33 Mixed Feelings

La canción había comenzado con el sonido ambiente de lo que parecía ser un cementerio, pues se escuchaba el lúgubre tañido de una campana mezclado con el graznido de los grajos. Unos pasos retumbando sobre suelo de adoquines fueron acercándose hasta el micrófono y, cuando llegaron a primer plano, irrumpieron dos guitarras acústicas sonando al unísono, cada una en un canal distinto del estéreo. Tras esta breve introducción, la voz increíblemente bien modulada y rica en armónicos del cantante recién asesinado fue desgranando una letra de la que Perdomo sólo pudo entender fragmentos. En ella se repetía, obsesivamente, un estribillo en griego antiguo:

Kata ton daimona estoy

Kata ton daimona eatoy.

Cuando la canción estaba a punto de terminar, Amanda regresó enfundada en unos vaqueros y una camiseta de Madonna y extrajo por fin la musaka del horno, que olía, tal como ella misma había pronosticado, a manjar de restaurante de cinco tenedores. En un abrir y cerrar de ojos, la periodista sacó unos salvamanteles de un cajón, dispuso los cubiertos sobre la mesa y le entregó a Perdomo una botella de vino griego para que fuera abriéndola.

– ¿Te has enterado de lo que dice la canción? Es maravillosa.

– No demasiado -reconoció el inspector-. He oído que menciona a varios filósofos griegos y romanos, como Zenón y Catón, y que está narrada en segunda persona. Tú hiciste esto, tú hiciste lo otro… ¿a quién se refiere?

– Está dedicada a Jim Morrison -le explicó Amanda-, pero la letra destila una mala uva muy lennoniana. La canción está construida para que parezca una loa a Jim, cuando en realidad es una crítica salvaje a su modo de vida. En cierta forma me recuerda a otra canción de temática muy distinta, pero elaborada de manera muy similar:Every breath you take, de Pólice.

– Ésa la sé hasta tararear, le encantaba a mi mujer -dijo Perdomo, entusiasmado por haber reconocido el tema.

– Sting -continuó Amanda- se las arregló para que al principio la canción pareciera la típica balada de amor, en la que se sueltan topicazos del tipo «me gusta tu pelo, adoro tus labios», todas esas chuminadas que los letristas malos se creen obligados a meter en las canciones. Pero a medida que el tema va avanzando, te das cuenta de que hay algo mucho más sórdido y siniestro por debajo: el que canta no es un enamorado, es un acosador sexual, un merodeador.

– ¿En serio? Pues yo siempre la había considerado una balada romántica.

– Tú y la humanidad entera -se mofó Amanda-. ¡Se toca hasta en las bodas! Y Sting, como es lógico, se troncha de risa cuando se lo cuentan. Compuso este tema cuando se estaba divorciando de su hoy ex mujer y está llena de malas intenciones.Kata ton es muy parecida en el planteamiento. Uno la empieza a escuchar y parece la canción de un fan incondicional de Morrison. Y a medida que vas prestando atención, el supuesto fan empieza a destilar una ironía rayana en el sarcasmo.

– De modo que John Winston, que acaba de ser asesinado a la fatídica edad de veintisiete años, tiene una canción dedicada a uno de los cinco grandes del club. Me gustaría saber algo más sobre la canción. ¿Por qué salen filósofos de la antigüedad?

– Kata ton daimona eaytoy es una especie de lema de los estoicos, igual que el «conócete a ti mismo» lo era de los socráticos. Los estoicos preconizaban un modelo de vida basado en el autocontrol y en el dominio de las emociones y las bajas pasiones. Su vía para la consecución de la felicidad pasaba por no desear cosas que no estuvieran al alcance de nuestra mano y por vivir centrados en el presente, sin miedo al mañana ni nostalgia del pasado. No imagino nada más alejado del modelo estoico que la vida de excesos y desenfreno de Jim Morrison. Por eso Winston dice en la canción:

You should read Cato all over again

If peace of mind do you want to attain.

»o sea:

deberías leer otra vez a Catón

si lo que quieres es lograr la paz de espíritu.

– ¿Winston despreciaba a Morrison? -preguntó el inspector.

– Yo diría más bien que mantenía hacia él una actitud ambivalente, igual que pasó entre Lennon y McCartney. Te estoy soltando todo este rollo para que veas por qué se consideraba a Winston el sucesor de Lennon y por qué tiene sentido que Chapman salga ahora reivindicando el asesinato. Todos estamos llenos demixed feelings, Honey Bunny. Yo, por ejemplo, te amo profundamente por haber confiado en mí para asesorarte en la investigación y te odio porque siento que no me deseas lo suficiente pese a que soy, como salta a la vista, una hembra muy apetecible. Los genios no están por encima de estas pasiones contradictorias. Lennon, sin ir más lejos, llegó a escribir una canción titulada How do you sleep, que está llena de pullas hacia Paul McCartney, al que admiraba en muchos aspectos. La letra dice «todo lo que hiciste fue ayer», aludiendo a Yesterday, o «desde que te fuiste sólo eres un día más», que se refiere a la canción Another day, un pastelito musical bastante empalagoso que compuso Paul, ya fuera de los Beatles.

Perdomo se sentía al borde de las lágrimas. No por el recuerdo de las míticas canciones que estaban aflorando a medida que avanzaba su conversación con Amanda, sino por el sabor de la musaka, que le había cautivado desde el primer bocado y que le había traído a la memoria las berenjenas con bechamel que le peparaba su madre de pequeño.

– Esto que has cocinado es… ¡no tengo palabras, Amanda, de verdad! ¿Nunca has pensado en abrir tu propio restaurante?

– Lo tuve, mi amor, lo tuve. Se llamaba La Grande Bouffe; lo monté en Cadaqués con mi primer marido, Gauthier, que era francés. Todo lo que sé de cocina se lo debo al chef tunecino que contratamos, Rami. La receta de la musaka que te acabas de zampar es suya, no había plato de la cocina mediterránea que no dominara. ¡Si vieras cómo preparaba el cuscús!

– ¡Brindemos por Rami! -exclamó Perdomo levantando su vaso de vino, que entrechocó con el de Amanda.

– Sí, brindemos por él -dijo la periodista-. Me pregunto qué habrá sido de él. De toda la gente con la que trataba en aquella época es al único al que me gustaría volver a ver. Pero te hablaba del restaurante: por la noche, los fines de semana, cuando se iban los comensales, montábamos una timba de póquer en la mesa más grande, donde nos sacábamos hasta las pestañas. Un día (Gauthier no estaba, si no, no me lo hubiera permitido) me jugué el restaurante con una escalera al as y me ganó un concejal de urbanismo que llevaba color. No lo vi venir, porque el as con el que él completó el color era el mismo que me daba a mí la escalera. Desde entonces sólo juego con muy poco dinero y con amigos, que sé que nunca me van a dejar que juegue ebria, como aquella noche.

– Para que te fíes de los concejales de urbanismo -dijo Perdomo.

– Para que te fíes del Baileys con Coca-Cola -apostilló Amanda.

– ¿Bebes mucho? -quiso saber el inspector. -Amanda no bebe, pero Torres sí. -Eso me lo tienes que explicar.

– Soy ciclotímica,mon chéri. En realidad te diría que no hay mujer que no lo sea, porque las hembras padecemos vaivenes hormonales tan salvajes que podemos ser una persona completamente distinta de un día para otro.

– Lo sé de sobra -dijo Perdomo-. Tal vez sea lo más difícil de comprender para un hombre, cuando se está en pareja.

– Mi padre, Jacobo Torres, era alcohólico. Cuando debido a cambios hormonales predomina mi herencia paterna, Amanda desaparece y me convierto en Torres. Fue Torres la que perdió el restaurante,my dear, y Amanda la que se sigue sintiendo culpable por ello, al cabo de tantos años.

Perdomo lamentó en su fuero interno que el vino no estuviera a la altura de la musaka, pero no quiso hacer comentarios para no incomodar a su anfitriona, que le estaba hablando, precisamente, de su padre alcohólico. En lugar de adoptar la actitud del enólogo aficionado -un tipo de personaje que él mismo detestaba cordialmente- el inspector retomó la conversación anterior.

– Ya me ha quedado claro por qué Winston es el heredero de Lennon y por qué despreciaba a Morrison: llevaba un estilo de vida totalmente contrario a sus creencias. Porque entiendo que Winston no se metía de nada, ¿no?

– Se metía de mucho,darling -le contradijo la reportera-, pero, por lo que yo sé, a dosis razonables. Los Beatles también probaron todas las drogas habidas y por haber, y ninguno se convirtió en yonqui. El veneno es la dosis, Perdomo. Tú te tomas ahora conmigo medio ácido lisérgico (tengo un par de ellos en la mesilla de noche, por si te animas) y no te pasa nada. Pero prueba a ingerir una cantidad suficiente de aspirina y lo más seguro es que te vayas para el otro barrio.

– ¿Por qué admiraba a Morrison entonces?

– Morrison le gustaba a Winston como poeta y como personaje rebelde. Y por supuesto, le fascinaba el hecho de que con sólo muy pocas canciones se hubiera convertido en historia de la música. Morrison es elprimus ínter pares del 27, el presidente del club, por así decirlo. Ligbt my fire, por ejemplo, está en el puesto treinta y cinco de las quinientas mejores canciones de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone. The end está la trescientos y pico.

– ¿Y Winston? ¿Tiene alguna en esa lista?

– No,meine liebe. Y méritos no le faltaban.

– ¿Cuál está la primera en esa clasificación?

– Like a Rolling Stone, de Bob Dylan. Luego Satisfaction, de los Rolling Stones, y cierra el podio Imagine, de John Lennon.

– ¿Tú estás de acuerdo con esa lista?

– Sí y no. Desde el punto de vista sociológico, es evidente que esas canciones han influido sobre decenas de generaciones. Y no se le puede negar a Dylan el mérito de haber conseguido que los singles fueran más allá de los tres minutos de duración que imponían las emisoras comerciales. Pero musicalmente,Like a Rolling Stone no es gran cosa, ¿sabes? ¿Y Satisfaction? ¿Qué es Satisfaction, sino un riff pegadizo y un estribillo con gancho?

– ¿Qué tiene que tener una canción entonces para que merezca tu aprobación, Amanda?

– No me tomes el pelo, inspector. Yo soy capaz de saltar y brincar como la que más con cualquier tema de los Stones. Pero las canciones de The Walrus no sólo eran transgresoras y provocativas por el contenido, sino por la música. Ésa es la otra razón por la que Winston es… era el nuevo Lennon.

– ¿Cómo se puede ser transgresor con simples sonidos? -preguntó Perdomo totalmente desconcertado.

– Ya te avancé algo en el restaurante mexicano, pero como me caes bien y, sobre todo, me has celebrado la musaka, te daré otra clase gratis. Y ojo, que es la última que te doyfor free. A partir de ahora, si quieres saber más cosas, tendrás que llevarme a la cama.

– Pro… metido -balbuceó Perdomo, que ya no sabía si su anfitriona estaba hablando en serio o en broma.

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