32

Gabriel se despertó en la habitación del motel y vio que Maya no estaba. Sin hacer ruido, la joven se había levantado de la cama y vestido. A Gabriel se le antojó extraño que hubiera metido las sábanas y colocado bien las almohadas bajo la arrugada colcha. Era como si hubiera querido borrar cualquier rastro de su presencia y del hecho de que ambos habían pasado la noche compartiendo el mismo espacio.

Se sentó en la cama y se apoyó contra el endeble cabezal. Desde el momento en que había salido de Los Ángeles no había dejado de dar vueltas a lo que significaba ser un Viajero. Los seres humanos, ¿eran sólo una máquina biológica o existía algo eterno en su interior, la chispa de esa energía que Maya llamaba la Luz? Aun suponiendo que algo de aquello fuera cierto, no implicaba que él tuviera el don de «viajar».

Gabriel intentó pensar en otro mundo, pero se vio asaltado por pensamientos inconexos. No podía controlar su mente, que iba dando saltos como un mono encerrado en una jaula, trayendo imágenes de antiguas novias, de carreras de motos por la montaña y letras de viejas canciones. Oyó un zumbido y abrió los ojos. Una mosca se estrellaba repetidas veces contra el cristal de la ventana.

Furioso consigo mismo, fue al baño y se echó agua en la cara. Maya, Hollis y Vicki habían arriesgado su vida por él, pero se iban a llevar una decepción. Gabriel se sentía como quien intenta colarse en una fiesta fingiendo ser alguien importante. El Rastreador -si existía- se reiría de sus pretensiones.

Cuando volvió a la habitación vio que el ordenador portátil de Maya y su bolsa de viaje estaban al lado de la puerta. Eso significaba que se encontraba en algún sitio, cerca. ¿Y si había salido con la furgoneta a buscar comida? No podía ser: en la zona no había ningún restaurante ni tienda de comestibles.

Gabriel se vistió y salió a la zona de aparcamiento. La anciana señora que regentaba el motel había apagado el rótulo de neón, y la recepción estaba a oscuras. El cielo del amanecer era de color lavanda, con finas nubes plateadas. Caminó hacia el ala sur del motel y vio a Maya de pie sobre una losa de cemento rodeada de artemisas. La losa parecía parte de los cimientos de una casa abandonada en el desierto.

Maya parecía haber encontrado una barra de hierro entre los restos de la construcción porque, blandiéndola como si de una espada se tratase, realizaba una serie de gestos rituales y combinaciones parecidas a las que él había visto en las escuelas de kendo. Parada. Lanzamiento. Defensa. Cada movimiento se fundía grácilmente con el anterior y el siguiente.

Desde la distancia, Gabriel podía observar a Maya y mantenerse alejado de su intensa concentración. Nunca había conocido a nadie como aquella Arlequín. Sabía que se trataba de una guerrera capaz de matar sin vacilar, pero también que había pureza y sinceridad en su forma de enfrentarse al mundo. Viéndola practicar, se preguntó si a Maya le interesaba algo más aparte de su ancestral obligación, de la violencia que se había adueñado de su vida.

Una vieja escoba yacía junto a los cubos de la basura. Gabriel le arrancó el palo y fue con él hasta donde se encontraba Maya. Al verlo, ella dejó de moverse y bajó su improvisada arma.

– Me han dado algunas lecciones de kendo -dijo Gabriel-, pero tú pareces una experta. ¿Quieres que practiquemos juntos?

– Un Arlequín nunca debe luchar con un Viajero.

– Puede que yo no sea ningún Viajero, ¿vale? Deberíamos aceptar esa posibilidad, y esto no es lo que se diría precisamente una espada -contestó Gabriel haciendo girar el palo de la escoba.

Lo sujetó con ambas manos y se lanzó contra Maya no muy deprisa. Ella detuvo el golpe suavemente y balanceó su arma hacia la izquierda. Las suelas de las botas de motorista de Gabriel hacían un leve ruido al rozar el suelo y moverse sobre la losa. Por primera vez tenía la sensación de que Maya lo miraba y lo trataba como un igual. La joven incluso sonrió un par de veces cuando él bloqueó sus arremetidas e intentó sorprenderla con un movimiento inesperado. Luchando con elegancia y precisión, se movieron bajo el majestuoso cielo.

Загрузка...