Cuarenta y siete

– Así pues, ¿cuánto te debo por el regalo de Camilla?

– ¿Qué dices? Pero ¡si yo te debo a ti un montón de dinero! Venga, hagamos cuentas luego.

– Vale, como quieras.

Enrico se aleja un poco y se lleva a Alessandro a una esquina del restaurante.

– Sácame de dudas. -Enrico mira a su alrededor. Atisba por los ventanales del restaurante, otea el jardín, entre las plantas, más lejos, hacia el lugar por donde discurre el Tíber-. ¿Tú crees que ya se haya puesto a ello? Es decir, ¿crees que nos estará filmando ahora? ¿Estará grabando lo que decimos?

Alessandro mira su reloj.

– Yo creo que a esta hora estará follando con Adela.

– ¿Follando con Adela?

– Su secretaria.

– ¿Cómo? A ver si lo entiendo. Él que se supone que tiene que investigar a parejas de amantes, asuntos de cuernos, eligió esta profesión para follarse a ésa sin ser descubierto.

– Y yo qué sé… Quizá. No seas tonto, lo decía por decir. Cuando llegué a su oficina, parecían haber sido pillados in fraganti. Igualmente, le di la dirección y todo lo demás, ya te lo dije. Dentro de unos días sabremos algo más. Y ese gusano que te está comiendo el cerebro se irá por fin.

– O acabará por devorármelo del todo. Y si es ella quien se lo está comiendo a traición, la sacaré de mi vida.

Alessandro resopla.

– Oye, por lo menos esta noche déjala en paz, ¿eh? Ésta es su fiesta. -Y se aleja; dirigiéndose hacia las mesas.

Enrico se queda un poco cortado. Apenas le da tiempo a decirle:

– ¿Cuándo te llamo, mañana?

– Cuando quieras.

Alessandro da vueltas entre la gente hasta que por fin la ve. Justo en ese momento, Camilla se da cuenta de que le ha entrado un mensaje en el móvil. Lo abre. Lo lee. Sonríe. Alessandro se halla a pocos pasos de ella.

– ¿Camilla?

Ella cierra el teléfono de golpe e instintivamente lo baja.

– Oh, Alex… Me has asustado…

Camilla se le acerca. Se besan.

– Felicidades de nuevo. He comido estupendamente, de veras que la fiesta ha estado muy bien.

– Ya. -Camilla mira de lejos a su marido. Le sonríe con una ternura exquisita, pero ligeramente insípida-. Enrico me ha dado una sorpresa muy bonita…

Alessandro mira a Enrico y piensa en sus miedos. Después mira a Camilla y piensa en el mensaje que acaba de recibir. ¿Y si Enrico estuviese en lo cierto? Bah, de nada sirve que yo también me obsesione con ese dilema. Ya hemos pagado a alguien para que lo resuelva. Que se encargue él. Alessandro le sonríe.

– Sí, una sorpresa bonita de verdad… Y muy bien planeada.

– Sí, Enrico es muy bueno para este tipo de cosas.

– Bueno, Camilla, hasta la vista.

– De acuerdo, Alex, hasta pronto. -Y mientras Alessandro se dirige hacia la salida, Camilla lo vuelve a llamar-. Disculpa, quiero decirte algo.

Alessandro se detiene. Ella se le acerca.

– No sé si te gustará saberlo o no, pero no tengo ningún motivo para ocultártelo. -Camilla hace una pequeña pausa-. Espero que no te moleste. Antes he recibido un mensaje. Era Elena. Se ha acordado de felicitarme.

Alessandro sonríe.

– Me alegro. En el fondo, vosotras siempre mantuvisteis una excelente relación. ¿Cómo iba a molestarme? -Y sonríe de nuevo-. Ya hablaremos. -Y se va.

Camilla se queda mirándolo. Quién sabe si volverán. Y, sobre todo, ¿por qué lo habrán dejado?

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