– Bob -dijo Alex, con el teléfono pegado a la oreja.
Oyó un gruñido al otro lado de la línea.
– ¿Qué hora es?
– Son las siete, Bob.
– Por Dios. -Alex oyó un ruido sordo producido por una cabeza desplomándose en la almohada-. Más te vale que sea importante, Alex.
– ¿Has estado en una cata de vinos?
Robert A. Koch, distinguido director de una firma de abogados, dedicaba mucho tiempo al mundo del vino. Guardaba su colección bajo llave repartida por toda la ciudad. Compraba en las subastas de Christie's y viajaba a Napa, a Australia, a Francia… No obstante, por lo que Alex sabía, no era más que una excusa para emborracharse con regularidad.
– Estoy esperando, Alex. Será mejor que valga la pena.
– Muy bien, llevo las últimas veinticuatro horas huyendo de un cazarrecompensas. Me persigue un tipo enorme, un armario con piernas, para clavarnos una aguja de biopsia y extraernos células a mi hijo y a mí.
– Muy gracioso. Estoy esperando.
– Lo digo en serio, Bob. Nos persigue un cazarrecompensas.
– ¿Así por las buenas?
– No. Creo que guarda relación con BioGen.
– He oído decir que BioGen tiene problemas -recordó Bob-. ¿Y están intentando extraeros células? No creo que puedan hacerlo.
– Un «no creo» no es lo que quiero oír.
– Ya sabes que la ley no es clara al respecto.
– Escúchame, tengo aquí conmigo a mi hijo de ocho años. Intentan meterlo en la parte de atrás de una ambulancia y clavarle una aguja en el hígado, así que tampoco quiero oír que la ley «no es clara». Lo que quiero oír es un: «Los detendremos».
– Claro, lo intentaremos -le aseguró-. ¿Tiene que ver con el caso de tu padre?
– Sí.
– ¿Lo has llamado?
– No contesta.
– ¿Has llamado a la policía?
– Han conseguido una orden de detención en Oxnard y la vista es hoy. Necesito que alguien de confianza vaya allí y se presente por mí.
– Enviaré a Dennis.
– He dicho alguien de confianza.
– Dennis es de confianza.
– Dennis es de confianza si tiene un mes, pero la vista es hoy, Bob.
– Bueno, ¿y qué quieres que haga?
– Quiero que vayas tú.
– Por Dios. ¿A Oxnard? Está en la quinta porra… Y todavía no he tomado ni un trago…
– Llevo una escopeta recortada en el asiento de atrás, Bob. Me importa un pimiento si crees que queda muy lejos.
– Vale, vale, cálmate. Tengo que arreglar unos asuntillos.
– ¿Irás?
– Sí, iré. ¿Te importaría ponerme al corriente?
– Está todo en el expediente Burnet. Supongo que lo habrán presentado como un caso de extracción, o bien alegan su derecho a expropiar o simplemente apropiación indebida.
– ¿La extracción de tus propias células?
– Se fundamentan en que son suyas.
– ¿Cómo pueden ser suyas tus células? Son dueños de las de tu padre. Ah, vale, ahora lo entiendo: son las mismas células. Pero eso son gilipolleces, Alex.
– Díselo al juez.
– No pueden violar la integridad de tu cuerpo o el cuerpo de tu hijo solo porque…
– Resérvate para el juez -lo interrumpió-. Te llamaré luego para saber cómo va.
Cerró el teléfono móvil.
Miró a Jamie, que seguía durmiendo como un angelito.
Si Koch se acercaba a Oxnard a última hora de la mañana, podría conseguir una vista urgente para la tarde. Lo llamaría sobre las cuatro, aunque ese tiempo se le antojaba eterno.
Puso rumbo a La Jolla.