Capítulo 30

Sawyer y Jackson se levantaron cuando Sidney entró en la habitación. El agente Sawyer se sobresaltó visiblemente al verla. Hizo un esfuerzo consciente por esconder la barriga y una de sus manos voló hacia su cabeza para colocar en su sitio el tupé rebelde. Cuando bajó la mano, la miró por un instante como si no fuera una parte de su cuerpo, al tiempo que se preguntaba por qué había hecho eso. Los agentes se presentaron y una vez más exhibieron las credenciales. Sawyer era consciente de que Sidney le miraba con mucha atención antes de sentarse.

Sawyer la catalogó en un segundo. Una belleza con inteligencia y carácter. Pero había algo más. Hubiese jurado que se habían visto antes. Su mirada se posó en el cuerpo esbelto. El vestido negro era elegante y adecuado para la solemnidad de la ocasión; sin embargo, resaltaba las partes más provocativas de la figura. También las piernas, bien torneadas, resultaban favorecidas por las medias negras. El rostro era encantador en su aflicción.

– Señora Archer, ¿por casualidad nos hemos visto antes?

– No lo creo, señor Sawyer -respondió Sidney, sorprendida.

El la observó durante un momento, encogió los hombros y comenzó sin más dilación con la entrevista.

– Como le dije a su padre, señora Archer, comprendemos que nuestra visita no podría ser más inoportuna, pero necesitábamos hablar con usted lo antes posible.

– ¿Puedo preguntar cuál es el tema? -Sidney hablaba como una autómata. Recorrió el estudio con la mirada antes de fijarla en el rostro de Sawyer. Vio a un gigantón que parecía sincero. En circunstancias normales, Sidney habría colaborado con Lee Sawyer sin el menor reparo. Pero las circunstancias distaban mucho de ser normales.

Ahora sus ojos verdes brillaban y Sawyer tuvo que hacer un esfuerzo para no perderse en ellos. En el intento de sondear sus profundidades se descubrió a sí mismo aventurándose en aguas peligrosas.

– Está relacionado con su marido, señora Archer -se apresuró a responder Sawyer.

– Por favor, llámeme Sidney. ¿Qué pasa con mi marido? ¿Tiene esto alguna relación con el accidente aéreo?

Esta vez, Sawyer demoró la respuesta. La estudiaba otra vez pero con mucho disimulo. Cada palabra, cada expresión, cada pausa era importante. Era un trabajo agotador, a menudo frustrante, pero que en ocasiones producía unos resultados sorprendentes.

– No fue un accidente, Sidney -contestó por fin.

El brillo en los ojos de Sidney parpadeó como ocurre con las luces de una casa cuando hay una tormenta eléctrica. Entreabrió los labios pero no dijo ni una palabra.

– El avión fue saboteado; todas las personas a bordo, todas sin excepción, fueron asesinadas premeditadamente.

Mientras Sawyer continuaba observándola, Sidney pareció perder todo contacto con el mundo exterior. Sus facciones mostraban un horror imposible de fingir. Sus ojos perdieron el brillo febril.

Pasó casi un minuto antes de que Sawyer se atreviera a hablar.

– ¿Sidney? ¿Sidney?

Sidney salió del ensimismamiento con una sacudida, pero volvió a sumergirse en el mutismo con la misma rapidez. De pronto, comenzó a boquear como un pez fuera del agua. Por un instante, estuvo segura de que vomitaría. Agachó la cabeza hasta apoyarla en los muslos y se sujetó las pantorrillas. Curiosamente, sus movimientos imitaban los de un pasajero de un avión a punto de realizar un aterrizaje forzoso. Entonces comenzó a gemir y luego a temblar de un modo incontrolable, y Sawyer corrió a sentarse a su lado. Le rodeó los hombros con un brazo mientras la cogía de la mano. Sawyer miró a su compañero.

– Venga, Ray, ve a buscar agua, té, lo que sea. ¡Corre!

Jackson corrió a la cocina.

La madre de Sidney, con las manos temblorosas, llenó un vaso con agua y se lo entregó a Jackson. En el momento en que el agente se daba la vuelta, Bill Patterson levantó el periódico y se lo enseñó.

– Es por esto, ¿no? -El titular a toda plana decía: LA CATÁSTROFE DEL AVIÓN DE LA WESTERN AlRLINES SE ATRIBUYE A UN SABOTAJE. EL GOBIERNO FEDERAL OFRECE UNA RECOMPENSA DE DOS MILLONES DE DÓLARES-. Jason y los demás fueron víctimas de un atentado terrorista. Por eso están aquí, ¿no es así?

La señora Patterson se cubrió el rostro con las manos, y el sonido del llanto invadió la cocina mientras se sentaba.

– Señor, por favor, ahora no, ¿vale? -El tono de Jackson no admitía replica. Salió de la cocina con el vaso de agua.

Mientras tanto, Paul Brophy había salido al jardín, a pesar del frío, con la aparente intención de fumar un cigarrillo. Si alguien hubiese mirado a través de la ventana de la sala, hubiera visto el teléfono móvil apretado contra su oreja.

Sawyer casi obligó a Sidney a que se bebiera el agua, pero, por fin, la joven tuvo fuerzas para erguirse en la silla. Sidney recobró la compostura y le devolvió el vaso con una mirada de agradecimiento. El agente no volvió a tocar el tema del atentado.

– Créame -dijo-, si esto no fuese muy, muy importante, nos marcharíamos ahora mismo, ¿de acuerdo?

Sidney asintió. Tenía un aspecto atroz. Sawyer se tomó un momento para ordenar los pensamientos. Pareció aliviada cuando él le hizo un par de preguntas inocentes sobre el trabajo de Jason en Tritón Global. Sidney respondió con calma, aunque un tanto intrigada. El agente echó una ojeada al estudio. Tenían una bonita casa.

– ¿Algún problema de dinero? -preguntó.

– ¿Adonde quiere ir a parar, señor Sawyer? -El rostro de Sidney había recuperado parte de su rigidez. De pronto, se relajó; acababa de recordar el comentario de Jason de que le daría el mundo.

– Allí donde haya algo que nos traiga a este punto, Sidney -respondió el agente, que le devolvió la mirada sin vacilar.

Sidney tuvo la sensación de que Sawyer podía ver más allá de su fachada exterior, que podía leer sus pensamientos, las terribles dudas que le asaltaban. Se dio cuenta de que tendría que ir con mucho cuidado.

– Estábamos hablando con todos los familiares de los pasajeros del avión -añadió Sawyer-. Si el aparato fue saboteado por causa de alguno de los que iban a bordo, necesitamos saber el motivo.

– Comprendo. -Sidney inspiró con fuerza-. En respuesta a su pregunta, le diré que nuestra situación económica es la mejor de los últimos años.

– Usted es abogada de Tritón, ¿verdad?

– Entre otros cincuenta clientes. ¿Por qué?

Sawyer cambió de táctica.

– ¿Sabía que su marido había pedido unos días libres en el trabajo?

– Soy su esposa.

– Bien, entonces quizá quiera explicarme por qué, si se había tomado unos días libres, estaba en un avión a Los Ángeles. -Sawyer había estado a punto de decir «presuntamente estaba», pero se contuvo a tiempo.

– Escuche, debo asumir que usted ya ha hablado con Tritón -contestó Sidney con un tono práctico-. Quizás incluso ha hablado con Henry Wharton. Jason me dijo que iba a Los Ángeles por un asunto de Tritón. La mañana en que se fue, le dije que tenía una reunión en Nueva York con la gente de Tritón. Entonces me dijo que iba a Los Ángeles para una entrevista sobre un nuevo empleo. No quería que por algún comentario casual de mi parte se enteraran de su viaje. Le seguí el juego. Sabía que no era muy correcto, pero lo hice.

– Pero no había otro empleo.

– No.

– Y, por el hecho de ser su esposa y todo eso, ¿no tiene ninguna idea de por qué iba a Los Ángeles? ¿Ninguna sospecha? Sidney meneó la cabeza.

– ¿Eso es todo? ¿Nada más? ¿Está segura de que no tenía nada que ver con Tritón? -insistió Sawyer.

– Jason casi nunca hablaba conmigo de asuntos de la compañía.

– ¿Por qué? -Sawyer se moría por una taza de café. El cuerpo comenzaba a rendirse después de la larga noche con Hardy.

– Mi bufete representa a otras varias compañías que podrían ser consideradas como posibles competidoras de Tritón. Sin embargo, los clientes han desistido de cualquier conflicto potencial y, de vez en cuando, si ha sido necesario, hemos levantado paredes chinas.

– ¿Cómo ha dicho? -preguntó Ray Jackson-. ¿Paredes chinas?

– Sí, es cuando cortamos las comunicaciones de cualquier tipo, el acceso a los archivos, incluso las charlas en los pasillos, sobre los asuntos de un determinado cliente, si un abogado de la firma representa a otro cliente con un posible conflicto. También se restringe el acceso a las bases de datos respecto a las negociaciones pendientes que manejamos. Esto también lo hacemos para mantener actualizados los términos de las negociaciones. En ocasiones, los términos cambian muy deprisa, y no queremos que los clientes tengan una sorpresa de última hora sobre los términos principales. La memoria de la gente es falible, en cambio no sucede lo mismo con los ordenadores. El acceso a esos archivos se consigue con una clave que únicamente conocen los abogados que dirigen el caso. La teoría es que un bufete se puede replegar en sí mismo para evitar problemas de este tipo. De ahí el término.

– ¿Cuáles son los otros clientes que representa su bufete y que podrían tener un conflicto con Tritón? -quiso saber Sawyer.

Sidney pensó un momento. Le vino un nombre a la cabeza, pero no estaba segura si debía mencionarlo. Si lo hacía, quizá la entrevista acabaría de una vez.

– El grupo RTG.

Los agentes intercambiaron una mirada.

– ¿Quién representa a RTG en el bufete?

Sawyer estaba seguro de haber visto un destello de picardía en los ojos de Sidney antes de responderle.

– Philip Goldman.

En el jardín de la casa de los Archer, el frío comenzaba a filtrarse a través de los guantes de Paul Brophy.

– No, no tengo ni la menor idea de lo que pasa -dijo Brophy, y apartó el teléfono móvil cuando el interlocutor replicó con una serie de improperios a su supuesta ignorancia-. Espera un momento, Philip. Es el FBI. Llevan armas, ¿vale? Si tú no te lo esperabas, ¿por qué tenía que esperarlo yo?

Esta deferencia a la inteligencia superior de Philip Goldman al parecer tuvo efecto porque Brophy volvió a apoyar el teléfono en la oreja.

– Sí, estoy seguro de que era él. Conozco su voz y además ella lo llamó por el nombre. Lo tengo todo grabado. No está mal de mi parte, algo brillante, ¿no te parece? ¿Qué? Claro que me quedaré por aquí a ver lo que encuentro. De acuerdo. Te volveré a llamar dentro de unas horas.

Brophy cortó la comunicación, guardó el teléfono y regresó a la casa mientras se frotaba los dedos ateridos.

Sawyer observaba con atención a Sidney, que acariciaba con una mano el brazo del sofá. Se preguntaba si había llegado el momento de soltar la bomba: decirle que Jason Archer no estaba enterrado en el cráter de Virginia. Por fin, después de un prolongado conflicto interno, la intuición se impuso a la mente. Se puso de pie y le tendió la mano.

– Muchas gracias por su cooperación, señora Archer. Si recuerda alguna cosa que pueda ayudarnos, llámeme a cualquier hora del día o de la noche a estos números. -Sawyer le dio una tarjeta-. Mi número particular está escrito al dorso. ¿Tiene alguna tarjeta suya? -Sidney cogió el bolso que estaba en la mesa, rebuscó en el interior y le dio una de las suyas-. Una vez más, lamento mucho lo de su marido.

Esto último lo dijo con toda sinceridad. Si Hardy tenía razón, lo que esta mujer estaba pasando ahora mismo sería una fiesta comparado con lo que se le venía encima. Ray Jackson salió del estudio. Sawyer estaba a punto de seguirlo cuando Sidney apoyó una mano sobre su hombro.

– Señor Sawyer…

– Llámeme Lee.

– Lee, tendría que ser muy estúpida para no ver que esto es muy grave.

– Ni por un momento he creído que sea usted estúpida, Sidney. -Se miraron con un respeto mutuo; sin embargo, la afirmación de Sawyer era ambigua.

– ¿Tiene alguna razón para sospechar que mi marido estaba involucrado… -hizo una pausa y tragó saliva como un paso previo a decir lo impensable- en algo ilegal?

Sawyer la miró, y la inconfundible sensación de que la había visto antes en alguna parte volvió a asaltarle hasta que se transformó en certeza.

– Sidney, digamos que las actividades de su marido inmediatamente antes de subir a aquel avión nos están causando algunos problemas.

Sidney recordó todas aquellas noches de trabajo hasta la madrugada, las idas de Jason a la oficina a las horas más intempestivas.

– ¿Pasa algo en Tritón?

Sawyer observó cómo ella se retorcía las manos. El agente tenía fama de ser muy reservado, pero por alguna razón deseaba contarle todo lo que sabía. Se resistió a la tentación.

– Es un caso abierto, Sidney. No se lo puedo decir.

– Lo comprendo, desde luego -respondió Sidney, que se apartó un poco.

– Estaremos en contacto.

Sawyer salió del estudio, y Sidney recordó inquieta que Nathan Gamble había dicho las mismas palabras. De pronto se estremeció de miedo. Se rodeó el pecho con los brazos y se acercó al fuego.

La llamada de Jason le había provocado una euforia tremenda. Nunca había experimentado nada parecido, pero los pocos detalles que él había mencionado después la habían desinflado con la misma rapidez. Ahora estaba dominada por una confusión total, y sólo tenía una cosa clara: la lealtad a su marido. Se preguntó qué nuevas sorpresas le esperaban mañana.

En cuanto los vio salir de la casa, Paul Brophy siguió a los dos agentes sin dejar de charlar.

– Por lo tanto, es obvio que mi bufete tiene un gran interés en conocer cualquier presunta fechoría que involucre a Jason Archer y a Tritón Global. -Por fin dejó de hablar y miró ilusionado a los agentes.

– Es lo que me han dicho -respondió Sawyer sin detenerse.

El agente del FBI se detuvo detrás del Cadillac de Bill Patterson, aparcado en la entrada del garaje, y apoyó un pie en el parachoques para atarse el cordón del zapato. Mientras lo hacía se fijó en la pegatina: MAINE, LUGAR DE VACACIONES. «¿Cuándo tuve mis últimas vacaciones? -pensó-. Debes estar muy mal si no te acuerdas.» Se subió los pantalones y se volvió hacia el abogado, que le observaba desde la acera.

– ¿Cómo ha dicho que se llamaba?

Brophy echó una ojeada a la puerta principal y después se acercó.

– Brophy, Paul Brophy -dijo, y se apresuró a añadir-: Como le dije antes estoy en el bufete de Nueva York, así que en realidad no tengo relación con Sidney Archer.

– Sin embargo vino hasta aquí para asistir al funeral. -Sawyer le observó con atención-. Eso fue lo que dijo, ¿no?

Brophy miró a los dos agentes. Ray Jackson entornó un poco los párpados mientras catalogaba al abogado. Tenía toda la pinta de un fulero.

– En realidad, estoy aquí en representación del bufete. Sidney Archer sólo es una abogada a tiempo parcial, y como yo estaba en la ciudad por otros asuntos, digamos que me tocó.

Sawyer contempló las nubes por encima de la casa.

– ¿Sí? Sabe, hice algunas averiguaciones acerca de la señora Archer. Según las personas con las que hablé, ella es una de las principales abogadas de Tylery Stone, aunque esté empleada a tiempo parcial. Pedí que me hicieran una lista de los cinco abogados más importantes a tres fuentes distintas, y ¿sabe una cosa? La señora estaba en todas las listas. -Miró a Brophy y añadió-: Es curioso, pero el suyo no apareció en ninguna.

Brophy tartamudeó unos segundos, pero Sawyer no le dio tiempo a protestar, y pasó a otro tema.

– ¿Lleva mucho tiempo aquí, señor Brophy? -Señaló la casa.

– Alrededor de una hora. ¿Por qué? -El tono quejoso de Brophy denunciaba sus sentimientos heridos.

– ¿Ha ocurrido algo fuera de lo normal en esa hora?

Brophy se consumía por decirles a los agentes que tenía grabadas las palabras de un hombre muerto, pero la información era demasiado valiosa para regalarla como si tal cosa.

– En realidad, no. Está cansada y deprimida, o al menos lo parece.

– ¿Qué quiere decir con eso? -le preguntó el agente Jackson, que se quitó las gafas de sol para mirar mejor a Brophy.

– Nada. Como les dije antes, no la conozco mucho. En realidad no sé cómo se llevaba con su marido.

– Ah. -Jackson apretó los labios y se volvió a poner las gafas. Miró a su compañero-. ¿Estás listo, Lee? Este hombre parece estar helado. Tendría que volver a la casa y calentarse un poco. -Miró a Brophy-. Vaya a presentarle sus respetos a su conocida.

Jackson y Sawyer le dieron la espalda y caminaron hacia el coche.

El rostro de Brophy estaba rojo de furia. Miró un momento hacia la casa y después los llamó.

– Eh, está bien, ella recibió una llamada.

Los dos agentes se volvieron al unísono.

– ¿Qué ha dicho? -preguntó Sawyer. Le dolía la cabeza por la falta de cafeína y estaba cansado de escuchar a ese gilipollas-. ¿Qué llamada?

Brophy se acercó a ellos y les habló en voz baja sin dejar de espiar a hurtadillas la casa.

– Fue un par de minutos antes de que llegaran ustedes. El padre de Sidney atendió el teléfono y el que llamaba dijo que era Henry Wharton. -Los agentes le miraron intrigados-. Es el titular de Tylery Stone.

– ¿Y? -dijo Jackson-. Quizá llamaba para interesarse por ella.

– Sí, eso mismo creía yo, pero…

– Pero ¿qué? -preguntó Sawyer, furioso.

– No sé si estoy en libertad de decirlo.

La voz de Sawyer recuperó la normalidad, pero sus palabras sonaron mucho más amenazadoras que antes.

– Hace demasiado frío para estar aquí fuera escuchando gilipolleces, señor Brophy, así que le pediré muy amablemente que me dé la información, y será la última vez que se lo pida de esa manera. -Sawyer se inclinó sobre Brophy, que le miraba con el rostro demudado mientras el fornido Jackson le empujaba por detrás.

– Llamé a Henry Wharton al despacho mientras Sidney estaba hablando con ustedes. -Brophy hizo una pausa teatral-. Cuando le pregunté sobre la charla con Sidney, se mostró muy sorprendido. El no la había llamado. Y cuando ella salió del dormitorio después de atender la llamada, estaba blanca como el papel. Creí que se iba a desmayar. Su padre también se dio cuenta.

– Si el FBI llama a mi puerta el día del funeral de mi esposo, supongo que yo también me pondría malo -comentó Jackson, mientras abría y cerraba uno de sus puños gigantescos que hubiera dado cualquier cosa por descargar.

– Según el padre, ya tenía esa cara antes de que les avisara de su presencia. -Brophy se inventó esta parte, pero ¿y qué? No era la presencia del FBI en su casa lo que había puesto a Sidney Archer en ese estado.

Sawyer se irguió y miró la casa. Después miró a Jackson, que enarcó las cejas. Sawyer estudió el rostro de Brophy. Si el tipo les estaba engañando… Pero no, seguro que decía la verdad, o por lo menos casi toda la verdad. Era obvio que se moría de ganas por decir algo que bajara a Sidney Archer del pedestal. Al agente le daba igual la venganza personal de Paul Brophy. Le interesaba la llamada.

– Gracias por la información, señor Brophy. Si recuerda alguna cosa más aquí tiene mi número. Le dio al abogado una tarjeta y se marchó con Jackson.

Mientras conducían de regreso a la ciudad, Sawyer miró a su compañero.

– Quiero un servicio de vigilancia sobre Sidney Archer las veinticuatro horas del día. Y quiero que controlen todas las llamadas recibidas en su casa durante las últimas veinticuatro horas, empezando por la que mencionó el señorito.

– ¿Crees que era su marido el que llamó? -preguntó Jackson, que miraba a través de la ventanilla.

– Creo que ha tenido que ser algo muy fuerte para dejarla en ese estado. Incluso mientras hablábamos con ella, estaba como perdida. Muy perdida.

– Entonces, ¿ella cree que está muerto?

– Ahora mismo, yo no sacaría conclusiones. -Sawyer encogió los hombros-. La vigilaremos a ver qué pasa. Las tripas me dicen que Sidney Archer resultará ser una de las piezas básicas de este rompecabezas.

– Hablando de tripas, ¿no podríamos parar y comer algo? Estoy muerto de hambre. -Jackson miró los restaurantes a ambos lados de la calle.

– Caray, invito yo, Ray. Lo que quiera mi compañero. -Sawyer sonrió mientras entraba en el aparcamiento de un McDonald's.

Jackson miró a Sawyer con una expresión de disgusto fingido. Después, meneó la cabeza, cogió el teléfono del coche y comenzó a marcar.

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