Capítulo 59

Lugar y Fecha.

Texto. Annabelle y Stone llamaron por teléfono a Caleb desde una gasolinera. Todavía no se había recuperado por completo de encontrar el cadáver de Norman Janklow pero fue capaz de contarles parte de lo ocurrido. Stone llamó a Reuben y convinieron en reunirse en el piso franco de Stone. Al cabo de una hora volvían a estar juntos y Stone y Annabelle fueron los primeros en relatar su experiencia.

– Joder -dijo Reuben-. Menos mal que pensaste en lo del oxígeno, Oliver.

Caleb y Milton fueron los siguientes en explicar lo que les había pasado.

– Llamamos a la policía desde una cabina. Sólo tardamos como una hora en encontrar una en nuestro mundo plagado de móviles. Menos mal que me acordé de llevarme el candelabro porque tiene mis huellas -añadió Caleb.

– ¿Tocaste algo más? -preguntó Stone.

Caleb parecía preocupado.

– Me agarré a la barandilla del porche. -Miró a Milton-. Porque aquí, el as de la tecnología, decidió darme un susto de muerte. Y quizá tocara algo del interior de la casa, rio me acuerdo. De hecho he intentado borrarlo de mi memoria.

– ¿Tus huellas están en la base de datos del FBI? -preguntó Stone.

– Sin duda. -Caleb exhaló un suspiro de resignación-. No será la primera vez que la pasma viene a por mí y dudo que sea la última.

– ¿ Qué relación puede tener ese tal Norman Janklow con todo esto? -preguntó Reuben.

– Es posible que Janklow fuera espía, igual que English -respondió Stone-. Eso significa que los libros que miraba quizá también tuvieran claves secretas.

– Debían de fingir que se caían mal -dijo Caleb-. Para seguir teniendo su tapadera.

– De acuerdo, pero ¿por qué matar a Janklow? -insistió Reuben.

– Si era espía, en cuanto desenmascaramos a English, quizá todo empezara a salir a la luz y tuvieran que empezar a atar cabos sueltos -sugirió Annabelle-. Quizá quitaran de en medio a English y dejaran ahí muerto a Janklow para confundirnos.

– Pues entonces yo diría que han cumplido su objetivo -señaló Caleb.

– Deberíamos ir a la policía ahora mismo -dijo Milton angustiado.

– ¿Y qué les contamos? -replicó Stone-. Las marcas del libro han desaparecido. Y si explicamos que esta noche han estado a punto de matarnos, tendremos que reconocer que entramos en casa de Albert Trent sin permiso. Seguro que ya ha llamado a la policía para denunciar el allanamiento de morada.

Miró a Annabelle.

– Y aunque le vieras, es tu palabra contra la de él. Y no he llamado a la policía para explicar lo ocurrido en Fire Control, Inc. porque estoy convencido de que, para cuando llegaran, los dos hombres a los que ataqué ya habrían desaparecido. -Miró a Caleb-. Y como Caleb estuvo en casa de Jewell English y quizás encuentren sus huellas, si vamos a la policía, inmediatamente se convertirá en sospechoso. Si sumamos todo eso al hecho de que las autoridades ya le siguen la pista a Caleb y a Reuben, es mucho pedir que la policía nos crea.

– Pues qué putada -fue el único comentario de Reuben a ese análisis.

– ¿Y qué hacemos entonces? -preguntó Annabelle-. ¿Esperar a que vengan a por nosotros otra vez?

Stone negó con la cabeza.

– No. Caleb irá mañana a trabajar como si no hubiera pasado nada. En la biblioteca se producirá un gran revuelo después de perder a un director y a un socio en tan poco tiempo. Caleb, descubre lo que puedas. Las noticias nos darán una pista de lo que piensa la policía. Y si también han matado a English, es posible que aparezca el cadáver.

– Me mantendré pegadito a Internet por si surge algo. Será el primer medio en el que aparecerá la noticia -dijo Milton.

– Han asesinado a Bob Bradley, Jonathan DeHaven, Cornelius Behan y ahora a Norman Janklow -continuó Stone-. Creo que Bradley murió porque obligaba a Albert Trent a dejar el Comité de Inteligencia. Trent no podía porque, si no me equivoco, utilizaba el puesto para pasar secretos. DeHaven fue asesinado porque, una de dos, o estaba implicado en la trama de la sala de lectura por la que se transmitían secretos robados o descubrió la conspiración y hubo que silenciarlo. Quizás ocurriera lo mismo con Norman Janklow o, si no, es que era espía igual que English. Behan fue asesinado porque descubrió que el material de una de sus empresas había sido utilizado para matar a DeHaven y sin duda habría investigado el asunto. Trent tenía un topo en Fire Control que probablemente le diera el chivatazo de las sospechas de Behan y tuvieron que eliminarlo.

– Pero ¿cómo es posible que Jonathan, Jewell English o Norman Janklow estuvieran implicados en una red de espionaje? -preguntó Caleb-. ¿A quién se le ocurriría utilizar la sala de lectura de Libros Raros para transmitir secretos robados mediante letras cifradas?

– El hecho de que no nos parezca lógico lo convierte en un buen plan -declaró Stone-. Y recordad que la mayoría de los espías son desenmascarados porque los vigilan por algún motivo y entonces los pillan transmitiendo la información, normalmente en un lugar público. En este caso tenemos letras cifradas en libros raros. No hay vigilancia posible. La gente mayor lee libros antiguos y se va a casa. Nadie los consideraría jamás ni remotamente sospechosos.

– Pero aun así hay que conseguir introducir los secretos que se supone que Trent robaba en la biblioteca -dijo Caleb-. Y no fue Albert Trent quien resaltó las letras de los libros. Y Jonathan no pudo hacerlo en el Beadle que cogimos de la biblioteca porque ya se había muerto.

– Correcto. Y ésa es la parte que todavía tenemos que descubrir. De hecho es la más importante porque ahí es donde residen nuestras esperanzas de solucionar este caso. Si Janklow, English o DeHaven eran espías, tiene que existir alguna prueba.

– Ya hemos registrado la casa de DeHaven y no encontramos nada -apuntó Milton.

– Y yo miré en casa de Jewell -dijo Caleb-y sólo encontré un cadáver.

Stone asintió.

– Quizá la casa de Norman Janklow nos de alguna pista.

– El único problema -objetó Reuben-es que la policía ya estará allí. Igual que con casa de English.

– La situación se está volviendo muy peligrosa -aseveró Stone-y tenemos que ir con sumo cuidado. Sugiero que a partir de ahora siempre vayamos de dos en dos. Milton y Caleb, podéis quedaros en casa de Milton, tiene un sistema de seguridad muy bueno. Reuben, tú y yo podemos quedarnos en tu casa, puesto que ciertas personas ya saben dónde vivo. -Miró a Annabelle-. Tú puedes quedarte con nosotros.

Reuben se mostró optimista.

– Mi choza no es gran cosa pero tengo un montón de cerveza, patatas fritas y una televisión de plasma panorámica. Y cocino un chile fantástico. Con respecto a las medidas de protección, tengo una pitbull con muy mala leche llamada Delta Dawn, que muerde a quien yo le diga.

– Creo que me quedaré en el hotel. Pero estaré alerta, no os preocupéis.

– ¿Estás segura? -insistió Stone.

– Segurísima. Pero gracias por la oferta. La verdad es que soy una persona solitaria. Lo prefiero así -añadió, apartando la mirada de Stone.

Cuando se despidieron, Stone paró un momento a Annabelle antes de que se marchara.

– ¿Estás bien? -le preguntó.

– Sí, ¿por qué no iba a estarlo? Ha sido un día más de mi vida.

– Estar a punto de que te maten no es tan normal.

– A lo mejor no y a lo mejor sí.

– Vale, ¿te apuntas a otra tentativa con Albert Trent? -Annabelle vaciló-. No me refiero a volver a entrar en su casa sino a seguirlo.

– ¿Crees que sigue por aquí? -preguntó ella.

Stone asintió.

– En realidad no tienen ni idea de lo que sabemos o dejamos de saber. Yo creo que mantendrán el statu quo hasta que las circunstancias exijan lo contrario. Si se larga de la ciudad ahora, se acabó. Si esto es una red de espionaje, quizá quieran ver si se puede salvar algo. Es obvio que esta gente se lo ha currado para organizar todo eso.

– Esta gente no se anda con chiquitas, ¿verdad?

– Yo tampoco -repuso Stone.

Roger Seagraves era un hombre muy desdichado. Si bien Janklow había sido sacrificado para enturbiar las aguas y silenciar a un posible testigo, English estaba en un lugar seguro lejos de Washington, D.C. No obstante, como había permitido que le quitaran las gafas y había lanzado por la borda la operación, Seagraves no creía que fuera a seguir viva durante mucho tiempo. Esa era la buena noticia. La mala noticia era que Oliver Stone y la mujer habían huido, lo cual le había costado dos hombres. El Triple Seis había conseguido superar la cámara de la muerte y les había machacado el cráneo. Era impresionante, sobre todo para un tipo que debía de tener unos sesenta años. Seagraves se reprendió por no haberle matado cuando había tenido la oportunidad. Había recogido los cadáveres de Fire Control pero la policía había invadido la casa de Jewell English. Por suerte no había guardado nada comprometedor en su casa, igual que Janklow. Sin embargo, el plan de Seagraves se había ido al traste.

Ahora sólo tenía un objetivo. Ir directamente a la fuente y acabar con ella de una vez por todas.

Cogió la camisa vieja de Stone y el reloj que le había quitado a Annabelle de la mesita que tenía al lado. Seagraves se prometió que esos artículos pasarían a formar parte de su colección.


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