Capítulo 49

Salió por la puerta abierta y después, como si lo hubiera pensado mejor, alargó la mano y cogió la trompeta de su hermano. Después se volvió y miró en dirección al prado, a la avenida ígnea que discurría en línea recta hasta el cerezo. El fuego subió y abrazó el tronco durante un momento y después el árbol estalló en llamas, como si lo hubieran rociado con queroseno. La copa rugió, un paracaídas de llamas rojas y amarillas, y en sus ramas estaba la casa del árbol de la imaginación. Sólo el cerezo ardió en todo el bosque; los otros árboles quedaron intactos.

Caminó por el sendero que había abierto el fuego, cual joven señor recorriendo la alfombra roja que conduce a su mansión. Por un curioso efecto óptico, los faros del Cadillac de Lee le dieron de lleno y proyectaron una sombra gigantesca y amenazadora de cuatro pisos de altura en la cortina de humo. Un primer coche de bomberos se acercaba traqueteando por el camino de tierra y su conductor, un veterano de treinta años de edad llamado Rick Terrapin, le vio, un demonio con cuernos tan alto como la chimenea de la fundición. Dio un volantazo sobresaltado y el coche se salió de la pista y chocó contra un abedul. Terrapin se jubilaría tres semanas después. El demonio rodeado de humo y los horrores que vio en el interior de la fundición le quitaron las ganas de trabajar apagando incendios. Prefería dejar que las cosas ardieran tranquilamente.

Ig se internó con su trompeta robada en la hoguera amarilla y llegó hasta el árbol. Sin perder un instante empezó a trepar por la escalera que formaban las ramas ardiendo. Le pareció oír voces que venían de arriba, voces alegres, irreverentes, y risas… ¡Una celebración! También había música, timbales y la melodía sensual de las trompetas. La trampilla estaba abierta e Ig entró en su nuevo hogar, su torre de fuego donde se encontraba su trono también de fuego. Había acertado; había una fiesta en marcha -una boda, su boda- y su novia le esperaba allí, con el pelo en llamas, desnuda a excepción de un cinturón de fuego. La tomó en sus brazos, su boca encontró la de ella y juntos ardieron.

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