El edificio de quince pisos de Tritón estaba pegado a una construcción de tres plantas que ocupaba una superficie de unas dos hectáreas. Sawyer se enganchó en la solapa el distintivo de visitante en la entrada principal, y siguió a Quentin Rowe a través de una serie de controles de seguridad. Al parecer, Rowe era muy conocido y apreciado, porque no dejaba de recibir cordiales saludos de las personas con las que se cruzaban. Se detuvieron para contemplar a través de una pared de cristal, a un grupo de técnicos de laboratorio que trabajaban con batas blancas, guantes y mascarillas.
– Vaya, esto se parece más a un quirófano que a una fábrica.
– En realidad -dijo Rowe, con una sonrisa-, esta sala está mucho más limpia que el quirófano de cualquier hospital. -Miró divertido la expresión de sorpresa del agente-. Estos técnicos están probando una nueva generación de chips. El entorno debe ser completamente estéril, sin nada de polvo. Cuando estos prototipos sean operativos, podrán transmitir dos TIPS.
– Caray -exclamó Sawyer, distraído, sin tener la menor idea del significado de las siglas.
– Eso significa dos trillones de instrucciones por segundo.
Sawyer miró a su acompañante boquiabierto.
– ¿Qué coño necesita moverse tan rápido?
– Se quedaría sorprendido. Una lista interminable de aplicaciones de ingeniería. El diseño por ordenador de coches, aviones, barcos, lanzaderas espaciales, edificios, procesos de fabricación de todo tipo. Mercados financieros, operaciones bursátiles. Piense en una compañía como la General Motors: millones de piezas de inventario, centenares de miles de empleados, miles de locales. Todo suma. Les ayudamos a realizar su trabajo con mayor eficacia. -Señaló otro sector de la zona de producción-. Allí están probando una nueva línea de discos duros. Serán mucho más potentes y eficaces cuando salgan al mercado el año que viene. Sin embargo, dentro de dos serán obsoletos. -Miró a Sawyer-. ¿Qué sistema utiliza en el trabajo?
Sawyer se metió las manos en los bolsillos.
– Quizá no haya oído hablar de él: Smith Corona.
– ¿Me toma el pelo? -replicó Rowe, asombrado.
– Si le pone una cinta nueva, va de coña -dijo Sawyer a la defensiva.
– Un consejo de amigo. Cualquiera que no sepa utilizar un ordenador en los años venideros no podrá funcionar en sociedad. No se asuste. Los sistemas actuales no sólo son amigos del usuario, son amigos de los idiotas, y no se ofenda.
– Los ordenadores son cada vez más rápidos. Eso del Internet, sea lo que sea, crece como un loco las redes informáticas, los buscapersonas, los teléfonos móviles, los faxes… ¿Cuándo se acabará?
– Ya que es mi negocio, espero que nunca se acabe.
– A veces los cambios ocurren demasiado deprisa.
– Este cambio no será nada comparado con el que veremos dentro de cinco años. Estamos a las puertas de una renovación tecnológica que hubiese parecido impensable diez años atrás. -Los ojos de Rowe brillaron-. Lo que hoy conocemos como Internet será dentro de poco algo soso y aburrido. Tritón Global será el responsable de gran parte del cambio. De hecho, si las cosas salen correctamente, estaremos a la cabeza del cambio. La educación, la medicina, el trabajo, los viajes, los entretenimientos, nuestros hábitos de comida, de relación, de consumo y de producción, todo lo que los seres humanos hacen será transformado. La pobreza, los prejuicios, los crímenes, las injusticias, las enfermedades desaparecerán aplastadas por el peso de la información, del descubrimiento. Se acabará la ignorancia. El conocimiento almacenado en miles de bibliotecas, la suma del conocimiento humano, será accesible a cualquiera. Al final, el mundo de los ordenadores tal como lo conocemos en la actualidad se transformará en una red global interactiva de un potencial ilimitado. -Se acomodó las gafas-.Todo el conocimiento del mundo, la solución a cualquier problema, estará a su disposición con sólo tocar una tecla. Es el siguiente paso natural.
– ¿Una persona podrá conseguir todo eso de un ordenador? -El tono del agente era escéptico.
– ¿No le parece una visión conmovedora?
– Me causa pavor.
– ¿Cómo es posible que le dé tanto miedo? -preguntó Rowe, incrédulo.
– Quizá me he vuelto un poco cínico después de veinticinco años de trabajar en lo que trabajo para ganarme la vida. Pero usted me dice que un tipo puede conseguir toda esa información y ¿sabe qué es lo primero que se me ocurre?
– No, ¿qué?
– ¿Qué pasará si el tipo es malo? -Rowe no reaccionó-. ¿Qué pasará si aprieta una tecla y borra todo el conocimiento del mundo? -El agente chasqueó los dedos-. ¿Lo destruye todo? O sencillamente estropea el invento. Entonces ¿qué demonios haremos?
– Los beneficios de la tecnología superan con mucho cualquier riesgo potencial. Quizá no esté de acuerdo conmigo, pero los años venideros me darán la razón.
Sawyer se rascó la coronilla.
– Supongo que es demasiado joven para saberlo, pero allá en los cincuenta, nadie creía que las drogas ilegales llegarían a ser un problema grave.
Los dos hombres continuaron la visita.
– Tenemos otras cinco instalaciones como éstas por todo el país.
– Debe ser bastante caro.
– Desde luego. Gastamos más de diez mil millones de dólares al año en investigación y desarrollo.
– Habla de cifras que ni siquiera puedo imaginar. Claro que sólo soy un burócrata que se pasa el día rascándose la nariz a costa del erario público.
– A Nathan Gamble le encanta criticar a la gente -señaló Rowe, sonriente-. Creo que con usted se llevó una sorpresa. Por razones obvias, no aplaudí su actitud, pero consideré seriamente que se merecía una ovación.
– Hardy me dijo que tenía usted su propia compañía, y que era de primera fila. Si no le molesta que le pregunte, ¿cómo es que se asoció con Gamble?
– Dinero. -Rowe hizo un gesto que abarcó el recinto donde estaban-. Esto cuesta miles de millones de dólares. A mi compañía le iba bien, pero había montones de compañías a las que les iba bien en la bolsa. Lo que la gente no parece entender es que si bien el precio de las acciones de mi compañía pasaron a valer de los diecinueve dólares la acción el día que salieron al mercado a los ciento sesenta dólares seis meses después, nosotros no vimos ni un duro. El dinero fue para la gente que compró las acciones.
– Pero usted tendría un buen paquete.
– Sí, pero siendo las leyes de valores lo que son, y los fondos de garantía, no podía vender ni una. Sobre el papel era una fortuna. Sin embargo, la empresa tenía que luchar para salir adelante. Las inversiones en investigación y desarrollo nos estaban comiendo vivos, no teníamos ganancias -explicó Rowe con tono amargo.
– ¿Y entonces apareció Nathan Gamble?
– En realidad era uno de los primeros accionistas que tuvo la compañía, antes de que cotizáramos en bolsa. Nos aportó parte del capital inicial. También nos dio algo más que no teníamos y que necesitábamos con desesperación: credibilidad en Wall Street, en el mercado de capitales. Un sólido respaldo empresarial. La capacidad demostrada para hacer dinero. Cuando mi compañía salió al mercado, él conservó sus acciones. Más tarde, Gamble y yo discutimos el futuro y decidimos que la compañía se retirara de la bolsa.
– ¿Una decisión acertada?
– Desde el punto de vista financiero, una decisión excelente.
– Pero el dinero no lo es todo, ¿no es así, Quentin?
– A veces lo pienso.
Sawyer se apoyó en la pared, cruzó los musculosos brazos sobre el pecho y miró a Rowe.
– La visita es muy interesante, pero supongo que no esto lo único que tenía en mente.
– No. -Rowe metió su tarjeta inteligente en un lector instalado en una puerta y le indicó a Sawyer que pasara. Se sentaron a ambos lados de una pequeña mesa. Rowe guardó silencio durante unos instantes para ordenar sus pensamientos.
– Sabe, si usted me hubiese preguntado antes de que ocurriera todo esto de quién sospechaba que nos estuviera robando, nunca se me hubiera ocurrido mencionar a Jason Archer.
Rowe se quitó las gafas y las limpió con un pañuelo que sacó del bolsillo de la camisa.
– ¿Así que confiaba en él?
– Totalmente.
– ¿Y ahora?
– Ahora creo que estaba equivocado. Me siento traicionado. Es algo que no esperaba
– Comprendo que se sienta así. ¿Cree que alguien más de la compañía pueda estar involucrado?
– Por Dios, espero que no. -Rowe pareció asustado por la pregunta-. Preferiría creer que fue Jason por su cuenta y riesgo o un competidor que trabajaba con él. Para mí tendría mucho más sentido. Además, Jason sabía cómo entrar en los ordenadores del BankTrust. Después de todo, no es muy difícil.
– Parece hablar con experiencia.
– Digamos que tengo una curiosidad insaciable -replicó Rowe con el rostro rojo como un tomate-. Curiosear por las bases de datos era mi pasatiempo favorito cuando estaba en la universidad. Mis compañeros y yo nos divertíamos muchísimo, aunque las autoridades locales protestaron en más de una ocasión. Sin embargo, nunca robamos nada. Incluso he enseñado a técnicos de la policía los métodos para detectar y prevenir los delitos informáticos.
– ¿Algunos de esos técnicos trabajan ahora en el cuerpo de seguridad de la compañía?
– ¿Se refiere a Richard Lucas? No, siempre ha trabajado para Gamble desde hace no sé cuánto tiempo. Es muy bueno en su trabajo, aunque no resulte una compañía agradable. Pero, claro, su trabajo no implica ser agradable.
– Sin embargo, Archer lo engañó.
– Nos engañó a todos. Desde luego, soy el menos indicado para señalar a nadie.
– Ahora que ya ha pasado todo, ¿observó algo en Jason Archer que pareciera sospechoso?
– Muchas cosas parecen distintas en retrospectiva. Lo sé mejor que la mayoría. Lo estuve pensando y sí que Jason pareció demostrar un gran interés en las negociaciones con CyberCom.
– Él trabajaba en el equipo.
– No me refiero sólo a eso. Incluso hacía muchas preguntas sobre partes de las negociaciones en las que no estaba involucrado.
– ¿Qué clase de preguntas?
– Si yo creía que las condiciones eran justas. Si creía que el trato acabaría por formalizarse. Cuál sería su posición cuando se realizara la compra. Ese tipo de cosas.
– ¿Alguna vez le preguntó sobre algún archivo confidencial de las negociaciones que usted tuviera en su poder?
– No, directamente no.
– Por lo que parece, obtenía todo lo que necesitaba del sistema informático, ¿no?
– Es lo que parece.
Los dos hombres permanecieron en silencio durante unos instantes.
– ¿Tiene alguna sospecha sobre el lugar donde podría estar?
– Fui a visitar a su esposa, Sidney -respondió Rowe.
– Nos conocemos.
– Resulta difícil de creer que un buen día se levantara para dejar a su familia de esa manera. También tiene una hija. Una niña preciosa.
– Quizá no pensaba dejarlas.
Rowe le miró intrigado.
– ¿Qué quiere decir?
– Que quizá pretende venir a buscarlas.
– Es un fugitivo de la justicia. ¿Por qué iba a volver? Además, Sidney no se iría con él.
– ¿Por qué no?
– Porque él es un criminal, y ella es abogada.
– Quizá le sorprenda, Quentin, pero algunos abogados no son honestos.
– ¿Está diciendo… sospecha que Sidney Archer está involucrada en todo este asunto?
– Lo que digo es que no la descarto a ella ni a nadie como presunto sospechoso. Ella es abogada de Tritón. Trabaja en las negociaciones con CyberCom. A mí me parece una posición perfecta para robar secretos y venderlos a RTG. ¿Quién demonios lo sabe? Es algo que pretendo descubrir.
Rowe volvió a colocarse las gafas y se frotó las manos, nervioso.
– Resulta muy difícil creer que Sidney pueda estar involucrada. -El tono de Rowe desmentía la convicción de sus palabras.
– Quentin, ¿quiere decirme algo más? -preguntó el agente, que miró al joven con mucha atención-. ¿Quizás algo sobre Sidney Archer?
Rowe acabó por exhalar un suspiro y se decidió a mirar al agente.
– Estoy convencido de que Sidney estuvo en la oficina de su marido después del atentado contra el avión.
– ¿Qué pruebas tiene?
– La noche anterior al supuesto viaje de Jason a Los Ángeles, él y yo estuvimos trabajando en un proyecto hasta tarde en su oficina. Salimos juntos. Él cerró la puerta. La oficina permaneció cerrada desde aquel momento hasta que vinieron los técnicos de la empresa instaladora para desactivar la alarma y quitar la puerta.
– ¿Y?
– Cuando entramos en la oficina, advertí de inmediato que el micrófono del ordenador de Jason estaba casi doblado en dos. Como si alguien le hubiese dado un golpe y después intentara arreglarlo.
– ¿Y por qué cree que fue Sidney Archer? Quizá Jason regresó más tarde aquella misma noche.
– Si lo hubiese hecho estaría registrado por partida doble: el sistema de vigilancia electrónica y el guardia de seguridad en el piso. -Rowe hizo una pausa mientras recordaba la noche de la visita de Sidney. Por fin, levantó las manos en un gesto muy expresivo-. No sé cómo explicarlo. Ella estaba husmeando. Me dijo que no había entrado en la zona de acceso restringido, y sin embargo, estoy seguro de lo contrario. Creo que el guardia mintió para favorecerla. Y Sidney me contó una historia sobre que había quedado con la secretaria de Jason para que le devolviera algunos objetos personales de su marido.
– ¿No le pareció plausible?
– Me lo hubiese parecido, pero le pregunté a Kay Vincent si había hablado con Sidney, y me respondió que había hablado con ella, desde su casa, la misma noche en que Sidney fue a la oficina. Sabía que Kay no estaba allí.
Sawyer se balanceó en la silla atento a las palabras de Rowe.
– Hace falta una tarjeta inteligente especial incluso para comenzar el proceso de desactivación en la puerta de la oficina -añadió Quentin-. Además, hay que saber la contraseña de cuatro dígitos porque si no la alarma se dispara. Eso fue lo que ocurrió cuando intentamos entrar en la oficina. Entonces descubrimos que Jason había cambiado la contraseña. Incluso consideré la posibilidad de intentarlo la noche que apareció Sidney, pero sabía que era inútil. Tenía una tarjeta maestra, pero sin la contraseña, la alarma se hubiese disparado de todas maneras. -Hizo una pausa para coger aliento-. Sidney pudo tener acceso a la tarjeta inteligente de Jason y quizás él le comunicó la contraseña. Me parece imposible decir esto: ella está complicada en algo, pero no sé en qué.
– Acabo de estar en la oficina de Archer y no vi ningún micrófono. ¿Cómo era?
– De unos doce centímetros de largo, del grosor de un lápiz, con el micro en un extremo. Estaba montado en la parte inferior izquierda de la unidad central. Es para las órdenes activadas con la voz. Acabarán por sustituir al teclado. Es una bendición para las personas que no saben teclear.
– No vi nada parecido.
– Es probable. Lo habrán retirado porque estaba inservible.
Sawyer se tomó unos minutos para tomar unas cuantas notas y hacer algunas preguntas aclaratorias. Después Rowe le acompañó hasta la salida.
– Si recuerda alguna cosa más, Quentin, por favor, avíseme. -Le entregó una de sus tarjetas.
– Ojalá pudiera saber qué demonios está pasando, agente Sawyer. Como si no tuviera bastante con CyberCom, sólo me faltaba esto.
– Estoy haciendo todo lo que puedo, Quentin. Cruce los dedos.
Rowe volvió a entrar en el edificio, con la tarjeta de Sawyer en la mano. El agente caminó hacia el coche; desde el interior le llegaba el sonido del timbre del teléfono móvil.
– Tenías razón -le dijo Ray Jackson cuando atendió la llamada. La voz de su compañero sonaba agitada.
– ¿Tenía razón en qué?
– Sidney Archer se ha puesto en marcha.