello era agotador. Contestar una y otra vez las mismas preguntas —a veces indiscretas— de los periodistas sin desfallecer ni dejar de sonreír, en ocasiones, se hacía difícil. Pero aquello entraba en el paquete de ser actriz. Se estrenaba película y, sin duda alguna, había que atender a la prensa por muy agotador que fuera.

Cuando por fin las entrevistas acabaron y pudo salir de aquella sala su primo salió a su encuentro y, asiéndola del brazo, se la llevó hasta una limusina blanca. Mike se había marchado minutos antes y le había recordado a Tomi que tenía que llevar a Noelia a la fiesta posterior.

Agotada, se sentó en la limusina y cuando su primo cerró la puerta, esta desdibujó la sonrisa de los labios y se dirigió a él con gesto descompuesto.

—Dame una aspirina. La cabeza me va a estallar.

—Ay my baby! Pero, si tienes los ojos por los suelos. Toma my love —murmuró sacando de su enorme bolsón un bote con el medicamento—. Cómo me gustaría llevarte a casa y meterte en la camita tras hacerte drink un vaso de milk, pero…

—Lo sé Tomi, no te preocupes —sonrió al ver su gesto de preocupación.

Cinco minutos después y cuando la limusina circulaba por las calles, Noelia miró a su primo y dijo con mejor voz:

—Dame un cigarrillo por favor. Lo necesito con urgencia.

—Toma my love, te lo mereces —le contestó alargándole su pitillera de oro. Una pitillera que su padre, el gran Steven Rice le regaló años atrás y que estaba grabada con el nombre de Estelle N. Rice P—. Todo ha salido, ¡perfectl Tú, divinísima. Glamurosa. Impactante. Beautiful. Y Mike… mmmm ese galanazo neoyorquino con caray body de canalla estupendo. Oh, my god… la escena de la película en la que ambos os tiráis al mar desde el yate… ¡Qué abdominales! ¡Qué oblicuos los de ese pretty man!

Noelia puso los ojos en blanco. Su primo y su particular manera de hablar. Si había alguien que hablaba espanglish como nadie, ese era Tomi. Mezclaba el español con palabras en inglés continuamente, volviéndola loca. Sin querer escucharle más cogió un cigarrillo de su pitillera y lo encendió, mientras Tomi continuaba con su habitual chorreo de palabras.

—Por cierto, la prensa está rendidita a vuestros pies. ¡Lo habéis conseguido! ¡Qué marvellousl —Ella sonrió—, Y una vez conquistado el american market, en breve despegaremos para Europe. ¡Europe! —gritó su primo—. Primera parada; Berlín, después; Londres, París y. finalmente, Spain. Oh!… Spain! Con esos spanish tan remachos, tan toreros y tan hombretones romo Antonio Banderas. ¡I love them! No veo el momento de conocer a un latino de esos y que me vuelva crazy…

Agotada por la prensa, las obligaciones y el estrés del preestreno la joven fumaba mientras miraba por la ventana de la limusina. Adoraba a Tomi, pero a veces su parloteo era agotador. Y esa era una de las veces. Mientras él hablaba sobre españoles y músculos, Noelia aspiró de su cigarrillo y pensó en su futura conquista cinematográfica, España.

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