El grupo estaba conformado por seis personas, tres policías locales y tres civiles. Jeremy, Peter, Nick y yo salimos a ayudarlos a investigar, mientras Antonio volvía a la casa para vigilar a Clay, en caso de que no mantuviera su disposición a no interferir. Los cuatro cumplimos el papel de buenos ciudadanos, sensibles, investigando en el bosque y a la vez manteniendo alerta la nariz por cualquier cosa que no quisiéramos que encontraran los humanos. Una cosa que habría preferido que no encontraran apareció rápidamente.
– ¡rTengo algo! -gritó uno de los hombres.
– Es Mike -gritó otro, alejándose a la carrera.
Cuando todos convergían en la escena, la voz de Nick resonó, ahogada de risa apenas contenida.
– Olvídenlo. No… no es nada importante.
– ¿Qué carajo quieres decir? -dijo el primer hombre. -Quizá para ti esto sea una broma, hijo, pero…
El resto de la oración se perdió cuando llegamos al claro para encontrar a uno de la partida mirando una camisa rasgada. Había ropa rasgada por el suelo y colgando de los arbustos. Nick alzó una bombacha blanca y me sonrió.
– ¿Perros salvajes? ¿O fue Clayton?
– Ay, Dios -murmuré.
Fui a quitarle la bombacha, pero la sostuvo sobre su cabeza, sonriendo como un niño.
– Veo París, veo Francia, veo la bombacha de Elena -canturreó.
– Todos han visto mucho más que eso -dijo Jeremy-. Creo que podemos continuar con la búsqueda.
Peter quitó la camisa de Clay de una rama y la alzó para poder mirar a través de un agujero que tenía en el medio.
– Caray; ustedes sí que saben hacer daño. ¿Dónde está la cámara oculta cuando uno la necesita?
– ¿Así que esto no 1o hicieron perros salvajes? -preguntó uno de los de la partida.
Peter sonrió y dejó caer la camisa.
– No. Sólo hormonas salvajes.
Los otros hombres, que finalmente habían dejado de mirarme de soslayo después del incidente en que me vieron «desnuda en el patio", ahora me miraban con renovado interés. Sonreí, esforzándome por no gruñirles y luego volví rápidamente al bosque.
Jeremy, dos de la partida y yo estábamos revisando los arbustos en el cuadrante nordeste del bosque cuando escuchamos un grito, esta vez tan urgido que corrimos al lugar. Cuando llegamos, Nick y dos de la partida estaban junto a un cuerpo. Nick alzó la vista y me dirigió una mirada que decía que había intentado evitar que los hombres vinieran a este lugar. Jeremy y yo fuimos junto al cuerpo y lo miramos. Era el hombre desaparecido. Su camisa estaba rasgada en el cuello y llena de sangre. Tenía la garganta abierta, con colgajos de carne. Las cuencas vacías donde habían estado sus ojos nos miraban. Lo habían encontrado los cuervos o los buitres antes que nosotros. Además de los ojos, le habían picoteado el rostro y habían dejado agujeros sangrientos a través de los cuales se veía el hueso blanco. Su camisa y su cabeza estaban rodeadas de pedazos de carne, como si la gente hubiese espantado las aves de rapiña cuando se daban su festín.
– Igual que los otros -dijo un hombre y luego dejó de mirar.
– Hay una diferencia -dijo otro-. No se lo comieron. Por lo menos no los perros. Supongo que lo hicieron los pájaros; los hijos de puta no perdieron el tiempo.
Un hombre más joven de pronto se dio vuelta y corrió al bosque. Segundos más tarde lo oímos vomitar. Dos de los hombres sacudieron la cabeza en una expresión de conmiseración, y los dos se veían también un poco verdes. Mi estómago tampoco estaba del todo bien, aunque eso no tenía nada que ver con el cadáver. Cuando el hombre más joven terminó de vomitar, se quedó callado un momento y después salió corriendo de la espesura.
– ¡Vengan! ¡Tienen que ver esto!
Sabía lo que había encontrado. Lo sabía y temía entrar en la espesura para confirmar mis sospechas, pero Jeremy me empujó hacia delante. Cuando me metí entre los árboles, el olor del vómito me provocó más nauseas. Luego miré el suelo, siguiendo la dirección que indicaba el joven con el dedo. En el suelo húmedo había huellas de animal.
– Miren el tamaño -dijo el joven-. Dios, son grandes como platos. Como dijeron esos chicos. ¡Estos perros son inmensos!
Al observar los árboles, alcancé a ver algo en un espino. Un poco de pelo dorado que brillaba incluso a la sombra. Mientras todos los demás miraban las huellas, fui hasta el arbusto, me paré delante, extendí la mano hacia atrás y metí el pelo en mi bolsillo. Luego busqué a ver si había más. Como no encontré, miré las huellas, tan reconocibles como las huellas de un par de zapatos familiares. Al mirarlas me sentí mal. Después la desilusión se convirtió en otra cosa. Furia.
– Tengo que irme -murmuré mientras me empezaba a alejar.
Nadie intentó detenerme. Los humanos supusieron que era una reacción demorada por el cadáver y la Jauría no quería hacer escándalo.
– ¡Clayton! -grité al dejar que se cerrara la puerta detrás de mi.
Clay apareció en la puerta de la cocina, con una cuchara de madera en la mano.
– No tardaron mucho. Ven y haz el café.
No me moví.
– ¿No me vas a preguntar si encontraron al hombre desaparecido?
– Eso implicaría que me importa.
– Lo encontraron.
– Me alegro, así que se irán. Tanto mejor. Ahora ven y…
– Encontré esto junto al cuerpo -dije, sacando los pelos de mi bolsillo.
– Parece mío.
– Es tuyo. Y también estaban tus huellas allí.
Clay se apoyó en el marco de la puerta.
– Mi pelo y mis huellas en el bosque. Qué curioso. Espero que no estés insinuando lo que creo, cariño, porque si lo recuerdas, yo estuve contigo toda la noche, que es cuando Tonio dice que desapareció este tipo.
– No estabas conmigo esta mañana cuando me desperté.
Clay casi deja caer la cuchara.
– ¡Me fui cinco minutos! ¿Cinco minutos para rastrear a un tipo y matarlo? Soy bueno, pero no tanto.
– No tengo idea de cuánto tiempo te fuiste.
– Sí que lo sabes, porque te lo estoy diciendo. -Los vestigios de buen humor desaparecieron del rostro de Clay al acercárseme.
– No lo hice. Usa la cabeza, Elena. Si hubiese perdido el control y matado a ese tipo te lo habría dicho. Te habría pedido que me ayudaras a deshacerme del cuerpo y a decidir qué decirle a Jeremy. No habría estado retozando en la laguna mientras hubiera un humano en nuestro bosque, a la espera de que lo encontrara otro grupo de cazadores.
– Creíste que tenías más tiempo. Pensabas ocultar el cuerpo más tarde, luego de quitarme de ahí.
– Eso es mentira; lo sabes. No te oculto nada. No te miento. No te engaño. Nunca.
Me adelanté con el rostro en alto.
– ¿De veras? No sé por qué olvido la discusión que tuvimos antes de que me mordieras, cuando me dijiste lo que pensabas hacer. Supongo que es una amnesia conveniente.
– No lo planeé -dijo Clay, erguido delante de mí. La cuchara de madera se rompió en dos cuando apretó el puño. -Ya hablamos de eso. Sentí pánico…
– No quiero oír tus excusas.
– ¿Nunca quieres oírlas, verdad? Más bien quieres hablar de cosas que no hice. y después meter eso en el medio cuando aparece la oportunidad. ¿Por qué me molesto en defenderme? Tú ya sabes todo lo que hago y no hago y los motivos. Nada que yo diga puede cambiar eso.
Se dio vuelta y volvió a la cocina. Yo giré en sentido contrario, caminé hasta el estudio y cerré la puerta de un golpe.
Sentada en el estudio, advertí sorprendida que no tenía el impulso de huir. Mi pelea con Clay no me había dejado con el impulso irresistible de escapar de Stonehaven. Lo de anoche había sido un error, pero del que había aprendido algo. Había bajado la guardia, cediendo a mi deseo inconsciente de volver a estar con Clay ¿Y qué pasó? A las pocas horas me estaba mintiendo. En el momento mismo en que estábamos en el bosque, mientras yo dormía, él estaba dando rienda suelta a su lado más oscuro. No cambiaría. No podía cambiarlo. Era violento, egoísta y no se podía confiar en él. Me hizo falta una noche para volver a darme cuenta de eso, y valió bien la pena.
Unos veinte minutos más tarde, se abrió la puerta del estudio y Nick miró al interior; Yo estaba acurrucada en el sillón. Cuando abrió la puerta me enderecé.
– ¿Puedo entra?? -preguntó.
– Huelo comida. Si la compartes eres más que bienvenido.
Entró al cuarto y puso un plato de panqueques y jamón en el banquito. Los panqueques no tenían ni manteca ni jarabe de arce.
Tomé uno y lo tragué demasiado rápido como para sentirle el gusto, para no recordar quién los había hecho y por qué.
– ¿Se acabó? -pregunté.
Nick se dejó caer en el sofá y se estiró.
– Casi. Llamaron a más policías del pueblo. Están allí ahora. Jeremy y Peter me enviaron.
Antonio atravesó la puerta.
– ¿Están investigando? -preguntó mientras sacaba las piernas de su hijo de encima del sofá para sentarse.
Nick se encogió de hombros.
– Supongo que sí. Trajeron cámaras y una bolsa de cosas. Viene alguien de la morgue a buscar el cuerpo.
– ¿Crees que encontrarán algo? -me preguntó Antonio.
– Con suerte, nada que no vincule el asesinato a un perro salvaje -dije-. Si parece claro, probablemente cierren la investigación rápido y dediquen sus esfuerzos a encontrar los penos. No tiene sentido buscar evidencias cuando los presuntos asesinos nunca irán a juicio.
– Tan sólo un disparo de escopeta -dijo Antonio-. Si ven la mínima señal de una pelambre en el bosque, van a disparar. Cuando necesitemos correr, vamos a tener que encontrar algún lugar lejos de aquí y de Bear Valley.
– Carajo -dijo Nick, sacudiendo la cabeza-. Cuando sepamos quién es el responsable, va a pagar por esto.
– Yo tengo idea de quién es el responsable.
Saqué el pelo de mi bolsillo y lo tiré a sus pies. Nick lo miró un momento, confundido. Luego se abrieron grandes sus ojos y me miró. Evité su mirada, para no ver la incredulidad que se dibujaría en ellos. Antonio miró una vez el pelo, luego se recostó en el respaldo y no dijo nada.
Una hora más tarde me encontraba otra vez en el estudio, mientras los demás se habían ido a cumplir obligaciones menos sedentarias o en busca de una compañía más amable. Sentada allí, mi mirada fue hasta el escritorio al otro lado del cuarto. Estaba cubierto con las habituales pilas de papeles y revistas de antropología. Me hizo acordar de cómo había conocido a Clay, de cómo me metí en este lío. Cuando yo era estudiante de la Universidad de Toronto, tenía un interés menor en la antropología. En mi primer año había hecho un trabajo sobre religiones antropomorfas, que era la especialidad de Clay, y yo había estudiado suficientes trabajos de él como para reconocer su nombre al ver un aviso de su serie de conferencias. Sus apariciones en público eran tan escasas que ya estaba cubierto el cupo de inscripción y yo me metí de contrabando. El mayor error de mi vida.
No sé qué vio en mi Clay que lo hizo dejar de lado su desprecio por los humanos. Dice que vio en mí algo que reconocía en sí mismo. Eso es basura, por supuesto. Yo no era parecida a él en nada o, si lo era, fue a partir de que me mordió. Si me hubiera dejado tranquila, yo habría crecido, me habría asimilado al mundo humano y habría sido una persona feliz, bien adaptada, que habría dejado atrás toda la carga y la furia de la infancia. Estoy segura.
– Sangre -dúo Clay, abriendo con tanta fuerza la puerta del estudio que dio contra la pared y agregó una más a las marcas acumuladas a lo largo de las décadas. ¿Dónde está la sangre?
– ¿Qué sangre?
– Si maté al tipo, habría sangre en mí.
– Te lavaste en la laguna. Por eso inventaste eso de que fuiste a ver la temperatura del agua, para explicar por qué estabas mojado.
– ¿Que lo inventé? Carajo… -se detuvo, tomó aire y empezó de nuevo-. Bueno, suponiendo que me lavé en la laguna y decidí que sería más fácil inventar una excusa de por qué estaba mojado en vez de secarme, aun así habría olido a sangre. El olor no se va tan fácil.
– Ya se habría debilitado. Tendría que haber estado buscándolo para percibirlo.
– Bueno, hazlo ahora. Vamos. -Me miró a los ojos. -Te desafío.
– Has tenido mucho tiempo para lavarte.
– Entonces ve a ver mi ducha. Fíjate si está mojada. Mira mis toallas. Fíjate si están húmedas.
– Ya habrías ocultado el rastro. No eres tan estúpido.
– No, sólo lo suficientemente estúpido como para dejar un cuerpo en el bosque con mis huellas y pelos por todas partes. ¿Para qué me molesto? Nada que pueda decir te hará cambiar de idea. ¿Sabes por qué? Porque quieres creerlo. Así puedes encerrarte aquí y pensar en lo estúpida que fuiste en venir a buscarme anoche, maldecirte por haber cedido ante mí, por haber olvidado qué monstruo soy.
– Eso no es lo que…
– ¿No? -Dio un paso adelante. -Mírame a los ojos y dime que no es lo que has estado haciendo en la última hora.
Lo miré con odio y no dije nada. Clay se quedó allí al menos un minuto, luego alzó las manos y se fue furioso.
Al rato entró Jeremy. Sin decir nada, fue hasta donde estaba el pelo de Clay, lo tomó, luego lo dejó y se sentó en su silla.
– ¿No crees que lo hizo, verdad? -dije yo.
– Si digo que no, tratarás de convencerme de que sí. Si digo que sí, lo usarás en contra de él. No importa lo que yo crea. Lo que importa es lo que tú crees.
– Una vez me atendí con un terapeuta que hablaba así. Lo abandoné después de dos sesiones.
– No me cabe duda.
No sabía cómo contestar, así que no lo hice. En cambio hice de cuenta que estaba enormemente interesada en los dibujos de la alfombra turca. Jeremy se recostó en su silla y me miró un rato antes de continuar.
– ¿Lo has llamado?
– ¡A quién? -dije, aunque sabía a quién se refería.
– Al hombre de Toronto.
– Tiene nombre, estoy segura de que lo sabes.
– ¿Lo llamaste?
– Lo llamé anteayer. Ayer fue un día un poco terrible, como recordarás, y yo estaba preocupada esta mañana con otras cosas.
– Tienes que llamarlo todos los días, Elena. Que sepa que estás bien. No le des ninguna excusa para llamar aquí o aparecerse.
– Sólo tiene el número de mi celular.
– No me importa. No puedes correr ese riesgo. Clay sabe que existe, aunque trata de olvidarse de eso. No le des motivo para recordarlo. Y no me acuses de proteger los sentimientos de Clay. Estoy protegiendo a la Jauría. No podemos damos el lujo de que Clay se distraiga por la presencia de ese hombre aquí. Y no podemos darnos el lujo de que ese hombre se aparezca. Ya tuvimos suficientes visitas.
– Voy a llamar.
– Aún no. Envié a Nick a convocar a una reunión.
– Me puedes informar luego.
– Una reunión implica una reunión del grupo -dijo Jeremy-. Una reunión del grupo implica que se espera que todos los miembros del grupo estén presentes.
– ¿Qué pasa si no soy miembro del grupo?
· -Lo eres mientras estés aquí.
– Podría remediarlo.
Jeremy levantó los pies y recostó la cabeza contra el respaldo.
– ¿Lindo clima verdad?
– ¿Alguna vez discutes algo que no quieres?
– Es el privilegio de la edad.
Resoplé.
– Es el privilegio del poder.
– Eso también.
Jeremy hizo una leve sonrisa y sus ojos negros destellaron. Reconocí la mirada, pero tardé unos minutos en entenderla. Un desafió. Esperaba que reiniciara un debate en el que estábamos sumidos desde que me integré a la jauría. Como persona que en un tiempo había sido humana en una sociedad democrática, la idea de un líder todopoderoso e incuestionable me molestaba. ¿Cuántas noches pasamos Jeremy y yo en este cuarto debatiéndolo, tomando brandy hasta que yo estaba demasiado cansada y borracha como para subir a mi cuarto y me quedaba dormida aquí, pero despertaba más tarde en mi cama?
Lo había extrañado. Incluso ahora, viviendo en la misma casa que él durante casi cinco días, lo extrañaba. Todos los demás me habían dado la bienvenida sin hacer preguntas y sin resentimientos. Pero Jeremy no. No se había mostrado inamistoso, pero no había actuado como siempre. Me mantenía a distancia, como si no estuviera dispuesto a comprometerse en la relación hasta tener la certeza de que yo no iba a escaparme de nuevo. El problema es que yo tampoco estaba segura.
Traté de pensar una respuesta, con el cerebro herrumbrado, esforzándome por recordar los argumentos. Mientras pensaba, los ojos de Jeremy se cerraron y desapareció su sonrisa. Vi que se me pasaba la oportunidad y me lancé a tomarla. Cuando abría la boca, lista para decir lo que me viniera a la mente, se abrió la puerta. Entraron los demás y mi momento a solas con Jeremy se evaporó.
La primera cuestión que se abordó en la reunión fue que Jeremy nos prohibió correr en la propiedad hasta que se hubiese arreglado el lío con la policía. Cuando llegara el momento de correr, iríamos todos a los bosques del norte. No tengo nada en contra de correr en grupo y, en circunstancias normales, me encanta correr con la Jauría, pero en eso de convertir una corrida de la Jauría en un evento organizado a plazo fijo había algo que le restaba placer. Sólo faltaba que nos alquiláramos un ómnibus de excursión, lleváramos sandwiches y fuéramos cantando canciones de campamento.
El segundo tema tenía que ver con el plan de acción de Jeremy. Nuevamente los planes de Jeremy no le gustaron a Clay. A mí tampoco, pero yo no fui quien se levantó para contestar antes de que Jeremy terminara.
– No puedes dejarme aquí -gritó Clay.
Jeremy alzó las cejas un milímetro.
– ¿No?
– No debes. Es estúp… No tiene sentido.
– Tiene perfecto sentido. Y tú no eres el único que se queda.
Me quejé, pero con calma, en silencio y para mí misma, si bien los ojos de Jeremy efectivamente espiaron en dirección a mi cuando lo hice.
Jeremy continuó.
– No admito que vengan tú y Elena, cuando están tan enfrentados.
– ¡Pero yo no hice nada! -dijo Clay-. Ni siquiera me han acusado de matar a ese tipo. No saben si lo hice. Por qué castigarme…
– No es un castigo. No importa si lo hiciste o no. Mientras estén peleados entre sí, los quiero aquí, donde sólo pueden causarse daño el uno al otro… y al mobiliario.
– ¿Por qué dejarnos a los dos? -pregunté.
– Porque no los necesito a ninguno de los dos. No pienso rastrear ni pelear contra nadie. Sólo se trata de reunir información. Aunque no estuvieran enfrentados, probablemente no los llevaría. Es un riesgo innecesario. Quiero saber más de esos perros. No quiero basarme en información de segunda mano, así que voy yo y me llevo a Antonio y a Peter como respaldo. Nick tampoco vendrá y no lo oigo quejarse.
– No suena muy divertido -dijo Nick.
Jeremy sonrió.
– Exactamente.
– Pero… -dije yo.
– Ya pasó la hora del almuerzo -dijo Jeremy, poniéndose de pie-. Debemos comer antes de irnos.
Se fue antes de que pudiéramos discutir nada. Ésa era probablemente su intención. Cuando él salió, me puse de pie.
– Creo que voy a preparar algo de comer.
Nick se ofreció a ayudarme. Por una vez, Clay no lo hizo. Ni siquiera nos siguió a la cocina.
Luego del almuerzo, Jeremy, Antonio y Peter se fueron en misión de reconocimiento. Ésa era la manera que tenía Jeremy de manejarse ante la pelota con efecto que habían lanzado los callejeros. No tenía experiencia en manejar un ataque de varios callejeros a la vez, entonces se tomaba su tiempo, para reunir información antes de hacer planes de cómo íbamos a actuar. En sentido lógico, tenía razón. Pero eso resultaba insatisfactorio para las emociones. Yo hubiera preferido planificar una acción directa contra los callejeros y al carajo con los riesgos. Por eso Jeremy era el Alfa y yo apenas soldado.
Cuando se fueron, volví a retirarme, esta vez a mi cuarto, desde donde llamé a Philip. Le dije que tardaría unos días más.
Tomó aire.
– Bueno.- Un momento de silencio. – Te extraño
– Yo…
– Mp es que lo haga haerte sentir culpable, cariño. Es sólo que… te extraño. Sé que haces lo correcto y no te pediría que abandonaras a tus primos. Sólo que no pensaba en que tardarías tanto- -Hizo una pausa y entonces hizo un chasquido con la lengua. – Ya sé. Me iré para allá. ¿Qué tal mañana? Estoy libre.
Voy a hacer mi trabajo en el avión.
Apreté el auricular mientras mi cerebro gritaba: «¡mierda!" Apreté los dientes y me obligué a controlarme.
– ¿Y perderte unas vacaciones? -dije en el tono más liviano que pude. -Me prometiste una semana en el Caribe. En un recreo con todo incluido. ¿Recuerdas? Aunque me encantaría verte, si eso significa renunciar a una semana de tome todo lo que pueda de alcohol y de sol…
Río.
– Es mal sustituto un día de ayudarte a cuidar a tres niños, ¿verdad? Eso lo entiendo. Quizá pueda arreglar algo con James, trabajar el sábado que viene en vez de… Aunque parece que de todos modos voy a tener que trabajar el sábado y probablemente también el domingo.
– Sí. No sigas haciendo tratos o tal vez no pueda verte por varias semanas incluso después de haber vuelto a casa.
– Entendido. Voy a sobrevivir a unos días de soledad. Pero si es más que eso…
– No 1o será.
Hablamos unos minutos más y luego cortamos. Unos días más. Y no más que eso. Esta vez no tenía alternativa. Si no volvía a Toronto en unos días, Philip podía encontrar la manera de que le dieran un día franco y aparecerse en Nueva York. Eso sería… bueno, era más de lo que me atrevía a pensar.
Cuando finalmente corté la comunicación con Philip, me estiré en la cama y descansé. Dormité un poco para recuperar el sueño perdido de dos noches. Pero no funcionó. Me preocupé por la posibilidad de que Philip se apareciera en Stonehaven y mi nivel de estrés subió media docena de puntos. Entonces recordé por qué seguía en Stonehaven y pensé en Logan. Sentí que volvía el dolor y me inundaba la mente y no pude pensar en nada más, especialmente en dormir. Finalmente Nick vino en mi rescate; entró al cuarto sin golpean
– ¿Nunca golpeas? -dije, enderezándome en la cama.
– Nunca. Me perdería todo. -Saltó sobre la cama, miró a través de las cortinas v sonrió con malicia. -¿Me perdí algo?
– Todo.
– Supongo que entonces yo mismo tendré que iniciar algo – dijo – mientras descorría las cortinas y se dejaba caer a mi lado en la cama-. Se está bien aquí. Hay silencio y es muy privado.
– Perfecto para dormir.
– Es demasiado temprano para dormir… Tengo en mente algo mejor.
– Estoy segura de que sí.
Sonrió y se inclinó para besarme, luego evitó mi cachetazo.
– En realidad pensaba en otra cosa. Dado que no podemos correr aquí, pensé que quizá los tres podríamos ir ti algún lado a correr esta noche.
– Corrí anoche.
– Pero yo no y voy a necesitar Cambiar pronto. Empiezo a sentirlo.
– Entonces ve con Clay. No hay motivo para que vayamos los tres.
– Ya hablé con él. Sólo va si vienes tú. No quiere que nadie se quede solo aquí, por las dudas de que los callejeros ataquen por sorpresa.
– Estoy segura de que no lo harían… -me detuve al darme cuenta de que no estaba tan segura. La sola idea me dio escalofríos. -¿Tiene que ser esta noche? Ha sido un día largo y…
– Pensaba en cazar.
– No estoy segura de que…
– Cazar un ciervo.
– ¿Un ciervo?
Él rió.
– Ahora a ella se le alzan las orejas. ¿Cuánto hace que no cazas nada más grande que un conejo? Por lo menos por tu cuenta.
– Tiene razón -la voz de Clay vino del otro lado de las cortinas y nos sobresaltó. Al darme vuelta, vi su silueta, pero él no descorrió las cortinas.
– Sería buena idea ir de caza -continuó Clay-. Para mantenernos ocupados mientras esperamos a Jeremy. Nick necesita Cambiar y no puede hacerlo aquí. Y yo no te voy a dejar sola, Elena. Estoy seguro de que puedes soportar nuestra compañía una o dos horas.
Abrí la boca para contestar, pero giró y salió del cuarto. Vacilé un momento, luego me volví hacia Nick y asentí. Sonrió y salió trotando del cuarto, sabiendo que lo seguiría.