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El whisky, en lugar de calmar a Bala Rápida, no hizo sino aumentar su exasperación. Se sentía atrapado. Si Bingo le traicionaba, los federales no tardarían en llegar en helicóptero o en barco, y sería el fin.

Se levantó de la cama para servirse otro whisky y, en el cajón junto al mueble bar, encontró una lata de cacahuetes, una caja de bombones y unos caramelos de menta. Tardó un minuto y medio en devorarlo todo. Si Highbridge iba a gastar todo el agua caliente, él se comería todo lo que pillara.

Casi todos los otros cajones estaban vacíos. Quienquiera que ocupara aquel camarote, iba ligero de equipaje. Por fin, en el último cajón, encontró un tubo de pasta gris. Según la etiqueta era maquillaje de disfraz. Una chispa de sospecha, aquel instinto que tan útil le había sido siempre, le impulsó a registrar el resto de la sala.

Al abrir el armario la luz se encendió automáticamente.

Había tres chaquetas y un esmoquin. Talla cuarenta y cuatro, extra grande, advirtió. Le vendrían bien, pensó. Al rebuscar en los bolsillos, uno de sus dedos tocó una pistola. Era una Glock, su preferida. ¿Quién sería aquel tipo?, se preguntó mientras se guardaba el arma en el bolsillo de la bata. Alzó la mano para tantear el estante donde estaban los chalecos salvavidas y tocó algo de cuero suave. Una maleta, imaginó. Efectivamente, era un portafolio de aspecto caro con cremallera en tres lados y sin asa.

Lo llevó a la cama y dio otro trago al whisky. Nada más abrirlo soltó un gruñido de sorpresa. Tenía delante lo que parecían ser doce fajas de billetes de cien dólares. Bala Rápida vació el contenido de la carpeta en la cama. Cayeron tres pasaportes estadounidenses. Al abrir el primero y ver la foto, se quedó rígido. Miró rápidamente los otros dos. Los tres rostros parecían totalmente distintos, pero al mirarlos con atención se veía que era la misma persona. Alguien que él conocía.

Eddie Gordon, el chivato cuyo testimonio había mandado al padre de Tony a la cárcel. Bala Rápida llevaba quince años buscándolo. Gordon había asumido varios nombres. A juzgar por la fecha de los pasaportes, el último era Harry Crater. Y no estaba en el crucero por sus buenas obras, eso seguro. A saber qué estaba tramando. Eric había comentado que estaba en la enfermería. Entonces se le ocurrió de pronto otra idea: ¿estaría Eddie Gordon fingiendo también su enfermedad?

Daba igual. Estuviera fingiendo o no, para cuando Bala Rápida acabara con él, cualquier tratamiento médico sería inútil.

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