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Siempre puedes saber quiénes son los isleños. Son los que se sientan dentro y hacen pasatiempos durante los noventa minutos del trayecto del ferry. Los turistas normalmente están arriba o alineados en la proa o en la popa para captar con sus cámaras un último atisbo de la isla mientras ésta se encoge entre la niebla. En el primer barco de la mañana siguiente yo iba dentro con los isleños. Pero estaba resolviendo un pasatiempo diferente. Me senté con el archivo en el cual Terry McCaleb había hecho las anotaciones del caso abierto en mi regazo. También tenía la cronología que había elaborado la noche anterior. La estudié con la esperanza de memorizarla al máximo. Para cerrar con éxito una investigación es preciso poseer un dominio instantáneo del caso.


7 ene. McC lee artículo sobre los hombres desaparecidos en Nevada y llama a la policía de Las Vegas.

9 ene. La policía de Las Vegas no está interesada.

2 feb. Hinton, Vegas Sun. ¿Quién llamó a quién?

13 feb. Excursión de medio día con Jordán Shandy.

19 feb. Excursión con Finder.

22 feb. Denuncia al sheriff del robo del GPS.

27 feb. McC crea archivo de fotos.

1 mar? McC en el continente durante tres días.

28 mar. Ultimo crucero de McC en el Following Sea con medicamentos.

31 mar. McC muere.


Ahora añadí lo que Graciela me había contado una hora antes. Los mismos extractos de la tarjeta de crédito que le había pedido que recopilara para controlar los movimientos de su marido contenían también sus propias compras. Había un cargo de Visa atribuido a los grandes almacenes Nordstrom del 21 de febrero. Cuando le pregunté, me dijo que había hecho la compra en el Promenade. Le pregunté si había vuelto allí desde entonces y me dijo que no.

Al añadir el dato en la cronología me fijé en que había sido el día anterior a la denuncia de robo del GPS del Following Sea. Eso significaba que probablemente fue el mismo día en que fue robado. El vigilante de las fotos había estado en el ferry con Graciela en el regreso a la isla. ¿Podía ser el mismo que se coló a bordo del Following Sea esa noche y se llevó el dispositivo? En tal caso, ¿por qué? Y en tal caso, ¿podía haber sido la noche en que manipularon las medicinas de Terry McCaleb y cambiaron las cápsulas reales por placebos?

Rodeé las letras GPS en la cronología. ¿Cuál era el significado de ese dispositivo y de su robo? Me pregunté si no estaba poniendo demasiado énfasis en eso. Quizá la teoría de Buddy Lockridge era la correcta y el dispositivo simplemente había sido robado por Finder, un competidor. Podría no tener mayor importancia, pero la proximidad con la vigilancia de Graciela en el centro comercial me hacía pensar lo contrario. Mi instinto me decía que existía una conexión. Simplemente todavía no la conocía.

A pesar de ello, sentía que me estaba acercando. La cronología era muy útil para permitirme ver las conexiones y la oportunidad de las cosas. Todavía había que añadir más, y recordé que había previsto llevar a cabo un seguimiento de las llamadas telefónicas a Las Vegas esa mañana. Abrí el móvil y comprobé el estado de la batería. No había podido recargarlo en el Following Sea. Me estaba quedando sin energía. Posiblemente tenía para una llamada más a lo sumo. Marqué el número de la unidad de personas desaparecidas de la policía de Las Vegas. Pasaron la llamada y pregunté por el detective Ritz. Me tuvieron casi tres minutos en espera, durante la cual el teléfono empezó a pitar cada minuto para avisarme de que se me acababa la batería.

– Soy el detective Ritz, ¿en qué puedo ayudarle?

– Detective, me llamo Bosch. Soy agente retirado del Departamento de Policía de Los Ángeles. Trabajaba en homicidios. Estoy haciendo un favor a una amiga. Su marido falleció el mes pasado y yo estoy ordenando sus cosas. Me he encontrado con una carpeta en la que estaba su nombre y su número y un artículo de periódico de uno de sus casos.

– ¿Qué caso?

– Los seis hombres desaparecidos.

– ¿Y cuál es el nombre del marido de su amiga?

– Terry McCaleb. Fue agente del FBI. Trabajaba…

– Ah, él.

– ¿Lo conocía?

– Hablé con él por teléfono una vez. Eso no es conocerle.

– ¿Hablaron de los hombres desaparecidos?

– Mire, ¿cómo me ha dicho que se llama?

– Harry Bosch.

– Bueno, escuche, Harry Bosch, no le conozco y no sé lo que está haciendo, pero no acostumbro a hablar de casos abiertos por teléfono con desconocidos.

– Puedo ir a verle.

– Eso no cambiaría las cosas.

– Sabe que ha muerto, ¿verdad?

– ¿McCaleb? Oí que había tenido un ataque al corazón y que estaba en su barco y nadie llegó a tiempo. Suena estúpido. ¿Qué hace un tío con un corazón trasplantado a veinticinco millas, en medio de ninguna parte?

– Ganarse la vida, supongo. Mire, han surgido algunas cosas al respecto y estoy comprobando en qué andaba Terry en ese momento. Para ver si podía haber atraído el ojo de alguien, si me explico. Lo único que quiero…

– De hecho, no se explica. ¿Está hablando de vudú? ¿Alguien le echó una maldición y le dio un ataque al corazón? Estoy bastante ocupado, Bosch. Demasiado ocupado para chorradas. Los tipos retirados creen que estamos tan aburridos que tenemos todo el tiempo del mundo para dedicarlo a sus teorías de vudú. Pues, ¿sabe qué?, no es así.

– ¿Es eso lo que le dijo a él cuando llamó? ¿No quiso escuchar su teoría o su perfil sobre el caso? ¿Lo llamó vudú?

– Mire, señor, ¿para qué sirve un perfil? Esas cosas no reducen nada. Son una estupidez y eso es lo que le dije y eso…

Su última palabra quedó cortada por el bip de advertencia de mi móvil.

– ¿Qué ha sido ese pitido? -preguntó-. ¿Está grabando esto?

– No, es el aviso de batería baja de mi móvil. ¿Terry no fue allí a hablar con usted de esto?

– No. Creo que en lugar de hacerlo fue corriendo al periódico. Típica maniobra federal.

– ¿Hubo un artículo sobre su opinión de esto en el Sun?

– Yo no lo llamaría así. Creo que ellos también pensaron que era descabellado.

La frase revelaba una falsedad. Si Ritz pensaba que la teoría de McCaleb era descabellada, tenía que haberla escuchado antes de hacer semejante juicio. Creo que revelaba que Ritz había discutido el caso con McCaleb, posiblemente a fondo.

– Permítame que le haga una última pregunta y le dejaré en paz. ¿Terry mencionó algo de una teoría del triángulo? ¿Algo de que un punto da tres? ¿Entiende algo de esto?

La risa que oí al otro lado del teléfono no era agradable. Ni siquiera era afable.

– Eso han sido tres preguntas, Bosch. Tres preguntas, tres lados de un triángulo, tres strikes y está…

El teléfono se quedó sin batería.

– Eliminado -dije, completando el símil de partido de béisbol de Ritz.

Sabía que eso significaba que no iba a responder a mi pregunta. Cerré el teléfono y me lo guardé otra vez en el bolsillo. Tenía un cargador en el coche. Pondría otra vez a punto el teléfono en cuanto llegara a la bahía de Santa Mónica. Todavía podía hablar con la periodista del Sun, pero seguramente no tendría ninguna otra conversación con Ritz.

Me levanté y caminé hasta la popa para refrescarme con el aire frío de la mañana. En la distancia, Catalina era ya sólo una roca dentada gris que sobresalía entre la niebla. Habíamos recorrido más de la mitad de la travesía. Oí que una niña le gritaba a su madre «¡Allí!», y yo seguí la dirección del dedo y vi un grupo de marsopas que emergían del agua en la estela del barco. Habría una veintena y la popa no tardó en llenarse de gente y de cámaras. Creo que incluso algunos de los isleños salieron a mirar. Las marsopas eran hermosas, con su piel gris brillando como plástico en la luz de la mañana. Me pregunté si sólo se estaban divirtiendo o habían confundido el transbordador con un pesquero y esperaban alimentarse con los desechos de la captura del día.

Pronto el espectáculo ya no bastó para mantener la atención general y los pasajeros regresaron a sus posiciones anteriores. La niña que había gritado la voz de alerta permaneció en la borda observando, y lo mismo hice yo, hasta que las marsopas finalmente abandonaron la estela y desaparecieron en el mar azul negruzco.

Entré y saqué otra vez la carpeta de McCaleb. Releí todo lo que él y yo habíamos escrito. No surgió ninguna idea nueva. Después miré las fotos que había impreso la noche anterior. Había mostrado a Graciela las instantáneas del hombre llamado Jordán Shandy, pero ella no lo reconoció y me lanzó más preguntas que respuestas sobre él, preguntas que todavía no quería intentar responder.

A continuación, repasé el extracto de la tarjeta de crédito y la factura del teléfono. Ya los había mirado en presencia de Graciela, pero quería revisarlos más concienzudamente. Presté una mayor atención al final de febrero y el principio de marzo, fechas de las que Graciela aseguraba que su marido había estado en el continente. Por desgracia, no había ninguna adquisición con tarjeta de crédito ni llamada de teléfono hecha desde su móvil que me revelara dónde había estado. Era casi como si no hubiera querido dejar ningún rastro.

Al cabo de media hora, el barco atracó en el puerto de Los Ángeles y fondeó junto al Queen Mary, un crucero permanentemente amarrado y convertido en hotel y centro de convenciones. Mientras recorría el aparcamiento hacia mi coche, oí un grito. Al volverme, vi a una mujer que rebotaba y se bamboleaba cabeza abajo en el extremo de una cuerda elástica que se extendía desde una plataforma de salto en la popa del Queen Mary. Tenía los brazos apretados al torso y me di cuenta de que no había gritado por miedo o por la descarga de adrenalina causada por la caída libre, sino porque al parecer su camiseta había amenazado con pasarle por los hombros y la cabeza, exponiéndola a la multitud que se agolpaba junto a la barandilla del crucero.

Di la espalda a la escena y me dirigí a mi coche. Conduzco un gran todoterreno Mercedes Benz, del tipo de los que alguna gente cree que ayudan a los terroristas en sus actividades.

No me meto en esos debates, pero sé que quienes van a argumentar tales cosas en los programas de entrevistas normalmente llegan en largas limusinas. En cuanto entré en el coche y arranqué, conecté el teléfono en el cargador y esperé a que volviera a la vida. Enseguida vi que había recibido dos mensajes en los cuarenta y cinco minutos que había permanecido desconectado.

El primero era de mi antigua compañera Kizmin Rider, que ahora se ocupaba de cuestiones administrativas y de planificación en la oficina del jefe de policía. No había dejado ningún mensaje más que la petición de que la llamara. Era curioso porque no habíamos hablado desde hacía casi un año y esa conversación no había sido muy agradable. Su habitual tarjeta de Navidad sólo llevaba su firma y no la habitual nota cordial y la promesa de reunirnos pronto. Anoté su número directo -al menos todavía merecía eso- y guardé el mensaje.

El siguiente mensaje era de Cindy Hinton, la periodista del Sun. Simplemente me devolvía la llamada. Arranqué el Mercedes y me dirigí hacia la autovía para acceder a los puertos deportivos de San Pedro y Cabrillo, donde me esperaba el Jeep de Terry McCaleb. Llamé a Hinton por el camino y ella respondió de inmediato.

– Sí, llamaba por Terry McCaleb -dije-. Estoy reconstruyendo sus movimientos en los últimos dos meses de su vida. Supongo que ha oído que falleció. Recuerdo que el Sun publicó un obituario.

– Sí, lo sabía. En su mensaje de anoche decía que es usted un investigador. ¿Investigador de qué agencia?

– De hecho tengo licencia estatal de detective privado, pero he sido policía durante treinta años.

– ¿Está relacionado con el caso de las personas desaparecidas?

– ¿En qué sentido?

– No lo sé. Usted me ha llamado. No entiendo qué es lo que quiere.

– Bueno, deje que le haga una pregunta. En primer lugar, sé por el detective Ritz de la policía metropolitana de Las Vegas que Terry se había interesado en el caso de los seis desaparecidos. Estudió los hechos de que disponía y llamó al detective Ritz para ofrecerle su tiempo y su experiencia para trabajar en el caso o proporcionar teorías de investigación. ¿Me sigue?

– Sí, todo eso lo sé.

– Bueno, bien. La oferta de Terry a Ritz de la policía de Las Vegas fue rechazada. Mi pregunta es: ¿qué ocurrió después? ¿La llamó? ¿Lo llamó usted a él? ¿Escribió un artículo en el que decía que él estaba investigando el caso?

– ¿Y cómo es que quiere saber todo esto?

– Perdón, espere un segundo.

Me di cuenta de que no debería haber efectuado la llamada mientras conducía. Debería haber previsto que Hinton fuera cautelosa conmigo y debería haber sabido que la llamada requeriría toda mi atención.

Miré por los retrovisores y crucé dos carriles para enfilar una salida. Ni siquiera había visto la señal y no había visto adónde iba. Me encontré en una zona industrial donde las empresas de transporte y los almacenes se alineaban en la calle. Aparqué detrás de un camión con remolque, enfrente de las puertas abiertas del garaje de un almacén.

– Vale, lo siento, vuelvo a estar aquí. Me pregunta por qué quiero saber las respuestas a estas preguntas. Bueno, Terry McCaleb era mi amigo y estoy recogiendo algunas de las cosas en las que él estaba trabajando. Quiero acabar su trabajo.

– Suena como si hubiera algo más, algo que no dice.

Pensé un momento en cómo manejar la situación. Dar información a una periodista, sobre todo a una periodista a la que no conocía, era un asunto arriesgado. Podía salir-me el tiro por la culata. Tenía que pensar una forma de darle lo que necesitaba para que me ayudara, pero después retirarlo todo.

– ¿Hola? Sigue ahí.

– Ah, sí. Está bien, ¿podemos hablar off the record?

– ¿ Off the record? Ni siquiera estamos hablando de nada.

– Ya lo sé. Voy a decirle algo si puedo decírselo off the record. O sea que no puede usarlo.

– Claro, perfecto, estamos off the record. Puede ir al grano de esa información tan importante, porque tengo que escribir un artículo esta mañana.

– Terry McCaleb fue asesinado.

– Ah, no, de hecho no. Leí el artículo. Tuvo un ataque al corazón. Le hicieron un trasplante de corazón como seis años antes. El…

– Sé lo que publicó la prensa y le estoy diciendo que está mal. Y se demostrará que está mal. Y yo estoy intentando encontrar al que lo mató. Ahora, ¿puede decirme si publicó o no un artículo en el que aparecía su nombre?

Ella parecía exasperada cuando respondió.

– Sí, escribí un artículo en el que salía él. En un párrafo o dos. ¿Contento?

– ¿Sólo un párrafo? ¿Qué decía?

– Era un seguimiento de mi artículo sobre los seis desaparecidos. Hice un seguimiento para ver qué había surgido. Ya sabe, qué nuevas pistas, si es que había alguna. Se mencionaba a McCaleb, eso es todo. Dije que se había presentado y había ofrecido su ayuda y su hipótesis, pero que la policía metropolitana la había rechazado. Merecía la pena mencionarlo porque el artículo era aburrido y él era bastante famoso por la película y Clint Eastwood y demás. ¿Eso responde a su pregunta?

– O sea que él no la llamó.

– Técnicamente sí. Ritz me dio su número y yo lo llamé. Le dejé un mensaje y él me devolvió la llamada. Así que técnicamente me llamó, si es así como lo quiere. De todos modos, ¿qué cree que le pasó?

– ¿Le dijo cuál era su hipótesis? ¿La hipótesis en la que Ritz no estaba interesado?

– No, dijo que no quería hacer ningún comentario y me pidió que no mencionara su nombre en el periódico. Hablé con mi redactor jefe y decidimos mantener su nombre. Como le he dicho, él era famoso.

– ¿Terry supo que puso su nombre en el artículo?

– No lo sé, nunca volví a hablar con él.

– En esa única conversación que tuvieron, ¿dijo algo acerca de la teoría del triángulo?

– ¿Teoría del triángulo? No, no dijo nada. Yo ya he respondido a sus preguntas, responda usted a las mías. ¿Quién dice que fue asesinado? ¿Es eso oficial?

Era el momento de retirarse. Tenía que detenerla en seco, asegurarme de que no empezaría a hacer llamadas para comprobar mi historia en cuanto colgara.

– Bueno, en realidad no.

– ¿En realidad no? Está…, bueno, ¿qué es lo que le hace decir eso?

– Bueno, porque estaba en perfecta forma y tenía el corazón de una persona joven.

– Ya, ¿y el rechazo del órgano y la infección? Podían haber ocurrido mil cosas diferentes, ¿tiene algún hallazgo oficial o confirmación al respecto? ¿Hubo una investigación oficial?

– No, eso sería como pedirle a la CÍA que investigara el asesinato de Kennedy. El tercero. Sólo sería una operación de maquillaje.

– ¿De qué está hablando? ¿Qué tercero?

– El tercer Kennedy. El hijo. John-John. ¿Cree que simplemente el avión se estrelló en el agua como dicen? Hubo tres testigos en Nueva Jersey que vieron a hombres cargar sus cuerpos en ese avión antes de que despegara. Los testigos también han desaparecido. Era parte de la teoría del triángulo y…

– De acuerdo, señor, muchas gracias por su llamada. Pero ahora estoy muy ocupada y he de…

Hinton colgó antes de terminar su propia frase. Sonreí. Pensé que estaba a salvo y me sentía particularmente orgulloso de mi creatividad. Me estiré al asiento del pasajero para coger la carpeta. La abrí y miré la cronología. Terry había anotado la conversación con Hinton el 2 de febrero. El artículo probablemente se publicó uno o dos días después. En cuanto llegara a una biblioteca con ordenador podría conocer la fecha exacta y leer lo que se había escrito en referencia a McCaleb en el artículo.

Provisionalmente lo anoté en la cronología en el 3 de febrero. Estudié lo que tenía durante un momento y empecé a dar forma a mi teoría sobre el caso.

McCaleb ve el 7 de enero el artículo del Los Angeles Times sobre los hombres desaparecidos. Se interesa. Descubre en el relato algo que tal vez los detectives han pasado por alto o han interpretado mal. Elabora una teoría, pone en orden sus ideas y dos días después llama a Ritz a la policía metropolitana. Ritz le hace el vacío, pero resulta que menciona la llamada a Hinton cuando ella hace un seguimiento. Al fin y al cabo, a Ritz le sirve para mantener la historia circulando en la prensa y añadir el nombre de un investigador que es una «celebridad» podría ayudar.

El artículo de seguimiento de Hinton con la mención de McCaleb sale en el Sun la primera semana de febrero. Menos de dos semanas después -el 13 de febrero- McCaleb está solo en su barco cuando Jordán Shandy aparece en un taxi acuático y le pide una excursión de medio día. McCaleb cada vez sospecha más del hombre mientras están pescando y le saca fotos a escondidas. Una semana después, Shandy está en el centro comercial Promenade vigilando a la familia de McCaleb y sacándole fotos de incógnito, lo mismo que McCaleb había hecho con él. Esa misma noche alguien se lleva el dispositivo GPS del Following Sea y posiblemente manipula los medicamentos de McCaleb.

El 27 de febrero McCaleb ha recibido las fotos de su familia en el centro comercial. El origen o método de entrega de las fotos se desconoce, pero la fecha está documentada por la creación de la carpeta en su ordenador. Sólo dos días después de poner las fotos en su ordenador se va de Catalina al continente.

Su destino se desconoce, pero su coche es devuelto sucio, como si hubiera estado haciendo conducción de rallys. También hay registro de que tenía números de teléfono de un hospital de Las Vegas y del Mandalay Bay, la última localización conocida de uno de los seis hombres desaparecidos.

Abundaban las posibilidades y las interpretaciones. Yo apostaba a que todo giraba en torno a las fotos. Creía que fue la visión de esas fotos lo que llevó a McCaleb a viajar al continente. Creía que su coche había vuelto sucio después de tres días porque se había metido en el desierto, por Zzyzx Road. Había mordido el anzuelo, conscientemente o no, y había ido al desierto.

Miré de nuevo mi cronología y concluí que la mención de McCaleb en el artículo de seguimiento del Sun había suscitado una respuesta. Shandy estaba de algún modo implicado en las desapariciones. En ese caso, probablemente habría mantenido un ojo en los medios en busca de actualizaciones referidas a la investigación. Cuando vio el nombre de McCaleb en el periódico, fue a Catalina para asegurarse.

Esa mañana, durante la excursión de pesca, podría haber visto que McCaleb se tomaba sus medicamentos, podría haber visto las cápsulas y concebido un plan para eliminar la amenaza.

Eso dejaba la cuestión del GPS y por qué lo habían robado del barco el 21 de febrero. Pensaba que simplemente se lo habían llevado como tapadera. Shandy no podía estar seguro de que su entrada en el barco para cambiar las medicinas de Terry había pasado inadvertida, de manera que se llevó el dispositivo para que McCaleb no siguiera preguntándose por las intenciones del intruso si descubría que se había producido un asalto.

La pregunta más amplia era por qué McCaleb era visto como una amenaza si su teoría del triángulo no había sido revelada en el artículo del Sun. No lo sabía. Creía que había una posibilidad de que no fuera visto en absoluto como una amenaza, que simplemente fuera para Shandy una celebridad a la que le gustaría asesinar. Era uno de los datos desconocidos.

También era una de las contradicciones. Mi teoría ciertamente tenía contradicciones. Si los seis primeros hombres desaparecieron sin dejar rastro, ¿por qué a McCaleb lo mataron de forma que hubo testigos y un cadáver que posiblemente podía revelar la verdad? Era incongruente. Mi única respuesta era que si McCaleb simplemente hubiera desaparecido, habría suscitado una investigación y tal vez una segunda mirada a su hipótesis y teoría acerca del caso de los hombres desaparecidos.

Y Shandy no podía permitirlo, por eso eliminó a McCaleb de manera que con un poco de fortuna podría parecer una muerte natural o accidental fuera de toda sospecha.

Mi teoría estaba construida sobre la especulación y eso me hacía sentir incómodo. Cuando llevaba placa, fiarse de la especulación era como echar arena en tu depósito de gasolina. Era el camino a la ruina.

Me sentía incómodo ante la facilidad con la que había caído en la construcción de teorías basadas en la interpretación y la especulación en lugar de cimentadas sólidamente en los hechos.

Decidí dejar de lado las teorías y volver a concentrar-

me en los hechos. Sabía que Zzyzx Road y el desierto eran parte real en la cadena de acontecimientos.

Tenía las fotos para demostrarlo. No sabía si Terry McCaleb había ido realmente allí o qué había encontrado si lo había hecho.

Lo que sí sabía sin ninguna duda era que yo iba a ir allí. Y eso también era un hecho.

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