Dormida en el asiento delantero de su coche, Alex Burnet abrió los ojos y vio que estaba rodeada de hombres. Tres de ellos escudriñaban el interior con los ojos entrecerrados. Llevaban sombreros de vaquero y unos palos coronados por una lazada. Se enderezó de golpe. Uno de ellos le indicó con las manos que no dijera nada.
– Solo será un momentito, señora.
Alex miró a su hijo, Jamie, que dormía plácidamente en el asiento de atrás. El niño no se despertó. Se necesitaba una bomba para despertar a Jamie.
Al mirar fuera, Alex ahogó un grito. Uno de los vaqueros levantó el palo, del que colgaba una gigantesca serpiente de cascabel de un metro y medio de largo y del grosor de un brazo, que no dejaba de retorcerse en el extremo mientras emitía con la cola su ruido característico.
– Ahora ya puede salir si quiere.
Apartó la serpiente a un lado.
Alex abrió la puerta con prudencia.
– Por las mañanas, el calor del motor las atrae bajo el coche -se explicó uno de ellos.
Alex contó seis hombres en total, equipados todos con palos y unos largos sacos con algo que se retorcía en su interior.
– ¿Qué están haciendo?
– Buscamos serpientes de cascabel.
– ¿Para qué?
– Para el rodeo de cascabeles de la semana que viene. En Yuma.
– Ya entiendo…
– Se celebra todos los años. Es un concurso. El que lleva más serpientes, gana.
– Ya.
– Lo que importa es el peso, así que buscamos las más grandes. No teníamos intención de asustarla.
– Gracias.
El grupo de hombres empezó a alejarse, pero el que hablaba con ella se demoró un poco más.
– Señora, no debería andar sola por aquí. Aunque ya veo que lleva un arma. -Señaló la escopeta del asiento trasero con un gesto de la cabeza.
– Sí, pero no tengo cartuchos -confesó Alex.
– Entonces no le hace ningún servicio -repuso el hombre. Se dirigió hacia su vehículo, aparcado en medio de la carretera-. Es del doce, ¿verdad?
– Sí, del doce.
– Estos le irán bien. -Le tendió un puñado de cartuchos rojos, que Alex se metió en los bolsillos.
– Gracias. ¿Qué le debo?
El hombre negó con la cabeza.
– Solo cuídese, señora. -Se volvió para unirse a los demás-. Un Hummer negro pasó por esta carretera hará cosa de una hora. Dentro iba un tipo grande con perilla que dijo ir buscando a una mujer y a su hijo pequeño. Nos contó que era el tío y que estaban desaparecidos.
– Aja, ¿y ustedes qué le contestaron?
– Todavía no la habíamos visto, así que le dijimos que no sabíamos nada.
– ¿Qué dirección tomó? -preguntó Alex.
– Se dirigía a Elsinore, pero supongo que debe de haber dado la vuelta.
– Gracias.
El hombre la saludó con la mano.
– No se detenga a repostar -la aconsejó-, y que tenga buena suerte.
TRANSCRIPCIÓN: CBS 5 SAN FRANCISCO ››››››
Acusado de bioterrorismo puesto hoy en libertad.
(CBS 5). El presunto terrorista Mark Sanger ha salido hoy de la prisión del condado de Alameda condenado a dos años de libertad a prueba por posesión de material biológico peligroso. Fuentes bien informadas aseguran que la complejidad técnica de los cargos que el gobierno le Imputa a Sanger condujo a la acusación a la reticente conclusión de que no podían mantener al sospechoso entre rejas. En particular se ha puesto en entredicho la acusación por la cual el señor Sanger habría llevado a cabo la modificación genética de tortugas en América Central. Hemos hablado con Julio Manarez en Costa Rica, (Manarez) Es cierto que las tortugas atlánticas han sufrido una modificación genética por la cual sus caparazones desprenden un brillo morado. Aunque todavía no hemos hallado una explicación para lo sucedido, la edad de las tortugas Indica que la manipulación genética tuvo lugar entre cinco y diez años atrás.
(CBS 5) Poco después de la detención, los Investigadores determinaron que Sanger no había visitado Costa Rica con suficiente antelación para poder ser el artífice de la modificación genética, puesto que el primer viaje a la zona lo realizó e! año pasado. Por tanto, Mark Sanger, el presunto terrorista, se encuentra ahora en libertad tras satisfacer el pago de una multa de quinientos dólares.