Clay se sentó a mi lado en el camino de regreso a Stonehaven. Yo seguía temblorosa, tal vez conmocionada, pero él no trató de acercarse o consolarme. Sabía que no debía hacerlo. En cambio, me tomó de la mano y me miraba de tanto en tanto, viendo si quería hablar. Yo no quería hacerlo.
Casi habíamos llegado a casa cuando Clay quebró el silencio, indinándose para llamar la atención de Jeremy que iba adelante.
– No nos dijiste qué exigió Daniel -dijo-. Quiere a Elena, ¿verdad?
– Sí – dijo Jeremy suavemente, sin darse vuelta.
Antonio salió de la carretera.
– Es como un secuestrador de aviones que pide diez mil millones de dólares. Sabía que ni siquiera lo íbamos a pensar, así que es una manrra de decir que no negocia.
– No es sólo eso -dijo Clay-. Nos está alertando. Sabe que no le entregaremos a Elena. Nos está avisando de su próxima movida. Quiere atraparla.
Jeremy asintió.
– Si me hubiera dado cuenta hace unas horas nos hubiéramos salvado de correr un riesgo muy serio. Pensó, igual que Tonio, que sólo estaba diciendo que no iba a negociar
Nick se inclinó sobre el respaldo de nuestro asiento desde su lugar en la parte de atrás.
– ¿Entonces ese callejero en el aeropuerto intentaba secuestrar a Elena?
– No -dije-. Trataba de matarme.
– Un callejero no haría eso, Elena -empezó a decir Jeremy-. Eres demasiado valiosa viva. Puede haberte parecido…
– No estuviste allí. Había una mujer caminando apurada por el estacionamiento. Él creyó que era yo y le hizo un agujero en la cabeza. No fue un tiro para dominarla Fue una ejecución.
La mano de Clay apreté la mía. Jeremy se recostó en el asiente, Nadie habló al menos por cinco minutos.
– ¿Por qué haría eso? -preguntó-. Si Daniel te quiere viva, ¿por qué trataría de matarte?
– Porque a Le Blanc no le importa un carajo lo que quiere Daniel -dije-. Quizá sea porque es nuevo o porque ha estado matando por su cuenta tanto tiempo, la cosa es que no parece que tenga el instinto de obedecer a un lobo más fuerte.
– ¿Pero por qué matarte? -dijo Nick-. Como dice Jeremy, a esos callejeros nuevos no les interesa esta pelea, fuera de lo que le hayan prometido a Daniel. Si Daniel no te quiere muerta, ¿por qué se tomaría el trabajo de tratar de matarte?
– Thomas Le Blanc persigue a las mujeres. Las tortura y las viola y las mata. Los hombres así odian a las mujeres y se sienten amenazados fácilmente. Yo lo olvidé. Después de todo lo que dije de que no había que tratar a hombres así igual que a otros callejeros, hice exactamente eso. Lo humillé en la comisaría, me burlé de él, lo insulté y le quebré la muñeca delante de Marsten. Ahora quiere dominarme. Tiene que hacerlo.
Clay frotó su pulgar en mi muñeca, pero no dijo nada. Y nadie abrió la boca
Cuando llegamos Stenehaven, fui a mi cuarto. Nadie intenté detenerme. Mientras subía las escaleras, escuché a Clay detrás, pero no dije nada. Fui basta mi cuarto y dejé la puerta abierta. La cerró él al entrar. Llegué a mitad de camino en la cama y me detuve. Me quedé allí con Clay parado detrás en silencio. Sentí un gusano frío recorriendo mi cuerpo y comencé a temblar. Tragué el aire y cerré los ojos, tratando de controlar el miedo. Estaba bien, Estaba en casa y a salvo. Y casi me habían matado. El temor recorrió todo mi cuerpo, mezclado con ira y odio, todo se fundió en algo rojo fuego. Quería arrojarme a la cama y ocultarme bajo las mantas, Quería lanzar algo contra la pared y verlo estallar. Quería volver junto a esos callejeros y gritarles: «¡Cómo se atreven!"
Cuando miré a Clay, vi mis emociones reflejadas en su rostro, la ira y el odio y algo tan extraño que apenas si lo reconocí, un fantasma oculto a medias detrás de sus ojos. Miedo. Extendió la mano y me aplasté contra él. Volví mí rostro hacia el suyo, encontré sus labios y lo besé. Se abrieron sus labios. Lo besé más fuerte, cerrando los ojos y apretándome contra é. Al besarlo, una chispa de vida penetró en mi cerebro muerto. Lo perseguí, besándolo más fuerte, más profundo, aplastando mi cuerpo contra el suyo. La chispa se convirtió en llama y todos mis sentidos volvieron a la vida. El mundo se alejó y todo lo que podía sentir, todo lo que quería sentir, era él. Lo probé, lo olí, lo vi, lo escuché, lo sentí y gocé de esas sensaciones como quien sale de un coma.
Fuimos hacia la cama. Nuestros pies se enredaron y caímos a la alfombra. Una vez en el suelo, tomé la camisa de Clay y la jalé hacia arriba, pero tenía sus brazos en derredor y no podía soportar que me soltara, como si un segundo en el que se rompiera el contacto pudiera hacerme caer de vuelta en el temor y la conmoción. Tomé su camisa por detrás y la desgarré. Cuando el material se rompía, dejé de jalar. Era mucha molestia, tiempo perdido. Llevé mis manos a sus jeans, abrí su bragueta y deslicé las manos sobre sus caderas. Sin dejar de besarme, se tos sacó a las patadas, luego trató de quitarme los míos. Quité sus manos y me saqué yo misma los pantalones. Cuando estaba empujándomelos hacia abajo, Clay me arrancó la ropa interior y la lanzó a un lado. Su mano pasó de mi trasero al interior de mis muslos. Metió los dedos dentro de mí.
– No -dije, sacándole la mano.
Lo tomé y lo hice penetrarme. Se abrieron sus ojos. Empecé a moverme contra él. Cuando se retiró para tomar impulso y volver, lo aferré de las caderas y lo hice quedarse quieto.
– No -jadeé-. Déjame a mí.
Se sostuvo quieto sobre mí. Arqueé las caderas y me froté contra él. Sentí oleadas de pura sensación. Tiré la cabeza hacia atrás y lo jalé hacia abajo, luego arriba. Encima de mí, Clay tomó aire. Lo sentí temblar y lo alejé para poder verlo. Mientras yo me movía, él tenía sus ojos fijos en los míos, con la punta de la lengua entre los dientes, luchando por mantenerse quieto. Me lancé contra él y me sostuve allí, gozando del control, la sensación de tomar el control luego de haberlo perdido tan completamente hacía pocas horas. Llevé una mano a su pecho y la sostuve contra su corazón. Podía sentir vida latiendo bajo mis dedos.
– Bueno- susurré
Clay se enterró en mí y lanzó un quejido. Yo me arqueé para encontrar su cuerpo. Nos movimos juntos unos minutos. Cuando sentí que venía el climax, me retiré. No quería cederlo aún.
– Espera -dije agitada-. Sólo espera.
Cerré los ojos y tomé aire. Su olor era abrumador, casi me bastaba para llegar a mi punto más alto. Apreté mi rostro contra el hueco de su hombro e inhalé con avaricia. Cuando lo aspiraba, el mundo pareció detenerse y la mezcla de sensaciones se deshizo hasta permitirme experimentarlas una por una. Podía sentir todo, el movimiento de los bíceps de Clay bajos mis manos mientras se sostenía sobre mí, el sudor que caía de su pecho al mío. La presión rasposa de su media contra mi pantorrilla, la leve pulsación de él dentro de mí. Quería mantener todo así hasta que lo tuviera grabado en la memoria. Eso es lo que sentirse viva significa.
Me apreté más, escuché su quejido y mi propia respuesta. La perfección del momento se desvaneció en una repentina necesidad de alcanzar otra clase de perfección, otra imagen perfecta de la vida.
– Ahora -dije-. Por pavor.
Clay inclinó su rostro hacia el mío y me besó con fuerza míentras se movía dentro de mí. Sentí las olas del orgasmo que crecían, las saboreé en su beso. Me enredé en él, mis piernas con las suyas, los brazos atrayéndolo hacia mí. Justo cuando me perdía en él, salió del beso y extendió las manos para enredarlas en mi pelo. Pero no retiró su cabeza. Mantuvo su rostro sobre el mío, los ojos tan cerca que no veía más que azul.
– No vuelvas a asustarme así -dijo ronco-. Si te perdiera… No puedo perderte.
Llevé mis manos a su pelo y lo besé. Volvió a detenerme en la mitad del beso.
– Promételo -dijo-. Prométeme que nunca correrás un riesgo así.
Se lo prometí y él inclinó su rostro hacia el mío para besarme, mientras dejábamos que todo vestigio de control desapareciera.
Jeremy golpeó a la puerta antes de que la luz del amanecer hubiese penetrado a través de los árboles fuera de mí ventana. Clay abrió los ojos, pero no intentó moverse ni responder.
– Los necesito á ambos abajo -dijo Jeremy a través de la puerta cerrada.
Miré a Clay y esperé que contestara No lo hizo.
– Ahora -dijo Jeremy.
Clay se quedó callado otros treinta segundos y luego gruñó:
– ¿Por qué?
Lodito con un tono que nunca le habla oído usar con Jeremy. También desconcertó a Jeremy y durante varios largos segundos no contesté.
– Abajo -dijo finalmente-. Ahora.
Los pasos de Jeremy se alejaron por el corredor.
– Estoy cansado de esto -dijo Clay, quitándose las mantas y haciéndolas a un lado-. No estamos llegando a nada. Lo único que hemos hecho es perseguirnos la cola. Perseguir, escapar, perseguir, escapar. ¿Y qué hemos logrado? Murió Logan, mataron a Peter y casi te matan a ti. Ahora estás en peligro, y mejor que él esté pensando qué hacer.
– Es así -nos llegó la voz de Jeremy desde la escalera-. Por eso les pido que bajen.
las mejillas de Clay se pintaran de rojo. Había olvidado que Jeremy podía escucharlo tan bien desde el pie de la escalera como desde la puerta del cuarto. Murmuró algo que sonó a disculpa y salió de la cama.
Antonio y Nick ya estaban en el estudio, comiendo de un plato de fiambres y quesos. Cuando entramos, Jeremy puso café junto al sofá para nosotros.
– Sé que estás preocupado por Elena, Clayton -dijo Jeremy cuando nos acomodamos. Todos lo estamos. Por eso la voy a mandar a otra parte.
– ¿Qué? -me enderecé-. Un momento. Sólo porque anoche me asusté no significa…
– No eres la única que se asustó anoche, Elena, Daniel te tiene en la mira y ahora parece que Le Blanc también. Uno te quiere capturar. El otro quiere matarte. Realmente crees que voy a esperar a ver cuál de los dos tiene éxito? Perdí a Logan y perdí a Peter. No quiero perder a nadie más. No voy a correr ni el riesgo más remoto de perder a nadie más. Cometí un error ayer al dejar que fueras con nosotros sabiendo que Daniel quiere atraparte. No voy a cometer otro error permitiendo que te quedes un día más.
Miré a Clay, esperando que él también protestara, pero sostenía el café a medio camino de sus labios, mirando la tasa como un adivino que buscara respuestas en el fondo. Pasado un instante, dejó la taza, sin probar el café. Incluso Jeremy lo miró y esperó una discusión, pero no la hubo.
– Extraordinario -lije-. Un ataque de pánico y ya soy una carga que hay que poner a resguardo. ¿Sabré donde me vas a ocultar? ¿O no puedes confiarme esa información?
Jeremy siguió con el mismo tono.
– Vas al último lugar que se le ocurriría a los callejeros. De vuelta a Toronto.
– ¿Y qué carajo voy a hacer allí? ¿Esconderme mientras los hombres libran batalla?
– No estarás soja. Clay irá contigo.
– jUn momento! -Me puse de pie de un salto. -¿Es una broma verdad? -Me volví hacia Clay. Él no se movió. -¿No lo escuchaste? Di algo, carajo.
Clay se quedó callado.
¿Qué tenemos que hacer en Toronto? -pregunté-. ¿Escondernos en un cuarto de hotel?
– No, harás ni más ni menos que lo que habitualmente haces. Volverás a tu departamento, retomarás tu trabajo si quieres, volverás a las viejas rutinas. Eso es lo que te tendrá a salvo. Lo conocido. Conoces tu edificio, las calles por las que caminas, los restoranes y los negocios que frecuentas. Estarás en mejores condiciones de detectar peligros potenciales. Y estarás cómoda
¿C6moda? -se me escapó la saliva entre los labios. No puedo llevar a Clay a mi departamento. Lo sabes.
Clay alzó la cabeza como si saliera de un sueño.
– ¿Por qué?
Al mirarlo a los dos, advertí que no sabía que estaba viviendo con Philip. Abrí la boca para decir algo, pero la mirada en su rostro me impidió hablar.
– Tendrás que deshacerte de él -dijo Jeremy- lo llamas y le dices que se vaya.
– ¿Deshacerte de quién? ¿Llamar.,? -Clay se detuvo. Un gesto descompuesto pasó por su rostro. Me miró durante un largo momento. Luego se puso de pie y salió del cuarto.
Jeremy tiene más talentos que ninguna otra persona que yo conozca y en mayor medida que nadie. Podía hablar y traducir más de una docena de idiomas, podía poner un hueso en cabestrillo y hacerlo sanar como nuevo, podía pintar escenas que yo ni siquiera podría imaginar. Y podía detener a un lobo de cien kilos con una mirada Pero no sabía ni mierda de las relaciones afectivas.
– Gracias -dije cuando Nicholas y Antonio se fueron-. Muchas gracias
– Creí que él lo sabía. -dijo Jeremy
– ¿Y si no era así? ¿Decidiste humillarlo delante de Nick y tonio?
– Dije que creí que él sabía.
– Bueno, lo sabe ahora, y tendrás que arreglarlo con él.
– No vendrá a Toronto conmigo, si es que voy.
– Te irás y él también. En cuanto a ese hombre, él se mudó a tu casa, ¿verdad? Era tuyo el departamento.
No pregunté cómo lo sabía Jeremy. Y tampoco contesté.
– Entonces puedes pedirle que se vaya -dijo Jeremy
– ¿Tomo el teléfono y lo llamo y le digo que volveré mañana y que quiero que para entonces ya no esté?
– No veo por qué no.
Contesté con una risa áspera y dije:
– No se termina por teléfono con alguien con el que una está viviendo. No se corta toda relación de un momento para otro. No se da veinticuatro horas para ise de un departamento, al menos no sin una maldita buena razón.
– Tú tienes una buena razón.
– Eso no es… -me detuve y negué con la cabeza-. Déjame ponerlo en términos que puedas entender. Si yo lo llamo y le digo que se terminó, él no va a irse. Querrá una explicación, y se quedará hasta recibir una que lo satisfaga. En otras palabras, él va a causar problemas. ¿Es ésa una razón suficientemente buena?
– Entonces no termines con él. Vuelve.
– ¿Con Clay también? Jamás en mi vida Si tienes que enviarme con una niñera, envía a Nick. Él se comportará adecuadamente.
– Clay conoce Toronto. Y nada lo distraerá de protegerte. Jeremy caminó hacia la puerta -Te reservé asiento en un vuelo de la tarde temprano.
– No voy a…
Jeremy ya se había ido.
Clay fue el siguiente con el que discutió Jeremy. No los espié, pero hubiese tenido que salir de la casa para no escucharlos. Y dado que la conversación tenía que ver con mi futuro, no veía motivo para no escuchar. A Clay no le gustaba el arreglo más que a mí. Su instinto más fuerte era proteger a su Alfa y no podía hacerlo desde unos cientos de kilómetros de distancia. Desgraciadamente, el instinto de obedecer a Jeremy era casi igual de fuerte. Mientras los escuchaba batallar -con Clay protestando en voz lo suficientemente elevada como para ahogar la tranquila insistencia de Jeremy- yo rezaba para que Clay ganara y se le permitiera quedarse con los demás. Jeremy se mantuvo firme. Yo iba a irme y, dado que Clay era responsable de haberme introducido en esta vida, era responsable de asegurar mi supervivencia.
Me quedé en el estudio echando humo. Entonces me decidí No volvería a Toronto y no me llevaría a Clay conmigo a ninguna parte. Nadie pedía obligarme a eso.
Salí al corredor, tomé mis llaves y mi billetera de la mesa y salí por la puerta del garaje. Iba a dar la vuelta a mi auto, pero me detuve. ¿A dónde iría? ¿A dónde podía ir? Si me iba, no podría volver a Toronto ni a Stonehaven. En vez de escoger entre dos vidas, estaría abandonando ambas. Apreté las llaves y me lastimé la palma de la mano con el metal. Tomé aire y cerré los ojos. Pero si me quedaba, tendría que obedecer a Jeremy. Nadie podía tener semejante poder sobre mí. No iba a permitírselo.
Al dar la vuelta al auto, escuché el frote de la suela de goma de un zapato sobre el cemento y alcé la vista para encontrarme con Jeremy parado junto a la puerta del acompañante, que ya tenía abierta
– ¿A dónde vamos? -preguntó con calma
– Me voy.
– Así lo veo. Y tal como te pregunté, ¿a dónde vamos?
– No vamos… -Me detuve y miré en derredor del garaje.
– El auto de Clay está allí -dijo Jeremy, con la voz aún tranquila y controlada-. Tienes las llaves, pero no el control remoto de la alarma. El Explorer está afuera. No tienes que pasar la alarma, pero está a quince metros, El Mercedes está más cerca, pero no tienes las llaves. ¿Corremos hasta el Explorer? ¿O prefieres correr por la salida y ver si puedes dejarme atrás?
– No puedes…
– Si que puedo. No te vas. La jaula sigue estando ahí abajo. Y no vacilaré en usarla.
– Esto no es…
– Sí, es terriblemente injusto. Lo sé. Nadie te haría esto en el mundo humano, ¿verdad? Entenderían que tienes derecho a matarte.
– No voy a…
Si te vas sola de aquí, te estarás suicidando. No te dejaré hacerlo. Te vas a toronto con Clay o te encierro aquí hasta que aceptes.
Tiré las llaves al suelo y di la espalda a Jeremy. Pasado un minuto, dije:
– No me obligues a llevarlo. Sabes cómo he tenido que esforzarme para crearme una vida allí, Siempre dijiste que lo apoyarías, aunque no estés de acuerdo. Envíame a otro lugar o envía a otro conmigo. No me hagas ir allí con Clay. Va a destruir todo.
– No lo haré.
La voz de Clay era tan suave como la de Jeremy, tanto así que dudé, pensando que había confundido a Jeremy con Clay. Cuando me di vuelta lentamente, Jeremy ya no estaba y Clay se encontraba parado junto al auto. La puerta de la casa se cerró.
– Protegerte es lo más importante para mí ahora -dijo Clay-. No importa lo enojado que esté, eso no cambia las cosas. Puedo encajar en ese mundo, Elena. Que no lo haga no quiere decir que no pueda. He estudiado y practicado para encajar desde los ocho aoos. Durante quince años no hice más que estudiar la conducta humana. Cuando lo entendçi y supe que podía encajar, dejé de intentarlo. ¿Por qué? Porque no es necesario. Mientras pueda modificar mi conducta en público lo suficiente como para no tener que preocuparme de que me ataquen turbas con balas de plata, será suficiente para Jeremy y el resto de la Jauría. Si hiciera más, me estaría traicionando. Y no voy a hacer eso sin alguna razón. Pero protegerte es suficiente razón. Ese hombre podrá considerar que no soy la persona más agradable del mundo, pero no tendrá motivo para pensar nada peor. No destruiré nada.
– No te quiero allí.
– Y yo no quiero estar allí. Pero ninguno de los dos puede decidir al respecto, ¿verdad?
Nuevamente se cerró la puerta. Cuando me di vuelta, Clay ya no estaba. Jeremy había vuelto y sostenía la puerta abierta. Lo miré con odio, luego desvié la mirada y volví a la casa sin decir una palabra más.
Esa tarde, Clay y yo nos encontrábamos en un avión rumbo a Toronto.