Perdomo miró la pantalla del ordenador y no alcanzó a entender qué era lo que acababa de indignar tanto a Amanda.
– ¡Es la lista deRolling Stone!-le aclaró su anfitriona-. ¡La canción de Winston Ocean Child ya está en el Olimpo de las mejores canciones de todos los tiempos, por delante de Satisfaction y de Imagine. ¡Esto sí que es de denuncia!
– ¿Por qué? -preguntó ingenuamente el inspector-. Más vale tarde que nunca, ¿no? Han reconocido por fin su error.
– ¡Pero sólo porque Winston ha muerto! -vociferó Amanda-. Y este artículo que han colgado junto a lista ¡lo firma un tipo que se hartó de despotricar contra Winston hasta la semana pasada! ¡Qué oportunista!
– Es consustancial a la naturaleza humana, Amanda. A los muertos se les perdona todo.
– ¡Pues a mí estas reacciones me repugnan! -siguió bramando la mujer-. Ahora todos quieren apropiarse del mito. «¡Yo descubrí a Winston! ¡Yo fui el primero que hablé de su música!» ¡Es vomitivo! Si John resucitara mañana, volverían a desdeñarlo o a vituperarlo. Dios mío, no puedo creerlo: ¡el Franz Schubert del pop, lo llaman aquí! Es peor aún que cuando murió Michael Jackson, ¿te acuerdas? Llevábamos diez años en los que no se hablaba de otra cosa que de su presunta pederastía y de las miles de operaciones a las que se había sometido. Ya no era el rey del pop, sino el defreakyland. En el momento mismo en que se fue al otro barrio, todo eso pasó al olvido y Michael recuperó al instante el estatus de gran estrella, de luminaria del pop, de artista genial.
Perdomo no pudo evitar un gesto de disgusto, al recordar las imágenes que la prensa solía publicar en vida de Michael Jackson, resaltando su rostro desfigurado y monstruoso. El cantante se había visto obligado, en las raras ocasiones en que abandonaba su casa refugio de Neverland, a llevar gafas oscuras, gorra y vendas en la cara.
– ¿Sabes otra de las razones por las que Winston no logró ser un mito en vida? -le preguntó Amanda-. Porque no exhibía su lado oscuro, como Morrison o el propio Jackson. No digo que no lo tuviera, pero los medios de comunicación nos han acostumbrado a que si no muestras un lado autodestructivo y violento, no eres nadie. ¿Quiénes son lascelebrities del pop hoy en día? Amy Winehouse y Pete Doherty. La masa ya no es capaz de identificarse con personajes positivos, quizá también por influencia de la televisión, que ha llenado los platos de escoria humana. Ahora sólo son cool los personajes excesivos, bien porque viven al límite de sus posibilidades, bien porque se permiten todos y cada uno de sus caprichos. ¿Crees que Winston y todos los miembros de su banda no experimentaron con las drogas? Estás muy equivocado. ¿Piensas que fueron maridos leales y amorosos toda la vida? Todos les han puesto los cuernos a sus mujeres más veces de lo que seríamos capaces de imaginar. ¡Pero lo han hecho discretamente, sin montar espectáculo para la galería!
El inspector se levantó de la silla, con la intención de ayudar a Amanda a recoger la mesa, pero ésta se negó en redondo.
– Son cuatro cubiertos, Perdomo, y mañana a primera hora viene mi esclava. Pasa de todo. Y hablando de pasar, ¿pasamos al salón? Tengo un tequila impresionante, que me regaló uno de mis novios mexicanos.
Al ver que el policía vacilaba, Amanda sonrió.
– Sé lo que estás pensando, inspector. Piensas: «Estás ya en zona de peligro, Perdomo. Sal de aquí antes de que la gorda imagine que te lo quieres montar con ella».
El inspector no movió un músculo de la cara, como si aquel razonamiento no fuera con él. Pero lo cierto es que Amanda le había leído el pensamiento con la precisión de una mentalista.
– Te lo agradezco un montón -dijo Perdomo en el tono más cordial que pudo-, pero me voy directamente a casa. Mañana me espera un día muy duro: tengo que interrogar a la viuda de Winston y localizar al tercer miembro de la banda, que está en paradero desconocido.
Si estaba decepcionada por la marcha precipitada del policía, Amanda no lo demostró. Lejos de insistir en una última copa, la mujer acompañó al inspector hasta la puerta, con una sonrisa en los labios, y mientras ambos esperaban en el rellano de la escalera a que llegase el ascensor, le dijo a Perdomo:
– Cuando le preguntaron que cómo creía que iba a morir, John Lennon dijo en una entrevista: «Probablemente me quitará de en medio algún chalado».
– Me estremecen las dotes proféticas de Lennon -reconoció el policía-. Pero ¿y Winston? ¿Nunca habló de su propia muerte?
– A eso iba,coochie-coochie. Cuando los de la prensa empezamos a darle el coñazo a Winston hace unos meses con su muerte prematura a los veintisiete años, él dijo algo muy parecido: «Si entro en el club, no será ahogado en mi propio vómito», en clara alusión a las muertes por sobredosis de los otros miembros del club. Él quería ser diferente.
– ¿Winston creía en la maldición del Club 27?
– Desde luego -afirmó Amanda-. Pero decía que era una falsa maldición, en el sentido de que a todos esos músicos el club les había asegurado la vida eterna. Y no le faltaba razón: ya has visto como a él mismo la entrada en el 27 le ha convertido en inmortal.