C089.

El juez de Oxnard tosió en la fría sala al tender el fallo a los abogados reunidos. Alex Burnet estaba presente, junto con Bob Koch y Albert Rodriguez.

– Como pueden ver, he dictaminado que el derecho de BioGen sobre las células del señor Burnet no los legitima a extraer esas células de cualquier individuo, vivo o muerto, incluido el propio señor Burnet. Y, desde luego, no pueden extraérseles células a los miembros de su familia. Cualquier resolución en contra de este fallo entraría en conflicto con la Decimotercera Enmienda, que prohibe la esclavitud.

»En lo que se refiere a mi sentencia, observo que esta situación viene auspiciada por confusiones derivadas de resoluciones anteriores en relación con lo que constituye el derecho a la propiedad en un contexto biológico. Primero, que el material que se extrae de un cuerpo es un "residuo" o "material de deshecho" y que, por tanto, carece de importancia para la persona de quien se extrae. Esa asunción es falsa. Si tomamos en consideración el caso de un feto que haya nacido muerto, por ejemplo, a pesar de que este ha abandonado el cuerpo de la madre, se intuye que o bien la madre o bien otros parientes pueden sentirse estrechamente vinculados al feto y deseen decidir la forma en que dispondrán de él, bien mediante un entierro o una cremación, o donando sus tejidos a la ciencia o para ayudar a otros. La idea de que el hospital o el médico puedan disponer del feto a su voluntad solo porque está fuera del cuerpo y, por tanto, es "material de deshecho", es claramente irrazonable e inhumana. Una lógica similar se aplica a las células del señor Burnet. Aunque estén fuera de su cuerpo, tiene todo el derecho a sentir que siguen siendo suyas. Es un sentimiento humano muy común y natural que no desaparecerá porque los tribunales fallen fundamentándose en conceptos jurídicos cogidos por los pelos. No se pueden prohibir los sentimientos humanos con una orden judicial. Sin embargo, eso es precisamente lo que los tribunales han intentado hacer.

«Ciertos tribunales han fallado casos sobre tejidos basándose en que dichos tejidos son desperdicios. Ciertos tribunales han considerado dichos tejidos material de investigación similar a los libros de una biblioteca. Ciertos tribunales consideran que los tejidos son propiedad abandonada de la que puede disponerse de manera automática cuando se dan ciertas circunstancias, igual que las taquillas de alquiler pueden abrirse después de cierto tiempo y poner a la venta su contenido. Ciertos tribunales han intentado equilibrar las reivindicaciones opuestas y han concluido que el derecho a la investigación que exige la sociedad está por encima del derecho a la propiedad que exige el individuo.

»Cada una de estas analogías tropieza con la tozuda realidad de la naturaleza humana. Nuestros cuerpos son nuestra propiedad individual. En cierto modo, la propiedad de nuestro cuerpo es el tipo de propiedad más fundamental que conocemos, es la experiencia básica de lo que somos. Si el tribunal no reconoce esta noción esencial, sus conclusiones no tendrán valor por muy acertadas que puedan parecer dentro de la lógica jurídica.

»Por esta razón, la donación de un tejido a un médico para realizar un estudio no puede compararse, ni ahora ni nunca, con la donación de un libro a una biblioteca. Si el médico o la institución que lleva a cabo el estudio desean utilizar más adelante ese tejido para cualquier otro propósito, deberían estar obligados a obtener un permiso para ese nuevo uso. Indefinidamente. Si las revistas pueden notificar a sus suscriptores que se acerca el término de dicha suscripción, las universidades pueden notificar a los dueños de los tejidos que desean utilizarlos para otros fines.


»Se nos dice que esto resulta tremendamente oneroso para la investigación médica. Al contrario ocurre del mismo modo. Si las universidades no reconocen que la gente conserva un interés razonable, emocional y perpetuo por sus tejidos, la gente dejará de donarlos a la ciencia y en su lugar los venderá a empresas cuyos abogados afinarán el ingenio para prohibir a las universidades su uso, incluso el de los análisis de sangre para cualquier propósito, sin un pago previo negociado. Los pacientes no son tontos y sus abogados tampoco.

»El coste de la investigación médica aumentará astronómicamente si médicos y universidades continúan actuando de manera prepotente. El verdadero bien social, por tanto, es promulgar una legislación que permita a la gente conservar el derecho a disponer de sus tejidos a su voluntad para siempre.

»Se nos dice que el interés del paciente por sus tejidos y su derecho a la privacidad acaba con la muerte. Eso también es una forma de pensar pasada de moda que hemos de cambiar. Dado que los descendientes de una persona fallecida comparten sus genes, su privacidad se ve invadida cuando se lleva a cabo la investigación o la publicación de su mapa genético. Los descendientes del difunto pueden llegar a perder el seguro de vida únicamente porque las leyes actuales no reflejan la realidad contemporánea.

»Sin embargo, el caso Burnet se ha desarrollado como lo ha hecho por un profundo y fundamental error cometido en los tribunales. Las sentencias sobre este tipo de derecho a la propiedad siempre se verán sembradas de complicaciones dado que el individuo es capaz de producir dentro de su cuerpo lo que el tribunal ha dictaminado que pertenece a otra persona. Viene siendo así con las líneas celulares, los genes y ciertas proteínas, cosas cuya posesión escapa a la razón. La ley siempre ha defendido que ninguna persona puede poseer nuestra herencia común, la ley siempre ha defendido que los hechos naturales no pueden tener dueño y, sin embargo, durante más de dos décadas los fallos jurídicos han optado por obviar este hecho, las conclusiones de los tribunales respecto a patentes han obviado este hecho y las confusiones resultantes no harán más que aumentar con el tiempo y con los avances de la ciencia. La propiedad privada de un genoma o de los hechos naturales se complicará cada vez más, será onerosa y obstaculizadora. Los tribunales han cometido un error que ha de enmendarse. Y cuanto antes mejor.

Alex se volvió hacia Bob Koch.

– Creo que a este juez le han echado una mano -comentó.

– Sí, podría ser -convino Bob.

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