48 The long and winding road

Perdomo asintió con la cabeza.

– Es la última moda -le confirmó a la viuda-. Se coloca en el lagrimal un pequeño cartón, impregnado de LSD, y se logran efectos alucinógenos en quince minutos. Como la vía de entrada está tan cerca del cerebro, el efecto es mucho más rápido y potente que en el consumo oral, aunque también es bastante más peligroso.

A Anita habían empezado a humedecérsele los ojos desde que el policía le había preguntado por las drogas, y tras este último comentario de Perdomo, se echó a llorar. El inspector le ofreció un pañuelo que la viuda le agradeció.

– Como ve -dijo la mujer en cuanto recuperó la compostura-, soy consciente de que mi marido no era ningún santo.

Perdomo rebuscó en las páginas de su libreta de interrogatorios una respuesta que le había llamado la atención y preguntó:

– Hace unos minutos dijo usted: «Mi marido tenía un gran talento musical, mal que les pese a algunos». ¿A quién le pesaba el talento de su marido?

La mujer devolvió el pañuelo al inspector e irguió la cabeza, como una leona orgullosa, antes de contestar:

– Cuanto más éxito tiene un artista, más envidias despierta entre los mediocres. Que conste que yo nunca he pedido que incluyeran a John en el Salón de la Fama del Rock, como han publicado algunos medios pero…

– ¿Por qué no? -interrumpió Perdomo-. ¿Cree que no lo merecía?

– Claro que sí, pero ahí sólo pueden entrar los artistas que tengan un disco con más de veinticinco años de antigüedad. El primer trabajo de The Walrus se publicó hace seis. Yo estaba hablando de otro tipo de reconocimiento. No sé si sabe cómo funciona la música pop, pero se mueve por modas. En un tiempo, lo que se llevaba era el heavy metal, en otro el punk, y así sucesivamente. Ahora lo que manda, dejando a un lado el hop y el house, es el indie.

– ¿Y eso qué es? -dijo Perdomo.

– ¿Nunca ha escuchado a los Arctic Monkeys o a Franz Ferdinand? -Parecía como si aquella laguna musical fuera más allá de lo que Anita estaba dispuesta a perdonar-. Mi marido detestaba el indie rock -continuó la mujer-. Quizá detestar resulte un verbo inapropiado, digamos que lo ignoraba olímpicamente. Decía que el indie sonaba a banda de colegio y que todos los grupos se parecían entre sí. Pero como el indie es lo que está ahora de moda, a The Walrus se les negaba el pan y la sal.

– Yo estuve en el último concierto de su marido -objetó Perdomo- y el estadio estaba, como dicen ahora los jóvenes, absolutamentepetao. ¿Por qué dice que se les negaba el pan y la sal?

– The Walrus son el grupo de moda desde hace sólo unos meses -puntualizó la viuda-. Antes, nadie les prestaba atención, musicalmente hablando, porque hacían un tipo de música que no se llevaba. No imagina el esfuerzo que supuso para John y los chicos sacar adelante a un grupo que nadaba contra corriente, al margen de la moda imperante. John siempre hablaba dellong and winding road y durante un tiempo estuvo convencido de que jamás lo conseguirían. La falta de éxito le tuvo muy, muy deprimido, lo cual también explica que abusara del LSD. Quería ser multimillonario y famoso, como Lennon, y no entendía por qué no se había convertido ya en una celebridad. A Pólice le pasó lo mismo a finales de los setenta. Nadie quería saber nada de ellos, porque sus canciones eran extrañas para la época, dominada por el punk. Pólice estaba prácticamente desahuciado, cuando sus componentes decidieron llevar a cabo una gira por Estados Unidos. Fue allí, tras mucho esfuerzo, donde lograron que la gente les hiciera caso. Con The Walrus ocurrió algo muy similar, sólo que, como a Queen, fue América Latina la que les lanzó al estrellato.

– ¿Usted cree -le preguntó Perdomo- que hay personas que no le perdonaron el éxito a su marido?

– Evidentemente -afirmó la mujer-, sobre todo porque se produjo en muy pocos meses. Fueron dos actuaciones en las televisiones de Argentina y Brasil las que desencadenaron el proceso. Un productor deCSI Miami los vio en Buenos Aires y decidió incluir Ocean Child en uno de los episodios. Eso desencadenó una especie de fiebre The Walrus a nivel mundial, porque esa serie se ve en todos los rincones del planeta. Algunos críticos habían empezado últimamente a llamar a John «Lord Gaga», por analogía con el éxito vertiginoso de Lady Gaga.

– ¿Y cómo digirió su marido ese éxito repentino?

– Muy bien, porque era su sueño desde los dieciséis años: llegar a ser más famoso que Jesucristo, como su admirado John Lennon. Hasta el punto de que John empezó a tomarles el pelo a los periodistas hablando de «la bendición del 27», ya que su milagroso despegue ocurrió después de cumplir la edad fatídica.

– ¿No resulta paradójico que fuera la televisión la que encumbrara a su marido? Se lo digo porque tengo entendido que el señor Winston odiaba los videoclips.

– Odiaba la MTV -matizó Anita-, pero siempre fue un gran amante de las series de calidad. Cuando le ofrecieron participar enCSI Miami no lo dudó ni un segundo.

– ¿Apareció físicamenente en la serie?

– Sí, y eso trajo aparejado un drástico cambio de look, sugerido por los productores de la serie. El esmoquin blanco sobre el cuerpo desnudo y depilado de John, que luego se convirtió en marca de la casa, el puro habano, todo eso vino a partir deCSI, y al comprobar que causaba estragos entre los espectadores John lo incorporó al escenario. La televisión tiene un poder extraordinario, inspector. A los Beatles los encumbró de la noche a la mañana, después de su paso por El show de Ed Sullivan; a otros artistas, en cambio, les ha perjudicado enormemente. Freddy Mercury, por ejemplo, se cavó su propia tumba en Estados Unidos cuando apareció vestido de mujer, pasando la aspiradora, en Iwant to break free.

– ¿Qué tal eran las relaciones de su marido con los otros tres miembros de la banda? -preguntó el inspector.

– Bastante buenas -reveló la mujer-. Tenga en cuenta que, como le acabo de contar, a John y a los chicos les ha llegado el éxito hace muy poco. Los grupos se suelen escindir cuando llevan mucho tiempo en la brecha y ya lo han conseguido todo. Pólice, los Beatles, Pink Floyd: todos ellos murieron de éxito. Paradójicamente, con el que mejor se llevaba mi marido era con el más conflictivo de la banda, el batería Charlie Moon.

– ¿Por qué razón? -quiso saber el inspector.

– Me imagino que porque es un músico muy competente, y si hay algo que John respetaba era el talento. Yo en cambio no puedo ni estar con él bajo el mismo techo. Moon tiene una personalidad egocéntrica y maníaca que me resulta estomagante. Pero mi marido decía que era un genio, y por eso le perdonaba todo.

Perdomo terminó de anotar algunos datos en su libreta de trabajo y luego se puso en pie, dando por finalizado el interrogatorio. La viuda de Winston se mostró sorprendida, como si hubiera estado esperando un volumen de preguntas mucho mayor.

– ¿Eso es todo? -inquirió-. Me había hecho a la idea de que esto se prolongaría durante horas.

– No somos tan sádicos -dijo Perdomo con gesto amable-. De todas formas, le rogaría que no abandonara la ciudad de momento, ya que pueden surgir cuestiones que necesiten una ulterior aclaración.

– Estaré a su disposición las veinticuatro horas del día -aseguró la mujer-. Hay que detener al asesino de John, cueste lo que cueste.

– ¿Puedo preguntarle si su marido había hecho testamento? -se interesó Perdomo.

– Sí -afirmó Anita-, lo redactó el año pasado, cuando empezó a sufrir esas horribles pesadillas.

– ¿Y usted es la única beneficiarla?

– Espero que no -dijo, conteniendo una risa nerviosa-. No sabría qué hacer con tantos millones.

– ¿De cuánto dinero estamos hablando, señora Winston?

– No conozco la cifra exacta -respondió la viuda-, pero después deCSI, John firmó un contrato multimillonario con Live Nation, la promotora de conciertos más importante del mundo. Madonna y Shakira están entre su elenco de artistas. Añada a esa suma, que fue astronómica, los derechos de autor que están generando sus canciones y los contratos publicitarios y de televisión que le llovieron desde entonces y estaremos rondando los veinticinco millones de euros.

Al salir a la calle, Perdomo recordó que había dejado su móvil en modo silencio, con objeto de evitar que Amanda le interrumpiera continuamente, y lo extrajo del bolsillo para volver a conectarlo. Tema varias llamadas de Villanueva y un SMS del inspector Guerrero de la Policía Científica que decía:

La cásete de Winston contiene una canción grabada de viva voz por John Lennon.

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