Catorce

Alessandro se da la vuelta y apaga su móvil. Después sonríe levemente.

– Todo en orden, todo en orden…

– Disculpa… -dice Leonardo sonriéndole-, pero lo he oído. Ha sacado un siete. No sabía que tuvieses una hija.

– No -sonríe Alessandro algo azorado-, era mi sobrina.

– Bien, eso quiere decir que es lista, crecerá, tal vez siga sacando buenas notas y, quién sabe, ¡a lo mejor acaba pasando a formar parte de nuestro equipo! -Leonardo se inclina sobre la mesa-. Siempre que para entonces sigamos existiendo todavía, claro. Porque nos hallamos ante nuestra última posibilidad. Francia y Alemania ya nos han superado. España nos viene pisando los talones. Si no conseguimos asegurarnos estos catorce millones de dólares más los dos años de exclusiva con LaLuna, nuestra sede… -Leonardo junta sus manos y las cruza, imitando una gaviota que poco a poco sube hacia lo alto- levantará el vuelo. -A continuación abre de nuevo las manos y aquellas alas, como si se hubiesen roto, se transforman en puños que golpean fuerte sobre el escritorio-. Pero no se lo vamos a permitir, ¿no es así? Y ahora es con el futuro director creativo internacional con quien estoy hablando. -Y los mira a ambos con aire desafiante, casi divertido por haber suscitado aquella incertidumbre-. No sé quién será de vosotros. Sólo sé que no se arrugará ante los españoles. ¡El extranjero no pasará! Y ahora quiero que conozcáis a quienes serán vuestros ayudantes personales. Los dos han dejado sus anteriores trabajos. Os seguirán como una sombra. Qué digo, más que una sombra. Porque una sombra es silenciosa, se limita a seguir y no tiene la capacidad de adelantarse. En cambio ellos os ayudarán a encontrar todo cuanto podáis necesitar, se anticiparán a cualquier cosa. -Habla por el interfono-. ¿Sandra?

– ¿Sí?

– Por favor, ¿podría hacer pasar a los ayudantes en el orden que le he indicado?

– Por supuesto.

La puerta del despacho se abre lentamente.

– Bien, ésta es Alessia.

Alessandro se pone en pie de inmediato y la saluda.

– ¡Cómo no, Alessia! ¡Bien! Es perfecta para este trabajo, será una aventura increíble. Y, además, que no tenga que preocuparse de todos los demás productos para dedicarse en exclusiva a LaLuna es estupendo. ¡Estoy muy contento de trabajar contigo!

Pero Alessia se queda callada, parece casi disgustada.

– ¿Qué pasa?

Leonardo interviene.

– Ella será la ayudante de Marcello. Vosotros dos, Alessandro, os conocéis demasiado bien. Os quedaríais tranquilamente sentados sobre vuestra amistad. No seríais capaces de sorprenderos, no tenéis nada nuevo que contaros. En cambio aquí deben crearse relaciones explosivas. Sólo así se podrán obtener resultados extraordinarios.

Marcello se pone en pie y la saluda.

– Encantado de conocerte. He oído hablar muy bien de ti. Estoy seguro de que juntos haremos grandes cosas, Alessia.

– Me siento muy honrada. -Y se dan la mano.

Alessandro se vuelve a sentar, ligeramente contrariado pero al mismo tiempo con curiosidad por saber quién será pues su asistente.

– Y para ti… he aquí la sombra perfecta.

Alessandro se echa un poco hacia delante para ver quién es. Y justo en ese momento entra él en el despacho. Se detiene en el umbral, sonríe. Alessandro no da crédito a lo que ven sus ojos.

– No…

Se deja caer en el sillón, apretándose contra el respaldo hasta casi incrustarse en él dentro. Leonardo mira entre sus folios mientras farfulla para sí:

– ¿Cómo se llama, que siempre me olvido…? Ah, sí, aquí está. -Coge el folio, feliz, y lo levanta sonriente-. Tu nuevo ayudante es… Andrea Soldini.

Andrea Soldini sonríe, de pie en la puerta. Y saluda.

– Hola a todos…

– Mira, te presento a Alessandro, la persona por la que a partir de ahora tendrás que darlo todo. Casi hasta la vida.

Alessandro lo mira con las cejas levantadas.

– Mira por dónde, ya empezaste ayer por la noche…, ¿no?

Leonardo los mira con curiosidad.

– ¿Os conocéis?

– Sí.

– Pero nunca habéis trabajado juntos…

– No.

– Vale, a mí lo que me interesa es eso. ¡Perfecto! Ahora fuera de aquí, a trabajar. Os recuerdo lo que está en juego, el desafío, la rivalidad, el gran torneo. Nos dan la posibilidad de presentar dos proyectos. Yo me lo juego todo con vosotros. Aquel que acierte con la idea apropiada para el anuncio de LaLuna, el que logre que nos concedan la campaña a nosotros, se convertirá en nuestro director creativo internacional.

Marcello sale con Alessia. Sonríen. También Alessandro se dirige hacia la puerta. Ligeramente abatido, observa a Andrea Soldini. No tiene ninguna posibilidad. Se siente derrotado ya desde el principio.

– Ah, disculpad… -Leonardo los llama un momento-. No os he dicho otra cosa. El otro, el que pierda, será enviado a la sede de Lugano. ¡Que gane el mejor!

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