Capítulo 27

Frank Hardy cargó la cinta en el aparato de vídeo instalado debajo del televisor de pantalla panorámica que estaba en un rincón de la sala de conferencias. Eran cerca de las dos de la madrugada. Lee Sawyer, sentado en un sillón con una taza de café bien caliente en la mano, contemplaba con admiración el lujo del lugar.

– Caray, Frank, este negocio funciona viento en popa. Siempre me olvido de lo mucho que has prosperado.

– Si algún te decidieras a aceptar mi oferta, Lee, no tendría que recordártelo más -respondió Hardy con un tono bonachón.

– Estoy tan hecho a mi rutina que me cuesta cambiar, Frank.

– Renee y yo pensamos ir al Caribe por navidad. Podrías venir con nosotros. Incluso llevar a alguien contigo. -Hardy miró a su amigo, expectante.

– Lo siento, Frank, ahora mismo no hay nadie.

– Han pasado dos años. Creía que… Llegué a creer que me moriría cuando Sally se marchó. No quería volver a pasar por todo aquello de las citas. Entonces apareció Renee. Ahora no podría ser más feliz.

– Si tenemos en cuenta que Renee podría pasar por la hermana gemela de Michelle Pfeiffer, no me cabe duda de que eres un hombre muy feliz.

Hardy rió de buena gana al escuchar las palabras de su amigo.

– Quizá quieras reconsiderarlo. Renee tiene algunas amigas que cumplen estrictamente sus niveles de estética. Y escúchame, las mujeres se vuelven locas por los tipos altos y fuertes.

– Perfecto. No es que te quiera criticar, mi apuesto y viejo amigo, pero no tengo la pasta que tú tienes en el banco. En consecuencia, mi nivel de atracción ha bajado un poco en los últimos años. Además, todavía soy un empleado del gobierno. La clase turista y el supermercado es mi límite y no creo que tú te muevas aún a esos niveles.

Hardy tomó asiento, cogió con una mano la taza de café y con la otra el mando a distancia del vídeo.

– Pensaba hacerme cargo de la factura, Lee -dijo en voz baja-.

Considéralo como un regalo de navidad anticipado. Eres un tipo difícil de convencer.

– Gracias de todas maneras. En realidad, este año tenía pensado pasar algún tiempo con los chicos, si es que me aceptan.

– De acuerdo.

– Y ahora, ¿qué tienes para mí?

– Desde hace unos años somos los asesores de seguridad de Tritón Global.

– ¿Tritón Global? Informática, telecomunicaciones. Están en la lista de las quinientas de Fortune, ¿no?

– Técnicamente, no tendrían que estar en la lista.

– ¿Cómo es eso?

– No son una empresa por acciones. Dominan su campo, crecen como locos, y todo lo hacen sin capital procedente de los mercados financieros.

– Impresionante. ¿Y cómo se vincula eso con un avión que se estrelló en los campos de Virginia?

– Hace unos meses, Tritón sospechó que ciertas informaciones se filtraban a un competidor. Nos llamaron para verificar la sospecha y, si era cierta, descubrir la filtración.

– ¿Lo conseguiste?

– Sí. Primero redujimos la lista de los competidores que podían participar en algo así. Una vez que los tuvimos claros, comenzamos la vigilancia.

– Debió ser duro. Grandes compañías, millares de empleados, centenares de oficinas.

– Al principio, fue todo un reto. Sin embargo, las informaciones obtenidas nos llevaron a creer que la filtración procedía de las más altas instancias, así que mantuvimos puesto un ojo avizor en los ejecutivos de Tritón.

Lee Sawyer se retrepó en el sillón y bebió un trago de café.

– Y después de identificar algunos lugares «extraoficiales» donde se podía hacer el intercambio, ni corto ni perezoso instalaste toda la parafernalia electrónica, ¿no es así?

– ¿Seguro de que no quieres el trabajo?

Sawyer se encogió de hombros como respondiendo al halago.

– Y después, ¿qué pasó?

– Identificamos unos cuantos de esos lugares «extraoficiales», propiedad de las compañías sospechosas y que no parecían tener ningún uso legítimo. En cada uno de ellos montamos equipos de vigilancia. -Hardy dirigió una sonrisa sardónica a su ex colega-. No me leas la cartilla por allanamiento y otras violaciones de la ley, Lee. Algunas veces el fin justifica los medios.

– No te lo discuto. A veces yo también deseo tomar un atajo. Pero si lo hiciera se me echarían encima un centenar de abogados gritando «anticonstitucional» y mi jubilación se iría a tomar por el culo.

– En cualquier caso, hace dos días se hizo una inspección de rutina de la cámara de vigilancia instalada en una nave industrial cerca de Seattle.

– ¿Qué os llevó a elegir a esa nave en particular?

– La información conseguida nos llevó a creer que la nave era propiedad, a través de una serie de subsidiarias y sociedades, del grupo RTG, el principal competidor de Tritón.

– ¿Qué tipo de información creía Tritón que le estaban robando? ¿Tecnológica?

– No. Tritón está involucrada en unas negociaciones para la compra de una compañía de software muy valiosa, CyberCom. Creemos que la información sobre dichas negociaciones era filtrada a la RTG, una información que le permitiría adelantarse y comprar la compañía en cuestión, ya que conocerían los términos y la posición negociadora de Tritón. Gracias al vídeo que ahora verás, hicimos algunas discretas sugerencias a RTG. Desde luego, lo negaron todo. Afirman que la nave fue alquilada el año pasado a una compañía no relacionada. Hicimos las averiguaciones pertinentes. No existe. En consecuencia, RTG está mintiendo o tenemos otro participante en este juego.

– Vale. Dime cuál es la relación con mi caso.

Hardy respondió apretando el botón del mando a distancia. La pantalla gigante se iluminó. Sawyer y Hardy contemplaron las imágenes en el pequeño cuarto de la nave. Cuando el joven alto aceptó la maleta metálica del hombre mayor, Hardy congeló la imagen. Miró la expresión intrigada en el rostro del agente. Hardy sacó un puntero láser del bolsillo de la camisa y señaló al hombre joven.

– Este hombre es un empleado de Tritón Global. No lo teníamos en la lista de vigilancia porque no era un alto cargo y no figuraba entre los miembros del equipo negociador de la compra.

– Sin embargo, es obvio que ahí tienes al culpable. ¿Sabes quiénes son los otros?

– Todavía no. El hombre se llama Jason W. Archer, con domicilio en el 611 de Morgan Lañe, en el condado Jefferson, Virginia. ¿Te resulta familiar?

Sawyer se concentró a fondo. El nombre le sonaba. Entonces lo recordó y fue como si le hubiera atropellado un camión. «¡Joder!» Casi se levantó de la silla, con los ojos desorbitados fijos en el rostro del joven mientras el nombre destacaba en la lista de pasajeros que había leído mil veces. Al pie de la pantalla aparecían la fecha y la hora: 17 de noviembre de 1995. 11.15 ÁM Pacific Standard Time. Sawyer asimiló la información de un vistazo y comenzó a hacer cálculos. Siete horas después de que el avión se estrellara en Virginia, este tipo estaba vivito y coleando en Seattle. «¡Joder!», repitió.

– Eso es -asintió Hardy-. Jason Archer figuraba en la lista de pasajeros del vuelo 3223, pero es obvio que no subió a bordo.

Hardy volvió a poner en marcha la cinta. Cuando el rugido de los reactores sonó en la pantalla, Sawyer volvió la cabeza hacia la ventana. El maldito avión parecía estar a punto de estrellarse contra el edificio. Después miró a Hardy y vio que su amigo le sonreía.

– Yo hice lo mismo cuando lo oí por primera vez.

Sawyer miró en la pantalla a los hombres que observaban el techo hasta que el ruido del avión se perdía en la distancia. El agente entornó un poco los párpados mientras miraba con mucha atención la escena. Algo le había llamado la atención, pero no sabía qué.

– ¿Has visto alguna cosa? -le preguntó Hardy, que le observaba.

Sawyer permaneció en silencio unos segundos y después meneó la cabeza.

– ¿Qué estaba haciendo Archer en Seattle la mañana del accidente en Virginia cuando se suponía que viajaba en un avión a Los Ángeles? ¿Trabajo?

– En Tritón ni siquiera sabían que Archer viajaba a Los Ángeles y mucho menos a Seattle. Creían que se había tomado unos días libres para estar con su familia.

– Échame una mano, Frank, porque no sé de qué va.

– Archer tiene esposa y una hija pequeña -se apresuró a responder el otro-. Sidney, la esposa, es abogada en Tylery Stone, el bufete que lleva los asuntos legales de Tritón. Ella atiende muchas de las cosas de Tritón y encabeza el equipo negociador para la compra de CyberCom.

– Eso es muy interesante, y quizá conveniente para ella y su marido.

– Reconozco que eso fue lo primero que se me ocurrió, Lee.

– Si Archer estaba en Seattle, digamos, a las diez o diez y media de la mañana, hora del Pacífico, tuvo que coger un vuelo de primera hora.

– Western Airlines tiene uno que sale más o menos a la misma hora que el vuelo a Los Ángeles.

Sawyer se levantó y se acercó al televisor. Rebobinó la cinta y congeló la imagen para estudiar a fondo el rostro de Jason Archer. Se volvió hacia su antiguo compañero.

– Sabemos que Archer estaba en la lista de pasajeros del vuelo 3223, pero tú dices que el jefe no sabía nada de este viaje. ¿Cómo se enteraron de que estaba en el avión?

Hardy sirvió más café y después se levantó para ir hasta la ventana. Era obvio que a estos dos hombres les gustaba moverse mientras pensaban.

– La compañía aérea dio con la esposa mientras ella estaba en una reunión de negocios en Nueva York y le comunicó la mala noticia. En dicha reunión había gente de Tritón, incluido el presidente. Se enteraron entonces. La noticia se divulgó de inmediato. Esta cinta sólo la han visto otras dos personas. Nathan Gamble, presidente ejecutivo de Tritón, y Quentin Rowe, el segundo de a bordo.

Sawyer se masajeó el cuello tenso y bebió un trago de café.

– Western confirmó que Archer presentó el billete en el mostrador y recogió la tarjeta de embarque. De no ser así, no habrían avisado a la familia.

– Tú sabes tan bien como yo que cualquiera pudo presentarse con un documento de identidad falso. Probablemente, los billetes estaban pagados. Consignó el equipaje y pasó el control de seguridad. Incluso con las nuevas medidas de seguridad, no necesitas una identificación con foto para subirte a un avión. Sólo las llevan los empleados y los mozos de cuerda.

– Pero alguien subió al avión en el lugar de Archer. La compañía tiene la tarjeta de embarque, y una vez que subes, no te puedes bajar del avión.

– El tipo que lo reemplazó era muy estúpido o un cabrón con mala suerte. Quizá las dos cosas.

– Sí, pero si Archer voló a Seattle, significa que tenía otro billete.

– No pudo aparecer dos veces en el mostrador de embarque para cada vuelo. Tuvo que usar un alias y un documento de identidad falso para el vuelo a Seattle.

– Tienes razón. -Sawyer analizó las posibilidades-. Quizá todo lo que hizo fue cambiar los billetes con el tipo que tomó su lugar.

– Sea cual sea la verdad, desde luego tienes trabajo por delante.

– ¿Alguien habló con la esposa? -preguntó Sawyer.

Hardy abrió una carpeta y consultó unos papeles.

– Nathan Gamble habló con ella, durante unos minutos, dos veces. Quentin Rowe también.

– ¿Y cuál es su historia?

– Primero dijo que no sabía que su marido estaba en el avión.

– ¿Primero? ¿Así que cambió la historia?

– Después le dijo a Nathan Gamble que el marido le había mentido. Le dijo que iba a Los Ángeles para entrevistarse con otra compañía para discutir sobre un nuevo empleo. Pero resultó que no tenía ninguna entrevista.

– ¿Quién lo dijo?

– Sidney Archer. Supongo que llamó a la compañía para decirles que el marido no acudiría a la cita.

– ¿Lo has comprobado? -Hardy asintió-. ¿Has hecho nuevos progresos en tu investigación?

En el rostro de Hardy apareció una expresión casi de dolor.

– Ahora mismo no parece tener mucho sentido. Nathan Gamble está muy disgustado. Paga las cuentas y quiere resultados. Pero lleva tiempo, tú lo sabes. Sin embargo… -Hardy hizo una pausa y contempló la moqueta. Era obvio que se trataba de un hombre al que no le gustaban las cosas poco claras-. De todos modos, según Gamble y Rowe, la señora Archer cree que su marido está muerto.

– Si es que dice la verdad, y ahora mismo para mí es dudoso -exclamó el agente, acalorado.

Hardy lo miró con una expresión burlona. Sawyer se dio cuenta y aflojó los hombros.

– Entre nosotros, Frank, me siento un poco imbécil con este asunto.

– ¿Cómo es eso?

– Estaba seguro de que Arthur Lieberman era el objetivo. Estructuré toda la investigación sobre esa premisa, y descarté las demás posibilidades.

– Todavía estás en los primeros pasos, Lee. No se ha perdido nada. Además, es probable que Lieberman fuera el objetivo, en cierto sentido.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Sawyer, alerta.

– Piénsalo. Tú mismo acabas de contestar a la pregunta.

En el rostro de Sawyer apareció una expresión sombría, cuando de pronto comprendió lo que Hardy acababa de decir.

– ¿Quieres decir que ese tipo, Archer, hizo estallar el avión para que creyéramos que Lieberman era el objetivo? Venga, Frank, eso es estirar demasiado la cuerda.

– Si no hubiésemos tenido la suerte de grabar este vídeo, eso sería exactamente lo que estarías pensando ¿no? Recuerda, hay una única cosa en un accidente aéreo, en particular cuando un avión se estrella contra el suelo casi intacto, como en este caso.

El rostro de Sawyer se volvió color de ceniza mientras reflexionaba.

– No hay cuerpos. Nada que identificar, ningún resto.

– Así es. En cambio, si el avión hubiese estallado en el aire, como ocurre en las explosiones normales, ahora habría un montón de cadáveres para identificar.

Sawyer no salía de su asombro.

– Eso es lo que me traía de cabeza. Si Archer se vendió, recibió la pasta y planeaba largarse, sabía que en algún momento la policía iría a por él.

– Así que para cubrir el rastro -dijo Hardy-, hizo ver que subía a un avión que acabó a diez metros bajo tierra. Si descubren que es un sabotaje, todos creen que Lieberman es el objetivo. Y si no lo descubren, tampoco van a buscar a un tipo muerto. Todo el mundo se olvida de Jason Archer, y final del caso.

– Pero, joder, Frank, ¿por qué no cogió la pasta y se largó sin más? No es tan difícil desaparecer. Y hay otra cosa. El tipo que saboteó el vuelo 3223 acabó cosido a tiros.

– ¿La hora de la muerte le da tiempo a Archer para regresar y asesinarlo? -preguntó Hardy.

– Todavía no tenemos los resultados de la autopsia, pero si me baso en lo que vi del cuerpo, es posible que Archer pudiera llegar a la costa este a tiempo para hacerlo.

Hardy se entretuvo pasando las hojas de la carpeta mientras pensaba en esta nueva información.

– Venga, Frank, ¿cuánto crees que cobró Archer por la información? ¿Suficiente para sobornar al gasolinero que saboteó el avión y para contratar a un pistolero para liquidar al saboteador? ¿Un tipo que hasta hace unos días llevaba una respetable vida familiar? ¿Ahora es un archicriminal que destroza a niños y abuelas en el cielo?

Frank Hardy miró a su viejo amigo con una expresión severa.

– Él personalmente no voló el avión, Lee. Además, no me digas que ahora analizas las conciencias de las personas. Si la memoria no me falla, algunos de los peores asesinos que detuvimos llevaban una vida de angelitos.

– ¿Cuánto? -insistió Sawyer, poco dispuesto a dar el brazo a torcer.

– Archer pudo conseguir varios millones por la información.

– Suena a mucho dinero, pero ¿crees que por esa cantidad un tipo mataría a doscientas personas sólo para cubrir su rastro? ¡De ninguna manera!

– Hay otra cosa en este asunto. Algo que me lleva a creer que Jason Archer es un archicriminal a pesar de las apariencias, o quizá trabaja para una organización de ese tipo.

– ¿Cuál es esa cosa?

De pronto, Hardy pareció sentirse incómodo.

– Falta algún dinero de una de las cuentas de Tritón.

– ¿Dinero? ¿Cuánto dinero?

– ¿Qué te parecen doscientos cincuenta millones de dólares?

Sawyer estuvo a punto de volcar la taza de café.

– ¿Qué?

– Al parecer, Archer no sólo estaba interesado en vender secretos. También estaba en el negocio de desvalijar cuentas bancarias.

– ¿Cómo? Quiero decir, que una compañía tan grande debe tener controles.

– Tritón los tiene, pero esos controles parten de la base de que la información dada por el banco donde está depositado el dinero sea correcta.

– No te entiendo -protestó Sawyer.

Hardy soltó un suspiro y apoyó los codos sobre la mesa, dispuesto a explicar a su amigo la estafa en términos sencillos.

– En nuestros días, mover dinero del punto A al punto B significa utilizar un ordenador. Los bancos y los mercados financieros dependen completamente de ellos, pero la dependencia comporta algunos riesgos.

– ¿Que los ordenadores se apaguen, hagan cosas raras o se vuelvan locos?

– O que alguien entre en los ordenadores del banco y los manipule para fines ilegales. No es ninguna novedad. Ya sabes que el FBI ha creado toda una división nueva para ocuparse de los delitos informáticos.

– ¿Tú crees que eso es lo que ha pasado aquí?

Hardy rebuscó entre los papeles hasta encontrar lo que buscaba.

– En una sucursal del Consolidated BankTrust había una cuenta operativa de Tritón Global Investments Corporation, que es una compañía subsidiaria de Tritón para sus inversiones en Wall Street. La cuenta se abrió hace tiempo y el saldo actual era de doscientos cincuenta millones.

– ¿Archer tuvo algo que ver en la apertura de la cuenta?

– No. De hecho, no tenía acceso a la misma.

– ¿Había muchos movimientos de cuenta?

– Al principio, sí. Sin embargo, llegó un momento en que Tritón no necesitó los fondos y los dejó allí como una reserva para el caso de que Tritón o alguna de las compañías filiales necesitase dinero.

– ¿Qué ocurrió después?

– Resulta que hace un par de meses abrieron una cuenta nueva en la misma sucursal a nombre de Tritón Global Investments, Limited.

– ¿Así que Tritón abrió otra cuenta?

Sawyer no había acabado de hablar cuando Hardy ya meneaba la cabeza.

– No, ahí está la trampa. No tiene nada que ver con Tritón. La compañía es ficticia, no tiene domicilio social, ni directores, ni empleados, nada.

– ¿Sabes quién abrió la cuenta?

– Sólo había una firma registrada. El nombre que figuraba en el banco era el de Alfred Rhone, director financiero. No averiguamos nada de Rhone, pero descubrimos algo interesante.

– ¿Qué? -Sawyer se inclinó sobre la mesa.

– Se realizaron una serie de operaciones a través de la cuenta falsa. Depósitos, transferencias y cosas por el estilo. La firma de Alfred Rhone apareció en cada uno de esos documentos. Comparamos las firmas con las de los empleados de Tritón. Encontramos una idéntica. ¿Quieres adivinar?

– Jason Archer -respondió Sawyer en el acto.

Hardy asintió.

– ¿Y qué pasó con el dinero?

– Alguien entró en el ordenador del BankTrust y reorganizó las cuentas con mucho cuidado. Al final, la cuenta legítima de Tritón y la falsa tenían el mismo número.

– ¡Caray! Es como robarle caramelos a un niño.

– Exacto. El día anterior a la desaparición de Archer, se transfirieron los doscientos cincuenta millones de la cuenta de Tritón a una cuenta abierta por la compañía falsa en otro gran banco de Nueva York. El departamento de transferencias del BankTrust tenía la autorización de nuestro amigo Rhone. La cuenta tenía fondos, todo estaba en orden. Transfirieron el dinero aquel mismo día. -Sawyer lo miró, incrédulo-. La gente de los bancos acepta lo que dice el ordenador, Lee, no tienen motivos para no hacerlo. Además, los bancos no se hablan entre ellos. Mientras tengan el culo cubierto, se limitan a ejecutar órdenes. Les da lo mismo quién esté involucrado, conocen los procedimientos bancarios al dedillo. ¿Te mencioné que Jason Archer trabajó en el departamento de transferencias de un banco antes de entrar en Tritón?

Sawyer meneó la cabeza en un gesto de cansancio.

– Ahora ya sé por qué no me gustan los ordenadores. Sin embargo, no acabo de entender cómo lo hizo.

– Míralo de esta manera, Lee. Es como si hubiesen hecho una copia de un tipo rico y después la copia entra en el banco, retira todo el dinero del tipo rico y después se va tan fresco. La única diferencia es que el BankTrust creía que los dos tipos eran ricos; sin embargo, el banco estaba mirando el mismo saldo para los dos, contaba el mismo dinero dos veces.

– ¿Algún rastro de los fondos?

– No creo que lo encuentren. -Hardy meneó la cabeza-. Se ha esfumado. Ya nos hemos reunido con agentes de la unidad de fraudes a instituciones financieras del FBI. Han abierto una investigación.

Sawyer bebió un trago de café, y entonces se le ocurrió una idea.

– ¿Crees que quizá RTG está involucrada en las dos operaciones? Si no es así, resultaría un poco extraño que Archer se arriesgara a cometer la estafa bancaria y vender los secretos.

– Podría ser, Lee, que Archer comenzara por el robo de los secretos de la compañía, y que la RTG le metiera en el fraude bancario para perjudicar todavía más a Tritón. Estaba en una posición inmejorable para hacerlo.

– Pero el banco es el responsable final. A Tritón no le perjudica.

– No, en eso te equivocas. Tritón ha perdido el uso del dinero mientras el banco aclara las cosas y se realiza la investigación. Este episodio está en manos de la junta directiva. Podría tardar meses en resolverse, al menos es lo que le han dicho a Tritón esta mañana. Como te puedes imaginar, Nathan Gamble está que se sube por las paredes.

– ¿Tritón necesitaba los fondos para alguna cosa?

– Claro que sí. Pensaban utilizar el dinero como paga y señal de la compra de CyberCom.

– ¿Así que han perdido el negocio?

– Todavía no. Según las últimas noticias, Nathan Gamble podría poner el dinero de su cuenta particular.

– Caray, ¿el tipo puede firmar un cheque por esa cantidad?

– Gamble es varias veces multimillonario. Sin embargo, no creo que lo haga. Estaría arriesgando su dinero además de perder doscientos cincuenta millones del dinero de Tritón. En total, sumarían quinientos millones de dólares. Incluso para él es mucho dinero. -Hardy hizo una mueca al recordar su última entrevista con Gamble-. Te lo repito, ahora mismo no es un hombre muy feliz. Su mayor preocupación son los secretos que Archer le vendió a RTG. Si RTG se hace con CyberCom, entonces las pérdidas finales de Tritón superarán los doscientos cincuenta millones de dólares.

– Pero ahora que los de RTG saben que tú estás detrás, no se atreverán a utilizar la información que les pasó Archer.

– No es tan sencillo, Lee. Han negado cualquier implicación, y aunque nosotros tenemos el vídeo, no es una prueba definitiva. RTG ya estaba en la puja por CyberCom. Si su oferta es un poco mejor que la de Tritón, ¿quién puede acusarles de nada?

– Tienes razón. -Sawyer contempló los restos de café en la taza con una expresión de cansancio.

Hardy extendió los brazos hacia su viejo amigo y sonrió.

– Bueno, esta es mi historia.

– Estaba seguro de que no me habías sacado de la cama porque alguien había robado un bolso. -Sawyer hizo una pausa-. Ese Archer debe ser un verdadero genio, Frank.

– Lo es.

– Pero todo el mundo comete errores y algunas veces tienes suerte, y consigues un vídeo como ése -dijo Sawyer más animado-. Además, son los casos difíciles los que te gratifican en este trabajo, ¿no? -El agente sonrió.

– Y ahora ¿qué piensas hacer?

El agente bebió el último trago de café y volvió a llenar la taza. Parecía haber recuperado fuerzas gracias a las nuevas posibilidades que se habían abierto en el caso.

– Primero utilizaré tu teléfono para enviar una orden de busca y captura de Jason Archer. Después, te exprimiré el cerebro durante una hora. Mañana por la mañana, enviaré a un equipo al aeropuerto Dulles para que investiguen todo lo que puedan sobre Archer, y yo mantendré una entrevista personal con alguien que puede ser importantísimo en este caso.

– ¿Quién es?

– Sidney Archer.

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