Ciento cinco

Los días sucesivos están llenos de alegría. Esa felicidad que confiere el equilibrio, el sentirse serenos, el no buscar más de lo que se tiene.

Alessandro y Niki estudian juntos, leen libros, reposan, repasan. Alessandro se encuentra de repente en la escuela y se da cuenta de que no recuerda nada de aquello que tanto había estudiado. Luego le pregunta a ella y se queda sorprendido.

– Pero entonces iba en serio cuando decías que estabas en casa estudiando.

– ¡Pues claro! También yo quiero ser madura.

– ¿Como yo?

– Sí, como cuando te caes del árbol…

Y reír y bromear y perderse en el sexo y reencontrarse en el amor.

Y sentados en el sofá, él trabajando con el ordenador, ella con el marcador, subrayando…

Y cenas tranquilas y música. Alessandro va hacia el equipo de música y pone la balada n.° 1 en sol menor opus 23 de Federico Chopin. Niki va, lo quita y pone a Beyonce. Alessandro regresa de su estudio y vuelve a poner su música clásica. Niki pone de nuevo a Beyoncé. Al final se encuentran frente al equipo para reconciliarse.

– Vale, Niki, no discutamos. Hagamos una cosa: escuchemos éste. -Y pone Transfiguration, de Henry Jackman.

– Eh, qué pasada éste, Alex… Se parece a ese que siempre estás escuchando… Bach, ¿no?

Y después un DVD, una película que se les había pasado, o que ya habían visto pero no juntos, pero que de todos modos les había gustado a ambos. Gladiator, Después de una noche, Nothing Hill, Lost in Translation, ¿Conoces a Joe Black?, y también Taxi Driver, y El último tango en París y Closer y Pretty Woman. De lo sublime a lo ridículo. Y no necesariamente en el orden adecuado.

Y después un cóctel cómico, una macedonia loca, una ensalada inventada… endivias, con maíz, paté de foie gras, piñones, nueces, vinagre balsámico. Y otra aún más loca, con trocitos de naranja siciliana, pasas, hinojo y lechuga morada. Acompañada por un vino bien frío, un sauvignon elegido al azar y guardado en la nevera una hora antes, perfecto ahora, como las horas del amor. Y cada segundo que pasa es un beso que señala el tiempo, es una marca para recordar que ese instante no se ha perdido.

Estudiar de noche, repasar de día con las amigas, mientras él prepara la campaña en su oficina. Y después a comer al Pantheon, como dos jóvenes turistas que sienten curiosidad por Roma pero que no tienen tiempo de visitar museos, monumentos e iglesias hablando en inglés.

Pero no tienen la menor duda acerca de la pregunta. «Disculpe, ¿usted me ama o no?»

– Ahora tengo que estudiar.

– Y yo tengo que trabajar. -Y se echan a reír como diciendo: «No lo sé, pero estoy en ello.»

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