10

Myron llamó de inmediato a Mabel Edwards.

– ¿Recuerda a Elizabeth Bradford? -preguntó.

Hubo una breve vacilación.

– Sí.

– ¿Fue Anita quien encontró su cuerpo?

Una vacilación más larga.

– Sí.

– ¿Qué le contó ella sobre dicho asunto?

– Espera un segundo. Creía que estabas intentando ayudar a Horace.

– Y así es.

– ¿Entonces por qué estás preguntando por aquella pobre mujer? -Mabel parecía un tanto desubicada-. Murió hace más de veinte años.

– Es un poco más complicado.

– Seguro que lo es. -Él oyó como la mujer respiraba hondo-. Ahora quiero saber la verdad. También estás indagando sobre ella, ¿no? ¿Por Anita?

– Sí, señora.

– ¿Por qué?

Buena pregunta. Pero si vas realmente a lo esencial, la respuesta era muy sencilla.

– Por Brenda.

– Encontrar a Anita no va a ayudarla.

– Dígaselo a ella. La mujer se rió sin humor.

– Brenda puede ser muy testaruda -comentó Mabel. -Creo que es algo hereditario.

– Puede que sí -admitió ella.

– Por favor, dígame lo que recuerda.

– Poca cosa. Fue a trabajar, y la pobre mujer estaba tumbada allí como una muñeca de trapo rota. Es todo lo que sé.

– ¿Anita nunca dijo nada más?

– No.

– ¿Parecía alterada?

– Por supuesto. Trabajó para Elizabeth Bradford durante casi seis años.

– No, me refiero a después de la sorpresa de encontrar el cadáver.

– No lo creo. Pero nunca decía nada sobre ello. Incluso cuando llamaban los periodistas, Anita colgaba el teléfono.

Myron recibió la información, la filtró a través de sus células cerebrales, pero no obtuvo ningún resultado.

– Señora Edwards, ¿mencionó su hermano alguna vez a un abogado llamado Thomas Kincaid?

Ella lo pensó un momento.

– No, no lo creo.

– ¿Sabía usted si estaba buscando consejo legal en algún tema?

– No.

Se despidieron, y él colgó. El teléfono volvió a sonar en el acto.

– ¿Hola?

– He dado con algo extraño, Myron. Era Lisa, de la compañía telefónica. -¿Qué pasa?

– Me pediste que pusiera un rastreador en el teléfono de la habitación de Brenda Slaughter.

– Así es.

– Alguien se me adelantó.

Myron casi aplastó el freno.

– ¿Qué?

– Ya tiene el teléfono pinchado.

– ¿Desde cuándo?

– No lo sé.

– ¿Puedes rastrearlo? ¿Ver quién lo ha pinchado?

– No. Y el número está bloqueado.

– ¿Eso qué significa?

– No puedo leer nada. Ni siquiera tengo una mínima pista ni puedo encontrar las viejas facturas en el ordenador. Yo diría que es cosa de la policía. Puedo intentar fisgonear un poco, pero dudo que pueda dar con alguien.

– Por favor inténtalo, Lisa. Y gracias.

Colgó. Un padre desaparecido, llamadas telefónicas amenazadoras, un posible seguimiento en coche, y ahora un pinchazo telefónico: Myron comenzaba a ponerse nervioso. ¿Por qué alguien -alguien con autoridad- tiene pinchado el teléfono de Brenda? ¿Formaba parte del grupo que hacía las llamadas amenazadoras? ¿Tenían pinchado el teléfono para dar con su padre o…?

Un momento.

¿Acaso una de las llamadas amenazadoras no le había dicho a Brenda que llamase a su madre? ¿Por qué? ¿Por qué alguien le había dicho algo así? Y lo más importante, si Brenda hubiese obedecido a la llamada -y por supuesto supiese dónde se oculta su madre- los que controlaban su teléfono habrían podido encontrar a Anita. ¿Era eso lo más importante?

¿Estaban buscando a Horace… o a Anita?


– Tenemos un problema -le dijo Myron.

Estaban sentados en el coche. Brenda se volvió hacia él y esperó. -Tienes el teléfono pinchado -añadió él.

– ¿Qué?

– Alguien ha estado escuchando tus llamadas. También te siguen.

– Pero… -Brenda se detuvo, se encogió de hombros-. ¿Por qué? ¿Para encontrar a mi padre?

– Sí, eso sería lo más lógico. Alguien está muy interesado en dar con Horace. Ya han atacado a tu tía. Tú puedes ser la siguiente en la lista.

– Entonces, ¿crees que estoy en peligro?

– Sí.

Ella lo miró a la cara.

– Y tú ya tienes preparado un plan de acción.

– Así es -afirmó Myron.

– Te escucho.

– Primero, quiero que busquen los micros en tu habitación.

– No tengo ninguna objeción.

– Segundo, tendrás que abandonar tu habitación. Allí no estás segura.

Ella lo pensó un momento.

– Puedo quedarme con una amiga. Cheryl Sutton. Es la otra capitana de los Dolphins.

Myron negó con la cabeza.

– Esas personas te conocen. Te han estado siguiendo, han escuchado tus llamadas telefónicas.

– ¿Y eso qué quiere decir?

– Significa que seguramente saben quiénes son tus amigos.

– Incluida la señorita Sutton.

– Sí.

– ¿Y tú crees que me irán a buscar allí?

– Es una posibilidad.

Brenda sacudió la cabeza y miró hacia delante.

– Esto es siniestro.

– Hay más.

Él le habló de la familia Bradford y de que su madre había encontrado el cadáver.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Brenda cuando él acabó.

– Nada en especial -admitió Myron-. Pero tú querías que te lo contase todo, ¿no?

– Así es. -Ella se estiró hacia atrás en el asiento y se mordió el labio inferior. Pasado un tiempo, preguntó-: ¿Dónde crees que debo alojarme?

– ¿Recuerdas que te mencioné a mi amigo Win?

– ¿El dueño de Lock-Horne e Securities?

– Su familia. Se supone que debo ir esta noche a su casa para discutir un asunto de negocios. Creo que tú también podrías venir. Puedes quedarte en su apartamento.

– ¿Quieres que me quede con él?

– Sólo por esta noche. Win tiene pisos seguros por todas partes. Te encontraremos algún lugar.

Ella torció el gesto.

– ¿Un señorito universitario que tiene pisos por todas partes?

– Win -dijo Myron-, no es lo que parece.

Ella cruzó los brazos debajo de los pechos.

– No quiero comportarme como una idiota y soltarte ese estúpido rollo de que no voy a dejar que esto interfiera en mi vida. Sé que intentas ayudarme, y quiero cooperar.

– Bien.

– Pero -añadió Brenda-, esta liga significa mucho para mí. También mi equipo. No voy a abandonarlo sin más.

– Lo comprendo.

– Así que hagamos lo que hagamos, ¿podré continuar asistiendo a los entrenamientos? ¿Podré jugar en el partido de inauguración el domingo?

– Sí.

Brenda asintió.

– Vale. Gracias.

Fueron hasta la residencia. Myron esperó abajo mientras ella hacía la maleta. Brenda tenía su propio dormitorio, pero le escribió una nota a su compañera de piso para avisarle que se alojaría con un amigo durante unos días. Todo esto le llevó menos de diez minutos. Bajó con dos maletas al hombro. Myron se hizo cargo de una. Salían cuando vio a FJ de pie junto a su coche.

– Quédate aquí -le dijo a la muchacha.

Brenda no le hizo caso y continuó caminando a su lado. Myron miró a su izquierda. Bubba y Rocco estaban allí. Lo saludaron con un gesto. Myron los ignoró. Para que aprendiesen.

FJ se apoyó en el coche, completamente relajado, casi demasiado relajado, como un borracho en una vieja película apoyado en una farola.

– Hola, Brenda -dijo FJ.

– Hola, FJ.

FJ señaló a Myron.

– A ti también, Myron.

Su sonrisa no es que careciera de calor. Era la sonrisa más puramente física que Myron hubiese visto, un subproducto del cerebro que daba órdenes específicas a determinados músculos. No se movió ninguna otra parte de él excepto los labios.

Myron caminó alrededor del coche y fingió inspeccionarlo.

– No está mal, FJ. Pero la próxima vez pon un poco más de entusiasmo con los tapacubos. Están sucios.

FJ miró a Brenda.

– ¿Éste es el famoso y muy agudo ingenio Bolitar del que tanto he oído hablar?

Ella se encogió de hombros en un gesto solidario.

Myron los señaló con las manos.

– ¿Os conocéis?

– Por supuesto -respondió FJ-. Fuimos juntos a la escuela preuniversitaria en Lawrenceville.

Bubba y Rocco se acercaron unos pasos.

Myron se colocó entre Brenda y FJ. El movimiento protector sin duda la cabrearía, pero lo hizo a pesar de todo.

– ¿Qué podemos hacer por ti, FJ?

– Sólo quiero asegurarme de que la señorita Slaughter está cumpliendo su contrato conmigo.

– No tengo ningún contrato contigo -dijo Brenda.

– Tu padre, Horace Slaughter, es tu agente, ¿no?

– No -negó Brenda-. Myron es mi agente.

– ¿Ah sí? -Los ojos de FJ se movieron hacia Myron, que mantuvo el contacto visual. Seguía sin haber nada allí, era como mirar a través de las ventanas de un edificio abandonado-. Me habían informado de lo contrario.

Myron se encogió de hombros.

– La vida es un continuo cambio, FJ. Hay que aprender a adaptarse.

– Adaptarse o morir -afirmó FJ.

Myron asintió y dijo:

– Oooohhh.

FJ mantuvo la mirada unos segundos más. Tenía la piel que parecía arcilla mojada, como si pudiese disolverse con una lluvia fuerte. Se volvió hacia Brenda.

– Tu padre solía ser tu agente -le dijo-. Antes de Myron.

Myron se ocupó de eso.

– ¿Y qué pasa si lo era?

– Él firmó con nosotros. Brenda iba a dejar la WPBA y pasarse a la PWBL. Está todo escrito en el contrato.

Myron se giró hacia Brenda. Ella sacudió la cabeza.

– ¿Tienes la firma de la señorita Slaughter en los contratos? -preguntó.

– Como dije, su padre…

– Que no tiene ninguna representación legal en este asunto. ¿Tienes la firma de Brenda o no?

FJ pareció un tanto disgustado. Bubba y Rocco se acercaron todavía más.

– No la tenemos.

– Entonces no tienes nada. -Myron accionó el automático para abrir las puertas del coche-. Pero todos hemos disfrutado de este breve momento juntos. Sé que ahora soy una persona mejor.

Bubba y Rocco se movieron hacia él. Myron abrió la puerta. Su arma estaba debajo del asiento. Por un momento pensó en cogerla. Sería una tontería, por supuesto. Alguien -probablemente Myron o Brenda- acabaría herido.

FJ levantó una mano y los dos hombres se detuvieron como si los hubiesen rociado con congelante.

– No somos mañosos -dijo FJ-. Somos hombres de negocios.

– Correcto -manifestó Myron-, y Bubba y Rocco qué son, ¿tus contables?

Una leve sonrisa apareció en los labios de FJ. La sonrisa era la de un reptil, y eso significaba que era mucho más cálida que las anteriores.

– Si de verdad eres su agente -dijo FJ-, entonces sería apropiado para ti hablar conmigo.

Myron asintió.

– Llama a mi despacho, pide una cita.

– Entonces no tardaremos en volver a hablar -prometió FJ.

– Lo espero con ansia. Y sigue utilizando «apropiado». Realmente impresiona a la gente.

Brenda abrió la puerta del pasajero y subió al coche. Myron hizo lo mismo. FJ se acercó a la ventanilla de Myron y golpeó en el cristal. Myron bajó la ventanilla.

– Me da lo mismo que firmes o no con nosotros. -FJ habló en voz baja-. Se trata sólo de negocios. Pero cuando te mate, será pura diversión.

Myron estuvo a punto de dar una réplica, pero algo -posiblemente una pizca de sentido común- le hizo callar. FJ se alejó. Rocco y Bubba lo siguieron. Myron les observó alejarse, con el corazón aleteando todavía en el pecho como un cóndor enjaulado.

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