Jueves

Laure podía oír las voces. Voces lejanas, salpicadas con pitidos y con el ruido de pies que se arrastraban. Frío, tenía mucho frío. Y sentía la cabeza pesada y como llena de algodón. Trató de hablar, pero le estorbaba la lengua seca y pastosa.

– ¿Qué ocurre? -le dijo una voz joven al oído-. Bien, ya sé que lo estás intentado.

¿Qué eran esos ruidos? Los sonidos, los quejidos. Salían de ella misma. Sintió un dolor punzante en el costado. Un relámpago blanco cruzó frente a sus ojos. Luego la miraba un rostro sonriente y una toalla húmeda y templada le acariciaba la frente. A su lado, el monitor tintineaba.

– Hola, Laure. Ya estás de nuevo con nosotros, ¿verdad?

Laure hizo un gesto afirmativo y sintió un latido sordo detrás de los ojos.

– Prueba esto.

Cubitos de hielo recorrieron sus labios y su lengua pastosa los chupó ansiosamente.

– Despacio, Laure. Tienes sed, ¿no? Tómatelo con calma.

Sintió que le ponían mantas calientes sobre los pies y bolsas de agua caliente apuntalando su costado. Las chupadas de hielo estaban muy frías y resultaban revigorizantes. Gotas de agua se abrían camino por su garganta ansiosa y reseca.

Fue consciente de las sombras en la fila de camas, el trajín de las enfermeras y el tono monocorde de fondo del sistema de megafonía.

– Ha venido alguien a verte, Laure -dijo la voz-. Dice que es un viejo amigo, un amigo de la familia.

La vigilaban unos ojos caídos y un hombre se sentaba en la silla junto a la cama. El hombre asintió con la cabeza.

– Nos tenías preocupados, Laure. Tienes mucho mejor aspecto. ¿Te acuerdas de mí, Laure?

La fiesta de despedida por la jubilación, el café y Jacques. Todo volvía con nitidez. Era Morbier, el viejo colega de su padre.

– No necesitas hablar -le dijo-, apriétame la mano si me entiendes.

Pero ella tenía que hablar, contarle lo del tejado, el andamio… tenía que hablar. Sobre cómo volvió en sí, y sobre los hombres y la nieve sobre su cara. Y sobre cómo se habían reído. Esos hombres. Y su pistola, la otra pistola. Alguien había cogido la suya. Y lr había pegado una patada cuando intentó recuperarla. El brillo del metal en el bolsillo del hombre. Cómo todo se había vuelto negro de nuevo.

Habló, pero de su boca no salió ningún sonido.

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