POSIBILIDADES

Dormimos en el bosque hasta el amanecer, luego nos vestimos y nos fuimos antes de que los caminantes y trotadores de la mañana se metieran en nuestros dominios. Encontrarnos un café abierto y tomamos el desayuno en el patio delantero. Había bastante clientela, pero todos se llevaban su desayuno. Era gente de paso que quería un café con leche y un bizcocho antes de ir a trabajar. Era un día laborable. Nadie tiene tiempo de detenerse o sentarse. Teníamos el patio para nosotros y el personal no nos molestó aún cuando ya había pasado una hora. Estaba inclinada hacia atrás en mi silla, con los ojos cerrdos, tocando mi taza de café caliente con los dientes, escuchando el continuo comentario de Clay acerca del tráfico matutino y la gente que pasaba corriendo.

– Te ves feliz -dijo de pronto.

– Lo estoy -dijo sin abrir los ojos. Incliné la cabeza hacia atrás y sentí el calor del sol en mi rostro. Sabes, no me imagino vivir en un lugar sin cambio de estaciones.

– ¿No?

– Estaciones de verdad. Extrañarla el cambio, la variedad. El ski en invierno, las caminatas en otoño, nadar en verano. Y especialmente la primavera. No podría vivir sin primavera. Los días como hoy valen por todas las tormentas de nieve y los charcos de barro. Para marzo ya parece como que el invierno no se acabará nunca. Esa nieve y ese hielo que parecían tan maravillosos en diciembre, te vuelven loca. Pero sabes que viene la primavera. Cada año esperas ese primer día cálido, luego el siguiente y el siguiente, cada uno mejor que el anterior No puedes dejar de ser feliz. Te olvidas del invierno y tienes la oportunidad de empezar de nuevo. El mundo está lleno de nuevas posibilidades.

– Un nuevo comienzo.

– Exactamente.

Clay dudó, luego se inclinó hacia adelante, pero se detuvo y volvió a recostarse en la silla.


Llegamos al departamento después de las nueve. Se me había hecho tarde para el trabajo, pero estaba de demasiado buen humor como para que me importara. Podía pasarme trabajando la hora del almuerzo o quedarme hasta más tarde. No era importante.

Cuando íbamos rumbo al ascensor, Clay me hablaba de un par de matones que habían intentado robarle el auto cuando fue a Nueva York el invierno pasado. Para cuando llegamos al departamento, me reía tan fuerte que casi me caigo al abrir la puerta.

– ¿De veras? -dije al cerrar la puerta.

Clay no contestó. Cuando lo miré, no reía. Ni siquiera me miraba. Miraba por encima de mi hombro. Giré y me encontré con Philip en la reposera, de brazos cruzados, con el aspecto de un padre que se había quedado despierto toda la noche a la espera de un niño travieso. Abrí la boca, pero no salió nada de allí. Mi cerebro andaba a toda velocidad, preguntándome desde cuándo había vuelto y qué excusa sería apropiada. ¿Había vuelto por la mañana? Si era así, podía decirle que habla salido a desayunar temprano. Cuando entramos, se paró.

– Quiero hablar con Elena ~

Clay se fue hacia el baño. Philip se interpuso en su camino. Clay se detuvo, sus hombros se tensaron de modo reflejo. Empezó a volver la mirada hacia Philip, luego se detuvo, mirando más allá. Trató de esquivarlo, como si no viera a nadie.

– Dije que quiero hablar con Elena -dijo Philip, con la voz baja pero firme-. Quiero que salgas.

Clay se volvió y fue hacia el sofá. Nuevamente Philip se paró delante de él y nuevamente Clay se tensó. Cerró los puños una vez y luego se relajó. Philip estaba desafiándolo y a él le costaba un enorme esfuerzo ignorarlo. Estaba por intervenir yo cuando Clay se volvió y me miró pidiendo respuesta.

– Por favor -dije.

Asintió y se fue hacia la puerta murmurando «estaré abajo» al pasar junto a mi. Cuando se cerró la puerta, me volví hacia Philip.

– ¿Cuándo volviste? -pregunté.

– No fui.

– Así que…

– Estuve aquí toda la noche.

Traté de dilatar la cosa, mientras pensaba una excusa.

– Así que cancelaron la reunión,

Levanté la vista.

– Te mentí, Elena -dijo-. Pero quería demostrarme que irás sospechas eran equivocadas.

– Tú crees que Clay y yo…

– No. Me lo pregunté, pero si ustedes estaban… haciendo algo, no habrían necesitado dejar el departamento anoche. Eso no me hace sentir mucho mejor. Algo pasa, pero no es lo obvio. -Philip se detuvo. -¿Sabes que está enamorado de ti, ¿verdad?

Cuando abrí la boca, alzó su mano.

– No -continué-. No importa si lo sabes o si estás de acuerdo o no. Es así. Cualquiera se daría cuenta, cada vez que te mira, cómo te habla. No sé qué sientes por él. No puedo darme cuenta. Cuando entro a un cuarto los dos están riendo o discutiendo o ambas cosas a la vez. No lo entiendo. No entiendo muchas cosas que has hecho desde que volviste.

– Se irá pronto.

– Pronto no. Hoy

Se volvió y fue al cuarto. Mientras pensaba si seguirlo volvió con un montón de papeles. Me los entregó. Miré el primero. Era una hoja de una inmobiliaria que presentaba las características de una casa en Mississauga. Hojeé los papeles y encontré tres avisos más de casas en los suburbios.

– No fui a jugar al golf el domingo, Elena. Estuve buscando una casa para nosotros.

– ¿Quieres que nos mudemos a una casa?

– No, yo… Sí, quiero que nos mudemos a una casa, pero…

– Hizo una pausa, cruzó los brazos y los descruzó. Quiero decir que deseo que nos casemos. Eso es lo que quiere decir una casa para ni. Un compromiso, casarnos, tener hijos. Todo. Eso es lo que quiero.

Lo miré fijo. Philip dio un paso hacia mi, luego se detuvo, cruzando y descruzando los brazos otra vez, como si no pudiese decidir qué hacer con ellos.

– ¿Te sorprende tanto? -dijo suavemente.

Sacudí la cabeza.

– Es… tan de repente. Clay y yo estuvimos bebiendo y estoy un poco… No estoy segura de que pueda…

– No contestes, entonces. Dame tiempo a comprarte un anillo y hacer las cosas bien.

Metió las manos en los bolsillos y se quedó allí, a pesar de lo dicho, como si esperara respuesta. Yo no dije nada.

– Ve a trabajar -dijo-, piénsalo.

Nos quedamos allí, incómodos, entonces me alejé. Fui hacia la puerta, vacilé, volví y abracé a Philip. Me abrazo y me retuvo uno o dos segundos después de que lo solté. Lo besó, murmuré algo acerca de que volvería para las siete y escapé.


Fui al trabajo tan mareada que estaba sorprendida de poder bajar en la parada correcta. Estaba sentada en mi escritorio cuando recordé a Clay. No estaba a la entrada del edificio cuando salí y no lo busqué. No tardaría en descubrir que había ido al trabajo y me seguirla. ¿Qué hacer cuando él apareciera? ¿Qué podía decirle? Me saqué las preguntas de la cabeza. No quería pensar en Clay ahora.

Philip me había propuesto casamiento.

La idea resucitó esperanzas y sueños que pensé que habían muerto diez años antes. Sabía que no podía casarme, pero la cuestión se había mantenido tan lejos de mis posibilidades tanto tiempo que había olvidado cuánto había anhelado eso. ¿Aún lo deseaba? El dolor en mi pecho contestaba mi pregunta. Me dije que estaba siendo tonta, anticuada, débil. El casamiento era para las mujeres que querían que alguien las cuidara. No necesitaba eso. No lo quería. Pero había cosas que sí quería. Estabilidad. Normalidad. Un lugar permanente en el mundo humano. El casamiento me daría eso. Philip podía darme eso. Pero yo no podía casarme. ¿O sí? Había vivido bastante tiempo. ¿Se podía mantener eso para siempre? Una vocecita en mi cabeza me preguntó si quería estar con Philip para siempre, pero la hice callar. En este momento la pregunta no era si quería casarme con Philip, sino si era posible.

¿Lo era?

Quizá.

Podría adaptarme mejor si tuviéramos una casa. Podía asegurarme de que compráramos algo cerca de un bosque. Podía empezar a trabajar desde casa y Cambiar en el bosque durante el día para no tener que desaparecer de la cama en medio de la noche. Reapareció la voz, preguntando esta vez si podía imaginarme Cambiando a la luz del día, escapándome y haciéndolo a las apuradas, sin atreverme a correr o a cazar ni ninguna otra cosa que pudiera ser demasiado peligrosa de día. Nuevamente hice callar esa voz. Estaba evaluando las opciones, no tomando decisiones.

Tal vez podría seguir ocultándole mi secreto a Philip, ¿pero quería hacerlo? Si bien nunca sentí necesidad de decirle la verdad, eso podía cambiar con el tiempo. Tal vez algún día me pesara tanto engañarlo que ya no lo pudiera soportar. Recordaba a Clay cuando éramos novios y era obvio que se había sentido terriblemente incómodo. ¿Cómo habría reaccionado yo si Clay me hubiese dicho la verdad? Lo habría aceptado. Lo amaba tanto que no me hubiese importado. Philip decía que me quería, ¿pero me amaba tanto? Por más que me quisiera, tal vez no lograría manejar el asunto. Aunque aceptara lo que soy, ¿Se sentiría resentido por tantas mentiras? Me defendí, insistiendo en que no había habido alternativa. Por más que quisiera a Philip, habría sido imposible decirle la verdad. Entonces por qué seguía enojada con Clay porque me había mentido? Dejé de lado esa pregunta. Se trataba de Philip, no de Clay. No era lo mismo. Yo no mordería a Philip. La idea era impensable. ¿Y qué pasaba si él lo quería, si quería unirse a mí? Sentí un escalofrío. No. Nunca. Ni que lo quisiera. Ésa era una parte de mi vida de la que no quería que Philip fuese parte.

Sonó el teléfono de mi escritorio. Antes de atender, ya supe quién llamaba. Lo sabía y contesté.

– ¿Dónde estás? -Dijo Clay a modo de saludo.

– En el trabajo.

Se quedó callado un momento.

– Es una pregunta estúpida Si te llamo al trabajo y contestas, debería estar claro dónde estás. Me sorprende que no te burlaras de mí por eso.

No dije nada.

– ¿Qué pasa? -preguntó.

– Nada.

– Cariño, cada vez que dejas pasar la oportunidad de burlarte de mí pasa algo malo.

– No es nada.

Otra pausa.

– Es por esos papeles. Los de las casas. Los vi en la mesa cuando fui a buscarte. Esperaba… ¿Es eso verdad?

No contesté. Clay alejó el teléfono de la boca y maldijo. La línea siseó e hizo ruidos como si él estuviera sacudiendo el auricular. Escuché un golpe y chisporroteo. Luego silencio. Iba a cortar cuando volvió la voz de Clay, ahogada y luego clara.

– Bien -dijo-. Bien. Tomé aire y el sonido me llegó por la línea. Tenemos que hablar. Enseguida voy y hablamos.

Otra vez no contesté.

– Tenemos que hablar -repitió-. Nada de trucos. Lo prometo y me voy a mantener en eso, Elena. Nada de trucos. Ya no quiero ganar de esa manera. Vamos a un lugar público, donde te sientas cómoda, y hablamos. Escúchame y luego puedes irte cuando quieras.

– Bien.

– Quiero decir Yo sé… ~e detuvo-. ¿Está bien?

– Es lo que dije.

Vaciló, luego continuó.

– Bueno. Dame diez minutos, quince a lo más. Tomaré el metro y te veo en la puerta del edificio.

Colgó sin esperar respuesta.


Ni bien corté, bajé las escaleras. Al salir me pregunté qué estaba haciendo ahí. ´¿Por qué aceptaba encontrarme con Clay? ¿Qué esperaba que me diera? ¿Philip te propuso matrimonio? Qué bien querida, me alegro tanto por ti. Pero no volví a entrar. No serviría de nada. No podía esconderme. No quería esconderme. No tenía que tener necesidad de esconderme.

El estómago me empezó a molestar. Ansiedad. Cerré los ojos y traté de tranquilizarme, pero sentí más nauseas. El suelo empezó a moverse. Tropecé hacia un costado, luego me enderecé rápidamente, tratando de ver si alguien lo había advertido. Mi cuerpo se enderezó de pronto, tenso, alarmado. Miré en derredor; pero no vi nada fuera de lo común. Cuando me estaba dando vuelta para mirar atrás, sentí un mareo. Todo se oscureció.

Un hombre maduro me sostuvo cuando caía. Es lo que supongo. Estaba parada en la vereda, mareada, y al instante estaba reclinada hacia atrás, mirando el rostro preocupado de un extraño. Mi salvador y su esposa me llevaron a un banco y me hicieron sentar. Dije algo de que no había desayunado. Se aseguraron de que estuviera bien, lograron que les prometiera que iba a comer algo y a salir del sol y después se fueron.

Fui al vestíbulo del edificio, me quedé parada y miré el reloj. Habían pasado quince minutos desde que me había llamado Clay. Tenía que estar por llamar en cualquier momento. El estómago aún me molestaba. Evidentemente era angustia, pero no podía encontrar la causa. Seguro, la cabeza me daba vueltas desde que Philip me había propuesto casamiento y no quería hablar con Clay, pero por algún motivo la angustia no parecía vinculada con ninguno de esos factores. Flotaba allí, extrañamente desconectada y distante,

Volví a pensar en Clay. Me prometió que no iba a venir con trucos. Ese compromiso iba a durar mientras él lograra lo que quería. Si yo decidía casarme con Philip o quisiera quedarme con él, Clay se volvería loco y se olvidaría de todas sus promesas. Lo sabía pero, para mi sorpresa, no tenía miedo. Después de tantos años, conocía tan bien sus maniobras que ya no iban a resultar efectivas. Cualquier cosa que él intentara, yo podría anticiparla. Estaría preparada. Él me había dicho anoche que yo tenía que elegir. Era cierto. Tenía que tomar una decisi6~ Y no iba a permitirle que lo hiciera por mí.

En algún lugar un reloj dio las once. Miré mi reloj. Son las once. Clay habla llamado a las diez y treinta y cinco. La angustia salió a la superficie. Veinticinco minutos era razonable. Quizá no pudo soportar el metro y decidió caminar. Pasa algo malo, me susurró la voz interior de antes. “No” le contesté. “No” No pasa nada.

Esperé diez minutes más. Pensé en volver a la oficina y esperar, pero no pude. La angustia aumentaba y el estómago me daba vueltas. 'Tenía que ir al departamento.

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