62

El veintisiete de febrero por la noche Juan estaba sentado cómodamente en su salón leyendo un libro cuando sonó el timbre de la puerta de su casa. Sorprendido, miró el reloj. Las doce y cuarto de la noche. Rápidamente se levantó y al coger el telefonillo escuchó:

—Abre Juan, somos nosotras.

AI escuchar aquello blasfemó ¿Qué hacían sus hermanas allí a esas horas? Pero apretando el botón del portero abrió la verja y después la puerta, quedándose de piedra al ver aparecer a sus hermanas, padre, abuelo, a Menchu y cuando creía que no podría ver entrar a más gente entró Carlos con su mujer, Lucas y Damián.

Boquiabierto al verles llegar con bebidas, hielo y bolsas de patatas fritas preguntó:

—¿Pero qué se supone que estáis haciendo aquí?

—Venir a ver la gala de los Oscar —respondió Eva dejándole patidifuso.

—¡¿Cómo?! —bramó enfurecido.

Lo último que le apetecía ver en aquel instante era aquel absurdo programa.

—Lo que oyes Juan —replicó Irene—. Lolo se ha quedado con los niños en casa y tú eres el único que tiene Canal Plus, a papá no le funciona.

Juan fue a decir algo cuando su amigo Carlos, tras darle un golpe en la espalda para llamar su atención, dijo:

—Eso te pasa por tener el Plus, nenaza.

Divertido por el gesto adusto de Juan, Lucas dijo al padre del anfitrión:

—Toma Manuel, una cervecita fresquita. —Y mirando hacia su enfurecido amigo, le guiñó el ojo y dijo—: en el frigorífico he puesto otra tanda. Creo que la noche va a ser larga.

—Vaya qué considerado —murmuró agriamente Juan.

—Churri —gritó Laura—. Dame una Coca-Cola.

—En seguida, preciosa —contestó Carlos encantado.

Sin entender nada de lo que estaba pasando, Juan, en medio del salón observaba todo aquel jaleo sin dar crédito mientras Senda, su perra, parecía encantada de tener a toda aquella gente allí.

—Por cierto —dijo Carlos tras entregarle el refresco a su mujer—, por si no te habías enterado, nuestra amiga Noelia está nominada a los Oscar y esto es como cuando España jugó en el mundial. En vez de todos con la roja, esta noche es ¡todos con Noelia! Nuestra chica tiene que ganar ese Oscar, sí o sí.

—No me jodas, hombre —protestó aquel—. ¿No os podéis ir al bar para verlo?

—Ni lo pienses, guapo —sonrió Almudena tras aparcar el cochecito de su bebé en un lateral del salón—. Pudiendo estar tu casa, ni de coña nos vamos al bar.

El abuelo Goyo, que estaba ansioso por ver aquel programa de televisión, cogió una de las butacas, la puso frente a la tele y gritó:

—El gorrioncito tiene que ganar por guapa y relinda.

Cada vez más alucinado, Juan les vio acomodarse frente al televisor, mientras charlaban y reían como si estuvieran en cualquier sitio menos en su casa. Incluso Senda parecía feliz. Jugueteaba con Damián mientras este le daba una patata frita. Quiso gritarles que se fueran, que no quería compañía, que lo último que quería ver era aquel programa cuando su padre, que le llevaba rato observando, le cogió por el hombro derecho y dijo ofreciéndole una cerveza:

—He traído croquetas. No veas lo buenas que salen con la nueva Thermomix.

—Pero papá… —se quejó desesperado.

—Lo sé hijo, lo sé —se disculpó aquel—, pero tus hermanas ya sabes como son y han movilizado a todo el mundo para ver la gala de los Oscar.

—¿Y no lo podían haber visto en tu casa?

Manuel sonrió, cada vez mas consciente de la necesidad de que Noelia volviera con su hijo, cogió una croqueta de la bandeja, le dio un mordisco, y dijo:

—No hijo. La gracia era verlo en la tuya.

—Joder —murmuró molesto.

Un rato después, tras poner todas las excusas del mundo para echarles de su casa, Juan claudicó. Nadie estaba dispuesto a irse de allí hasta que aquella maldita gala terminara. Pero les dejó claro una cosa. Él no iba a verla. Por ello, muy enfadado, se dirigió a su garaje dispuesto a hacer cualquier cosa menos estar allí sentado con ellos.

Sobre la una de la mañana todos vocearon al ver que por fin conectaban con el evento. Durante un buen rato vieron desfilar entre flashes a infinidad de famosos por aquella preciosa alfombra roja caminando hacia el teatro Kodak.

—Oisss que mona va la Portman —gritó Irene al ver a la actriz ataviada con un vestido granate corte imperio.

—Para mono su churri —añadió Laura—. Le conoció en el rodaje de la película Cisne negro ¿la habéis visto?

—Sí… a mi me gustó mucho —asintió Eva.

—Bueno… bueno… bueno… ¡Cómo va de guapa Penélope! —gritó Almudena.

Los ojos de todos se centraron en la actriz española y Lucas, tras beber de su cerveza, murmuró:

—Sí… está tremenda.

—¿Dónde están el gorrioncillo y Tomi? —preguntó el abuelo Goyo.

—Estarán al llegar —respondió Almudena.

—Por el amor de Diorrrrrrrr —gritó Eva—. Me encanta el vestido plateado que lleva Gwyneth Paltrow. Está guapísima.

—Guapísima… guapísima —corearon los hombres divertidos.

—Oh sí… el vestido es chulísimo. Pero claro, menudo tipazo que tiene ella. Ya quisiera yo —se quejó Almudena.

Churrí —gritó Laura—. Para la boda de mi prima Paz me haré un vestido como ese ¡que lo sepas!

—Genial, preciosa… genial —sonrió aquel tras encogerse de hombros ante la mirada guasona de sus amigos.

—Uoooo ¿y que me decís del vestido que lleva Hilary Swank? —aplaudió Menchu.

—Aisss que bonitoooooooo. Es preciosooooooooo —asintió Irene.

—Precioso… precioso… —volvieron a mofarse los hombres.

Diez minutos después Eva volvió a gritar.

—Joderrrrrrrrrrr ¡pero que bueno que esta el McConaughey! Ay Dios qué guapo está con ese esmoquin. No me digáis que ese tío no es sexy.

El resto de las mujeres asintieron.

—Todo tuyo hija. A mi me gusta más Colin Firth. Es más madurito, vamos como a mi me gustan —murmuró Irene,

Damián, que junto con los hombres se divertía con los comentarios que aquellas hacían, al escuchar a Eva y verla tan emocionada mirando la pantalla dijo:

—Bah… el macnosequé, tampoco es para tanto. Por cierto ¿no tiene nombre de hamburguesa?

Al escuchar aquello, la joven le miró y, tras darle un repaso de arriba abajo con un gesto devastador, susurró:

—Ya quisieras tú parecerte a él aun siendo una hamburguesa.

—Perdona guapa, pero ya quisiera él parecerse a mi. Y te recuerdo que yo soy de Ávila, como los chuletones —respondió aquel, ganándose varias palmaditas en la espalda de algunos hombres.

—Si es que es darle —se quejó Eva al verle sonreír.

—Eva María ¡ni caso! —replicó Irene.

—No empecemos Eva… No empecemos —sonrió Almudena.

—Pero ¿cuándo salen el gorrioncillo y Tomi? —insistió el abuelo Goyo con curiosidad.

Irene le rogó con la mirada a su hermana Eva que no discutiera con Damián, algo prácticamente imposible, pues era verse y chocar como dos trenes a alta velocidad. Después miro en dirección al anciano y 1c respondió.

—Abuelo Goyo, timen que llegar de un momento a otro. No te impacientes.

—¿Te dijo Tomi o Noe qué vestido llevaría para los Oscar? —preguntó curiosa Almudena—. Seguro que grandes firmas como Calvin Klein, Dior o Marchesa estarían como locos por verla desfilar con su precioso vestido.

—Seguro que se pone un Dior —asintió Menchu—. Noelia tiene cuerpo para ponerse eso y lo que quiera.

—Almu, Tomi no me dijo nada —respondió Eva y, bajando la voz para que Juan no la escuchara, murmuró—: Solo me dijo que intentara que el Xman viera la gala.

Al decir aquello todos se miraron entre sí y resoplaron. Juan no lo iba a poner fácil. Mientras tanto aquel, ajeno al plan que urdía el grupo, trasteaba en su garaje mientras escuchaba a los AC/DC.

—¿Y cómo hacemos para que se siente y la vea? —preguntó Irene.

—Tranquilas, preciosas —sonrió Lucas—. Para eso estamos nosotros aquí.

Todas sonrieron cuando de pronto Eva gritó:

—Ahí está Noeliaaaaaaaaaa. ¡Qué guapaaaaaaaaaaaaaaaa!

Desde el garaje, Juan escuchó el grito de su hermana y la herramienta que tenía en sus manos se le escurrió y cayó con gran estrepito al suelo. Durante unos segundos, intentó luchar contra la tentación de asomarse por la puerta y mirar el televisor, pero al final el deseo le venció y se acercó a la puerta para mirar. Allí estaba ella, tan guapa como siempre, con su espléndido pelo rubio recogido en un moño italiano y sus inquietantes ojos azules sonriendo mientras saludaba a otros actores.

—Ay mi gorrioncito que hermoso está. Es la más lustrosa de todas y Tomi, con ese traje rojo o encarnao o como él quiera llamarlo va mu relindo también —aplaudió el abuelo Goyo encantado de la vida.

Durante un rato, las cámaras de televisión siguieron los pasos de estos dos, en especial los de Estela Ponce que era una de las posibles premiadas de la noche.

—Ay churrí —gritó Laura emocionada—. Esta saludando a Vin Diesel.

—Si cielo ya lo veo —sonrió Carlos al escuchar a su histérica mujer.

De pronto, Eva miró a su hermana Almudena y preguntó:

—Pero el vestido que lleva Noelia ¿no es el que se compró en la tienda de Alicia? ¿El de las plumas?

Pero no le dio tiempo a contestar. El móvil de Almudena sonó y una alucinada Alicia gritaba como una posesa que el vestido que llevaba Noelia en la gala de los Oscar había sido diseñado y confeccionado ella.

—¡Qué fuerte! ¿Se ha puesto el vestido de Alicia? —gritó encantada Irene.

—Como diría Tomi, esta lady es lo más —se carcajeó Menchu.

Dos segundos después Noelia, junto a un guapísimo Tomi, se acercaron hasta los reporteros de televisión que les reclamaban, y tras contestar a algunas preguntas en inglés, un reportero le preguntó algo en español y ella contestó:

—Este bonito vestido es un diseño exclusivo de la maravillosa Alicia Domínguez. Una estupenda diseñadora española que tuve el placer de conocer cuando estuve en España, y que estoy segura que pronto dará mucho que hablar. De hecho Annette Bening ya me ha pedido su teléfono.

—Ay madre… Alicia tómate una tilita que la necesitas. Mañana hablamos —susurró Almudena antes de colgar.

Juan, incapaz de dejar de mirar la pantalla, siguió todos los movimientos de Noelia. Le encantaba cómo aquella preciosa mujer sonreía y eso le hizo que el corazón comenzara a latirle con fuerza. Pero cerró los ojos y volvió a lo que estaba haciendo. ¿Qué hacía mirándola? No debía martirizarse con algo que no podía ser.

Tras más de una hora y media en la que desde la casa de Juan piropearon a todos los actores que entraban en el teatro Kodak, la gala comenzó. Expectantes como nunca en su vida, ninguno quito el ojo de la pantalla, y cuando anunciaron que en unos minutos iban a abrir el sobre que desvelaba el gran secreto que todos esperaban, sin dudarlo Carlos, Lucas y Damián se dirigieron con paso firme al garaje, cogieron a su amigo Juan entre los tres, y sin importarle los puñetazos ni las blasfemias que aquel soltaba le sentaron frente al televisor.

—Queréis soltarme, joder —gruñó aquel.

—Ni lo sueñes —rio Carlos poniéndole unas esposas que lo sujetaban al butacón.

—Juanito, hermoso deja de moverte así o te cepillaras el butacón —dijo el abuelo Goyo con mofa.

Aturdido, explotó malhumorado:

—¡Os juro que esta me la vais a pagar! Papá —gritó—, haz el favor de decirles a estos idiotas que me suelten.

Manuel, al escuchar aquello, se dio la vuelta, cogió el plato de croquetas y preguntó:

—¿Quién quiere una croqueta?

—¡Papá! —vociferó incrédulo.

Como si de una comedia absurda se tratara todos gritaron mientras cogían lo que Manuel les ofrecía y cuando por fin callaron Juan gritó:

—Venís a mi casa, os entrometéis en mi vida y encima tengo que soportar que me hagáis esto.

—Anda Juan, cierra el pico —se quejó Eva—, Solo queremos que veas con nosotros si Noelia gana el Oscar o no. Al fin y al cabo la conocimos gracias a ti.

—Lucas, maldito cabrón ¡Suéltame!

—No divine —se mofó aquel—. Esta es mi venganza por levantarme a esa preciosidad.

—Pero ¿tú estás tonto? —voceó Juan. Y mirando a Damián insistió—: ¡Suéltame tú!

—Lo siento colega. Si lo hago Mariliendre y el churri luego no me ajuntaran. —Al decir aquello, Eva le miró divertida y le guiñó un ojo.

—¡Joder! Esta me la pagáis —soltó Juan desesperado Justo antes de que su hermana Eva le pegara algo en la boca.

Incrédulo, comprobó que un trozo de cinta americana le bloqueaba de pronto la boca. Ya no podía gritar.

—Tomi me dijo que con esto no escucharíamos tus maldiciones —dijo Eva encogiéndose de hombros.

—Psss a callar hermoso que van a decir si nuestra muchacha ha ganado o no —exigió el abuelo Goyo levantando su bastón nuevo.

Convencido de que nada podía hacer rumió sus blasfemias, mientras todos los demás sonreían y cruzaban los dedos a la espera de que abrieran el sobre y dieran el nombre de la ganadora al Oscar como mejor actriz.

De detrás del decorado salieron George Clooney y Sharon Stone y tras dar entrada al video de presentación de las nominadas, George, tan guapo y sonriente como siempre, abrió el sobre, sonrió y se lo pasó a Sharon que dijo:

And the winner is… Estela Ponce.

Al escuchar aquello, la locura reinó en casa de Juan. Todos saltaban, aplaudían y reían como cuando España ganó los mundiales de futbol, mientras Juan esposado en la butaca ni les veía. Solo podía mirar la pantalla de televisión, donde el realizador del programa se centró en la emocionada y llorosa ganadora abrazada a su primo Tomi. Sin poder demostrar su orgullo, Juan la vio saludar hecha un manojo de nervios a todos los que estaban sentados a su lado. Entre ellos reconoció a su padre, el gran Steven Rice. Ella le dio un rápido beso en la mejilla y este sonrió. Un minuto después, la flamante ganadora del Oscar a la mejor actriz, con su impresionante vestido de plumas negro subió al escenario en busca de su premio.

—¡Callaos leches! que va a hablar el gorrioncillo.

—Sube el volumen —pidió Manuel y arrancando de un tirón la cinta de la boca de su hijo le dijo—: Juan tradúcenos todo lo que diga.

Durante unos segundos, Noelia habló en inglés y Juan hipnotizado comenzó a traducir. Entre lágrimas y risas Noelia dio las gracias al director de la película por darle le oportunidad de interpretar aquel papel, a sus compañeros, a todo el equipo y a su padre. Las cámaras de televisión enfocaron Steven Rice quien asintió y sonrió tras su fría estampa. Las cámaras volvieron a enfocar a la emocionada ganadora y esta, buscando la que tenia encendido el piloto rojo, la miro y, en perfecto español, dijo sin importarle las personas que estaban a su alrededor:

—Este premio también se lo quiero dedicar a una maravillosa familia que conocí en un encantador pueblecito de España, llamado Sigüenza…

Al escuchar aquellos todos aplaudieron y Almudena divertida soltó:

—Aisss ya no solo conocerán Alcobendas por Penélope. Ahora gracias a nuestra Noelia medio planeta sabe que existe un pueblo en España llamado Sigüenza.

—Psss calla que sigue… —apremió Irene emocionada, mientras Noelia decía.

—Gracias a todos vosotros por ser como sois y haberme demostrado el cariño que me tenéis. Quiero que sepáis que os voy a querer hoy, mañana y siempre a todos —recalcó aquella última palabra con los ojos llorosos mientras la gente aplaudía—. Soy actriz. Me enorgullezco de ser actriz. Me gusta interpretar distintos papeles para hacer llorar, reír, emocionar, en definitiva, hacer soñar. Y aunque suene a utopía lo que voy a decir, me gustaría que alguna vez mi vida tuviera un final de película y ser yo la que soñara. —El público aplaudió y ella mirando a cámara añadió—: Aunque si les soy sincera una vez soñé. Conocí a un hombre especial, maravilloso e inolvidable que con sus miradas y su cariño consiguió que lo irreal se volviera real y que lo impensable, durante un corto espacio de tiempo fuera perfecto, maravilloso y posible. Gracias a él, atesoro en mi corazón bonitos recuerdos que nunca, nunca olvidaré.

Dichas esas palabras, la actriz, tremendamente emocionada dejó de mirar a la cámara, sonrió a todos los presentes del teatro Kodak y desapareció tras el decorado en medio de una clamorosa ovación.

En ese momento, todos, incluida la propia Senda, miraron con detenimiento a Juan que continuaba con la mirada fija en el televisor, alucinado y pasmado. Lo que aquella mujer acababa de hacer era la mayor muestra publica de amor que había visto nunca y el protagonista ¡era el!

Vaya… pensó aturdido.

—Juanito hermoso reacciona —gritó el abuelo Goyo—. Que el gorrioncillo te quiere. O como dicen en su tierra teaisloviu.

—Ay Dios… que momentazo —suspiró Menchu todavía sorprendida.

—… momentazo pero de los que se recordaran toda la vida —asintió Eva boquiabierta, consciente de que la prensa estaría a las puertas de la casa de su hermano en pocas horas.

—En vivo y en directo ha declaro su amor hacia ti ¡qué bonito! Y qué románticooooooo —añadió Irene.

Emocionada por lo que acababan de presenciar Almudena miró a su hermano y dijo.

—Juan, ella te quiere por quien eres. El resto no le importa. Solo le importas tú. ¿No te das cuenta?

Laura abrazándose a su marido Carlos le miró amorosa.

—Ay churri ¿tú me quieres tanto?

—Más… tesoro. Yo te quiero más —respondió encantado.

Lucas, que estaba tan sorprendido como el resto, al escuchar los comentarios romanticones de las féminas las miró y dijo:

—Mira que os gustan estas gilipolleces románticas a las mujeres.

—Ni que lo digas —asintió Damián divertido observando la cara de tontorrona de Eva.

La cabeza de Juan no paraba de dar vueltas mientras intentaba centrarse en lo ocurrido. Noelia, su Noelia, le acababa de hacer una declaración de amor en toda regla sin importarle absolutamente nada. Solo él.

—Esta muchacha nunca dejará de sorprenderme —rio Manuel emocionado por lo que aquella jovencita había hecho ante medio mundo y en especial, al ver a su hijo tan bloqueado.

—Joder… ¡pero que suerte tiene este tío feo! —se mofó Lucas—. Si no hubiera sido por ti, estoy casi seguro que ella hubiera hecho eso por mi.

Mariliendre no alucines, que tú no eres él —se mofó Carlos.

—¡Soltadme! —consiguió decir Juan.

—Vale —asintió Eva— Pero antes de que la líes parda déjame decirte que lo único que queríamos era que vieras lo que has visto porque tenías que verlo. Ayer cuando hablé con Tomi me dijo que…

—Soltadme ya —repitió lentamente.

—Oye Juan —dijo Irene al ver el gesto de su hermano—. Haz el favor de comportarte y no liarte a guantazos con ninguno de los presentes o te juro…

—¡Soltadme de una puñetera vez! —insistió con voz grave.

Al escuchar aquel tono de voz, Manuel retiró a sus hijas hacia atrás, se encaró a él y dijo:

—Ahora mismo Juan, pero tranquilito eh…

—Papá estoy muy tranquilito —asintió este.

Lucas, Damián y Carlos se agruparon dispuestos a defenderse de su ataque. Su mirada lo decía todo. Aquella mirada oscura delataba enfado y brutalidad. Entonces Carlos le tiró a Manuel la llave con la que abrir las esposas, y este procedió. Dos segundos después, ya liberado, Juan se levantó, anduvo hacia sus compañeros y dijo con voz áspera:

—Esta os la guardo a los tres.

—¡Qué emoción! —se guaseó Carlos.

—Uisss ¡qué nervios! —murmuró Damián.

—Acojonado estoy —se mofó Lucas ganándose una seria mirada por parte de todas las mujeres.

—¿Pero estáis gilipollas o qué? —vociferó aquel al escucharles.

—Ay Juanito no te pongas así, hermoso —murmuró el abuelo Goyo.

—Juan… Juan… —dijo Almudena interponiéndose entre aquellos titanes y su hermano—, no te enfades con ellos porque fuimos nosotras quienes les obligamos a que te cogieran por la fuerza y te esposaran al butacón.

Al escucharla, la miró y apartándola hacia un lado, se acercó intimidatoriamente a Carlos, que no se movió ni un ápice, y a un palmo de su cara murmuro:

Churri, vete comprando la pamela porque la vas a necesitar.

Carlos, al ver sonreír a su amigo, le abrazó. Por fin había quitado el freno de mano. Todos a su alrededor más relajados comenzaron a reír y Juan con las pulsaciones a mil, miró a su hermana Eva y dijo:

—Necesito dos cosas, urgentemente.

—A sus órdenes. Usted dirá Xman — se mofó está cuadrándose delante de él.

—La primera: búscame en tu maravilloso portátil nuevo, un billete de avión para Los Angeles.

Todos aplaudieron.

—¿Y la segunda? —preguntó Eva emocionada.

—Que me des el teléfono móvil de Tomi. Tengo que hablar con él —y mirándoles a todos sentenció—: Me voy a por Noelia para traerla a su casa.

—¡Olé por mi nieto! —gritó el abuelo Goyo encantado.

—Así se habla muchacho —aplaudió Manuel mientras todos alborozados sonreían. Juan, por primera vez en varios meses, volvía a sentir que le latía el corazón de emoción.

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