Myron no sabía muy bien qué hacer a continuación.
En realidad, no albergaba más que una sospecha. No tenía pruebas, pero la hipótesis que venía cavilando podía dar respuesta a un montón de preguntas, por ejemplo, ¿por qué la Sacudepolvos había tendido a Emily la trampa del vídeo? Según todos los testimonios, no era muy amiga de Greg.
Pero sí lo era de TC.
El vínculo de las superestrellas, otra vez. Greg había temido perder a sus hijos en la batalla por la custodia legal. Es una de las mayores preocupaciones que pueden asaltar a una persona. ¿A quién recurrió en busca de ayuda?
A TC.
Cuando Win había abordado a la Sacudepolvos para informarlo de que estaba buscando a Greg, ¿a quién había avisado ella?
A TC.
No había pruebas, por supuesto, pero parecía lo más lógico.
Myron ya podía encajar muchas piezas del rompecabezas. Greg estaba siendo sometido a una tensión increíble, lo cual era poco recomendable para un hombre con evidentes desequilibrios mentales. ¿Qué pasó por su mente cuando vio a Liz Gorman muerta en el suelo? Debió de comprender que sería el principal sospechoso del asesinato. Como Emily había señalado, Greg tenía el móvil, la oportunidad y estaba en el lugar de los hechos. Emily había caído en la cuenta. Por eso le tendió la trampa. Greg también habría debido de darse cuenta.
¿Cuál fue su reacción?
Huir.
Ver a Liz Gorman muerta había sido la gota que colmó el vaso. No obstante, Greg también debía de saber que no podría salvarse solo. Había gente que estaba buscándolo en aquel mismo momento. Necesitaba ayuda. Necesitaba tiempo y espacio.
¿A quién recurrió Greg?
Al tío que mejor lo comprendía. El que comprendía los problemas propios del estrellato. El que compartía con él aquel aire tan viciado.
Myron paró en un semáforo. Estaba cerca, muy cerca. TC estaba ayudando a Greg a esconderse, de eso no cabía duda. Pero TC sólo era una parte de la solución. Aún faltaba la respuesta a la pregunta central: ¿quién había matado a Liz Gorman?
Repasó la información acumulada y retrocedió hasta la noche del asesinato. Clip había sido el primero de los tres en llegar. En muchos sentidos, él era ahora su principal sospechoso. Sin embargo, Myron topaba con serios problemas. ¿Cuál era el móvil de Clip, para empezar? Es cierto que la información de que disponía Liz Gorman podría haber sido perjudicial para el equipo. También podría haber sido lo bastante grave para que Clip perdiera la votación. Pero ¿habría sido capaz de coger un bate de béisbol y cargarse a una mujer por eso? Siempre hay gente dispuesta a matar por dinero y poder. ¿Era Clip uno de ésos?
Pero aún se enfrentaba con un problema más grave, que no conseguía resolver por más que se esforzaba. Emily había dejado la sangre de la víctima y el arma homicida en casa de Greg. Eso estaba comprobado y tenía su lógica. Bien, bien. Sabía quién había colocado las pruebas… pero ¿quién se las había llevado?
Sólo se le ocurrían tres alternativas posibles: 1) Greg Downing, 2) alguien que intentara proteger a Greg, o 3) el asesino.
No había podido ser Greg. Aunque se aceptara la premisa casi imposible de que hubiera regresado a su casa después de desaparecer, ¿cómo había descubierto la sangre? ¿Había bajado por casualidad al cuarto de juego? No. Era demasiado ridículo. Sólo lo habría hecho si hubiese sabido que la habían puesto allí.
Myron se quedó helado.
Eso era. Quienquiera que hubiese limpiado la sangre sabía lo que Emily había hecho. No lo había descubierto por accidente. ¿Cómo lo había descubierto? ¿Por Emily? No, de ninguna manera. Emily sería la última persona en irse de la lengua. ¿La habrían visto en plena actividad? Una vez más, la respuesta era un no rotundo. En ese caso, también se habrían llevado el bate, e incluso habrían limpiado la sangre antes de que Myron y Win la descubrieran. El momento en que habían limpiado el lugar era crucial: había sucedido después de que Myron y Win revelaran su hallazgo. Por lo tanto, Myron y Win eran los únicos responsables de la filtración.
¿A quién se lo habían dicho?
El dedo apuntaba de nuevo a Clip.
Se desvió por la carretera 3 y entró en el complejo de Meadowlands. El estadio se alzaba ante él como un gigantesco ovni sobre una pista blanca de aterrizaje. ¿Había asesinado Clip Arnstein a Liz Gorman y luego había limpiado la sangre? Myron reflexionó sobre esa posibilidad, pero no acababa de convencerlo. ¿Cómo había entrado Clip en la casa? No había señales de que hubieran forzado la puerta. ¿Había utilizado una ganzúa? Resultaba dudoso. ¿Tenía llave? Era poco probable. ¿Había contratado a un profesional? Aún más dudoso. Clip ni siquiera había permitido que un detective privado investigase las tarjetas de crédito de Greg por temor a que la noticia se esparciera, de modo que ¿en quién confiaría para que limpiase la sangre de una persona a la que él mismo había asesinado?
Y algo más torturaba a Myron: la ropa de mujer en el dormitorio. También se la habían llevado. ¿Para qué iba Clip a borrar las huellas de una amante secreta de Greg? ¿Para qué iba a hacerlo nadie?
Las diferentes teorías giraban como un torbellino en la mente de Myron. Se concentró de nuevo en la misteriosa amante secreta. ¿Podía ser Fiona White? No había dicho ni pío, pero Myron estaba convencido de que no era ella. ¿Cómo habría podido Fiona vivir con Greg y ocultarlo a un marido tan posesivo y celoso como Leon? Quizás hubiesen tenido algún encuentro furtivo, un polvo ocasional en un motel o algo por el estilo, pero Myron ya no creía ni siquiera eso. Cuanto más pensaba en ello, la epístola de «la noche de éxtasis inimaginable» se le antojaba más una invitación que una charla entre dos amantes. Lo más lógico era suponer que Greg había sido sincero al decirle a Leon que nunca se había acostado con la mujer de otro hombre. La mera idea hizo que Myron se sintiera avergonzado.
En la radio estaban pasando una cuña publicitaria. Un hombre y una mujer muy sofisticados estaban disfrutando enormemente de lo que quiera que estuviesen haciendo. Hablaban en voz baja y reían de los chistes idiotas que hacía cada uno. Myron la apagó.
Aún tenía más preguntas que respuestas, pero cuando cogió el móvil para escuchar las llamadas del contestador automático de Greg, no pudo evitar que le temblase la mano. Sintió una fuerte presión en el pecho. No era la misma sensación que tenía siempre antes de un partido. De hecho, era todo lo contrario.