Me quedé de pie en el porche, con los codos en la barandilla durante un buen rato después de que Rachel se fue. Mi apuesta era que no iba a volver a verla, tanto si la transferían a Los Ángeles como si no. Sentía una pérdida. Sentía como si me hubieran quitado algo bueno antes de saber cuánto de bueno podía ser.
Traté de apartarla de mi mente durante un rato. A Terry McCaleb también. Miré la ciudad y pensé que era hermosa. La lluvia había limpiado el cielo y mi vista alcanzaba hasta las montañas de San Gabriel y los picos cubiertos de nieve, más atrás. El aire parecía tan limpio y puro como el que respiraban los gabrieleños y los padres fundadores tantos años antes. Vi lo que ellos habían visto en el lugar. Era la clase de día en que sentías que podías construir un futuro.