«Érase una vez una niña que vivía en los alrededores del bosque. Era vivaracha y lista, y llevaba una capa roja, porque así, si alguna vez se perdía, podían encontrarla fácilmente…»
De El libro de las cosas perdidas, capítulo IX
Sobre Caperucita Roja
El Leñador le cuenta a David esta historia para explicarle el origen de los loups, palabra que, por cierto, significa «lobos» en francés y es la mitad de la palabra del mismo idioma para hombre lobo, loup-garou, así que el cuento del Leñador une un cuento de hadas y una leyenda. La fuerte presencia de los loups en El libro de las cosas perdidas se debe en parte al miedo que a Jonathan Tulvey le dan los lobos, un miedo que comunica a David, pero también se debe a que, de todos los animales salvajes que, en su imaginación, pueden acechar en el bosque, los lobos son sin duda los peores, y parecen dominar especialmente los temores humanos. La amenaza que evocan es la de ser devorado, la de ser consumido por otra criatura. Solemos otorgarles sentimientos a los demás animales, como a los osos (un error descrito con genialidad en el reciente documental Grizzly Man, de Werner Herzog), pero los lobos normalmente no se perciben de la misma forma: cazan en manada, son inteligentes y un peligro en potencia. Que sea el mito del hombre lobo el que persista, el del hombre que se deja vencer por el lobo que lleva dentro, y no, por ejemplo, el de un hombre que se convierte en oso o jabalí, más peligrosos para el ser humano a su manera, dice mucho tanto de nuestra actitud hacia estos animales como del potencial de la bestia que existe dentro de todos nosotros. El gran lobo malo que habla y trama encuentra una nueva forma y un nuevo objetivo en Leroi, el rey de los loups, mitad hombre, mitad animal.
Las connotaciones sexuales de la historia, exploradas en distinta medida por las diferentes interpretaciones del cuento, se hacen explícitas en El libro de las cosas perdidas. De hecho, la figura de Caperucita Roja se convierte en la agresora sexual, la que seduce al lobo que sólo intenta huir de ella. Como en otras partes del libro, esto puede verse como un reflejo del nacimiento de la conciencia sexual de David, pero también como su comprensión de la naturaleza sexual de las relaciones entre su padre y Rose. Oye a Rose reírse «en tono bajo y gutural» como preludio del sexo al principio del libro, y, más tarde, el Hombre Torcido intenta provocar la ira de David utilizando imágenes de ambos en la cama.
Orígenes
Las historias y los mitos sobre personajes devorados vienen de antiguo. La figura mitológica de Cronos se come a sus hijos, que después regresan milagrosamente de su barriga, cada niño sustituido por una piedra. Un cuento latino del siglo xi, Fecunda ratis, narra la historia de una niña con una capa roja encontrada en una manada de lobos. La primera adaptación literaria de este cuento la hizo Perrault en 1697. En la actualidad no es una versión muy popular, ya que termina con Caperucita Roja devorada por el lobo y, al contrario que en las interpretaciones de corte más familiar, la niña no sale después con vida. Los Grimm alteraron más el material original, porque, en las primeras versiones, Caperucita Roja aparece como una joven lista que utiliza su inteligencia para vencer al lobo; en una de estas versiones, la joven llega a desnudarse para distraerlo, después sale al exterior para hacer sus necesidades y huye. Los Grimm lo convirtieron en un cuento con moraleja sobre una niña que, haciendo caso omiso de las severas órdenes recibidas, se sale del camino, distraída por las flores y las mariposas, lo que le da al lobo el tiempo suficiente para actuar en contra de ella y su abuela. También se puede argumentar que eliminaron gran parte de la erótica del cuento, aunque no hace falta mucha imaginación para devolvérsela (el Little Red Riding Hood Project, en la página web de la University of Southern Mississippi, ‹http://www.usm.edu/english/fairytales/lrrh/lrrhho me.htm›, contiene un archivo con dieciséis versiones del cuento, además de una serie de imágenes, lo que ofrece la oportunidad de examinar otros enfoques de la historia).
Bruno Bettelheim, en Psicoanálisis de los cuentos de hadas, rechaza la versión de Perrault, argumentando que, al intentar enseñar una lección moral, el lobo pasa de ser un animal hambriento a una especie de metáfora con pelo. En la Caperucita Roja de Perrault, nadie advierte a la niña de que no se salga del camino, y la moraleja del escritor puede resumirse como: «Ten cuidado cuando hables con desconocidos». De hecho, por si la lección no quedase lo bastante clara, Perrault incluye un poemita al final del cuento, sólo para aclararle las cosas al lector:
Aquí aprendemos que los niños,
y más aún las niñas
sanas, amables y bonitas
no deben escuchar a cualquiera,
porque no resulta extraño
que un lobo comérselas quiera.
Digo lobo, aunque los lobos
son como cualquiera.
Los hay encantadores,
ni bruscos, ni brutos, ni mandones,
que, con amabilidad y paciencia,
siguen a las niñas hasta casas y haciendas,
pero cuidado si no sabes
que los peores son los lobos amables.
Bien, ya queda claro. Aunque en el cuento de los Hermanos Grimm hay una advertencia, se trata de algo implícito más que explícito, visible tan sólo en el comentario de la madre a la hija. Si aplicamos la interpretación sexual que ha alimentado tantas versiones del cuento, tanto antiguas como modernas, encontramos que el verdadero peligro al que se enfrenta Caperucita es su sexualidad, consecuencia de la cual es su ambigua respuesta a las propuestas del lobo. Los Grimm crearon una segunda versión de la historia con un añadido en el que Caperucita Roja se encuentra de nuevo con un lobo de camino a la casa de su abuela, pero, en esta ocasión, sale corriendo hacia la casa de la anciana, y las dos juntas rechazan los ataques del animal hasta ahogarlo en un abrevadero para enfriar su ardor.
Una de las adaptaciones modernas más notables del cuento aparece en la maravillosa antología de Angela Cárter, La cámara sangrienta, que, a su vez, inspiró la película de Neil Jordan, En compañía de lobos. Otra versión insólita del cuento es la película Sin salida, de 1996, en la que Reese Witherspoon interpreta a una fugitiva de chaqueta roja amenazada por un asesino en serie.
Caperucita Roja
Los Hermanos Grimm
Érase una vez una niña muy dulce. Todos los que la conocían la adoraban, pero su abuela era la que más la quería, y todo lo que daba a su nieta le parecía poco. Una vez le hizo un regalo, una capita de terciopelo rojo, y, como era tan bonita y la niña insistía en llevarla siempre puesta, todos la llamaron Caperucita Roja.
Un día su madre le dijo:
– Ven, Caperucita, coge este trozo de tarta y esta botella de vino, llévaselos a tu abuela, que está enferma y débil, así recuperará las fuerzas. Sal temprano antes de que empiece el calor, y, cuando estés en el bosque, sé amable y buena, y no te salgas del camino, porque si no te caerás, romperás el cristal, y tu abuela se quedará sin nada. Cuando entres en su dormitorio, recuerda darle los buenos días y no fisgonees por todas partes.
– Haré tal como dices -le prometió Caperucita Roja a su madre.
Bueno, pues su abuela vivía en el bosque, a media hora de la aldea, y, en cuanto Caperucita entró en la espesura, se encontró con el lobo. Sin embargo, Caperucita no sabía lo malvado que era aquel animal, así que no se asustó.
– Buenos días, Caperucita Roja -la saludó él.
– Es usted muy amable, señor lobo.
– ¿Adonde vas tan temprano, Caperucita?
– A casa de mi abuela.
– ¿Y qué llevas bajo el delantal?
– Tarta y vino. Mi abuela está enferma y débil, y ayer horneamos esto para que se pusiera buena.
– ¿Dónde vive tu abuela, Caperucita?
– A quince minutos de aquí, en el bosque. Su casa está bajo los tres grandes robles, puedes distinguirla por los avellanos -respondió Caperucita.
El lobo pensó para sí: «Esta tierna jovencita es un jugoso bocado. Estará aún más rica que la anciana, así que debo ser astuto para quedarme con las dos». De modo que se acercó a Caperucita Roja y, al cabo de un rato, le dijo:
– Caperucita, ¡mira qué flores más bonitas hay por todas partes! ¿Por qué no echas un vistazo? Creo que ni siquiera te has percatado del bello canto de los pájaros. Caminas como si fueses al colegio, ¡con la de cosas maravillosas que hay en el bosque!
Caperucita Roja miró a su alrededor, y vio que los rayos del sol bailaban a través de los árboles y que el bosque estaba lleno de preciosas flores. Entonces, pensó: «Si le llevo a la abuela un ramo de flores frescas, seguro que le gustará. Todavía es temprano, así que llegaré a tiempo». Con aquella idea en la cabeza, salió corriendo del camino y se lanzó al bosque en busca de flores, y, cada vez que cogía una, le parecía ver otra todavía más bonita, así que iba tras ella, adentrándose más y más en el bosque. Sin embargo, el lobo fue directamente a la casa de la abuela y llamó a la puerta.
– ¿Quién anda ahí?
– Soy Caperucita Roja y te traigo tarta y vino. Ábreme.
– Sólo tienes que levantar el pestillo -le dijo su abuela-. Estoy demasiado débil y no me puedo levantar.
El lobo levantó el pestillo, y la puerta se abrió de golpe. El animal se fue directamente hacia la cama de la abuela y, sin decir palabra, se la tragó entera. Después se vistió con la ropa y el gorro de dormir de la anciana, se tumbó en la cama y corrió las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja había estado correteando en busca de flores, y no recordó a su abuela hasta haber cogido todas las que podía llevar, momento en el cual reanudó su camino. Se sorprendió al ver la puerta abierta y, al entrar en la habitación, notó algo tan raro que pensó: «Oh, vaya, qué asustada me siento hoy, aunque normalmente me gusta estar en casa de la abuela». Después gritó:
– ¡Buenos días!
Pero no recibió respuesta, así que se acercó a la cama y abrió las cortinas.
Allí estaba su abuela, con el gorro de dormir sobre la cara, lo que le daba un aspecto extraño.
– Oh, abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!
– Son para oírte mejor.
– Oh, abuela, ¡qué manos tan grandes tienes!
– Son para cogerte mejor.
– Abuela, ¡qué boca tan grandísima tienes!
– ¡Es para comerte mejor!
Nada más decir aquellas palabras, el lobo saltó de la cama y se tragó entera a la pobre Caperucita Roja. Una vez satisfechos sus deseos, el lobo se tumbó de nuevo en la cama, se quedó dormido y empezó a roncar con ganas.
El cazador, que por casualidad pasaba junto a la casa, pensó: «Cómo ronca la anciana, será mejor que compruebe si todo va bien». Entró en la habitación y, al acercarse a la cama, vio al lobo tumbado.
– Por fin te encuentro, viejo pecador -exclamó el cazador-. Llevo mucho tiempo buscándote.
Apuntó con la escopeta, y entonces se le ocurrió que el lobo podría haberse comido a la abuela, y que la mujer podía seguir viva. Así que, en vez de disparar, cogió unas tijeras y empezó a cortar la tripa del lobo. Después de un par de cortes, vio que por allí asomaba Caperucita Roja, y, después de unos cortes más, la niña salió fuera y exclamó:
– ¡Ay, qué susto! El cuerpo del lobo estaba muy oscuro.
Poco después salió la abuela, que seguía viva, aunque apenas podía respirar. Caperucita Roja se apresuró a recoger unas cuantas piedras bien grandes, y con ellas llenaron el estómago del lobo. Cuando el animal se despertó e intentó huir, las piedras le pesaban tanto que se cayó y murió. Los tres se quedaron muy contentos. El cazador le quitó la piel al lobo y se fue a casa con ella. La abuela se comió la tarta y se bebió el vino que Caperucita le había llevado, y pronto recuperó la salud. Mientras tanto, Caperucita pensó: «Nunca más desobedeceré a mi madre para salirme del camino sola y meterme en el bosque».
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