52

Llegó la última noche del año. El 31 de diciembre todos se vistieron con sus mejores galas dispuestos a despedir un año y recibir con buen píe el siguiente. Durante los días anteriores Eva intentó hablar con su hermano, pero le fue imposible. No encontró el momento. Estaba totalmente absorbido por Noelia y no quería interferir en su felicidad. Se sentía culpable por lo que tenía que decirle, pero era necesario.

Sobre las siete de la tarde, hora española, Noelia tras pensarlo con detenimiento, decidió llamar a su padre para desearle a él y a su mujer una feliz noche. Si algo le había enseñado su abuela era a comportarse con educación y decidió poner sus enseñanzas, un vez más, en práctica. Le gustara o no aquel hombre era su padre y así sería hasta que muriera. Como era de esperar, su trato fue frío e impersonal y Samantha, ni siquiera se puso. Cuando colgó, emitió un largo suspiro y besó la cabeza de Senda que estaba sentada a su lado encima de la cama.

—Que suerte tienes con tener una excelente familia que vela por ti —le dijo,

Una hora más tarde estaba dándose los últimos toques a su maquillaje cuando Juan abrió la puerta de la habitación y entró. Noelia se quedó sin habla. Aquel hombre, con su porte y su estatura, estaba guapísimo con ese traje oscuro. Él, al verla, silbó. Divertida por aquel gesto tan natural, se dio una vueltecita ante él y posando finalmente las manos en las caderas preguntó con chulería:

—¿Cómo me ves?

Devorándola con la mirada y deseoso de arrancarle el vestido y hacerle el amor, se acercó a rila y susurro sobre su boca.

—Perfecta.

Y sin decir nada más la besó. Le mordisqueó los labios arrancándole oleadas de placer y cuando ella sintió que él la levantaba del suelo y la llevaba hacia la cama, se deshizo del abrazo y dijo:

—Ah no… llevo una hora arreglándome y ahora tú no vas a estropearlo.

Al escucharla sonrió y con una salvaje mirada murmuró quitándose la americana:

—¿Seguro canija?

Divertida, corrió hacia el otro lado de la cama y levantando un dedo aseveró ante la picara mirada de él:

—Te lo digo en serio. No se te ocurra acercarte a mí. Llevo horas intentando colocar esta maldita peluca para estar presentable en la cena más importante del año en tu casa y…

—Y estás preciosa… —afirmó él. Pero al ver a su perra tumbada plácidamente en la cama protestó—: Por el amor de Dios, Noelia ¿cuántas veces tengo que decirte que no dejes que Senda se suba a la cama?

—Aisss es que es tan mona —sonrió acercándose a aquella para besarla en la cabeza—. Mírala ¿a que parece una reina?

Juan no respondió. Se limitó a miraría ¿cómo enfadarse con ella? Verla besuquear a su perra y hablarla con cariño le ablandaba el corazón.

—¿Sabes Senda? Te voy a comprar un collar con brillantes bien relucientes, simplemente porque te lo mereces.

Estrellita… —gruñó él—. No quiero que me amaricones a la perra con collarcitos relucientes.

Aquel comentario consiguió arrancarle una carcajada a ella.

—Ni le escuches Senda. Tú eres una mujer como yo y estoy segura de que querrás estar guapa ante los de tu especie ¿verdad? —La perra ladró—. Pues no se hable más. Te comprare un collar de reina para una reina como tú.

Juan la miraba embobado. Por primera vez en su vida, una mujer tenia ocupada las veinticuatro horas del día su cabeza, cuando estaba con ella solo quería besarla, mimarla y hacerla feliz y cuando estaba lejos de ella, solo deseaba regresar a su lado. Aquello le tenía desconcertado como nunca en la vida y comenzaba a preocuparle. Ella le provocaba una ternura hasta ahora desconocida que le estaba comenzando a gustar y eso desencajaba en su día a día. Le encantaba despertarse y acostarse con ella. Le apasionaba bailar en el salón a la luz de las velas, pasear en su compañía por el campo y un extraño nerviosismo se apoderaba de él cuando pensaba que aquellos momentos, tarde o temprano, tendrían que acabarse. Pero consciente que no era momento de pensar en ello, si no de disfrutarla al máximo, le tendió la mano.

—Vale, cómprale a Senda lo que quieras, pero ven aquí.

Con una candorosa sonrisa la joven se acercó a él y tras recibir varios besos en el cuello que consiguieron ponerle la piel de gallina él la despegó de su cuerpo y susurró:

—Tranquila, cielo. Por mucho que desee desnudarte no lo voy a hacer. Confía en mi ¿vale?

Decidió creerle, y ambos se acercaron al espejo ovalado de la habitación.

—¿Se nota que el vestido no es de firma?

Juan, que precisamente se estaba fijando en otra cosa que no era el vestido, respondió tras suspirar de satisfacción:

—No.

—¿Y que me ha costado muy barato?

Divertido por aquella pregunta, la abrazó por detrás y le susurró al oído mientras ambos se miraban en el espejo:

—No, cielo. Lo único que se nota es que este vestido te sienta muy, pero que muy bien. Estás preciosa.

Complacida por su respuesta y encantada por cómo la abrazaba con posesión suspiró:

—Han… me gusta saberlo.

Tras besarla por el cuello, y dejar en su recorrido cientos de anhelos, con voz ronca y sensual le susurró:

—Cuando te vean mis amigos esta noche en el Croll, van a babear y con razón, porque serás la mujer mas sexy y guapa del local, y yo estaré como loco por regresar a rasa para quitarte este fantástico vestido y disfrutar de ti y de tu maravilloso cuerpo durante horas y demostrarte una vez más que conmigo lo tienes todo incluido.

—Uooo… eso me gusta más —se mofó ella dándose la vuelta para besarle.

Unos golpes en la puerta y la voz de Tomi al otro lado les hicieron regresar a la realidad.

—Parejita feliz, ¿puedo entrar?

—Sí —respondió Juan separándose de Noelia.

La puerta se abrió y ante ellos apareció un Tomi en todo su esplendor. Llevaba un traje de chaqueta, pero si bien el de Juan era negro, él lo llevaba azul y de seda.

—Por el amor de Diorrrrrrrr, de my life y de todo lo habido y por haber en este mundo. Eres el hombre de mis sueños más rosas y perversos. ¡Estás divinooooooooo! —gritó mirando a Juan de arriba abajo.

Noelia, al ver que a ella ni la miraba, se quejó divertida.

—Eh… hola… yo también estoy aquí.

Pero Tomi solo tenía ojos para Juan y al ver la guasa en los ojos de aquel, llevándose las manos a la boca murmuró:

—… pero por qué no conoceré yo a un spanish como tú para que me quite las penas y llene mi aburrida life de alegrías, gozo, sexo loco y desenfreno. —Al ver que aquel se desternillaba de risa prosiguió—: ¿Estás seguro de que eres hetero?

—Seguro —asintió Juan.

—¿Muy… muy seguro?

—Totalmente seguro.

Tomi, retirándose un mechón de la cara con coquetería insistió:

—No cabe la más mínima posibilidad de que…

Noelia le tiró un cojín a la cara y grito al más estilo puertorriqueño.

—Tomaso Anthony Nández Ponce ¿quieres levantarme a mi hombre? Porque si es así, mira que tú y yo vamos a tener problemas.

—Uyyy… mira la loba como se pone por su Xmen. —En ese momento sonó el timbre de la puerta—. De todas formas ya sabes divine, si alguna vez quieres probar algo diferente, no lo dudes soy tu hombre.

Tras aquello Tomi sonrió y dijo antes de salir de la habitación para abrir la puerta:

—Por cierto, queen han llamado Wynona, Angelina, Tommy Lee, Penélope, Salma y Jenny para desearnos feliz salida de año. Y me han dicho que les llames o les envíes al menos un email para ponerles al día de your life.

—Tomi ¿por qué no me los has pasado? Me hubiera gustado hablar con ellos —protestó ella al escucharle.

—Porque temía interrumpir un momento sexual lleno de lujuria, morbo y desenfreno hija ¡que todo hay que decirlo! —se mofó aquel antes de desaparecer.

Juan estaba aturdido por la verborrea de Tomi y, en especial, por la lista de nombres que este había citado:

—Las personas que ha nombrado tu primo, ¿son las que yo me imagino? —preguntó cuando se quedaron a solas.

—Sí cielo, son ellos —y encogiéndose de hombros aclaró—: Son mis amigos y simplemente se preocupan por mí.

Impresionado, susurró divertido:

—Vamos… igualito que cuando a mi me llaman el Pirulas, o el Rúcula.

Haciendo caso omiso, Noelia volvió a mofarse de las proposiciones de su primo, hasta que Juan la besó en los labios para callarla.

—Anda… vámonos. Antes de que empiece a planteármelo.

Cuando comenzaron a bajar las escaleras se encontraron a Tomi abrazando a Eva, que había pasado a recogerles con Almudena.

—Estáis guapísimas —rio Juan al ver a sus hermanas con aquellos vestidos.

—No mientas. Aún parezco un tonel —se mofó Almudena con su bebé en brazos.

Todos rieron, y poco después los cinco tomaban algo en el salón de la casa. Eva, en un momento dado, logro aproximarse a su hermano.

—¿Podemos hablar un segundo?

—¿Qué ocurre?

Acercándose aún más a él cuchicheó:

—Tengo que hablar de algo contigo, pero a solas.

Aquello atrajo su curiosidad, pero cuando iba a responder, Noelia llegó hasta ellos, se colgó del brazo de Juan y les impidió continuar con la conversación.

Diez minutos después y mientras esperaban a que Almudena saliera del servicio para dirigirse todos juntos a la casa de Manuel, Eva, volvió al ataque.

—Juan tengo que hablar contigo.

—Luego Eva, Luego.

—Pero es que necesito preguntarte algo.

—Luego Eva. ¿No ves que ya vamos para la casa de papá?

—Pero es importante.

—Ahora no pesada —sonrió él—. Luego.

Al ver que era imposible acceder a él, insistió por otra vía:

—Oye ¿sigues teniendo aquí la cazadora vaquera que me dejé hace meses?

—Sí. Está en mi habitación.

—¿Te importa que suba a por ella?

—¡¿Ahora?!

—Sí, es que siempre que me la quiero poner nunca la tengo a mano.

—Ya te la daré otro día, Eva. Ahora nos vamos a casa de papá —dijo al ver a su hermana salir del baño y a Noelia y Tómi abrir la puerta de la calle.

—Dime donde está y yo subo a por ella —insistió aquella—. Será un segundo.

—Vale pesada, sube. Está en el lado derecho del armario de mi habitación.

Eva esperó a que su hermana se pusiera el abrigo y saliera de la casa junto a los demás. Se encaminó hacia la habitación, entro, entorno la puerta y recorrió el espacio con la mirada. Vio ropa de Noelia sobre una silla y sonrió al ver algo parecido a una camiseta sobresalir por debajo de la almohada. Sin perder mi segundo, busco el trolhy de Noelia y lo localizó en un lateral de la habitación.

—Louis Vuitton, ¿cómo no? —susurró para sí al verlo de cerca. Sin pararse a pensar lo abrió y tras rebuscar unos segundos, encontró una especie de cartera pequeña, la abrió y encontró lo que buscaba: su pasaporte, otra peluca de repuesto y varios juegos de lentillas.

Confirmado. Eres tú, pensó al corroborar sus suposiciones.

Cerró el equipaje tratando de dejarlo todo como lo había encontrado. Y, cuando se disponía a salir, sus ojos se fijaron en algo que había sobre una de las librerías. Sin poder evitarlo, se acercó hasta ese objeto. Su corazón comenzó a bombear con celeridad cuando vio la fotografía que había dentro de aquel marco en tono gris. Alucinada, comprobó que las dos personas que se besaban, mostrando unas alianzas y unos trajes de novios desastrosos eran su hermano y la joven que se hacía llamar Noelia.

—Copón bendito, pero esto ¿de cuándo es?

Instintivamente sacó su Blackberry e hizo una foto. Pero al mover el marco para volver a ponerlo en su sitio se cayó un papel. Lo cogió y al leer lo que en él ponía las manos le temblaron. Era una licencia de matrimonio de Las Vegas donde figuraba el nombre de su hermano y el de la actriz.

Tan ensimismada estaba observando aquello, que no oyó que la puerta de la habitación se cerraba.

—Ya sabía yo que no era la cazadora lo que le interesaba a la señorita metomentodo.

Al volverse se encontró con la imponente presencia de su hermano y su gesto de contrariedad,

—¿Qué es esto? —preguntó la joven con el papel en la mano.

Sin mediar palabra, él se acercó hasta ella, le arrancó de las manos la licencia y la colocó detrás de la foto.

—Maldita sea, Eva. ¿Desde cuándo te permites cotillear en mi vida?

—Joder Juan, llevo días queriendo hablar contigo, pero eres más inaccesible que el rey de España.

—Muy bien. Sorpréndeme suspiro resignado. ¿De que quieres hablar?

—Tú sabes que ella es Estela Ponce y…

—Si.

—¿Y?

—¿Y qué? —gruñó él.

—Joder Juan que…

—Basta Eva —la cortó—, Y por tu bien, no te metas donde tío te llaman.

Pero deseosa de saber, sin escuchar, volvió al ataque y preguntó.

—¿Estás casado con ella? ¿Estás casado con Estela Ponce?

—No.

—¿Entonces?

—Estamos divorciados —respondió molesto.

Sorprendida como nunca en su vida, preguntó en un hilo de voz.

—¿Pero cuando te casaste con ella?

—Mira Eva, eso ocurrió hace mucho tiempo, y si yo no te lo he contado, y ella tampoco lo ha mencionado, es porque no hemos querido. Eso ocurrió hace tiempo y es algo entre ella y yo. Por lo tanto, te rogaría que olvides tu alma de periodista metomentodo, y mantengas tu boquita cerrada para no ocasionarme problemas. ¿Me has entendido?

—Pero Juan, esto… esto es un bombazo informativo.

—¿Has hecho alguna foto? —preguntó enfadado al verla con el móvil en la mano.

—Sí.

—Bórrala inmediatamente.

—Tranquilo. Nadie las va a ver, además…

—¡Bórralas! —exigió él.

—Juan estoy segura de que la noticia y las pruebas que tengo me asegurarían unos buenos ingresos. Incluso, si lo gestiono bien, un trabajo en una buena redacción —susurró al darse cuenta de lo que tenía entre las manos.

—Eva, por favor…

—Joder Juan soy periodista igual que tú eres un geo. ¡Es mi trabajo!

—No lo hagas —le rogó.

—¿Sabes lo que me estás pidiendo?

—Sí. Lo sé —suspiró—. Ella es importante para mí y si esto se supiera…

—Pero Juan… ella y tú, ella es…

—Sé quien es ella y también sé quién soy yo —dijo con desesperación—. Solo espero que no olvides quién eres tú y pienses, antes de proceder, quién soy yo para ti.

Sin mediar palabra, abrió la puerta y la invitó a salir de la habitación.

—Que sepas que la prensa de todo el mundo la está buscando. Lo sé porque Yoli me mandó hace días un email con la noticia de que Estela Ponce no había abandonado España. Cientos de periodistas la están buscando y, tarde o temprano, llegaran aquí. Te lo aseguro.

—¡Joder! —maldijo al escuchar aquello.

—Juan sé realista. Esto se va a saber, comenzaran a tirar de la cuerda hasta que…

—Es imposible que nadie nos relacione.

—Leches, Juan… que soy periodista y sé de lo que hablo.

Al comprender que su hermana tenía razón dio un puñetazo contra la pared, lleno de frustración. Apenas quedaban diez días para que Noelia se marchara y no quería tener problemas. No quería problemas, pero tampoco que ella se fuera. Eva pudo adivinar los sentimientos de su hermano en su mirada y trató de consolarle.

—Al menos, vuestro secreto está a salvo conmigo aunque te cueste creerlo —dijo haciéndole sonreír— Te quiero tanto que soy capaz de renunciar a la pasta gansa que podría ganar por este bombazo informativo. ¿Y sabes por qué? —él la miró—. Porque me gusta ver tu cara de merluzo enamorado.

Al mirar a su hermana a los ojos y sentir su franqueza, él sonrió y tras darle un abrazo murmuró mientras bajaban las escaleras:

—Gracias señorita metomentodo.

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