Rick Diehl estaba intentando que las cosas no se le fueran de las manos, pero todo se desmoronaba a su alrededor. El gen de la madurez era un desastre; peor aún, un avispado e inescrupuloso abogado de Nueva York había demandado a BioGen. Los abogados de Rick le habían recomendado llegar a un acuerdo, pero eso supondría la bancarrota de la compañía, aunque seguramente ocurriría de todas formas. BioGen había perdido la línea Burnet, no había conseguido reponerla con células de sus descendientes y encima parecía que una nueva patente interfería con su producto y le restaba todo su valor.
A petición de Diehl, su esposa había dado señales de vida y regresado a la ciudad. Los niños estaban en casa de los padres de ella pasando el verano, en Martha's Vineyard. Su mujer iba a quedarse con la custodia. Su propio abogado, Barry Sindler, se estaba enfrentando a su propio divorcio y no parecía tener tiempo para Rick esos días. Se había levantado mucho revuelo con lo de llevar a cabo análisis genéticos para los casos de custodia. Habían denunciado a Sindler por poner en práctica dicha artimaña, tachada de poco ética.
Se decía que el Congreso iba a aprobar leyes para limitar la experimentación genética, pero los especialistas dudaban que el Congreso se decidiera a actuar porque las compañías aseguradoras estaban interesadas en dicha investigación. Lógico, dado que a las compañías de seguros no les haría gracia tener que pagar demandas.
Brad Gordon había abandonado la ciudad a la espera de la celebración del juicio. Se rumoreaba que rondaba por el Oeste, metiéndose en líos.
La firma de abogados de Rodríguez había presentado a BioGen la primera parte de su minuta por más de un millón de dólares. Querían otro millón en concepto de iguala, a la luz de toda la litigación pendiente que le esperaba a la compañía.
La secretaria de Ríck lo llamó por el intercomunicador.
– Señor Diehl, la mujer de BDG, la compañía de seguridad, está aquí.
Rick se enderezó. Recordaba a la estimulante Jacqueline Maurer, una mujer que irradiaba sexualidad y sofisticación. Se sentía vivo solo de estar a su lado y hacía semanas que no la había visto.
– Hágala pasar.
Se levantó, se remetió con prisas la camisa en los pantalones y se volvió hacia la puerta.
Una joven de unos treinta años, con un traje azul anodino y un maletín, entró en el despacho. Tenía una sonrisa agradable, un rostro mofletudo y un pelo castaño que le llegaba al hombro.
– ¿Señor Diehl? Soy Andrea Woodman, de BDG. Siento que no hayamos podido conocernos antes, pero, caramba, hemos estado muy liados con otros clientes estas últimas semanas y hasta ahora no he podido venir. Encantada de conocerlo.
Le tendió la mano.
Diehl se la quedó mirando.
LOS HOMBRES DE LAS CAVERNAS LAS PREFERÍAN RUBIAS.
.Un antropólogo hace hincapié en la rápida evolución del gen claro.
¿Son las rubias realmente más atractivas?
Un nuevo estudio llevado a cabo por el antropólogo Peter Frost asegura que los ojos azules y el cabello rubio aparecieron entre las mujeres europeas al final de la última era glaciar con el fin de atraer a los varones. Según el investigador, el gen del color del pelo MC1R derivó en siete variaciones hace unos once mil años de un modo extremadamente rápido en términos genéticos. Por lo general, se necesitaría cerca de un millón de años para que se produjese un cambio de estas características.
Sin embargo, la preferencia sexual puede alentar rápidas mutaciones genéticas. La competencia entre las mujeres por los hombres, escasos debido a las muertes prematuras en tiempos tan difíciles, condujo a la aparición de un nuevo color de pelo y de ojos. Las conclusiones de Frost se apoyan en el trabajo de tres universidades japonesas que establecieron la fecha en que se produjo la mutación genética que dio origen a las rubias.
Frost postula que las rubias resultan sexualmente atractivas porque el pelo y los ojos claros en las mujeres son un indicador de un alto nivel de estrógenos y, por tanto, de una mayor fertilidad. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con esta opinión. La joven modelo Jodie Kidd, de veintisiete años, señaló: «No creo que ser rubia te haga sexualmente más atractiva […] La belleza es algo más profundo que el color del cabello».
La teoría del profesor Frost apareció en la revista Evolution and Human Behaviour. Su trabajo ha sido corroborado por un estudio de la OMS, que predijo la desaparición de las rubias en el año 2202. Informes posteriores refutaron los resultados del estudio de la OMS, después de que una mesa redonda de la ONU pusiera en tela de juicio su rigurosidad.