Se despertó, se desperezó, se dio la vuelta y miró por la ventana. El día se presentaba igual que el anterior. Soleado y despejado con una brisa oceánica que parecía destinada a inspirar satisfacción en todo lo que tocara. Se levantó, se rodeó la cintura con una sábana y se acercó a la ventana. El chalé, situado en una parcela de varias hectáreas de terreno que incluía una playa de arena azotada por el océano, era suyo, al menos durante un año, la duración del alquiler, pero se estaba planteando comprarlo directamente. La propiedad contaba con una piscina de agua salada infinita, bodega, pista de tenis y un pabellón provisto de un sofá cama que resultaba útil para algo más que secarse después de darse un baño, ya que pocas veces nadaba solo o con el bañador puesto. En el garaje de dos plazas guardaba un cupé Maserati y un Ducati para gozar de la conducción. El alquiler incluía cocinera, asistenta y jardinero por menos dinero del que le habría costado alquilar un apartamento en Los Ángeles… Respiró hondo y pensó que no le costaría nada pasar el resto de su vida ahí.
No había hecho caso de la recomendación de Annabelle de no alardear del dinero, pero ese lugar estaba disponible de inmediato para alguien que tuviera dinero. De hecho había visto el anuncio en Internet antes de que dieran el golpe, pero después de que Annabelle les dijera que iban a ganar millones. Nunca era demasiado pronto para planificar una compra tan importante. Y en cuanto había firmado el contrato, quiso tener los accesorios que le correspondían. No le preocupaba que Bagger le encontrara. El tío ni siquiera le había visto. Y en esa parte del mundo abundaba la gente joven y rica. Estaba tranquilo. De hecho, estaba de maravilla. Tony la oyó subiendo las escaleras de piedra y volvió a la cama dejando caer la sábana. Cuando abrió la puerta, vio que traía una bandeja con el desayuno sólo para él. Era curioso, se acostaba con él desde el segundo día pero no quería desayunar con él. Probablemente tuviera que ver con el hecho de que fuera la asistenta.
– Dos huevos, jugo de naranja, tostada y café con leche -le dijo en español. Tenía un acento agradablemente cantarín.
– Y tú. -El sonrió y se la acercó en cuanto hubo dejado la bandeja en la mesita. Ella le besó en los labios y dejó que le soltara la combinación sin tirantes, que resulta que era todo lo que llevaba. El recorrió con los dedos los finos músculos de su largo cuello moreno, le acarició los grandes pechos, le pasó la mano por el vientre plano y luego bajó todavía más.
– ¿Tú no tienes hambre? -le susurró ella en español, restregando la pierna contra él y rozándole el cuello con los labios.
– «Hambre» de ti -dijo él, mordisqueándole la oreja.
Se dio la vuelta encima de la cama y la tumbó boca arriba en la cama. Cogió cada una de sus esbeltas piernas en cada brazo y se colocó entre sus muslos. Ella se humedeció los dedos y luego se apretó los pechos.
– Joder, me vuelves loco, Carmela -dijo.
Ella se echó hacia delante, lo agarró por los hombros y lo empujó hacia su interior.
La puerta golpeó con fuerza contra la pared e hizo que la pareja se olvidara de echar un polvo antes del desayuno.
Cuatro hombretones irrumpieron en la habitación seguidos de otro más bajito y ancho de espaldas vestido con un traje de dos piezas y una camisa abierta y con una malvada expresión triunfante.
– Oye, Tony, tienes una choza bonita. Me gusta mucho -dijo Jerry Bagger-. Es increíble lo que se puede comprar con el dinero de otra persona, ¿verdad?
Se sentó en la cama mientras la aterrorizada Carmela intentaba taparse con la sábana.
– Oye, nena, no hace falta que hagas eso -dijo Bagger-. Eres muy guapa, ¿cómo se dice? «Bonita.» Eso es. «Muy bonita», zorra. -Hizo una seña a uno de sus hombres, que cogió a Carmela, la llevó hasta la ventana abierta y la tiró sin contemplaciones.
Todos escucharon un grito largo y luego un golpe seco.
Bagger cogió el vaso de zumo de naranja de la bandeja y se lo bebió de un trago. Se limpió la boca con una servilleta.
– Cada día tomo zumo de naranja. ¿Sabes por qué? Tiene un montón de calcio. Tengo sesenta y seis años pero ¿los aparento? ¡Pues no! Toca este músculo, Tony, venga, tócalo. -Bagger flexionó el bíceps derecho. Tony, sin embargo, parecía estar paralizado.
Bagger fingió sorpresa.
– ¿Por qué estás tan disgustado? Oh, ¿porque la zorra ha salido disparada por la ventana? No te preocupes. -Miró al hombre que la había tirado-. Oye, Mike, has apuntado hacia la piscina, ¿verdad? Como en la película de James Bond. ¿Cómo se llamaba que no me acuerdo?
– Diamantes para la eternidad, señor Bagger -respondió Mike enseguida.
– Eso es. -Bagger sonrió-. Diamantes para la eternidad. Joder, cómo me gustan las pelis de James Bond. En ésa sale la tía esa con un bikini minúsculo y se le ve la raja del culo. ¿Stephanie Powers?
– Jill St. John, señor Bagger -le corrigió Mike educadamente.
– Esa, ésa, siempre me confundo con esas dos. Las zorras se parecen mucho cuando no llevan nada encima. Imagínate.
– La verdad es que la señora no ha ido a parar a la piscina, señor Bagger -reconoció Mike.
– Pero lo has intentado, Mike, lo has intentado y eso es lo que cuenta. -Se giró hacia Tony-. Eso es lo que cuenta, ¿verdad?
Tony estaba demasiado horrorizado como para articular palabra.
– Además, es mejor así porque ¿los dos viejos que estaban abajo? No te lo vas a creer pero se han desplomado y se han muerto en cuanto hemos entrado. Y era imposible que una niña guapa como esa zorra bonita hubiera podido encargarse sola de una finca tan grande. Yo considero que le hemos hecho un favor, ¿no crees, Tony? -Tony asintió con gran dificultad-. Tócame el músculo. Quiero que notes la fuerza que tengo en el cuerpo. -Sin esperar a que Tony tomara la iniciativa, Bagger le agarró la mano y se la acercó al bíceps flexionado-. ¿Notas lo duro que está, Tony? ¿Entiendes lo fuerte que estoy? ¿Captas lo que eso significa?
– Por favor, no me mate, señor Bagger -gimoteó Tony-. Por favor, lo siento, lo siento.
Bagger le estrujó los dedos a Tony antes de soltárselos.
– Venga, no hagas eso, sólo se disculpan los débiles. Además, fue una gran estafa, verdaderamente alucinante. Todos los que se dedican al mundo del juego saben que me estafasteis la friolera de cuarenta millones. -Bagger apartó la mirada y respiró honda y tranquilamente, intentando, al parecer, evitar descuartizar al joven con sus propias manos, al menos durante unos cuantos minutos más-. Pero, antes, a ver si aclaramos un asunto importante. Quiero que me preguntes cómo te he encontrado. Quiero que sepas lo listo que soy y lo increíblemente imbécil que eres tú. Así que pregúntame, Tony, ¿cómo te he localizado teniendo en cuenta la de sitios a los que podías haber ido en todo el puto mundo después de estafarme? -Bagger agarró a Tony por el esbelto cuello y lo acercó de un tirón-. Pregúntamelo, mamón. -A Bagger le palpitaba una vena de la sien.
– ¿Cómo me ha encontrado, señor Bagger? -dijo Tony con voz entrecortada.
Bagger golpeó el pecho plano de Tony con el antebrazo y le hizo caer en la cama. Entonces el propietario del casino se puso a caminar de un lado a otro.
– Me alegro de que me hagas esa pregunta. ¿Sabes? Ta zorra que montó la estafa hizo que me observaras la primera noche para que pareciera que me tenía vigilado. La única forma de ver mi despacho es conseguir una habitación en la vigésima tercera planta del hotel que hay enfrente del casino. Así que fui allí e hice algunas averiguaciones sobre quiénes se alojaron en las habitaciones de esa planta ese día que tuvieran vistas a mi despacho. E investigué a todas y cada una de las personas de esa lista.
Dejó de ir de un lado a otro y sonrió a Tony.
– Hasta que te encontré. Fuiste lo suficientemente listo como para no utilizar tu nombre en el hotel pero tuviste un desliz que la zorra y su compinche no tuvieron. Por eso no pude seguirles el rastro, porque no dejaron nada tras su paso. -Bagger blandió un dedo hacia él-. Pero tú fuiste a que te dieran un masaje, porque lo comprobé. Y tú intentaste ligar con la chica que te dio la friega, porque querías un poco de acción extra. Pero no duraste mucho con la chica y entonces te fuiste al baño a echar las potas. Mientras estabas vomitando la zorra te cogió la cartera y te quitó algo de dinero para añadir a la mierda de billete de cien que le habías dado por correrte antes de tiempo. Y entonces vio el carné de conducir con tu nombre verdadero. Hay que ser tonto para llevarlo ahí, Tony.
»Así que aunque pensabas que la mamada sólo te había costado cien dólares, fíjate que el precio ha resultado ser mucho mayor. Y la barriobajera me contó todo lo que necesitaba saber por mil dólares de mierda. Nunca te fíes de una zorra, Tony, te la juegan siempre que pueden, te lo digo por experiencia.
Se sentó al lado de Tony, que sollozaba en silencio.
– Tienes buena fama, jovencito. El as de la tecnología, capaz de cualquier cosa con un ordenador. Como poner una especie de espía en el sistema de mi banco y robarme cuarenta millones. Joder, a eso se le llama talento. De todos modos, unté unas cuantas manos, hablé con tus amigos, tu familia, rastreé unas cuantas llamadas que hiciste, maté a unos cuantos que no querían cooperar y ahora estoy aquí contigo en la soleada costa de España o de Portugal o donde cono estemos. -Dio a Tony un golpe en la pierna.
– Bueno, ahora que ya me he desahogado, podemos avanzar. -Hizo una seña a uno de sus hombres, que extrajo una pistola compacta de la funda de la chaqueta, colocó un silenciador en la boca, introdujo una bala en la recámara y se la tendió a Bagger.
– ¡No, por favor, no! -gimoteó Tony antes de que Bagger lo hiciera callar introduciéndole la pistola en la boca y, de paso, rompiéndole las dos palas.
Bagger encajó el antebrazo contra la tráquea de Tony para inmovilizarlo en la cama e introdujo el dedo en el gatillo.
– Bueno, Tony, éstas son las condiciones. Vas a tener una sola oportunidad. Una sola -repitió lentamente-. Y más que nada es porque me siento generoso. Por qué, no lo sé. A lo mejor es que me estoy ablandando con la edad. -Se calló, se humedeció los labios y continuó-: La zorra. Quiero su nombre y todo lo que sepas de ella. Si me lo cuentas, vivirás. -Recorrió con la mirada la enorme habitación en penumbra-. No aquí, no a mi costa. Pero vivirás. Si no me lo dices, pues… -Bagger le sacó la pistola de la boca bruscamente, que estaba llena de sangre y de fragmentos de diente-. Oh, ¿pensabas que te iba a disparar y ya está? -Bagger se echó a reír-. No, no, así no funcionan las cosas. Eso es demasiado rápido. -Entregó la pistola a otro hombre y tendió la mano. Mike le plantó un cuchillo dentado en la palma.
– Estas cosas las hacemos lentamente, y tenemos mucha práctica. -Bagger extendió la otra mano y otro de sus hombres le enfundó un guante.
– Antes había que hacer esto del guante por lo de las huellas -continuó Bagger-. Pero ahora con todo esto de las enfermedades y mierda por todas partes, uno no puede arriesgarse. Como la zorra bonita, por ejemplo, ¿cómo sabes que no se follaba a todos los muchachos del pueblo antes de que empezases a metérsela por ese culo tan hermoso? Espero que al menos llevaras condón.
Bagger bajó la mano enguantada, agarró a Tony por los cataplines y tiró con fuerza.
Tony profirió un grito agónico, pero el otro hombre lo tenía bien sujeto.
Bagger observó las partes pudendas de Tony y dijo:
– Sinceramente no sé qué vio bonita en ti. -Levantó el cuchillo-. Venga, el nombre de la zorra, dónde está mi dinero y todo lo demás. Así vivirás. Si no, empiezo cortándote los huevos y lo que vendrá a continuación te dolerá de verdad. ¿Qué prefieres, Tony? Tienes cinco segundos. Y cuando empiece a cortar, no pienso parar. -Tony emitió un sonido-. ¿Qué has dicho? No lo he pillado.
– A-Ann…
– Habla claro, capullo de mierda, tengo problemas auditivos.
– ¡Annabelle! -gritó.
– ¿Annabelle? ¿Annabelle qué? -Bagger gritaba tan fuerte que escupía saliva.
– Annabelle… Conroy. La hija de Paddy Conroy.
Bagger bajó el cuchillo lentamente y soltó las partes de Tony. Le tendió el arma a uno de sus hombres y se quitó el guante. Jerry Bagger se puso en pie, se acercó a la ventana y miró por ella. No posó la mirada ni un solo instante en el cadáver de Carmela, que había aterrizado de lleno en un león de piedra ornamental situado cerca de la puerta trasera. Dejó la vista perdida en el océano.
¿Annabelle Conroy? Ni siquiera se había enterado de que Paddy tuviera hijos. De todos modos, todo empezó a cobrar sentido. La hija de Paddy Conroy había estado en su casino, en su despacho, le había tomado el pelo como a un tonto y le había robado mucho más de lo que jamás le había robado su viejo.
«Muy bien, Annabelle, me cargué a tu mamá y ahora te toca a ti.»Se hizo crujir los nudillos, se dio la vuelta y miró a Tony, que tenía la boca ensangrentada y estaba tumbado llorando en la cama con una mano en sus partes.
– ¿Qué más? -dijo-. Todo. Y seguirás respirando.
Tony se lo contó y acabó hablándole de las instrucciones de Annabelle de ser discreto y no gastar todo el dinero en el mismo sitio.
– Pues tenías que haberle hecho caso -dijo Bagger-. Chasqueó los dedos-. Venga, chicos, manos a la obra. No tenemos todo el día.
Uno de los hombres abrió un maletín negro que había traído y que contenía cuatro bates de béisbol. Tendió tres a los otros hombres y se quedó con uno.
Mientras levantaban los bates, Tony empezó a chillar.
– ¡Pero dijo que si se lo contaba me dejaría vivir! Lo ha dicho.
Bagger se encogió de hombros.
– Es verdad. Y cuando los chicos hayan acabado contigo, seguirás con vida. La justa. Jerry Bagger es un hombre de palabra.
Cuando se disponía a marcharse oyó el primer golpe, que le rompió la rodilla a Tony. Bagger empezó a silbar, cerró la puerta para amortiguar los gritos y bajó a tomarse un café.