Cuarenta y seis

– Eh, deja que te veamos.

Olly y Erica se acercan a Niki, bajo la ducha. Ella se está enjabonando, mete la cabeza bajo el agua y se quita el jabón de los ojos.

– ¿Qué pasa?

– Queremos ver si tienes señales…

– ¡Qué idiotas sois! -Y empieza a dar manotazos bajo el chorro de la ducha para salpicarlas. Poco después, Niki está sentada en el banco del vestuario. Se está frotando con fuerza el pelo con una toalla azul celeste pequeña pero larga, que lleva la marca Champion. Todas sus amigas la rodean.

– Venga ya, ¿nos vas a contar o no la verdad sobre esta historia?

Niki aparta la toalla y se la deja caer sobre el cuello.

– ¿Otra vez? Si ya os la he contado.

– Sí, otra vez. Me gusta y me excita.

– Tú estás enferma…

– No. Y ahora te diré la verdad. -Olly mira a Erica y a Diletta-: ¡Yo no me creo que ese tipo sea un semental!

Niki coge la toalla que lleva al cuello e intenta golpearla con ella a modo de látigo, pero Olly es más rápida y se aparta a tiempo. O casi.

– ¡Ay! ¡Casi me das! ¿Eres idiota?

– ¡¿Por qué siempre tienes que decir cosas que yo no he dicho?!

– Está bien, dijiste que había estado de maravilla, que se lo tomó con calma, que te gustó, que te llevó hasta el final.

– ¡Olly!

– Bueno, ¿tú lo dijiste o no? ¿Y todo esto no es como de semental?

– Pues no. También te dije que es amable, guapo, generoso, atento, delicado. Por todo eso fue por lo que me hizo sentir tan bien… pervertida.

– Si acaso, el semental era su ex, Fabio -interviene Diletta.

Olly se vuelve y la fulmina con la mirada.

– ¿Y tú qué sabes?

– Bueno, eso se ve… Por cómo se comporta, por cómo se mueve…

Olly la interrumpe con sorna.

– Pero si tú todavía no has catado ningún tipo de chico, ni small ni extralarge. ¿Qué tienes que decir? ¿O es que acaso has probado a ese Fabio Fobia y no nos has dicho nada?

– Por supuesto. Pero ¿cómo te lo iba a contar a ti, que estabas colada por él?

– Serás cabrona… -Olly reacciona e intenta golpearla.

Niki se levanta y de inmediato se interpone entre ellas.

– ¡Eh, calma, calma, Olas!

Poco a poco, con la ayuda de Erica, logra que vuelvan a sentarse.

– Pero ¿qué os pasa? Basta con que se hable un momento de los hombres y os lanzáis como lobas. Tenéis unas reacciones hormonales propias de niñas de doce años.

– O feromonales, que es peor -sonríe Erica.

Olly la mira.

– ¿Pero… qué?

Erica mueve la cabeza.

– Te lo explicaré… Aquí hay una que sí ha sabido aprovechar la clase de química de hoy.

– Yo no podía. Tenía que hacer unos dibujos para el semental.

– Escuchad. -Niki vuelve a ponerse la toalla sobre los hombros-. A ver si nos entendemos. Esto no nos había pasado nunca. Uno: ningún hombre, por small, médium, extralarge o semental que sea, debe podernos separar. ¡Prometedlo!

– Prometido.

– Dos: tenemos que contárnoslo siempre todo, desde nuestros deseos hasta nuestros pensamientos, desde los miedos hasta la felicidad. Con demasiada frecuencia veo a gente que tiene miedo de admitir que está viviendo algo increíble, espléndido, condenadamente hermoso, incluso ante sus propios amigos. ¿Lo prometéis?

– ¡Prometido!

– Tres: quien se líe con Fabio o intente algo, pobre de ella.

Las tres la miran sorprendidas.

– En el sentido de que se lía con un pedazo de egoísta. -Después mira a Olly-. Desde todos los puntos de vista, dado que tienes tanto interés en él.

Diletta le da un golpe a Olly.

– Como puedes ver, yo todavía no me he estrenado, pero entiendo bastante más que tú.

Olly se encoge de hombros con una mueca antipática. Erica se acerca a Niki.

– A mí el que me gusta es Alessandro. Claro que es mayor, pero… Por cierto, ¿cuántos años tiene?

– ¿Cuántos crees?

– No sé… Veintiocho. Veintinueve…

– Va a cumplir treinta y siete.

– ¡¿Qué?! O sea, que te lleva veinte años.

– Casi veinte. ¿Por qué os sorprende tanto?

Olly sonríe.

– A mí no me sorprende, al contrario… ¡Ya te he dicho que me excita! Un tipo mayor… así de mayor… ¡Me mola un montón! ¿No tendrá un amigo?

– Varios.

– Vale, ¿por qué no me los presentas?

– Me parece que todos están casados.

– Él también, ¿verdad? -Erica la mira con desconfianza.

– No.

– ¿Estás segura?

– Hace unos meses que se separó de su novia. Estaban a punto de casarse.

Olly junta las manos y mira hacia arriba.

– Mecachis -exclama-, ahora aún me mola más. Oye, sus amigos casados también me convienen. Más adelante…, si fuera el caso, para eso existe el divorcio, ¿no? En caso de que…

– ¿Y si vuelve su ex? -pregunta Erica.

Niki intenta alcanzarla también a ella con la toalla.

– Jo, ¿por qué tenéis que poneros en contra? ¿Por qué tenéis que burlaros? ¿Queréis traerme mal fario?

– Pero ¡qué dices!

– ¿Estás loca?

– Entonces, Olly, si quieres ayudarme, me tienes que hacer también un eslogan.

– ¿Cómo?

– Sí, una frase para poner encima de tus dibujos. Se me tiene que ocurrir una idea. Mientras tanto, ve pensando en los colores o las fuentes que vas a utilizar.

– Colores, fuentes… qué manera de hablar. De todos modos, me he estado informando, ¿sabes? En el mundo de la publicidad se mueve un montón de pasta.

– ¿Y qué?

– Que tú te estás aprovechando de mí.

Niki se sienta en el banco.

– A ver, ¿qué quieres?

– Una cena con él y con un amigo suyo. -Y le tiende la mano a Niki, que la mira indecisa.

Olly sonríe.

– No cena, no eslogan, ya que hablamos de publicidad.

Niki mueve la cabeza.

– Ok, está bien, pero lo que hagas después es asunto tuyo. ¡Yo no quiero verme metida en tus líos!

Justo en ese momento llega el entrenador.

– Bravo, chicas, muy bien todas. Muy bien, Diletta, y perfecta Niki, a pesar de llegar con retraso. -Después se acerca a una de las suplentes-. Ah, oye, he hablado con el médico, tienes que seguir poniéndote un poco de Lasonil y hacer un buen calentamiento antes de intentar volver a jugar.

Erica lo mira.

– Hay que reconocer que nuestro entrenador es fuerte. Y además es guapo.

Niki sonríe.

– Sí, pero éste es demasiado mayor.

Olly se vuelve para que no la vean.

– Y en mi opinión, es un degenerado que viene aquí sólo para vernos medio desnudas después del partido.

– ¡Olly! Tú ves sexo por todas partes.

– El sexo está por todas partes. Y es importante darse cuenta de ello. -Luego se vuelve hacia Diletta-. Lo que nunca podré comprender, sin embargo, es por qué tú te castigas sola.

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