Jeremy me dejó salir esa tarde. Antes de que llegáramos arriba le pregunté por sus planes. Me hizo esperar hasta después de la cena, probablemente para probar hasta donde resistía mi paciencia. Debo reconocer que para la hora de la cena ya estaba cerca de estallar; pero logré evitarlo. Mientras Antonio y Nick limpiaban los platos de la cena, Jeremy me llevó al estudio para hablar. La versión condensada al estilo de Selecciones del Reader´s Digest de nuestra conversación es que Jeremy me dijo que tenía un plan para liberar a Clay y yo no debía saber nada al respecto, ni se me permitiría ayudar a concretarlo. Como se pueden imaginar, lo acepté con gracia y una actitud comprensiva.
– ¡Es la idea más estúpida que oí jamás- gruñí por décima vez en una hora-. No me voy a quedar aquí sin hacer nada.
– ¿Prefieres quedarte en la jaula sin hacer nada?
– No me amenaces.
– Entonces no me amenaces tú a mí.
Hubo algo en la voz de Jeremy que me decidió a cenar la boca y a conformarme con caminar de un lado a otro.
– No lo puedo evitar -dije, manteniendo la voz baja y supuestamente calma-. Por favor, Jer, no me dejes afuera Quizá me culpes por lo que pasó en Toronto, pero no me castigues así.
– No hiciste nada malo en Ibronto. Si alguien tiene la culpa, soy yo. Pensé que Toronto era seguro. No me di cuenta hasta el martes por la mañana de que Daniel se había ido cuando ya estaba allí, No voy a decirte cómo pienso recuperar a Clay porque entonces querrás ayudar y, si no te dejo, lo harás de todos modos.
– Pero…
Se inclinó hacia delante.
– Te estoy siendo honesto Elena. Te digo más de lo que le diría a nadie. Todo se cae a pedazos. No estaba preparado para esto. He sido un buen Alfa todo este tiempo porque nunca fui puesto a prueva. No así. Empecé a moverme lentamente, tanteando, juntando información. Mataron a Peter y a Logan. Cambié de orientación y fui tras Jimmy Koenig. Casi te matan a ti. Los mandé a un lugar donde creí que estarían a salvo. Pasada menos de una semana los encontró Daniel. Ahora tiene a Clay
– Pero…
Jeremy me sonrió con una media sonrisa y me quitó el pelo que caía sobre mi cara
– Lo siento, corazón. De veras. Pero así tiene que ser.
Antes de que pudiera contestarle, se había ido.
Pese a las órdenes de Jeremy, yo no tenía intención de quedarme sentada sin hacer nada. Al fin de cuentas, él no me había prohibido nada en particular. Así que empecé a trazarme un plan.
Primer paso: conseguir un aliado. Eso era fácil. No había muchas opciones, pero aunque las hubiera, Nick habría sido la opción obvia. No sólo era el mejor amigo de Clay, sino que también lo habían dejado fuera del plan de rescate y estaba tan descontento como yo respecto de eso. Jeremy sostuvo que necesitaba que Nick no se metiera en el plan para que pudiera cuidarme a mí, pero incluso era lo suficientemente inteligente como para saber que Jeremy no le contaba nada por temor a que me lo contara. Lo persuadí de que sólo quería juntar más información para demostrarle a Jeremy que podíamos ayudar sin meternos en problemas. Y no es que fuera mentira. Pensaba pasarle a Jeremy cualquier información que descubriera. ¿Y si aún así se negaba a dejarme ayudarlo? No me preocupaba por eso. Siempre pedía renegociar mi arreglo con Nick más adelante.
Segundo paso: planear el curso de acción. Jeremy trataría de averiguar dónde tenían los callejeros a Clay. No había que ser genio para saberlo. Negociar con Daniel sólo sería una cortina de humo para mantenerlo ocupado mientras Jeremy descubría dónde estaban. Nick lo confirmó. Ayer, antes de que lo sacaran del plan, Jeremy los envió a él y a Antonio al hotel Big Bear: Todos menos Daniel se habían ido del hotel el lunes. Daniel se había quedado hasta alrededor del mediodía del miércoles. La mucama se acordaba bien porque había ido tres veces a su cuarto para limpiar y tuvo que quedarse más tarde por culpa de él. De modo que la conclusión que saqué yo, y probablemente también Jeremy, era que los callejeros habían encontrado otro lugar donde ocultarse y habían llevado a Clay allí inmediatamente después de regresar de Toronto. Nada de esto era sorprendente. Serían idiotas si mantuvieran cautivo a Clay en un hotel público. A Clay podía no gustarle la idea de que lo rescataran humanos, pero su instinto de supervivencia era lo suficientemente fuerte como para no ignorar la oportunidad de hacer ruido y llamar la atención. Calculé que la siguiente movida de Jeremy sería dejar otra nota en el correo, esperar a que apareciera un callejero y tratar de seguirlo hasta Daniel. Es lo que yo haría. Dado que no quería interferir con los planes de Jeremy -o, para decirlo de modo más realista, no quería que me pescaran interfiriendo- tendría que dejarle a él el seguimiento del callejero y encontrar otra manera de descubrir dónde ocultaban a Clay.
Tercer paso: Distraer la atención de mis actividades. Si se hubiese tratado de cualquiera que no fuera Jeremy, yo habría representado el papel de subordinada amedrentada. Pero para Jeremy eso sería señal segura de que estaba metida en algo. Así que armé lío y me quejé y le hice la vida imposible. Él no esperaba otra cosa. Cada vez que podía, yo le exigía, le rogaba o negociaba que me incluyera en sus planes. Hice sugerencias. Ofrecí consejos. Cuando eso fallaba, pataleaba y andaba a los portazos por Stonehaven. Finalmente, luego de una noche y una mañana de meterme en su camino en cuanta oportunidad tuve, le di un ultimátum. Sino encontraba a Clay en tres días, iría tras él con o sin su permiso. Jeremy me recordó la jaula en el sótano y prometió ponerme allí si salía de los terrenos de la casa aunque más no fuera de paseo. Reiteré mi amenaza, pero dejé de molestarlo para que me permitiera ayudar a buscar a Clay. Supuso por tanto que tenía tres días antes de que volviera a molestarlo, así que se relajó. Truco ingenioso diré, si se me permite.
Si bien Nick había aceptado ayudarme, se negó a desobedecer la orden de Jeremy del arresto domiciliario, de modo que en realidad no me podía ir a ninguna parte. Bueno podía desmayar a Nick de un golpe y escaparme, pero no le haría eso a él. Además, Jeremy me encontraría y me traería de regreso y Nick no se sentiría demasiado dispuesto a ayudarme de nuevo si aún le doliera el golpe.
Lo primero que hice fue llamar al hospital. No, no llamé al hospital local con la premonición de que podrían tener a Clay o saber dónde estaba. Llamé al hospital Saint Michael de Toronto. No había olvidado que dejé a Philip sangrando en el piso de nuestro departamento, Reconozco que no le dediqué a la cuestión todo el tiempo que pude, pero sabía que sus heridas no significaban un peligro de muerte, al menos no cuando contuve la hemorragia y pedí ayuda, y la situación de Clay era mucho peor; así que creo que se me puede perdonar que mi preocupación no se dividiera parejamente entre los dos. Philip no estaba en ese hospital. La sala de emergencias no había recibido nuevos pacientes la tarde del martes, cosa que sucedía frecuentemente debido a la reducción del presupuesto. Philip había sido llevado al Toronto East General y seguía allí. Hablé con la enfermera a cargo de su piso, diciendo que era hermana de él, y así me enteré de que él había sufrido heridas internas y tuvo que ser operado, pero se estaba recuperando y esperaban que le dieran de alta el lunes, lo que significaba que en realidad se sentiría mejor el miércoles o el jueves: nuevamente los recortes presupuestarios. Ofreció comunicarme con su cuarto para que hablara con él, pero me negué, diciendo que no quería interrumpirle el descanso. La verdad es que fui demasiado cobarde como para hablar con él. Aunque me perdonara por abandonarlo, estaba de por medio la pequeña cuestión de que me había visto Cambiar a loba. De modo que me conformé con enviarle flores junto con una nota que decía que lo vería pronto y que esperaba que eso no lo asustara tanto como para volverlo a la sala de cuidados intensivos.
Lo siguiente que hice fue llamar a la inmobiliaria local. No es que pensara mudarme y necesitara un lugar. Idea tentadora, pero sabía que no llegaría lejos. Si Jeremy me rastreé hasta un campo en el norte de Nueva York-y aún no quería decirme cómo lo había logrado-, entonces sin duda podría encontrarme en Bear ValIey, fuera antes o después de que me encontraran los callejeros. Como sea, no soy suicida. Llamé a la inmobiliaria para averiguar por Casas alquiladas o compradas en el último par de semanas, en particular Casas en el área rural. Se habían vendido tan sólo tres casas en el distrito recientemente. Dos fueron compradas por familias jóvenes y la tercera para una pareja de gente retirada. Había más alquileres, pero todos a residentes de larga data en la zona, que pasaban de un alquiler a otro.
Cuando no dio resultado lo de la casa, empecé a averiguar por la posibilidad del alquiler de caballas. Lo malo era que vivíamos en una zona de cabañas. Lo bueno es que recién comenzaba la temporada de alquileres y la zona de Bear Valley en sí misma no era de las más buscadas, porque había demasiados árboles y demasiado pocos lagos y vías acuáticas. Llamé a la Asociación de Cabañas de Bear Valley. Con algo de ingenuidad, muchas mentiras y mucha más cortesía, Jeremy me había educado bien, descubrí que sólo había cuatro alquiladas en ese momento y que tres de los cuatro inquilinos eran parejas de luna de miel y en el cuarto caso se trataba de un montón de hombres maduros de Nueva York que venían siempre en mayo para algún tipo de estrechamiento de relaciones entre hombres, en el bosque y por motivos terapéuticos. Otro callejón sin salida. Me estaba contestando todo lo que preguntaba, pero nada interesante. Tendría que probar por otra vía. Pero no sabía bien cuál.
Tener un objetivo hizo que las horas pasaran rápido, con lo que tuve poco tiempo para lamentar la situación en la que se encontraba Clay. Finalmente incluso ese placer se agotó y me quedé a solas con mis pensamientos. Estaba cuidando del fuego en la chimenea del estudio, que no necesitaba de mis cuidados. Ni siquiera había necesidad de encenderlo, cuando la temperatura exterior se ubicaba alrededor de los veinte grados al anochecer. Pero me reconfortaba estar sentada allí, atizando los troncos y viendo cómo el fuego saltaba y lanzaba chispas. Una acción innecesaria era mejor que ninguna acción. Además, mirar fijo las llamas me subyugaba, me hacia concentrar en algo fuera de los pensamientos y los temores que superaban continuamente las barreras mentales que había erigido cuidadosamente en las últimas veinticuatro horas.
No estaba sola en el estudio. Nick estaba allí, dormitando en el sofá. Cada tanto abría los ojos y decía algo. Hablábamos unos minutos, entonces la conversación se acercaba peligrosamente al tema de Clay y nos quedábamos en silencio. Cuando el reloj dio la medianoche, Nick volvió a despertarse. Inclinó la cabeza hacia atrás por sobre el apoyabrazos del sofá y miró la ventana.
– viene luna llena -dijo- ¿dos, tres días?
– Dos.
– Necesitaré correr. ¿Y ti'?
Logré sonreír.
– Sabes perfectamente bien que no necesito correr, porque hice más que lo necesario en materia de carreras hace tres días. Lo que quieres saber es si correré contigo y te salvaré de la horrorosa idea de tener que correr solo.
– No sé cómo lo hiciste en Toronto todos esos meses -dijo con un temblor-. Yo tuve que hacerlo un par de veces en el invierno. TTonio se fue por asuntos de negocios y Logan estaba ocupado con un caso y Clay… como sea tuve que Cambiar solo.
– Pobre bebé.
– Fue horrible. Fue como salir al bosque, desvestirme, Cambiar, quedarme ahí parado el tiempo suficiente, volver a Cambiar, vestirme, volver adentro. Ni siquiera me molesté en corren Era tan divertido como cagar.
– linda analogía.
– Lo digo en serio. Vamos Elena Reconócelo. Es así si estás solo. Como se dice… una función corporal. Me acuerdo de cuando yo era chico, antes de mi primer Cambio, y Clay solía…
Se detuvo. Esta vez no retomó la conversación. Hubo silencio y me volví hacia el fuego, atizándolo y observando caer las chispas en cascada. Se abrió la puerta. Escuché entrar a Jeremy, pero no me di vuelta. Un momento más tarde sonaron los resortes del sofá cuando Nick se levantó. Atravesó el cuarto y cerró la puerta. Jeremy vino por detrás. Su mano tocó mi nuca, vaciló, luego acarició mi pelo.
-Sé lo difícil que es para ti, Elena. Se lo asustada que estás, lo asustada que estás de perderlo.
– No es eso. Por supuesto que tengo miedo de perderlo. Pero si crees que se debe a que de pronto he comprendido cuánto lo amo y que cuando y en el caso de que lo recuperemos, volveré a casa y todo estará bien, entonces estás equivocado. Lo siento. Sé que eso es lo que quieres, que sería más fácil para ti y para todos los demás, pero no va a suceder. Sí, me preocupo por él. Mucho. Y sí, quiero que vuelva. Quiero que vuelva por ti y por Nick y por la Jauría. Estoy trastornada porque me considero responsable.
Jeremy no respondió.
Lo miré por sobre el hombro.
¿Así que tú también me consideras responsable?
– No, para nada. No contesté porque pensé que era mejor callarme respecto del resto. Si piensas que es ése el motivo por el que estás mal…
– Lo es.
Se quedó callado un momento, luego me tocó la espalda, con los dedos moviéndose hacia la pelota dura entremedio de mis hombros.
– Cualquiera que sea el motivo de tu preocupación, no te considero responsable de lo que pasó. Ya lo hemos hablado. Yo tenía que haberte mandado a otra parte. Creí que estaba actuando con inteligencia, pero ni siquiera me di cuenta de que pasaba algo hasta que traté de contactarme con Clay esa noche.
– ¿Lo has hecho desde entonces? -pregunté, enderezándome y girando para mirarlo a la cara-. ¿Has contactado a Clay desde que lo capturaron? ¿Lo intentaste verdad? ¿Qué dijo? ¿Esta…?
Jeremy puso sus dedos sobre mis labios.
– Si, lo he intentado. Una y otra vez. Pero no puedo llegar a él. Son las drogas.
Había otro motivo posible para que Jeremy no pudiera contactarse con Clay, pero no me atreví a mencionarlo. Jeremy pareció leerlo en mi rostro y sacudió la cabeza.
– No pienses oso. Está bien. Viste las fotos de hoy. Puedes leer la fecha del diario. No se ve muy bien, pero está vivo.
Sonaba cansado. La Jauría estaba sitiada y los callejeros tiraban abajo las defensas tan rápido como Jeremy lograba levantarlas. Eso estaba desgastándolo. Yo deseaba no haberlo advertido. Deseaba poder creer, igual que Antonio y Nick, que el Alfa de la Jauría era indestructible. Así se educa a los licántropos de la Jauría, con la convicción de que, pase lo que pase, su Alfa los protegerá. Eso era un error. Totalmente erróneo. Funcionaba bien en circunstancias normales, cuando la Jauría no enfrentaba más que a un callejero por vez y la tarea del Alfa se concentraba en resolver disputas internas y presentar un frente unido contra los callejeros. Pero enfrentado a problemas de estas dimensiones, el Alfa necesitaba ayuda, no sólo para combatir la amenaza, sino para decidir cómo combatirla. Tal colaboración era impensable. Jeremy podía probar sus ideas con Antonio, pero no pensaría en pedirle consejo, ni ningún miembro de la Jauría soñaría en ofrecérselo. Yo sí. Quería decirle a Jeremy lo que pensaba y tratar de ayudarlo, pero sabía que no podía. Si él se sentía desbordado ahora, que yo anduviera adivinando sus planes empeoraría las cosas. Al igual que Antonio y Nick, Jeremy tenía la misma concepción equivocada del liderazgo. La responsabilidad de salvar a la Jauría descansaba sobre sus hombros. La única manera en que yo podía ayudarlo era elaborando mis estrategias sola.