ACECHO

Llevamos mi auto. Nick manejaba. Clay se sentó adelante con él. Yo me senté atrás y dormité por el camino, principalmente para no tener que participar de la conversación. No necesitaba preocuparme. Clay no pensaba hablar conmigo inútilmente y Nick llenó el vacío charlataneando para el que quisiera escuchar.

Nick hablaba de su último negocio, algo que tenía que ver con el comercio electrónico y una nueva empresa que estaba financiando. La cuestión no era si la nueva empresa tendría éxito, sino cuánto perdería. Las cifras exactas en dólares no eran importantes, ya que los Sorrentino eran lo suficientemente ricos como para que Jeremy pareciera de clase media. Antonio tenía tres empresas multinacionales. Nick no había heredado el toque de Midas de su padre. De hecho, estaba excluido de todos los negocios de Antonio. Nick era un playboy, así de simple. Se metía en una interminable serie de negocios, con todo lo cual no ganaba más que amigos y amantes, que era todo lo que quería de la vida en realidad. ¿Cómo reaccionaba Antonio frente a eso? Lo alentaba. Antonio advertía que ese estilo de vida era el único al que su hijo podía adaptarse, y si a él lo hacía feliz y podían darse ese lujo, ¿por qué no? Yo, que había ahorrado de a centavos la mayor parte de mi vida, no podía entender realmente esa filosofía. Envidiaba, no tanto la cantidad de dinero, sino que Nick tuviera a alguien en el mundo que lo quisiera tanto y se interesara tanto por su felicidad y tan poco por lo que lograra en la vida.


Nick nos llevó a un bosque que ya habíamos utilizado; pasamos una entrada y recorrimos el camino abandonado de una maderera, raspando la base del piso del auto contra el suelo demasiadas veces. Mi auto no estaba en buen estado, y yo sospecha ba que abajo tenía más herrumbre que chapa, aunque nunca me decidí a poner a prueba mi teoría. Jeremy me ofrecía restaurarlo o comprarme otra cosa. Hice suficiente escándalo como para que nunca se sintiera tentado de "sorprenderme" con un auto nuevo o restaurado. No es que me molestara arreglar mi Camaro, aunque más no fuera para prolongarle la vida útil, pero me aterrorizada la idea de que si yo le permitía a Jeremy meter mano, él lo haría pintar de rosa.

En el interior del bosque, Nick detuvo el auto y lo dejó con el cambio puesto. El motor se apagó con un sonido poco sano. Traté de no pensar en el asunto, porque podía implicar que no se volvería a encender y eso sería realmente malo. Estar varada en un bosque del estado de Nueva York, fuera del alcance del celular, con un auto muerto y dos tipos que no distinguían el aceite del anticongelante.

Mientras nos internábamos en el bosque, Nick siguió hablando.

– Luego de arreglar este asunto, tendríamos que hacer algo. Ir a alguna parte. Tomarnos unas vacaciones. Quizás a Europa. Clayton tenía que ir a esquiar conmigo a Suiza este invierno pero no fue.

– No me eché atrás -contestó Clay. Caminaba adelante, abriendo el camino en medio de la maleza, quizá tratando de ayudar, pero lo más probable es que no quisiera caminar conmigo-. Nunca dije que iría.

– Sí que lo dijiste. En Navidad. Tuve que perseguirte para preguntártelo. -Nick se volvió hacia mí – Apenas apareció durante toda la semana que la Jauría estuvo en Stonehaven. Estaba tan metido en sus estúpidos libros y papeles. Esperaba que aparecieras tú y como no fue así… Clay le dirigió una mirada y Nick se detuvo. Como sea, dijiste que vendrías a esquiar. Te pregunté y gritaste algo que sonaba como sí.

– Hmmm.

– Exacto. Eso. Bueno, no fue realmente un sí, pero tampoco un no. Así que me debes un viaje. Iremos los tres. ¿A dónde quieres ir cuando se acabe todo esto, Elena?

Iba a decir "a Toronto", pero no lo hice. Rechazar los planes de Nick cuando intentaba suavizar las cosas era como decirle a un hijo que Papá Noel no existe porque uno ha tenido un mal día. No era justo y él no lo merecía.

– Veremos -dije.

Clay me miró a los ojos por sobre el hombro. Sabía exactamente lo que quería decir. Con una mueca de disgusto, volvió a mirar hacia delante, quitó una rama del camino y fue en busca de un lugar para Cambiar.

– No estoy segura de que sea una buena idea -le dije a Nick luego de que se fuera Clay-. Tal vez sería mejor que yo esperara en el auto.

– Vamos. No hagas eso. Puedes descargarte un poco. Ignóralo.

Estuve de acuerdo con él. Bueno, en realidad no alcancé a estar de acuerdo. sino que Nick se fue antes de que pudiera discutirle y él seguía teniendo las llaves de mi auto.


Ignóralo. Buen cunsejo. Un muy buen consejo. Pero en términos prácticos tenía tanto valor como decirle a alguien que tiene miedo a las alturas que no mire hacia abajo.

Cuando salí de la naturaleza luego de Cambiar. Clay estaba allí. Dio un paso atrás, olisqueando. Luego abrió la boca con la lengua colgando y con una sonrisa de lobo como si no nos hubiésemos peleado. Por más que quería. no pude sentir ira, como si la hubiese dejado en la espesura junto a mi ropa.

Lo vigilé por un momento, y luego con cautela comencé a esquivarlo. Casi lo había pasado cuando, se dio vuelta y me atacó de costado, tomándome la pata trasera para hacerme caer. Saltó sobre mí. Rodamos por la maleza hasta dar contra un arbolito y hacer huir a una ardilla hacia otro lugar más seguro, mientras nos mascullaba sus quejas a la carrera. Cuando finalmente logré zafarme, me puse de pie y empecé a correr. Detrás de mí, Clay venía trotando en medio del bosque. A los diez metros de carrera, oí un chillido y luego sentí temblar el suelo con la con la caída de Clay. Miré sobre el hombro para verlo mordiendo y tironeando de una enredadera enganchada en su pata delantera. Me detuve para darme vuelta e ir a buscarlo, pero entonces vi que se liberaba y volvía a correr. Advirtiendo que se me acercaba, giré para continuar y choque contra algo sólido, di una vuelta de carnero y fui a caer sobre unas ortigas.

Alcé la mirada y vi a Nick parado sobre mí. Con un gruñido toda la dignidad que pude reunir, me puse de pie. Nick dio un paso atrás u miró, riendo con los ojos mientras me desenganchaba de las ortigas. Por el rabillo, vi que Clay se le acercaba a Nick sigilosamente por detrás. Se agachó, con la cola en el aire, y saltó contra Nick, que fue a caer sobre las ortigas. Cuando Nick luchaba por ponerse de pie, fui junto a él y le lancé un resoplido: “Te lo mereces”. Me tomó de la pata delantera y me hizo caer. Luchamos un minuto antes de que yo lograra liberarme y colocarme junto a Clay.

Mientras Nick se quitaba las ortigas, Clay frotó su hocico contra el mío y su aliento caliente me agitó la piel del cuello. Mientras lo frotaba con mi hocico, una parte aturdida de mi cerebro me recordó que estaba enojada con él, pero no podía recordar por qué y no me importaba. Nick caminó en torno de nosotros, frotándose y olisqueando a modo de saludo. Cuando pasó un poco demasiado tiempo olisqueando cerca de mi cola. Clay gruñó y Nick retrocedió.

Luego de unos minutos, nos separamos y comenzamos a correr. Clay y yo nos peleábamos por ir primeros. Nick iba contento con quedarse detrás. El bosque estaba lleno de olores, incluso de rastros de ciervos, pero mayormente eran rastros viejos. Tuvimos que correr unos mil metros antes de percibir el olor que estamos buscando. Un ciervo vivo. Sentí un estallido de energía y corrí hacia delante. Detrás. Nick y Clay me seguían en medio del bosque casi en silencio. Sólo los delataba el susurro de las plantas muertas bajo sus pies. Entonces cambió el viento y nos lanzó el olor del ciervo a la cara. Nick lanzó un gañido de excitación y se puso a mi lado, tratando de tomar la delantera. Le tiré un mordisco, que alcanzó a atrapar un pedazo de su oscura piel mientras él se apartaba de mi camino.

Al ocuparme de Nick, advertí que Clay no venía detrás. Me detuve, luego me di vuelta y caminé hacia atrás. Estaba parado a unos cinco metros, olisqueando el aire. Cuando llegué junto a él. Me miró a los ojos y supe por qué se había detenido. Ya estábamos suficientemente cerca. Era el momento de hacer un plan. Puede parecer tonto pensar que el ciervo es peligroso, pero no somos cazadores humanos que nunca se acercar a más de treinta metros de su presa. Los cuernos pueden desjarretar a un lobo. Un casco que dé en el blanco puede destrozar un cráneo. Clay tiene una cicatriz de treinta centímetros donde le dio el casco de un ciervo. Hasta los lobos salvajes saben que cazar un ciervo requiere cautela y planificación.

Planear no quiere decir discutir el asunto, ya que la comunicación a tan alto nivel es imposible en nuestra forma de lobos. A diferencia de los humanos, sin embargo, teníamos algo mejor: el instinto y un cerebro con patrones de conductas incorporados que habían dado buenos resultados a miles de generaciones. Podíamos evaluar la situación, recordar un plan y comunicarlo con la mirada. O, al menos, Clay y yo podíamos hacerlo. Al igual que sucedía con muchos licántropos, Nick no sintonizaba Los mensajes que le enviaba su cerebro de lobo, o su cerebro humano no confiaba en ellos. No importaba. Clay y yo éramos el Alfa allí, de modo que Nick seguiría nuestras órdenes sin necesidad de explicaciones.

Fui hacia el este, olfateé el aire y volví a pescar el olor del ciervo. Era un macho solitario. Eso era bueno porque no tendríamos que alejar a un ciervo de una manada. Pero un macho era más peligroso, especialmente en la primavera, cuando tienen los cuernos plenamente crecidos. Clay se me acercó y olfateé el ciervo, luego me, dirigió una mirada que decía: “Qué diablos, sólo se vive una vez”. Resoplé ni acuerdo y fui junto a Nick. Clay no me siguió. En cambio, volvió a meterse en el bosque y desapareció. El plan estaba decidido.

Nick y yo dimos una vuelta por el bosque, para colocarnos a contraviento antes de volver a seguir el rastro. Encontramos al macho pastando en un bosquecillo. Mientras Nick esperaba la señal, se frotó contra mí, gimiendo demasiado bajo como para que el ciervo pudiera oír. Gruñí en lo profundo de mi garganta y se detuvo. El ciervo alzó la cabeza y miró en derredor. Cuando volvió a pastar, me agaché y me abalancé. El ciervo sólo tardó un milisegundo en saltar unos arbustos y lanzarse a galopar. Nick y yo lo perseguimos, pero la distancia entre nosotros y el ciervo aumentaba. Los lobos son corredores de resistencia, no velocistas, y la única posibilidad que teníamos de alcanzar un ciervo a la carrera viniendo desde atrás era cazarlo.

Como sucede a menudo, el ciervo cometió el error fatal de poner toda su energía en el primer esfuerzo. No habíamos ido muy lejos cuando empezó a perder velocidad, lo oía resoplar; tratando de tomar más aire y demasiado asustado como para regular su marcha. Yo también me estaba cansando un poco, después de haber gastado ya toda una cantidad de energía en encontrar y perseguir al macho, lo que me hacía seguir era su olor, ese perfume denso que me hacía gruñir el estómago.

Encontré el rastro de Clay en el aire y arrié al ciervo en esa dirección, abriéndome a un costado con un breve impulso, lo que lo hizo ir en la dirección opuesta. En la carrera, el temor del ciervo se convirtió en pánico. Iba a pleno galope, saltando árboles caídos y atravesando a toda carrera la maleza. Los árboles y los arbustos lo lastimaban y en el aire comenzó a haber olor a san gre. Cuando dábamos una vuelta, Clay saltó de los arbustos y tomó al ciervo de la trompa.

El macho se detuvo resbalando y comenzó a sacudir la cabeza enloquecido, tratando de quitarse a Clay. Entonces llegamos nosotros. Me metí debajo del ciervo y hundí los dientes en su estómago. Probé la sangre caliente bajo una capa de grasa y comenzó a hacérseme agua la boca. Nick atacó al ciervo por el flanco, embistiendo y mordiendo y saliendo del alcance de los cascos y los cuernos del animal. Clay estaba siendo zamarreado de un lado a otro, pero no soltó. Ésa era una estratagema surgida de la memoria subconsciente: si a la presa se le muerde la cara, estará demasiado ocupada tratando de liberarse de] peligro más evidente como para molestarse con los otros atacantes.

Asida del ciervo, le abrí la panza a dentelladas, bailoteando todo el tiempo para esquivar los cascos. Cuando logré abrir un agujero, solté y metí el hocico más arriba. Comenzaron a salir las entrañas por el primer agujero y el olor casi me volvió loca. La sangre también chorreaba por donde había atacado Nick, lo que hacía resbaladizo y difícil de agarrar el cuero del animal. Mordí más fuerte y sentí que mis dientes atravesaban la piel, alcanzando órganos vitales. Por fin las piernas delanteras del ciervo cedieron. Clay soltó la trompa y le abrió la garganta. Entonces el ciervo cayó al suelo.

Cuando cayó el ciervo, Nick retrocedió y se acostó en un lugar cercano. Clay bajó la cabeza y se volvió para mirarme. Tenía el hocico cubierto de sangre. Lo lamí y me froté con él, sintiendo el temblor que provocaba la adrenalina. Aún temblaban las patas del ciervo, pero sus ojos miraban fujos hacia delante, sin vida. Cuando lo abrimos por el costado, se formó vapor en el aire fresco de la noche. Comenzarnos a devorarlo, arrancando pedazos de carne y tragándolos sin masticar.

Cuando acabamos y nos alejamos, se acercó Nick y comenzó a comer. Clay fue hasta un claro y me miró por sobre el hombro, lo seguí y me dejé caer junto a él. Clay se acercó, puso una pata en mi cuello y comenzó a lamerme el hocico. Cerré los ojos mientras trabajaba Cuando acabó de quitarme la sangre del cuello yde los hombros, yo empecé a limpiarlo a él. Nick terminó de comer luego se acercó, acurrucándose con nosotros. Terrminamos de higienizarnos y luego nos dormimos en un enredo de patas y piel variopinta.


No habíamos dormido mucho cuando Clay se levantó y se puso a sacudirnos a Nick y a mí. Me desperté de golpe cuando mi cabeza dio contra una piedra; me puse de pie, tensa y alerta al peligro. Estábamos solos en el claro. Había caído la noche, y trata tan sólo los sonidos normales de la noche, los llamados de los cazadores y los chillidos de las presas. Le gruñí a Clay y ya estaba por volver a acomodarme, cuando él me dio en las costillas con el hocico y me indicó que olfateara. Lo miré con ira pero hice lo que me pedía. Al principio no percibí nada. Entonces el viento cambió y supe lo que lo había hecho saltar tan rápidamente. Había alguien aquí. Otro licántropo: Zachary Cain.

En cuanto comprobó que yo le había entendido, Clay se fue. Detrás de mí, Nick seguía sacudiéndose la bruma del sueño interrumpido. Lo miré, luego comencé a correr, sabiendo que me seguiría aunque no supiera por qué. En el borde del claro, el olor de Cain se volvió más fuerte, seguí el rastro hasta un bosquecillo cercano. Había estado allí, lo suficientemente cerca como para poder meter el hocico entre las zarzas y observarnos dormir. Había algo extraño, pero no estaba segura de qué podía ser. La parte humana de mi cerebro quería quedarse a analizar el problema, pero el instinto de lobo lo dominó y puse mis pies en movimiento. Había un intruso y teníamos que ocuparnos de él.

A pesar de que yo vacilé cerca del bosquecillo, Nick no. Metió el hocico, inhaló profundo, retrocedió y comenzó a correr tras Clay. Por una vez quedé a la retaguardia Los otros dos se habían adelantado tanto que no podía verlos ni oírlos y tuve que seguir el rastro de Clay. Se metía en el bosque, atravesando arboledas tan densas que ocultaban la luz de la Luna y de las estrellas. Por buena que fuera mi visión nocturna, necesitaba luz, aunque más no fuera luz reflejada. Aquí no había nada. Sólo podía discernir las formas de los troncos de árboles y los arbustos, sombras oscuras sobre un fondo aún más oscuro- Al atravesar la maleza, advertí que no era tan capaz de deshacerme de mis sentidos humanos como me gustaba creer. Aún dependía demasiado de la vista. Desaceleré y puse la nariz en el suelo para seguir el rastro de Clay.

Al otro lado de la espesura, los árboles se abrían y dejaban entrar un poco de luz de la luna. Comencé a aumentar la velocidad, luego escuché arbustos que se abrían hacía el norte al paso de algo grande. No era Clay ni Nick. Hasta Nick se movía en el bosque con más fineza. Abandoné el rastro de Clay y viré al norte. Había corrido unos quinientos metros cuando sentí la vibración de patas que daban en la tierra detrás de mí. Eran Clay y Nick. Lo sabía sin mirar, así que no reduje la marcha Pero como yo era la que abría el paso, no corría tan rápido como ellos y en poco tiempo escuché la respiración rítmica de Clay detrás de mí. Dimos la vuelta a unas rocas grandes y entonces escuchamos las ramas que se rompían detrás de nosotros. Giré para ver una sombra marrón rojiza inmensa que salta de atrás de la roca y corría en la dirección opuesta.

Clavé las garras en la tierra blanda para detenerme, giré y fui tras Cain. Sólo me siguieron las pisadas de Nick. Clay tomaba otro camino, con la esperanza de emboscar a Cain como lo había hecho con el ciervo. Cain siguió el sendero que había abierto yo, en dirección hacia el lugar de donde había venido. Después de unos cuatrocientos metros giró hacia el este. Iba hacía la carretera, con la esperanza de escapar. Me adelanté hasta acercarme lo suficiente como para que su cola me rozara la cara. Entonces mi pata dio en un accidente del terreno. No era un agujero ni nada lo suficientemente grande como para hacerme tropezar, simplemente un mínimo cambio de la altura del terreno que me hizo andar más lento. lo suficiente corno para que Cain lograra alejarme un poco. Nick me alcanzó. Entonces avancé más despacio para conservar energía. Adelante el bosque se abría a medida que nos aproximábamos a la carretera. Giré a la izquierda, esperando ganar unos metros al anticiparme a la ruta de Cain. Pero él no viró. En cambio, siguió corriendo, de vuelta hacia el bosque.

Viendo lo que hacia Cain, miré adelante y vi una zona menos densa del bosque al noroeste. Cain no fue hacia allí, pero yo sí. Nick siguió a Cain, no tanto para alcanzarlo como para cansarlo. Mi camino me llevó a una colina rocosa. Al subir sentí el olor de Clay. Había estado aquí, aunque no sabía cuánto tiempo antes. El terreno se hacía más difícil a medida que avanzaba, lo que me hacía andar más despacio y maldecir por haber elegido ese atajo. A mitad de la subida, una de mis patas delanteras resbaló en unas piedras, una de ellas lo suficientemente filosa como para cortarme la planta acolchada. Gruñí de dolor pero seguí adelante. En la cima de la colina, mi esfuerzo parecía dar sus frutos. Desde aquí podía mirar hacia abajo y ver todo el terreno. Hacia el este divisé un reflejo dorado, que era Clay moviéndose entre los árboles. Por ser un lobo negro, Nick no era tan fácil de ver de noche; pero, pasado un instante, vi sacudirse unos árboles abajo. Seguí con la mirada el camino de árboles y arbustos que se movían. Venían en mi dirección. Fui hasta el lugar donde pensó que saldría. Mi esfuerzo se vio premiado con una conmoción en la maleza directamente adelante. Unos segundos más tarde una forma inmensa salió de la espesura.

Al verme en su camino, Cain se detuvo. Gruñó y agachó la cabeza. Sus ojos verdes refulgieron y su pelambre rojiza se puso de punta, aumentando diez centímetros de tamaño, lo que era superfluo; Cain no necesitaba eso para verse imponente. En su forma humana media dos metros, con los hombros y el físico de un mariscal de campo de fútbol americano. En su forma de lobo, media el doble que yo. Retire los labios y gruñí, pero me sentí tan amenazadora como un pomerania enfrentando a un toro. Una parte de mi cerebro, lleno de adrenalina, insistía en que podía dominar a Cain, por más diferencia de tamaño que hubiera. Otra parte se preguntaba dónde carajo estaban Nick y Clay. Pero el grito más fuerte decía: “¡Corre, idiota, corre!”

Mientras lo pensaba, Cain de pronto se dio vuelta y… corrió. Por un momento no pude moverme, sin poder creer lo que veía, ¿Cain huía? ¿De mí? Por más que mi ego disfrutaba de la idea de que me temiera, el sentido común me decía que no era así. ¿entonces por qué escapó? Nuevamente mi instinto de lobo no dejó que mi cerebro pensara el asunto. Justo cuando Cain desaparecía colina abajo, me dominó el instinto y lo seguí.

No había avanzado más que dos o tres metros cuando algo aterrizó en mi espalda, lanzándome al suelo. Giré para ver a Clay parado sobre mí. Traté de ponerme de pie pero él me lo impidió. ¿Estaba loco? Cain escapaba lo tiré un mordisco, tomándolo de su pata delantera, gruñendo. Me tomó de debajo de de la garganta y me inmovilizó. A cada segundo veía que Cain se escapaba más y más lejos. Me debatí, pero Clay me contuvo. Finalmente supe que ya era demasiado tarde. Cain se había ido. Al advertirlo, Clay hizo un sonido en lo profundo de su garganta. No era un gruñido, pero tampoco un sonido amigable. Entonces corrió, no siguiendo a Cain, sino en dirección opuesta. Cuando me puse de pie lo seguí. Seguí su rastro veinte metros hasta un claro donde podía oler su ropa. Aquí había Cambiado. Metí el hocico en medio de la maleza y vi a Clay Cambiando, la espalda arqueada, la piel pulsando, demasiado inmerso en la transformación como para notar mi presencia. Vacilé un segundo. Luego busqué mi ropa y Cambié.

Cuando salí del claro, Clay me esperaba

– ¿Dónde está Nick? -dijo Clay antes de que pudiera articular una palabra-. ¡Carajo! Tiene las llaves. ¿No estaba detrás de ti?

– ¿De qué hablas?

Clay se metió entre los arbustos, buscando.

– No lo entiendes? Nos estaba distrayendo, nos tenía ocupados.

– ¿Nick?

– Cain. Clay ya no se ve la, sólo escuchaba su voz en el bosque. -Estábamos dormidos y no nos atacó. Lo perseguimos y no luchó ni trató de escapar. Anduvo en círculos. ¡Nicholas!

– ¿Pero por qué…?

Jeremy. Fueron por Jeremy. ¡Carajo! Probablemente estuvieran vigilando la casa y nosotros ni siquiera… ¡Allí estás!

– Un momento -la voz de Nick salió de la oscuridad-. ¿Me das un segundo para ponerme los pantalones?

Clay salió de entre los arbustos, arrastrando a Nick de un brazo.

– Al auto. Los dos. ¡Muévanse!

Nos movimos.

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