Deuda de sangre es una obra de ficción, pero está inspirada en conversaciones con mi amigo Terry Hansen, a quien le trasplantaron un corazón el día de San Valentín de 1993. Le agradezco su franqueza para discutir los cambios emocionales y físicos que semejante acontecimiento supuso en su vida.
También quisiera dar las gracias a todos aquellos que me ofrecieron sus consejos y su experiencia durante la redacción de esta novela. Particularmente, quisiera dar las gracias a Linda y Callie por soportarme; William Gaida, agente retirado del Departamento de Policía de Los Ángeles por explicarme el arte de un interrogatorio mediante hipnosis; y a Jim Carter por mostrarme los barcos y el puerto deportivo de Cabrillo Marina. También quiero dar las gracias a Gene Riehl, agente retirado del FBI, Scott Anderson, zar de los ordenadores, Larry Sulkis, primer artillero y Scott Eyman, el genio de la escritura que me convenció para que no saltara al vacío después de descartar 240 páginas (a propósito) y tener que empezar de nuevo.
El libro y el autor se han beneficiado inmensamente de las opiniones de quienes lo han leído en sus diferentes fases. Entre ellos: Mary Connelly Lavelle, Susan Connelly y Jane Connelly Davis, Joel Gotler, Brian Lipson, Philip Spitzer, Ed Thomas, Bill Gerber, Melissa Rooker y Clint Eastwood. (Mi agradecimiento especial a Joel por los riffs de armónica.) Mi editor, Michael Pietsch, realizó el trabajo magistral que le caracteriza al tomar un enorme manuscrito y sacar lo mejor de él.
Por último, una vez más gracias a los libreros que me ayudan a contar historias.
Michael Connelly
Los Ángeles