Para los sospechosos habituales:

esposa, hijos y perro.


– ¿Te gustaría escuchar una historia? ¿Una historia poco corriente?

– Desde luego.

– Bien, pero primero tienes que prometerme una cosa: nunca le dirás a nadie dónde la escuchaste. Y si alguna vez vuelves a contarla, en cualquier circunstancia, situación o formato, ocultarás los detalles para que no puedan relacionarla conmigo ni con las personas de las que voy a hablarte. Nadie sabrá nunca si es verdad o no. Nadie podrá descubrir su fuente exacta. Y todo el mundo creerá que es otra de las historias que tú cuentas: inventada. Pura ficción.

– Eso suena un poco exagerado. ¿De qué trata esa historia?

– De un asesinato. Se cometió hace unos años. O tal vez nunca, claro. ¿Quieres escucharla?

– Adelante.

– Entonces dame tu palabra -pidió con recelo.

– Muy bien. Tienes mi palabra.

Ella se inclinó hacia delante y tomó aliento para comenzar.

– Supongo que podríamos decir que empezó en el momento en que él encontró aquella carta de amor.

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