28

Eric entró en la suite del comodoro todavía empapado, seguro de un gélido recibimiento. No había contestado al busca de inmediato, como su tío siempre esperaba de él. Y lo que era peor, no había respondido a tres llamadas distintas, lo cual el comodoro consideraría directamente pura rebelión. Ya tenía listas sus explicaciones.

Weed y Dudley estaban sentados en el sillón, y ambos le dirigieron una mirada torva en cuanto entró en el salón. Se notaba que Dudley estaba encantado de verle metido en un lío.

– Tío Randolph… -comenzó.

– ¡Pareces un pollo remojado! -le espetó el comodoro-. Desde luego no tienes el aspecto impecable que espero de todos los oficiales del Royal Mermaid. -Se interrumpió un momento-. Al menos mientras pueda mantenerlo a flote.

– Tío, estoy empapado por mi preocupación por nuestros pasajeros. Oí que algunos comentaban que sería divertido estar fuera con esta tormenta, así que fui a inspeccionar todas las cubiertas por si algún loco había salido. La gente hace muchas tonterías sin saber lo peligroso que es esto.

– ¿Y encontraste a alguien? -preguntó Dudley con voz monótona y las cejas alzadas.

– No, gracias a Dios -replicó Eric con vehemencia-. Estoy mucho más tranquilo sabiendo que todo el mundo está a salvo. Los pasillos están desiertos. La gente se ha metido ya en los camarotes y espero que todos se hayan dormido acunados por el Royal Mermaid, una cuna protectora en este proceloso mar.

El comodoro alzó la mano.

– No sabía que fueras tan poético, Eric. Quítate esa ropa mojada y vuelve a toda prisa. Tenemos una crisis.

– Todo el mundo estaba advertido de que es peligroso salir a cubierta con esta tormenta. Con eso debería haber bastado -declaró remilgadamente Dudley.

Eric, en su habitación, se quitó deprisa la ropa para ponerse un chándal. Cuando volvió al salón, su tío miraba la vitrina de la pared.

– Eric -comentó, señalándola-, no te lo había dicho porque quería que fuera una sorpresa, pero tenemos un pasajero extra en este crucero.

A Eric le flaquearon las rodillas.

– ¿Un pasajero extra? ¿Quién?

– La abuela.

– ¿La abuela? La abuela murió hace ocho años.

– Las cenizas de tu abuela -explicó Dudley-. Están en la caja de plata de la vitrina.

– ¿La abuela fue incinerada? -se pasmó Eric.

– Era su voluntad. En sus últimas horas me aseguró que lograría mi sueño de tener un barco, y me dijo quería que la llevara en la primera travesía para echar sus cenizas al mar.

– A mí nadie me cuenta nada -se quejó Eric.

– Si hubieras asistido a su funeral, lo habrías sabido -le reprendió su tío-. Mis tres ex mujeres vinieron. Respetaban mucho a tu abuela. Tus ex tías Beatrice, Johanna y Reeney. Todas vinieron y lloraron como Magdalenas. No hace mucho hablé con Reeney y le dije que había llegado por fin el momento de esparcir las cenizas de la abuela en este primer crucero. Reeney quería venir, pero hasta mi paciencia tiene un límite. Y ahora este crucero ha tenido tan mala publicidad…

– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Eric. Le había dado un brinco el corazón-. ¿Qué dice la gente sobre el crucero?

El comodoro le hizo un resumen.

– Es una falta de respeto a la memoria de tu abuela. Esa mujer hizo tanto bien en su vida que yo quería honrar su memoria dándole una última despedida no solo en mi primer crucero, sino también rodeada de gente muy, muy buena. Y ahora todo se ha convertido en una burla… -En ese momento se le quebró la voz y se sacó del bolsillo un pañuelo-. No es justo -comentó, enjugándose los ojos-. Ni una sola persona ha pagado por venir a este crucero. ¡Nadie! ¡Y ahora todo el mundo se burla de mí!

Eric se sentó junto a su tío, le puso algo tenso el brazo sobre los hombros y se quedó horrorizado cuando el comodoro apoyó la cabeza sobre su hombro.

– Venga, venga, tío Randolph.

– La abuela no se merece esto. Mañana, en la cena, pensaba dar la noticia de que las cenizas de mi querida madre se echarán al mar el miércoles por la mañana temprano, el mismo día de su cumpleaños. Habría cumplido noventa y cinco. Cuando Dudley me sugirió dar este crucero que me está costando una fortuna, el hecho de que coincidiera con el cumpleaños de tu abuela me pareció cosa del destino. Mañana por la noche pensaba anunciar a los pasajeros que se iba a celebrar una breve pero emotiva ceremonia en la capilla al amanecer, y que agradecería mucho que quisieran participar. Ya sé, por supuesto, Eric, que tú estarás en su última despedida. Creo que has madurado estos últimos ocho años. Pero ahora es que no sé qué hacer…

Eric miró la vitrina.

– Hola, abuela -dijo con voz queda.

Al comodoro se le saltaron de nuevo las lágrimas.

– Esa hermosa mujer en esa exquisita caja de plata. Bajo llave.

– Siempre fuiste muy protector con ella.

Weed asintió.

– En la vida y en la muerte. He oído anécdotas terribles sobre criadas que derraman las cenizas de un ser querido. Por eso las he protegido con mi vida.

– ¿Y dónde las has tenido todos estos años?

– Su urna estaba en una vitrina exactamente como esta en mi casa, en mi dormitorio. Es a prueba de fuegos, totalmente impermeable y a prueba de robos. No he hablado mucho del tema porque era demasiado doloroso, pero siempre he cuidado de tu abuela con todo mi amor.

Dudley carraspeó.

– Señor, yo he atravesado muchas crisis y sé que lo importante es cómo se maneja la situación. Por Dios, si hasta he estado en un crucero que zarpó por accidente sin postre alguno ni ingredientes para prepararlos. El chef de repostería dimitió y resultó ser un hombre bastante rencoroso. Canceló los pedidos de harina, chocolate, etcétera. Su sustituto de última hora no tenía ingredientes para preparar ni una galleta. Hubo una revuelta entre los pasajeros, pero al final lo convertimos en algo positivo. Montamos clases de gimnasia y ejercicio las veinticuatro horas del día y ofrecimos un crucero gratis a la persona que perdiera más peso. ¡El ganador se llevó el premio por un margen de cincuenta gramos!

Dudley se levantó y comenzó a pasear por la sala.

– Sugiero que emitamos esta noche un comunicado de prensa haciendo hincapié en la pureza de este crucero, la conmovedora historia de su madre y las obras de caridad de todos los pasajeros que llevamos. Y si los medios no saben entenderlo… ¡pues bien, debería darles vergüenza! No cancelaremos la hermosa ceremonia en honor a su madre. Mañana sacamos otro comunicado de prensa saludando al nuevo día y comentando la suerte que tienen estos gorrones… quiero decir, invitados… de haber pasado la primera noche en alta mar en este precioso barco.

El comodoro se enjugó los ojos y se sonó la nariz.

– Es una bendición contar con vosotros dos. Aunque no os lo creáis, echo de menos estar casado. Vuestra compañía significa muchísimo para mí,

Dudley se levantó de nuevo.

– Me vuelvo a mi camarote para empezar con el primer comunicado de prensa.

– Tío, deberías intentar dormir un poco -apuntó Eric.

– Luego. De momento vaya tumbarme en el sofá para hablar con la abuela. No me queda mucho tiempo con ella antes de que se la lleve el mar.

A Eric le dio un ataque de pánico. Tenía que volver abajo para echar un vistazo a Bala Rápida y Highbridge. ¿Cómo podría escaparse?

– Eric, insisto en que vayas a darte una ducha y te acuestes. No permitiré que caigas enfermo. Si queremos seguir adelante sin ayuda de nadie y lograr que este crucero sea un éxito, tenemos que estar en plena forma. Anda, despídete de la abuela…

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