La sentina era un agujero claustrofóbico lleno de los mareantes vapores del gasóleo. McCaleb llevaba una vieja camiseta enrollada en la cara, como un bandido, y aun así los humos llenaban sus pulmones. Había apretado tres de los nueve tornillos que sujetaban el filtro de combustible que tenía que cambiar. Estaba peleándose con el cuarto, torciendo el cuello en un vano intento de evitar que el sudor se introdujera en sus ojos, cuando oyó una voz de mujer.
– Hola, ¿hay alguien?
McCaleb dejó lo que estaba haciendo y se quitó la camiseta de la cara. Se arrastró hasta la escotilla abierta y salió. Jaye Winston estaba de pie en el muelle, esperándole.
– Jaye, ¿qué pasa? Sube a bordo.
– No, tengo que irme. Sólo quería parar para decirte que lo hemos encontrado. Voy camino a México.
McCaleb arqueó las cejas.
– Está muerto. Se suicidó.
– ¿De veras?
– Estamos tratando con la policía judicial de Baja California, así que no hay nada seguro hasta que lleguemos allí, pero encontraron el cadáver en un lugar llamado Playa Grande, en la costa. Se disparó en el corazón. Un chico que cuida caballos en la playa lo encontró. Eso fue hace dos días. Nosotros acabamos de enterarnos.
McCaleb vio a un hombre con camisa blanca y corbata paseando cerca de la verja de la pasarela. Supuso que era el compañero de Winston.
– ¿Están seguros de que era él?
– Eso dicen. La descripción coincide. Además encontraron una caravana lejos de la playa. Había ordenadores, fotos, todo tipo de material. Parece nuestro hombre. Además dejó una nota de despedida en el ordenador.
– ¿Qué decía?
– Bueno, es todo por fuentes indirectas, pero básicamente se responsabilizaba de sus actos y decía que merecía morir por eso. Era muy breve.
– ¿Encontraron un arma?
– Todavía no, pero hoy están peinando la playa con detectores de metales. Si la encuentran probablemente sea nuestra HK P7. La bala que le extrajeron en la autopsia era una Federal FMJ. Ya veremos si nos la ceden para compararla con las de nuestros casos.
McCaleb asintió.
– ¿Bueno cómo van a presentarlo?
– Es bastante sencillo. El tipo sabe que lo perseguimos, tiene un ataque de remordimientos, escribe la nota, baja a la playa y se dispara al corazón. La marea lo arrastró hasta las rocas y el cadáver se quedó encallado. Por eso no se lo llevó la corriente. Vamos a ir allí para echar un vistazo y recoger huellas. Probablemente no haya residuos de pólvora porque el cuerpo estaba en el agua. Pero una cosa es segura, no vamos a cerrar el caso hasta que estemos completamente seguros de que se trata de Crimmins.
– Sí, es una buena idea.
– Quiero asegurarme, porque no me parecía que esto fuera a acabar en suicidio, ¿me entiendes? -Lo miró fijamente.
– Bueno, nunca se sabe.
Ella asintió y por primera vez desvió la mirada. Observó que su compañero los estaba observando desde demasiado lejos para poder oírles.
– ¿Qué tal en Las Vegas, Terry?
McCaleb se sentó en la borda y dejó a su lado la llave inglesa con la que había estado trabajando.
– Eh…, bueno, al final no fui a ninguna parte. Decidí que si no me ponía con esto no iba a arreglarlo nunca. Desconecté el teléfono y trabajé en el barco. Creo que por fin está listo para navegar.
– Bien. Espero que pesques mucho.
– Lo haré. Pásate un día y te llevaré a pescar un marlín.
– Te tomo la palabra. -Winston echó otro vistazo al puerto-. Bueno, será mejor que me vaya. El camino es largo y ya llevamos bastante retraso.
– Buena suerte.
– Gracias.
Winston hizo amago de irse, pero luego dudó y volvió a mirarle.
– He visto tu Cherokee en el aparcamiento. Deberías lavarlo, Terry. Tiene un montón de polvo.
Ambos sostuvieron la mirada durante un largo instante y el silencioso mensaje quedó claro.
– Lo haré -dijo finalmente McCaleb-. Gracias.