– ¿Tú oyes lo mismo que yo? -preguntó Bala Rápida a Highbridge, que se había acurrucado en posición fetal.
– No es momento para villancicos -le espetó Highbridge.
La lluvia caía inclemente sobre ellos, empapándoles.
– No, idiota. Creo que es Eric el que está cantando el villancico. Escucha.
– ¿Cómo se puede oír nada con este viento?
– Calla. Debe de estar buscándonos.
El débil sonido de la voz de Eric llegaba hasta ellos. Highbridge se esforzó por entender lo que cantaba. Era «Santa Claus is coming to Town».
– He knows if you’ve been bad or good…
– Desafina -masculló Highbridge.
– Por lo menos está buscándonos -exclamó Bala Rápida-. ¿Qué quieres que haga, gritar nuestros nombres?
Los dos se levantaron para asomarse a un lado del granero. Eric estaba junto al primer hoyo, cantando a grito pelado.
– ¡Psss! Estamos aquí -llamó Bala Rápida-. ¿Ahora qué?
– Un tipo ha tenido un accidente en el comedor y está en la enfermería. Se va a pasar allí toda la noche y yo tengo llave de su camarote. Seguidme. Pero hay que tener cuidado. Están recogiendo el bufet del Lido y no deben vemos. Habrá que agacharse al pasar junto a las ventanas.
Tres minutos después, tan empapados como si se hubieran tirado al mar y avanzando a varios metros de distancia unos de otros, llegaron al camarote de Crater.
Highbridge corrió al baño para abrir la ducha caliente.
Bala Rápida se quitó el traje mojado de Santa Claus y se quedó con los calzoncillos de cuadros que Ivy había descrito. A continuación se puso un albornoz con la insignia del Royal Mermaid que sacó del armario y se envolvió en una manta de la cama.
– Voy a coger una neumonía. ¿Aquí hay bar?
En ese momento sonó el busca de Eric.
– Es mi tío, que me está buscando. Hay un minibar en el armario. Luego vuelvo.
Cuando Eric se marchó, Tony vació en un vaso una botella en miniatura de whisky y se sentó en la cama. Tenía la impresión de que Highbridge gastaría toda el agua caliente del barco. Dando un largo trago miró en torno al camarote y vio en la cama un mando a distancia. Puso la televisión, pensando que no darían nada más que un documental sobre Fishbowl Island o un vídeo de seguridad explicando qué hacer en caso de naufragio. Pero en cuanto se encendió la pantalla, se llevó un buen susto. En ella aparecía su foto policial.
– Las autoridades están interrogando a Bingo Mullens sobre su relación con Tony Pinto, que desapareció de su casa el día de Navidad. Se cree que Pinto intenta huir del país, y un informador ha declarado ante el FBI que Bingo Mullens andaba preguntando por alguien dispuesto a sacarle a escondidas.
El whisky le hizo un agujero en las tripas. Bingo tenía que haberle traicionado. Acabaría en Podunk, en el programa de protección de testigos, fingiendo ser zapatero o algo.
– Bingo, como me traiciones -dijo en voz alta-, te mato. De momento el último que me traicionó se ha escapado, pero tú no lo conseguirás. Te lo juro.