Regan y Jack acompañaron a Alvirah a su camarote.
– Métete ya en la cama, Alvirah -aconsejó Jack-. Con los bandazos que está dando el barco sería muy fácil caerse.
– No te preocupes por mí. Me he pasado cuarenta años subiéndome a mesas tambaleantes para limpiar las lámparas. Siempre he dicho que podía haber sido equilibrista.
Regan se echó a reír y le dio un beso en la mejilla.
– Anda, haznos caso. Nos vemos por la mañana.
Alvirah entró en el camarote y le alivió ver a Willy roncando casi invisible bajo las mantas. La luz de la mesa estaba encendida. Alvirah estaba demasiado espabilada para dormirse, y de todas formas quería anotar todo lo que había sucedido ese día mientras todavía lo tuviera fresco en la memoria. Su editor, Charlie, estaba dispuesto a publicar cualquier historia interesante que pudiera sacar de aquel crucero. Pero no quería un cuaderno de viaje ni un artículo publicitario.
– Me parece muy bien que esas personas hayan hecho tantas buenas obras -había comentado sin mostrar demasiado interés-. Pero eso no vende.
Pues bien, ese día sí habían pasado varias cosas interesantes, pensó Alvirah mientras sacaba de la caja fuerte su broche con la grabadora oculta y se sentaba a la mesa.
– Cuando llegamos al barco, ni siquiera tenían un camarote para nosotros -comenzó con voz suave.
– Mmm.
Willy se movió a sus espaldas. A veces no le despertaba ni un cañonazo, pero tal como se movía el barco era posible que si seguía hablando allí acabara por espabilarlo, de manera que Alvirah decidió salir al pasillo.
Una vez allí, se agarró a la barandilla con una mano y con la otra se acercó el broche a los labios mientras iba relatando los eventos del día. Repasó la lista de todo lo sucedido: el problema con los camarotes, el camarero que se tiró al agua, la caída de Dudley del muro de escalada, el robo de los trajes de Santa Claus y el fantasma que Ivy había visto. Al cabo de una pausa, añadió un detalle más:
– Es curioso que Dudley no nos explicara enseguida de dónde podía proceder el cascabel que encontramos en la capilla. Seguro que reconoció que era de los gorros de Santa Claus. Eso desde luego da que pensar.
Por fin apagó la grabadora y volvió al camarote. Ya en el baño se quitó el maquillaje, se lavó los dientes y se puso un camisón y una bata. Se acostó en la cama junto a Willy y justo cuando iba a apagar la luz advirtió que las cartas con las que Willy había estado jugando seguían sobre las mantas. Cogió la baraja para meterla en el cajón de la mesilla y algo le llamó la atención.
– Qué curioso -dijo en voz alta. La carta superior era la jota de corazones, pero tenía algo raro. ¿Qué era? En torno a la cabeza de la figura había algo que parecía un dibujo abstracto. Alvirah lo miró con atención, hasta que siguiendo una corazonada se llevó las cartas al baño y encendió la luz. Junto al lavabo había un espejo de aumento, pegado a la pared. Alvirah alzó la jota de corazones. Lo que parecía un dibujo abstracto resultó, reflejado en el espejo, una serie de números-. Ya decía yo -murmuró triunfal, echando un rápido vistazo a la baraja.
Pronto quedó claro que solo las figuras estaban marcadas. Separó las jotas, las reinas y los reyes y los fue mirando uno por uno en el espejo. Cada uno de los doce naipes contenía una serie distinta de números. ¿Qué significaban ya quién pertenecía la baraja? Cuando se la enseñaron a Eric, se mostró tan brusco y desdeñoso que era evidente que no la había visto antes.
Hummm… Alvirah volvió a repasar los eventos del día y recordó lo, mucho que se había sorprendido Winston al ver las patatas fritas en el suelo del camarote de Eric. Y ahora encontraban en el cajón una misteriosa baraja. ¿Habría usado alguien más el camarote? ¿Podía haber sido una sala de estar extraoficial para los trabajadores que habían estado reparando el Royal Mermaid la última semana? Tampoco se lo podía reprochar. Después de la suite del comodoro, aquel era el mejor camarote del barco.
Pero mientras se metía ya en la cama, su instinto le decía que no habían sido los trabajadores los que utilizaron el camarote.
«Aquí está pasando algo -se dijo-. Y voy a averiguar de qué se trata.»