El Lido se llenaba rápidamente de comensales. Los Reilly y Meehan, temiendo que alguien los oyera, se habían ido al camarote de Willy para hablar tranquilos y que Alvirah pudiera tumbarse en la cama.
– Aquí estoy más segura que en la enfermería -declaró Alvirah-, pero ¿quién sabe si no corremos todos peligro en este barco? Siento mucho haberos metido en esto.
– Tú no sientes nada -dijo Nora sonriendo.
– Eres un imán para los líos, y te gusta -añadió Luke.
– Confieso que hacen que me sienta viva -reconoció Alvirah. Se arrepintió de haber asentido con la cabeza, pues un agudo dolor le cruzó la frente-. Siempre prefería trabajar en casas de familias algo excéntricas -declaró-. Era mucho más interesante que limpiar la porquería del típico guarro.
– Tú no estás segura ni con Santa Claus -comentó Luke.
Alvirah carraspeó, ansiosa por ir al grano.
– Ya sé que no tenemos pruebas, pero parece que alguien intentó matar a Crater. ¿Por qué a él? ¿Y por qué lo niega? Si es cierto, significa que tenemos a bordo un asesino que podría atacar de nuevo. El caso es que no podemos ir por ahí preguntando a la gente si ha intentado asfixiar a Crater.
– Dudley me prometió que me pasaría una lista de pasajeros y tripulación -dijo Jack-. En mi oficina comprobaran los nombres en un par de horas, para ver si hay alguien de especial interés. Ya veremos de qué va Crater.
– Una cosa más -añadió Alvirah. Intentando ignorar el dolor de cabeza, abrió un cajón y sacó una baraja. Les explicó que había descubierto unas marcas en las figuras que se distinguían al mirarlas en el espejo-. Willy se encontró las cartas en este camarote, que era de Eric, pero cuando intentamos devolvérselas, Eric no parecía saber nada. Yo creo que pueden ser una pista para entender todo lo que está pasando aquí.
En ese momento sonó el teléfono. Era Dudley. Alvirah lo puso en el manos libres.
– Tengo una reunión con todos los Santa Claus en mi despacho dentro de quince minutos. Y tengo también la lista de pasajeros y tripulación.
– Jack y yo vamos ahora mismo -dijo Regan.
– Muy bien.
Jack cogió la baraja mientras se disponían a salir del camarote de Alvirah.
– Yo diría que estas cartas son de un jugador profesional. A ver si averiguo qué son estos símbolos. En mi oficina tenemos a un especialista en fraudes de juego y podría tener alguna idea de lo que significan estos números.
Alvirah quería ir con Reagan y Jack, pero sabía que no se lo permitirían, de manera que no dijo nada.
– Yo seguiré pensando -exclamó por fin-. De eso podéis estar seguros.