76 Jealous guy (mono versión)

– ¿Me has visto alguna vez disfrazado de mujer? -le preguntó Villanueva a Perdomo ya en el despacho de éste en la UDEV.

El inspector pensó que se trataba de una broma, pero su subordinado volvió a repetirle la pregunta: la propuesta iba completamente en serio.

– Una vez, en Halloween, me vestí de rockera gótica en la tienda de discos de mi hermana, y nadie me reconoció. Soy la persona indicada para entregar el rescate -insistió Villanueva.

El valor personal no era una de las cualidades que adornaban a Villanueva, por eso Perdomo agradeció especialmente que éste se ofreciera voluntario para la misión. Acudir a la cita con Ivo entrañaba un gran peligro y en caso de que detectara el engaño, el búlgaro no dudaría en liquidarle allí mismo. Con su lesión de espalda, las posibilidades de oponer resistencia, en el caso de un enfrentamiento físico, eran casi nulas y además Villanueva era casi veinticinco centímetros más alto que la viuda de John Winston. Perdomo tardó medio segundo en desestimar la oferta.

– No -le respondió el inspector-, es demasiado arriesgado. Lo apropiado sería que una agente femenina le llevara el dinero a Ivo, pero he de confesarte una cosa: lo de Charley me ha dejado tan jodido, que se me hace muy cuesta arriba la idea de enviar al matadero a otra persona. De manera que voy a arriesgarme y entregaré yo mismo el rescate.

Villanueva intentó forcejear un poco más, pero enseguida se dio cuenta de que la decisión de Perdomo ya estaba tomada, así que se dio por vencido.

– ¿Qué hacemos respecto al robo de las cenizas? -preguntó-. ¿Aviso a la Científica? '

– No -dijo Perdomo-. ¿Para qué? Ya sabemos que Ivo las robó. Debió de conseguir las cenizas mediante amenaza o soborno de una de las limpiadoras, así que obtendremos más información interrogando al personal del hotel que buscando pruebas científicas. Entérate de qué personas han tenido acceso a la suite de la viuda en los últimos días y convócalas en Jefatura para mañana por la mañana. Eso incluye también al director del hotel. -Sonó su móvil, era Amanda-. ¿Qué hay?

– Hola, Perdomo -le saludó la periodista. -En su voz fatigada había aún restos de toda la tensión que ambos habían vivido en el barco, hacía muy pocas horas-. Necesito saber qué te ha dicho la viuda cuando le has contado que hemos regresado de nuestra misión sin sus doscientos mil euros.

– Olvídate ahora de eso -le respondió el policía-. Tenemos algo mucho más importante entre manos. Ivo ha robado las cenizas de John Winston y ha exigido que, esta misma noche, le entreguemos un millón de euros como rescate.

La periodista informó al detective de que no era la primera vez que alguien sustraía las cenizas de una estrella del rock:

– Las de Kurt Cobain -dijo-, y estamos hablando de uno de los miembros más ilustres del Club 27, fueron robadas en verano de 2008 de la casa de Courtney Love. Las guardaba en un osito-mochila de peluche rosa, junto con un mechón de cabello de su marido, y aún no han sido recuperadas.

– No conocía esa historia-admitió el policía-. ¿También pidieron un rescate por ellas?

– Hay dos teorías. La primera es que se trataba de un grupo defreakies, que querían clonar a Cobain a partir de sus restos. La segunda, que es por la que yo me inclino, dice que lo hicieron para mortificar a Courtney Love. Los fans de Cobain la odiaban y la responsabilizaron de la muerte de su marido.

– La viuda de Winston está también profundamente afectada por el robo de las cenizas -dijo Perdomo-. Nos ha dicho que para ella es más importante recuperar la urna que detener al asesino.

– Debe de ser un golpe tremendo -reconoció Amanda-, porque cuando muere un ser querido, las cenizas son el recuerdo más íntimo que te queda de él. De hecho, Courtney realizó unas declaraciones a la prensa asegurando que, si no recuperaba las de Kurt, iba a suicidarse. ¿Y sabes lo que hicieron los internautas? Pidieron en la red a los ladrones que tardaran en devolverlas, a ver si caía la breva.

Cuando Perdomo hubo informado a la periodista de que sería él mismo el encargado de realizar la entrega del dinero, recibió en el teléfono fijo la llamada de Anita que tanto estaba aguardando. En un tono de voz firme y seguro, que no admitía réplica, la viuda del músico asesinado informó a los policías que había reunido el dinero sin dificultad, pero que estaba decidida a entregarlo ella misma.

– No es negociable -declaró en cuanto Perdomo trató de hacerle ver que no estaba dispuesto a exponerla a tanto peligro-. Ese asesino lo dijo muy claro por teléfono: si detecta algo sospechoso se deshará de las cenizas y luego vendrá a por mí. Sólo quiere el dinero, no me hará nada si se lo llevo yo misma. Y yo recuperaré las cenizas de mi marido. Se lo debo a John.

Un segundo después de que Perdomo tapara el auricular para deliberar con Villanueva, se oyó la voz de Amanda a través del móvil. La reportera había escuchado toda la conversación mientras estaba a la espera.

– Que vaya ella -exclamó-, no lo dudes ni un instante. La fortuna te sonrió en el barco, Perdomo, pero hasta un jugador de póquer medianejo como tú sabe que no conviene forzar la suerte dos veces seguidas.

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